Capítulo 5 Intentar llevarse bien

Entré a la antigua habitación de Max. Estaba tal y como la recordaba. La cama al fondo, al lado la ventana que daba a la calle. Al lado de la puerta estaba su escritorio y detrás de la puerta su armario. La pintura celeste pastel se veía intacta al igual que sus peluches sobre la cómoda y los muebles. Me acerqué al pequeño librero que tenía y noté que ahí tenía varios libros juveniles de categoría R. Me reí recordando cómo intentó esconder esos libros que había comprado con sus mesadas.

Escuché que tocaron la puerta y encontré a Thomas fuera de la puerta mirándome con una sonrisa. Cargaba entre sus brazos unas toallas y mantas.

-Mamá me dijo que podías darte una ducha y te traigo unas mantas extras porque parece que habrá mucho frío hoy. - Me acerqué a él y las tomé.

-Muchas gracias. - Sonreí levemente. Al sentir su mano cálida sobre la mía sentí electricidad que recorrió mi cuerpo. Él me miró, era como si ambos hubiéramos sentido lo mismo. Me alejé dando un paso atrás y él colocó su brazo detrás de su nuca.

-Bueno, que descanses.

-Igual. - Se fue de la habitación y di un suspiro. ¿Qué diablos estaba sucediendo?

Una hora más tarde, me dejé caer sobre la suave cama de Max recordando el tiempo en que nos quedábamos dormidas juntas. Saqué mi celular y noté que tenía mensajes de las chicas.

Entonces apareció en la pantalla el nombre de Hanna.

-¿Y ese milagro? - Sonreí divertida.

-No te burles. Sabes que tengo mucho de qué hacer.

-Como todas.

-Voy a colgar.

-No seas aguafiestas, dime qué sucede. - Hubo un silencio y luego de un suspiro, habló.

-Voy a volver a Greenfields.

-¡En serio! - Me senté debido a la sorpresa. -¿Cuándo?

-En un par de días. Tengo que ir por unas cosas que un tío abuelo del que no sabía su existencia, me ha dejado.

-¿Una herencia?

-Exactamente. - Parpadeé varias veces. Eso era increíble. Hanna era una chica que odiaba Greensfield, siempre imaginó salir de aquí. Sus padres habían nacido y crecido en este lugar, sin embargo, nunca salieron de aquí aun cuando con la granja que tenían, no quisieron expandir sus productos lácteos a zonas extranjeras. Hanna era ambiciosa, y lo entiendo, creció en un ambiente pobre y ahora, era imparable, nada saciaba su sed de obtener más y más dinero.

Aún así, era una chica muy inteligente y nada egocéntrica.

-¿Quieres que vaya por ti al aeropuerto?

-Por favor. - Suplicó. Esa era mi vieja Hanna.

-Claro, ¿a qué hora llegas?

-Si no estoy mal estaré ahí a las cuatro de la tarde.

-Bien, yo iré por ti. No te preocupes.

-Te lo agradezco, luego te llevaré a comer pastel.

-Más te vale. - Rio.

-Duérmete ya y no le digas a nadie que estaré ahí. Es una sorpresa.

-Claro. Feliz noche Hanna. - Y con eso colgué. Dejé mi celular sobre el buró y luego me acomodé en la cama metiéndome bajo las sábanas. No sabía que estaba tan cansada, en cuestión de minutos me quedé dormida.

(...)

A la mañana siguiente, ayudé a Larissa a hacer el desayuno. Me animé a cocinar unos hot-cakes con chispas de chocolate, café, jugo de naranja y unos huevos.

-Huele delicioso. - Larissa sonrió. -Te volviste una excelente cocinera.

-Lo sé, lo aprendí de la mejor. - Ella soltó una carcajada. Thomas bajó aun con su pijama de cuadros y con el cabello levemente desordenado.

-Buenos días. - Su voz sonaba más ronca de lo normal debido a que obviamente recién había dejado la cama. Le devolvimos el saludo y nos ayudó a servir los platos y tazas en la mesa. En minutos nos encontrábamos comiendo.

-¿Cómo haces para que salgan tan esponjosos? - Preguntó Thomas mirándome.

-Es un secreto. - Le saqué la lengua él hizo una mueca para luego restarle importancia y seguir comiendo.

-¿Se irán juntos hoy? - Preguntó Larissa y yo me negué.

-Tengo que ir a la oficina para seguir recopilando lo que llevo, además tengo que revisar las notas de mis compañeros para luego dárselo al jefe de redacción. - El solo pensar todo lo que tenía que revisar comenzaba a dolerme la cabeza.

-Yo si debo ir a la Villa. ¿No te veré hoy entonces? - Su pregunta me tomó desprevenida. Pude ver la mirada divertida de su madre mientras Thomas se quedaba como en pausa por un momento. -Ah quiero decir, yo... ya sabes, si vas a llegar hoy.

