El Diario de Romina.
img img El Diario de Romina. img Capítulo 1 Querida Moon
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Capítulo 9 Manos temblorosas img
Capítulo 10 Abandonado en un rincón img
Capítulo 11 Una tumba. img
Capítulo 12 Agua helada img
Capítulo 13 Misterios img
Capítulo 14 Ver mi reflejo img
Capítulo 15 Fachada img
Capítulo 16 Un lugar cálido img
Capítulo 17 Tarde para bajar la cabeza img
Capítulo 18 Ventanas del alma img
Capítulo 19 Derrotada img
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El Diario de Romina.

Eternal Z.S
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Capítulo 1 Querida Moon

8 de diciembre, 2016

Hola... ¿Debería saludar?

No importa.

Reposo sobre mi pecho, el césped del patio de la casa que solía ser de la abuela está mojado y frío, y un cartel con la

leyenda En venta, pintado con rojo, es

lo único que resalta

sobre la grama verde oscuro.

Oscuridad.

Sara Tomlinson falleció el 7 de diciembre, a las 3:00 de la tarde bajo la sombra de un viejo árbol rodeado de zetas. A ella le gustaba salir, respirar

el aire fresco y observar el cielo, ya que desde su silla de ruedas no había mucho que ella pudiera hacer.

Ella era dulce.

Era tenaz.

Ella me amaba.

Era mi abuela.

Los doctores dijeron que fue por causas naturales.

Un infarto.

Que su corazón se detuvo, que dejó de latir, así, sin más.

Supongo que a sus setenta y un años, su labor en este mundo se había terminado.

El cielo aún permanece nublado y

gris. Es como si este lamentara profundamente la pérdida de un ser humano que valdría incluso más de mil vidas, arropando sus inmaculadas nubes de luto. Mi abuela era

de acero inoxidable y las nubes lloran por ello.

El cielo permanece oscuro y triste. Las gotas aterrizan sobre mi cabeza,

mojandome para mantenerme despierta. Y aunque es un hermoso paisaje, es el

ambiente perfecto para un funeral.

Te extrañaré mucho, abue. No debiste irte, no debiste dejarme.

Tú no.

Hay treinta personas en total dentro de la casa. Treinta personas de las

cuales, sólo logro identificar

a mis padres.

¿Está mal que los vea sólo como hipócritas, cuando ninguno estuvo cerca de Sara ni un minuto cuando cayó en cama?

Por eso decidí escapar un momento,

y así fue como te encontré... O recordé que te tenía.

Tú fuiste un obsequio de

la abuela en mi cumpleaños número diez. Ella me

aseguró que tú serías mi mejor amiga, que podría confiarte mis secretos y que jamás me juzgarías, en ese momento me pareció tanto...

Como desearía que ella te hubiese

dejado en mis manos otra vez.

No sé a qué quería llegar, pero ahora que ella no está, agradezco tenerte conmigo.

Es todo, supongo, me espera un largo camino de lágrimas de nunca acabar, bordado con tristeza y

soledad.

Me acostumbraré. No hay de otra.

Para siempre tuya...

Romina

****

16 de enero, 2017

Querida Moon...

Sí, así me decidí a llamarte, supongo que como mi nueva amiga necesitabas de un nombre.

Luego de la muerte de la abuela Sara mi madre decidió que lo mejor sería alejarnos de su ambiente y empezar de cero.

Por lo tanto, nos mudamos.

La casa fue vendida una semana después de que enterraran su féretro. Mamá la dejó al mejor postor y

eso nos dio los fondos suficientes para transportar nuestras pertenencias. Que

la abuela le haya heredado la casa fue algo bueno, Supongo.

Pero sólo para ella.

Así fue como llegamos a

Londres. Y prometí hacer uso de todo el

aplomo que no poseo.

La nueva casa es mucho más pequeña, es de dos pisos y

desde la sala puedes ver parte de la cocina. Es extraño, estaba acostumbrada a los largos corredores

de la antigua casa. Al menos sigo teniendo mi propia habitación.

La casa está casi vacía y un montón de cajas están esparcidas por

todas partes, proporcionando un aire lóbrego al ambiente.

Llegamos hace sólo una semana y

aunque me gustaría poder decir

"es genial", "me gusta", "será un nuevo comienzo", siento ganas de vomitar con sólo pensarlo.

Y por supuesto debido a la mudanza mis padres se vieron en la ineludible

necesidad (ineludible para mi, genial para ellos) de cambiarme de instituto.

