El Diario de Romina.
img img El Diario de Romina. img Capítulo 4 ¿La conocías
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Capítulo 9 Manos temblorosas img
Capítulo 10 Abandonado en un rincón img
Capítulo 11 Una tumba. img
Capítulo 12 Agua helada img
Capítulo 13 Misterios img
Capítulo 14 Ver mi reflejo img
Capítulo 15 Fachada img
Capítulo 16 Un lugar cálido img
Capítulo 17 Tarde para bajar la cabeza img
Capítulo 18 Ventanas del alma img
Capítulo 19 Derrotada img
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Capítulo 4 ¿La conocías

19 de marzo, 2017

Querida Moon...

Te escribo desde una cafetería situada cerca del instituto y lejos de casa. He venido con Tadaline quien, amablemente, pidió batidos de chocolate y galletas de mantequilla para ambas y luego se metió al baño para nunca más volver...

Es broma, sigue ahí.

De hecho, ya lleva mucho rato ahí y he comenzado una diatriba mental en; si acercarme a tocar y preguntar si se siente bien o sólo quedarme en mi lugar y comerme su batido, el mío ya se acabó.

No creo que le moleste.

Y pues aprovechando que estoy aquí sola, te voy a relatar los acontecimientos de la mañana.

Bastante... pintorescos.

Y lo principal es que las clases en el instituto fueron suspendidas.

¿El motivo?

Pues el cadáver de una de las estudiantes fue hallado en una de las duchas del vestidor de chicas. Según lo que escuché estuvo ahí toda la noche.

Aterrador. Lo sé.

También escuché a alguien contar lo grotesca que resultaba la situación por la forma en la que habían encontrado a la chica.

Y eso no es todo, esa chica era la misma que me había dado el recorrido por las instalación el día que llegué al instituto.

Luego de mi primer ingreso no volvimos a cruzar palabra, aunque coincidimos en más de una ocasión, pero ella sólo miraba detrás de mí, nunca a mis ojos. Y yo hacía lo mismo, éramos inexistentes para la otra. Y su tour improvisado del primer día no significó nada.

Me alegro de no haber tratado con ella lo suficiente y no sé por qué.

El cuerpo de Stephani (ese era su nombre) tenía múltiples golpes en su cabeza y puñaladas en el abdomen. Sus labios fueron cocidos y sus ojos extraídos.

Me estremeció sólo imaginarlo. Alguien le había hecho eso.

O al menos eso relató el chico que según él fue quién la encontró a primera hora. Todo lo que dijo en medio de ese tumulto de personas que se reunieron a su alrededor como si fuese el mismo mesías, podría ser cierto o podría ser falso o él simplemente intentaba obtener la atención alterando la realidad.

Aunque algo muy dentro de mí sí cree lo que el chico había dicho, Moon.

Él era casi tan alto como un poste de luz (exageradamente, por su puesto) y llevaba unos anteojos en lo alto de su cabeza. Contó que estaba castigado y debía hacer limpieza, por esa esa razón estaba tan temprano en el instituto y había sido él quien la había encontrado.

Me pregunté por qué no lo había hecho el conserje. Él llega antes que nadie, incluso debió haberlo hecho antes que ese chico.

Quizá él lo había visto, pero esperó a que alguien más hablara por miedo a ser acusado.

Todo es posible.

Pero en cuanto a esa chica, quién sabe por qué la escogieron para llevar a cabo tal atrocidad. O quién sabe si quizá ella lo merecía.

Si el karma vino por ella.

Stephani era una chica hermosa, de rizos perfectos, voz melodiosa, de cuerpo esbelto y de deslumbrantes ojos verdes también. Ojos que le fueron arrebatados. Quizá luego de ser asesinada o tal vez antes de quitarle la vida para hacer que sufriera. Jamás lo sabremos, Moon.

Tanta belleza y perfección que ya no le sirven de nada. Ahora su cuerpo es alimento de gusanos.

Quién podría imaginarlo.

La vida es polvo y puede esparcirse en un momento.

Cuando llegué (el camino fue una ardua batalla en autobús) el lugar estaba repleto de personas y un rato después, llegó la policía.

