El Diario de Romina.
img img El Diario de Romina. img Capítulo 5 Cicatrices
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Capítulo 9 Manos temblorosas img
Capítulo 10 Abandonado en un rincón img
Capítulo 11 Una tumba. img
Capítulo 12 Agua helada img
Capítulo 13 Misterios img
Capítulo 14 Ver mi reflejo img
Capítulo 15 Fachada img
Capítulo 16 Un lugar cálido img
Capítulo 17 Tarde para bajar la cabeza img
Capítulo 18 Ventanas del alma img
Capítulo 19 Derrotada img
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Capítulo 5 Cicatrices

Me dediqué a disfrutar.

Y por primera vez conversamos tanto que sentí la garganta seca.

Me sentía... Libre.

Y me obligué a no pensar en qué me esperaría al volver a casa.

Distraerme un poco fue bueno.

Simplemente me limité a disfrutar las canciones de la radio y la compañía de una persona agradable.

Y claro, de vez en cuando dejábamos de lado nuestra perorata para escuchar una que otra canción, que hasta ahora desconozco nombres y desde

luego, en ese momento desconocía letras.

Lo único que alguna vez

llegué a escuchar fue Michael Jackson.

Le gustaba a quien solía ser mi único mejor amigo.

Con quien disfrutaba cada segundo, pero a quien siento que no abracé lo suficiente.

Su nombre era Peter.

Pero luego te hablaré de él y de quién fue en mi vida.

Lo prometo.

Pero ahora sólo te diré que nosotras no éramos más que sólo dos chicas comiendo ruffles y contando chistes, mientras nos

alejabamos de la ciudad a la velocidad de la luz.

Y nada pudo sentirse más reconfortante.

Ella era buena contando chistes, aunque no es algo que suele hacer a

menudo. De hecho, cuando se fue al baño hace ya varios minutos parecía desolada. Recibió una llamada que bajó sus ánimos. Pude notarlo

por la forma tan abrupta en la que borró su sonrisa.

Eso me hizo pensar ¿por qué era ella tan cerrada

y apática? O ¿por qué odiaba a todo el mundo? ¿Ella era infeliz tal vez?

Sí, lo era, o al menos,

lo fue.

Pero vayamos en orden.

Y sabes, Moon, pasar tiempo con Tadaline fuera del instituto fue

interesante.

Hablamos de cosas sin sentido y olvidamos simplemente que alguien fue

asesinado en nuestro lugar de estudio.

Tada nos llevó a una especie de

bosque alejado de la ciudad pero aún así cerca de la

civilización. Me dijo que iba ahí cuando se sentía mal y necesitaba estar sola.

Nos adentramos en el bosque y llegamos a un lago, no conozco mucho de mi

nueva ciudad, pero creo que ese lago era uno de los más visitados en época de vacaciones.

El agua resplandecía al contraste con la luz solar. Era hermoso.

Tomamos asiento junto a la orilla y nos deshicimos de nuestros zapatos para mojar nuestros pies en el agua.

Estaba fría.

Era idílica, refrescante.

Y mojaba las cicatrices en los pies de Tadaline.

Sus uñas iban perfectamente

pintadas de un negro rutilante y unos centímetros más abajo empezaban las marcas que adornaban la piel clara de sus pies.

Me quedé mirando con descaro

y me resultó casi imposible

intentar contener las ganas de preguntar qué había sucedido. Era indiscreto.

Aunque fuesen inquietantes.

Iniciaban donde acababan sus dedos y casi se escabullen por debajo de su ceñido pantalón, en un ángulo que seguía un patrón perpendicular y disperso al mismo tiempo. Eran rosa pálido, como si estuviesen desde hacía muchísimo tiempo allí.

¿Cómo llegaron ahí? ¿Por qué son tantas? ¿Se las hizo alguien? ¿Fue ella? Miles de preguntas embargaron mi

cabeza en ese instante...

Pero mi diatriba mental fue interrumpida por la serenidad de su voz.

-Son muchas, ¿no?.

Ella miraba sus pies -Oh perdón, yo... No quería...

Sentí que las mejillas se

me volvían fuego.