-Sí, creo que iré por la tarde. A lo mejor puedo ayudar un poco.

-¿En serio? - Enarcó sus cejas, pero de inmediato regresó a su expresión habitual. -Bueno, ya sabes donde es. Todos te conocen y puedes entrar. - Asentí.

-Claro. - Luego de dejar todo limpio fui en seguida a hacer lo que tenía que hacer.

Las horas de trabajo a veces eran muy cortas, sentía que el tiempo no me alcanzaba.

-Vamos a almorzar. - Denise apareció junto con John, mis compañeros. Asentí y salimos del edificio para poder ir en busca de un restaurante. Tenía ganas de una sopa o algo parecido.

Sin embargo, al entrar a un restaurante que Denise encontró, me topé con un chico de cabello oscuro. Le regué todo su café y me sentí muy mal por eso.

-Dios mío lo siento mucho.

-No te preocupes. - El ojiazul sonrió levemente. Saqué algunas servilletas de mi bolso y lo ayudé a secarse.

-En verdad lo siento. Si gustas, puedo pagarte la tintorería.

-De verdad, no es nada. - Asentí aún sintiéndome mal. El chico me brindó una última sonrisa y luego se despidió.

Más tarde, luego de marcar mi salida en la oficina me dirigí a la villa. Ahí, algunos trabajadores me saludaron y yo les devolví el gesto. Algunas de las figuras ya estaban montadas al igual que unos puestos. Todo lo que era basura ya lo habían quitado de su lugar. Se veía los cambios. Tomé unas cuantas fotos cuando divisé a Thomas. Se encontraba hablando con uno de los trabajadores de forma seria.

Sin pensarlo mucho, elevé mi cámara para poder tomarle una foto. En cuanto la tomé me quedé en silencio. No podía creer lo que acaba de hacer.

-¡Abby! - Thomas venía hacia mí mientras yo intentaba esconder mi cámara y pronto me di cuenta de lo estúpida que me veía haciendo eso.

-Hola. - Sonreí levemente.

-Creí que no vendrías. Ya es tarde.

-Si bueno, me atrasé un poco haciendo unas notas. ¿Necesitas ayuda?

-De hecho, ¿podrías acompañarme? Tengo que ir a buscar a Harry, quiero preguntarle si podrá ser el Santa de la villa. - Recordé la imagen de Harry Olsen, era un hombre alto, con el pelo blanco y la barba del mismo color. Era la imagen estereotipada de Santa.

-Claro, vamos, te llevo en mi auto.

-¿En serio? ¿No temes que me burle de cómo conduces?

-Soy buena conduciendo. - Me quejé. -Pero si no quieres...

-¿Cuál es el auto? ¿Ese? - Comenzó a caminar y yo simplemente rodé los ojos mientras sonreía.

Minutos más tarde íbamos ya en camino hacia la casa de Harry. Thomas puso algo de música y pronto sonó Last Christmas de Wham! Comencé a tararearla ya que era una canción que me gustaba mucho.

-¿Qué es lo que hace falta para completar la villa?

-Faltan las decoraciones. Por suerte el pueblo se ha apuntado para alistar el salón del baile y los árboles alrededor.

-Entonces, ¿cuándo tendrás todo listo?

-El diez de diciembre, más o menos. Así tendremos tiempo para decorar todo.

-Eso es increíble.

-¿Y tú? ¿No harás nada para las fiestas? ¿De nuevo trabajaras? - Hice una mueca. Llevaba tiempo de no celebrar la festividad en familia. La verdad me deprimía al recordar la muerte de mis padres. Su aniversario luctuoso se acercaba.

-No lo sé. Quisiera a veces omitir esta festividad. Me trae malos recuerdos.

-Es entendible. - Detuve el auto ante la luz roja del semáforo y lo miré. Parecía preocupado. Le mostré una sonrisa.

-No me veas así. Ya es mi trauma.

-Pero no debería serlo. ¿Por qué no lo pasas con nosotros? A veces es aburrido solo pasarlo con Max. - Solé una pequeña carcajada.

-Puede que me lo piense.

-Deberías. El domingo, mamá hará una fiesta de suéteres feos, ¿por qué no vienes? - Lo pensé un momento. La luz dio verde y continué avanzando.

-Me lo pensaré. Hanna viene de visita y sabes que ella odia Navidad.

-¿Hanna viene? ¿La misma Hanna que repudia este pueblo? - Asentí. La conocía tan bien. -Esa es una sorpresa. ¿Las demás lo saben?

-No, es una sorpresa, así que no vayas a decir absolutamente nada.

-Bien, será un secreto. - Pasó sus dedos sobre sus labios haciendo además de cerrarla para luego bloquearla con una llave y tirarla. Me reí. No podía creer que este chico borró la tristeza que casi me inunda.

            
            

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