Un oficial con la escritura Rochester en su placa amablemente me pidió que volviera a casa, tenía el cabello amarillo y lucía cansado. Él se adentró directamente en la escena, seguramente para ver con sus propios ojos lo mismo que el muchacho tan alto como un poste de luz le había contado también.

Yo, por mi parte, decidí obedecer. Aunque muy en el fondo tenía el deseo de escabullirme dentro y ver por mi misma la escena.

Claro que tuve que descartar la idea.

Así que sin más me marché.

Además de que sería un día sin clases después de todo, tenía que aprovecharlo. Pensé que podría iniciar con la búsqueda de mi empleo. Pero claro, eso no sucedió.

Y he aquí, el segundo acontecimiento.

Recorrí el estacionamiento, con el mismo ánimo con el que intentaría subirme a algún avión.

Si, les tengo fobia.

Y ahí estaba ella en su auto. Era el único en color azul gastado. Me acerqué con cuidado y al mirar por su ventana pude verla. Tenía un cigarrillo entre los labios y llevaba su largo cabello negro empapado. Tenía la mirada en un punto fijo entre la multitud que seguía acudiendo a la escena del crimen.

Nunca supe que veía realmente.

-Hey -la llamé golpeando el vidrio del copiloto con los nudillos.

Ella pareció confundida de verme, luego suspiró y retiró el seguro para dejarme abordar.

-Hey -me sonrió, con su característica miraba casi afligida mientras expulsaba el humo por la ventana. -¿Qué haces aquí? -cuestionó.

La miré con la cabeza ladeada, vestía de negro como si acabase de salir de un funeral. Lo usual, claro, pero no me explicaba sus cabello mojado y era seguro que no había pasado un peine sobre él. Los hombros estaban húmedos.

Cuando volteó a mirarme reparé en las ojeras bajo sus ojos.

- ¿Supiste lo que pasó? -me atreví a preguntar e hice girar la manija de la ventana para abrirla un poco y poder respirar. Sentía que el humo me estaba ahogando a pesar de que la ventana de su lado estaba abierta.

Ella me miró con gracia, como si recordara algún chiste privado del que yo aún no era partícipe y una sonrisa que se me antojo involuntaria se deslizó en sus labios, como si se hubiese dibujado a la fuerza. Pero rápidamente se transformó en una mueca amarga.

-No será extrañada, créeme -musitó en voz baja y le dio una última calada a su cigarrillo antes de echarlo por la ventana.

No dije nada al respecto.

- ¿La conocías? -pregunté.

-No -respondió de inmediato, con más brusquedad de la que hubiese deseado presionando el volante con fuerza. -¿Te parece si nos largamos de aquí? -Su voz era irritada, molesta y noté de inmediato, temblorosa.

-No debería, yo... -comencé pero me interrumpió su mano en el hombro. Una sonrisa ladeada se extendió y por primera vez noté todos sus dientes y lo derechos que estaban.

-No voy a hacerte nada -bufó. -Además, quedé de verme más tarde con Adrien. podrías acompañarme si quieres.

Dejé de cuestionar, la mención de su nombre hizo que una extraña sensación me recorriera entera. Recordé lo de sus problemas familiares y quería saber por qué se había ausentado.

Quería preguntarle yo personalmente. Aunque él es alguien de pocas palabras, y nuestras conversaciones suelen ser breves.

Pero, pensé que eso quizá podría cambiar.

Y algo dentro de mí quería verle.

Pero Adrien nunca llegó. Sus problemas familiares no se lo permitieron.

Pero volvamos a donde estábamos.

Accedí sin más, quería ver a Adrien y no quería volver a casa. Cuando salí mamá estaba despierta y sobria, eso es peor que tener que remover las manchas de vodka de la alfombra.

-No habrá clases así que está bien, ¿no? -mi voz fue un leve balbuceo, pero Tada no le tomó importancia y se precipitó a colocar su auto en marcha.

-Exacto.

Y cambió su velocidad con increíble soltura para salir del aparcamiento. Quise advertirle que fuera despacio, había policías cerca, pero qué más daba. Una chica loca manejando fuera de la velocidad permitida no era más importante que una muerta a quien le habían sacado los ojos.

Así que me mordí la lengua y sonreí al sentir la brisa en mi rostro.

            
            

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