Capítulo 6 ¿Celos

Llegamos a la avenida Creek, estacioné mi auto frente a una casa blanca con algunos tonos azules muy bien decorada. Al bajar sentí el aire frío azotando contra mi rostro. Al caminar un poco note que había un cascanueces en la entrada de la casa. Avanzamos hasta la puerta y Thomas tocó el timbre. Esperamos unos momentos cuando la señora Olsen nos abrió.

-¡Thomas! - La mujer sonrió ampliamente al ver al rubio a mi lado. Se acercó a abrazarlo cariñosamente y luego me miró a mí. -¿Abby?

-Señora Olsen. - Sonreí y también recibí un abrazo.

-Cómo han crecido ustedes dos. Ya son todos unos adultos y por fin están juntos. - De nuevo esa confusión.

-Me temo que se equívoca. - Sonreí falsamente.

-Somos una especie de socios. - Comentó Thomas de forma encantadora.

-¿En serio? Qué lástima. Pero pasen, no se congelen ahí afuera. - Nos adentramos por el pasillo que llevaba a las escaleras del segundo piso. Al lado derecho estaba la entrada de la sala a la cuál fuimos guiados. Una vez ahí nos ofreció asiento.

-¿Qué los trae por aquí? - Preguntó ella con su cálida sonrisa.

-Pues, espero no le moleste, pero quisiéramos hablar con su esposo para que sea Santa en la villa.

-Es cierto, es la noticia caliente de Greensfield. - Nos reímos. -Me alegra mucho que hayas decidido tomar ese proyecto. Creímos que la villa jamás se reabriría. Muchos le habían dejado de prestar interés, pero claro, los de su generación vivieron su infancia ahí. - Asentimos.

-Bien, iré por Harry, está colgando unas luces allá arriba.

-Muchas gracias. - La señora Olsen se levantó y nos dejó solos. Miré alrededor notando las decoraciones navideñas. Había un enorme árbol en la esquina iluminado con luces blancas y decorado con bolas rojas y doradas. Había campanas en el techo y algunas coronas de muérdago. Además, olía a manzana y canela.

-Veo esto y recuerdo que ni he decorado mi casa. - Thomas soltó una carcajada.

-Mujer ocupada, eres una chica realmente problemática. - Lo miré con los ojos entrecerrados cuando escuchamos que abrieron la puerta.

-¡Tía Dani! - Un muchacho de cabello marrón oscuro entró mientras se quitaba la bufanda. Abrí mis ojos de par en par al notar la mancha café en su ropa y su rostro. Era el muchacho con quien choqué en el almuerzo.

-Tú. - Le dije levantándome del sofá. Él se detuvo y me miró con sorpresa.

-Tú. - No podía creerlo.

-¡Peter! - La señora Olsen bajó las escaleras, directa a abrazar al muchacho frente a mí. -Creí que vendrías hasta la noche.

-Salí temprano tía.

-Pero ¿qué te pasó? - Señaló la mancha que yo le había ocasionado.

-Me temo que una linda chica se tropezó conmigo- Me sonrojé, aquello fue inevitable.

-Pero qué dices. Ve a cambiarte.

-Bien. - Me dio una última mirada con una sonrisa y yo volví a sentarme.

-Ahora baja Harry, les traeré algo de chocolate. - Y con eso nos quedamos solos Thomas y yo.

-¿Lo conocías? - Preguntó de pronto el rubio mirándome con una expresión de pocos amigos.

-Me choqué con él en la tarde. No sabía que los señores Olsen tuvieran un sobrino.

-¿Chocar? ¿Tu le hiciste esa mancha de café? - Asentí. Para mi sorpresa se veía un poco molesto. No entendía por qué razón. De hecho, era extraño este tipo de actitud. Creo que la última vez que lo vi así, fue cuando salí con Devon Johns.

-Bueno sí.

-Entonces la chica linda eres tú. - Se dejó caer en el sofá. Parpadeé un par de veces. - Parece que le gusta mentir.

-Idiota- Soltó una carcajada.

-Solo bromeo, es difícil negar que eres guapa. - Mis mejillas volvieron a ponerse rojas aún más que hace unos minutos. Lo miré sin creer lo que me decía. Thomas solía ser muy bromista así que no sabía si hablaba en serio, especialmente al tratarse de mí.

-¿Crees que soy guapa? - Mi voz sonó más nerviosa de lo que mentalicé. Thomas me observó con profundidad acercándose a mí despacio. Abrió los labios a punto de responder cuando Harry apareció.

-Chicos, que bueno verlos. - Su esposa venía detrás con los chocolates. Thomas se levantó para tomar las tazas y me dio la mía. De nuevo, no podía mirarlo a los ojos. Por el momento odiaba a Harry debido a la interrupción, pero eso no importaba ahora.

-Escuché que quieren que sea Santa en la villa.

-Sí bueno, usted solía serlo, la verdad nos encantaría que nos ayudara en ese evento. Los niños se ponen muy contentos cuando Santa aparece.

-Claro, ¿por qué no? Solo tendré que desempolvar mi traje. - Nos reímos. A partir de ahí la charla se desvió por completo. Hablamos un poco de nosotros hasta que su sobrino apareció. El hombre era apuesto. Alto, tal vez un par de centímetros más bajo que Thomas, pómulos prominentes, nariz fina y perfilada, cejas pobladas y una mirada encantadora. El chico era apuesto.

-Muchachos, él es Peter Olsen, hijo de uno de mis hermanos. - Explicó Harry. Thomas y él estrecharon las manos al igual que yo. Pero cuando se detuvo en mí me miró con una sonrisa cálida.

-Peter, ellos son Thomas y Abby, ambos crecieron aquí, así que son muy conocidos. Especialmente porque este muchacho reabrirá la villa y la señorita es la periodista estrella del Greenread.

-Claro, Abby Frank, leí tu artículo sobre el museo de Greenfields. Me encantó. - Sonreí alegre de escuchar ese tipo de cumplidos. - Llevaba tiempo de no leer un artículo tan meticuloso y objetivo.

-Muchas gracias. De hecho, ese artículo fue un trabajo de mucha investigación.

-Me imagino. - Nos reímos, yo especialmente como una idiota.

-Si bien, me alegra mucho haberlos visto, pero Abby y yo aún debemos ir a hacer algunos mandados.

-¿En serio? - Pregunté sin querer. Thomas abrió sus ojos de par en par. -Yo estoy libre.

-Yo no, si no mejor tomo un taxi. - Parecía enfadado. Quise dejar que lo tomara, pero después de todo yo fui quien le sugirió que viniera en mi carro.

-Es cierto, tengo de que hacer. Lo siento.

-No se preocupen. Estaremos en contacto. - Nos despedimos de todos y luego nos pusimos en marcha. Durante el camino Thomas fue en silencio. De hecho, podía sentir que había tensión en el auto, la cual no había existido cuando viajamos hacia la casa de los Olsen.

-¿Dónde te dejo?

-En la Villa. - Noté que la nieve caía más fuerte.

-¿Aún trabajaran? Parece que hay una tormenta.

-Debo ir a tomar unas cosas, además debo ir por mi auto. - Claro, lo había olvidado. Su tono seguía pareciendo frío, no quise decir nada más así que nos fuimos en silencio. Cuando llegamos, simplemente me dijo adiós sin voltear a verme y se fue.

Parpadeé varias veces intentando comprende qué había sucedido.

Esos no podían ser celos, ¿cierto?

            
            

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