-Descuida -espetó suavemente. -Todos cargamos con nuestra propia mierda, con

cicatrices que son parte del aprendizaje, del crecimiento, de la vida, de

nosotros -sus ojos conectaron

con los míos y permanecieron allí por extenuados segundos.

¿A qué se refería? No lo sé aún. Algunas veces,

intentar entender a Tadaline, es como querer levantar un escudo de acero con la

sola fuerza de tus uñas.

Se rompen en algún momento.

-Lo siento -mascullé.

Debí haberla incomodado.

Pensé.

Pero ella sólo sonrió.

-No lo sientas, no es tu culpa -y acto seguido se dejó caer sobre su espalda y luego me hizo una seña para que también hiciera lo mismo. Y terminé acostada a su lado-. ¿Alguna vez has odiado a alguien con todo tu ser,

Romina?

Su pregunta, aunque me tomó desprevenida y me

hizo fruncir el ceño, me ha hecho

indagar demasiado desde que las palabras abandonaron sus labios.

Pero en ese momento estoy consciente de haber dudado.

Me moví y quedé sobre mi costado, ella hizo lo mismo y permanecimos

frente a frente.

Me hice la misma pregunta una y otra vez.

¿Alguna vez he odiado a alguien con todo mi ser?

Y sentí que la respuesta

correcta era sí... Pero no estaba

segura de querer decirlo en voz alta.

-No -respondí, después de un rato, sin estar segura de mi respuesta.

Nuestros ojos conectaron fijamente.

Me pregunté si me hizo la

pregunta porque ella también odiaba a alguien.

Pero no abrí la boca para

preguntar.

-Entonces has tenido una vida feliz.

Dijo y sonrió con tristeza.

Y yo la imité.

Mi vida ha sido todo menos feliz. Pensé, pero no lo dije.

Tal vez si he odiado, pero no lo he dicho aún es voz alta.

Es así por alguna razón, aunque nunca alcancé a entender la mayoría de ellas.

Sostuve su mirada tan gris como el acero y por un momento sentí que pude ver a través de ella, de sus ojos, de su alma.

He imaginé a una niña de cabello largo y ojos apagados siendo

lastimada a lo largo de su vida, creciendo sin amor. Creando barreras para que

nadie pudiese tocarla jamás. Me quedé contemplándola y me pregunté en silencio...

¿Alguien le ha hecho daño alguna vez?

¿Le hacen daño aún?

¿Tan parecidas somos?

Y por primera vez la vi sonreír, pero no de boca cerrada, de manera falsa o forzada. Sonreía de verdad y su sonrisa era realmente hermosa.

Ella es hermosa.

-Eres muy bella -susurró aún mirándome, su mano tocó la mía, sentí el roce delicado de

sus dedos trazando círculos y no la aparté, disfruté su toque, de algún modo se sintió reconfortante.

Sus manos se sintieron suaves, cálidas. Me pregunté ¿Por qué se sintió tan bien su cercanía?

¿Por qué quería permanecer con ella en aquel lugar por

siempre?

Lejos del mundo real y su maldad.

Sintiendo el roce de sus dedos y el calor de su alma. Ella era como yo.

Y quería abrazarla.

Y lo hice, no me detuve a reparar, sólo me acerqué a ella y con sumo cuidado rodeé su cuerpo.

Ella hizo los mismo.

Se sentía bien sentir la

calidez y la electricidad de un abrazo humano.

Y por un momento quise llorar. Desahogarme en sus brazos, gritar tal

vez.

Pero no lo hice, sólo disfruté el momento.

No nos dijimos nada más después de eso y

permanecimos envueltas en un agradable silencio. Mirando en lago y la una a la

otra de soslayo de vez en cuando, hasta que finalmente fue hora de marcharnos.

Disfruté de igual modo el

camino, nos mantuvimos en silencio, no uno incómodo, sino uno bien compartido.

¿Qué sucedió? No tengo idea.

Pero sentí que nos unía un hilo invisible.

Tada se acerca, Moon. Y tiene los ojos hinchados.

Quizá deba volver a

abrazarla.

Hasta luego y prometo volver a trazar tus delicadas hojas en algún momento. Quizá más pronto de lo que espero.

Para siempre tuya... Romina

            
            

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