Cosa que no fue bien aceptada por mi, pero como siempre mi opinión es irrelevante.

No puedo opinar en la casa.

Ni a mis padres.

Ni conmigo.

Soy como una especie de muñeca de porcelana... Que se ha roto más veces de las que puede contar con los dedos.

En fin, Moon.

Hoy fue mi primer día en el nuevo instituto.

¿Podría decir que fue

interesante? No, creo que no.

Una chica llamada Stephani -o ese creo que era su nombre- me dio un recorrido por las instalaciones con el mismo

entusiasmo de una tortuga muerta. Me recibió la directora, me presentó a la chica y desapareció.

Muy protocolario.

Y soporífero hasta la muerte.

Aunque, podría decir que no fue

tan malo. Hice una amiga, o eso creo.

Su nombre es Tadaline y a pesar de que me pareció gracioso, pude deducir gracias a fuentes

confiables (me limité a observarla lo suficiente)

que no sonríe mucho.

Su piel es casi tan pálida como la luna y su cabello tan oscuro como la noche. Me siento poética esta mañana.

Sus ojos apagados se ahogan en un intenso color gris y es un poco más alta que yo. Ama vestirse de negro y odia el

color rosa. Lo sé porque le ofrecí un caramelo de fresa, ella lo rechazó y tomó el que era verde.

La bautice como Tada. Cuando se lo dije sólo se limitó a levantar una ceja acompañado de una sonrisa montesina, pero no objetó nada.

Esa fue la primera reacción que tuve de ella en toda la mañana

También noté (con disimulo ya que no quería incomoarla) como diminutas cicatrices, casi

como rayones que rozan lo invisible, adornaban meticulosamente sus brazos; por

debajo de su sudadera.

No dije nada al respecto.

Tadaline me agradó y creo que yo también a ella. Y a la chica que me dio el recorrido no volví a verla en todo el día.

Me alegré, porque ella sí que no me agradó.

. . .

Papá me llevó a mi nuevo colegio porque madre lo obligó, prácticamente. Aunque él no quiera admitirlo, muy en el fondo, sé que la detesta.

El camino fue silencioso y algo tenso, se le había hecho tarde para ir a su nuevo trabajo como

agente ejecutivo. Mamá no tiene empleo, al

contrario, creo que está volviendo a gastar dinero en alcohol.

Sólo espero estar

equivocándome, no quiero

volver a pasar por la misma situación asfixiante de hace dos años.

La relación de mis padres no

está en las mejores

condiciones, mi querida Moon. Eso desde hace años, sinceramente. Me pregunto, ¿qué es lo que los mantiene unidos (encadenados) al otro?

Sólo sé que el amor es algo de lo que carecen desde

mucho antes de que yo naciera.

-Pídele a tu madre a que

pase por ti -sugirió sin mirarme cuando estuve fuera del auto.

Sonreí con esfuerzo y me

despedí. No lo haré, no llamaré a mamá. Viajar con ella es

casi tan agradable como tener agua dentro de los pulmones.

Con ella los minutos se vuelven años.

La relación con mi padre es

nueve veces mejor que con la mujer que me trajo al mundo, pero últimamente no hablamos mucho, él siempre está estresado, cansado, enojado. Y yo intento no

acercarme, comprendo que él necesite su espacio.

Pero ¿importa lo que yo

necesito?

Tambien soy plenamente consciente

de que si papá explota, arremeterá contra cualquiera que esté cerca. No me gustaría ser el blanco de sus frustraciones. He sido el

de mi madre por años.

Así que aprecié el ofrecimiento de llamar a mi madre, pero opté por declinar con toda intención. Serían veinte minutos de martirizante trayecto.

Tengo piernas, ¿por qué no usarlas?

Querida Moon, te escribo desde el patio de mi nuevo colegio, con la única persona con la que he mantenido conversación por una mañana completa a unos centímetros de distancia, cortando delicadamente la

piel de sus brazos, con sus uñas. Lo hace con tanta gracilidad que da la impresión de que sólo acaricia su piel. Y estoy casi segura de que cree que no lo he

notado.

Quizá algún día le pregunte por qué lo hace... Pero por el momento dejemos las cosas como están.

Ya es hora de volver a casa, Moon. Me espera un largo trayecto y será mejor marcharme ya.

El sol será mi acompañante.

Para siempre tuya...

Romina.

            
            

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