Capítulo 4 Un día tranquilo con algunas confesiones

Llevaba años de no compartir mesa de esta forma con Thomas. Cuando entró en Oxford se fue al otro lado del país para poder estudiar administración y diseño. Sí, había estudiado dos carreras. Regresaba a casa para las fiestas, pero yo solía estar de viaje así que casi no lo veía, hasta ahora.

Max me había contado que un año Thomas había traído a una chica, la presentó como su amiga de la universidad, pero estaba segura que fue una novia con la que no funcionaron muy bien las cosas ya que no volvió a atraerla.

-Es muy lindo tenerlos juntos aquí y tranquilos, recuerdo que siempre se andaban correteando por ahí. - Larissa soltó una pequeña carcajada y yo la imité.

-Bueno, es que la pequeña Abby nunca aceptaba los consejos que le daba. - Lo miré con los ojos entrecerrados.

-Los habría aceptado de no ser porque quien me daba esos consejos era un tonto. - El rubio me lanzó una mirada furtiva y debajo de la mesa me sacó el dedo del medio y yo se lo pellizqué con fuerza.

-Bien, coman muchachos. - Quise agarrar el puré de papa, pero Thomas lo tomó antes. Me lanzó una sonrisa victoriosa y yo tuve que morderme la lengua.

-Entonces Abby, escuché que estás trabajando en una nueva historia.

-Así es, gracias a Thomas encontré una buena historia para el reportaje de la revista de este mes. Además, la villa me trae muy buenos recuerdos. - Larissa sonrió conmovida.

-Claro, ese lugar fue parte de su infancia. Sus navidades eran vivir día y noche ahí. Recuerdo que antes de que tu vinieras hijo, Tu hermana quiso vivir en la casa de Santa, se perdió y Abby fue quien la encontró. Tuvo que llevarle una manta para hacerla dormir y así la sacamos.

-¿En serio hiciste eso? - Thomas se mostró interesado yo solo hice un leve movimiento en señal de afirmación.

-Max era mi amiga, obviamente iba a cuidarla.

-Y parece que sigue siendo así. Siento que Max depende más de ti que tu de ella.

-Nos ayudamos mutuamente. - Comenté. -Max, Hanna, Tania y Jude fueron mi ancla en las peores situaciones. - Hubo un momento de silencio que no quise que se hiciera incómodo. -Pero eso es lo bonito de las amistades. ¿Tú cómo has estado Larissa? Escuché de Max que sientes cierto dolor en el cuello.

-Sí, supongo que es la tensión. - Con eso logramos desviar el tema. La cena continuó sin incomodidades. Incluso nos reímos, especialmente por las tontas bromas de Thomas.

Ayudé a Larissa a recoger los platos y Thomas se ofreció a lavarlos. Yo lo ayudé a secarlos.

-Es increíble que tuviéramos una cena tan tranquila. - Thomas rio mientras negaba divertido.

-Parece que has madurado pequeña Abby. - Rodé mis ojos mientras recibí el plato blanco para secarlo.

-¿Por qué me dices pequeña? Crecí quince centímetros más desde los diez.

-Mides uno cincuenta y nueve linda. Eres pequeña. - Se irguió y aún así no me intimidó su metro ochenta.

-Eres un tonto. - Elevó la comisura de su labio derecho.

-No entiendo por qué me odias tanto.

-No te odio, pero se me hace divertido molestarte. - Lo miré con seriedad.

-¿No me odias? - Dejó de fregar los trastos y se giró a verme.

-No lo hago. Es cierto que cuando nos conocimos no me agradabas, quiero decir arruinaste muchas de mis cosas en venganza, me insultabas, me gritabas y también me golpeabas.

-Pero nunca te golpeé duro. - Espeté.

-Eso no importa ahora.

-Tienes razón. - Me crucé de brazos.

-¿Y tú? ¿Me odias? - Sus ojos me miraron con intensidad, parecía expectante a mi respuesta lo cual me ponía nerviosa. Su cuerpo se había acercado a mí, lo suficiente como para sentir su calor corporal irradiado hacia mí. Sentí que mi corazón comenzaba a latir con fuerza y por un momento me sentí nerviosa, pero no incómoda.

-¡Chicos! - Larissa apareció y yo me alejé de Thomas para seguir con mi labor.

-¿Qué sucede mamá?

-Max me llamó. Dijo que los estuvo llamando. - Saqué mi celular del bolsillo notando que tenía cinco llamadas pérdidas de mi amiga y que además, tenía el celular en silencio.

-Parece que por la nieve la calle de la quinta está tapada y no sabe cuánto tiempo tardarán en quitar la nieve. Lo mejor es que te quedes acá Abby. - Miré a Thomas y quise negarme. Me sentía nerviosa por lo que él había hecho y además confundida. Sabía que Thomas se vivía en esta casa desde que comenzó a trabajar hace unos meses en C&O, parte de eso, era la razón por la que casi no me asomaba por acá.

Miré la línea de tráfico en el GPS y estaba totalmente bloqueada. Al ver las noticias, se veían las fotos de las montañas de nieve. Desde que había llegado hace unas horas la nieve había comenzado, nunca esperé que fuera una gran tormenta.

-Supongo que es mejor que quedarme en mi auto.

-Genial. Quisiera aprovechar para que me ayuden a decorar. - Thomas me miró y yo le mostré una leve sonrisa.

-Claro, ¿por qué no? Solo vamos a terminar con los trastos. - Larissa parecía contenta y se retiró de ahí. Claro que la conversación anterior, no se reanudó.

(...)

Al ver las decoraciones navideñas de Larissa los recuerdos de mi infancia volvieron a mí. Saqué un pequeño angelito de cerámica con su corona de limpiapipas y lo admiré con una sonrisa. Este angelito lo había comprado mi padre. Me lo regaló cuando tenía seis años y lo primero que hice fue traerlo aquí para que hubiera algo de mí en casa de Max.

-Mira esto. - Thomas sacó una bellota tallada en madera y yo me puse super roja al ver esa decoración.

-Dios, lo había olvidado.

-Es con esto con lo que Abby me dio un golpe en la cabeza. - Soltó con una sonrisa y yo apreté los ojos. Recordaba ese momento. Thomas me había robado mi pedazo de pastel de zarzamora y eso es lo que tenía a la mano. Se lo lancé a la cabeza y él cayó sobre el sofá.

Sí, había hecho muchas tonterías.

Continuamos sacando otras decoraciones y procedimos a colgarlas en algunas partes del árbol que le hacía falta decoración. Junto con Thomas pusimos las luces también y decoramos lo que hacía falta en la estancia. Por algún motivo no pude hacer contacto directo con Thomas, no sabía por qué me comportaba así. Pero debía actuar con normalidad.

-¿Recuerdas cuando te enredamos con las luces? - El rubio asintió.

-Tú y Max eran terribles. - Sonreí tranquila al notar que él no sonaba incómodo o tenso.

-Tú tampoco eras un santo. Junto con Daryl nos hacían la vida imposible. - Recordaba al mejor amigo de Thomas. Era como su hermano de otra madre, los dos eran compinches y nos molestaban mucho. Thomas a mí y Daryl a Max.

-Bueno, éramos niños.

-Eso es cierto.

-Además, Daryl molestaba a mi hermana porque le gustaba. - Me detuve en seco y lo vi con los ojos bien abiertos.

-¿No lo sabías? - Me preguntó Larissa. No lo sabía para nada.

            
            

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