Capítulo 8 Cita

Había salido del trabajo, pero aún no había terminado mi nota. Me encontraba en una cafetería mientras la música navideña interpretada el estilo del jazz sonaba alrededor. No había casi nadie de gente, por lo que era más como trabajar. No quise volver a casa porque Max no estaría y la verdad no estaba de humor para sentirme sola. Quiero decir, faltaban unos pocos días para el aniversario luctuoso. No quería sentarme en aquella casona con los recuerdos.

Mi plan era terminar aquí la nota e ir directo a la cama.

Tomé un batido de fresa e intenté conseguir inspiración. Media hora más tarde llevaba ya la estructura de la noticia.

-¿Abby? - Alcé la mirada encontrándome con la mirada de Peter.

-¿Qué tal? - Iba a levantarme, pero él se agachó para saludarme de beso. Sonreí.

-¿Puedo tomar asiento?

-Por favor. - Cerré la computadora y la hice a un lado para poder prestarle mi completa atención. El chico venía con una taza de capuchino en su mano y olía delicioso.

-¿No sientes frío? - Me preguntó mirando mi batido. Me reí y asentí.

-Siento frío, pero amo tomar batidos en esta época. Aunque no rechazo una bebida caliente tampoco.

-Eso es interesante.

-¿Es eso un cumplido?

-Tomalo como quieras. - Le dio un sorbo a su bebida sin dejar su sonrisa de lado.

-¿Cuántos años tienes? - Pregunté sin pensarlo mucho.

-Tengo 29, ¿tú?

-Soy un año menor que tú.

-No se te nota.

-Diría lo mismo, pero eso sería mentira. - Ambos soltamos una risa suave.

-Es curioso, no sabía que los Olsen tenían familia fuera de aquí.

-Si bueno, vivía en Canadá así que casi no visitábamos a la familia, normalmente ellos viajaban hacia allá. - Eso era comprensible.

-¿Y qué te trae a Greensfield? - Él lo pensó un poco.

-Mi madre murió hace un par de años. Por ello hice muchos trámites para venirme acá. - Hice una mueca.

-Lamento mucho tu perdida. Sé que es algo difícil.

-Gracias Abby, pero hay que seguir adelante ¿no? - Asentí.

-¿Y no tienes más familia en Canadá?

-Solo unos primos, el resto de la familia vive en Londres. - Alcé mis cejas impresionada.

-¿Eres hijo único?

-¿Tanto se me nota?

-Soy hija única, puedo detectar a otro hijo único desde lejos. - Rio de nuevo

-¿Y tú? ¿Llevas tiempo viviendo aquí?

-Nací aquí, crecí aquí y aquí me quedé.

-Es un pueblo encantador.

-Lo sé.

-¿Has salido de aquí alguna vez?

-Un par de veces. Por trabajo viajé a Irlanda y a New York.

-¿No te gustó?

-Es lindo, pero ya me acostumbré este lugar. Es pintoresco, tranquilo y hay mucha área verde. Perfecto para vivir aquí. Además, aquí fallecieron mis padres, a pesar del dolor, no puedo irme solo así.

-Lo siento.

-Descuida. - Sonreí intentando ser simpática. Era increíble lo bien que me llevaba con este chico.

-Y dime, ¿tienes planes para estos días?

-Bueno, he visto que tienen muchas cosas por hacer acá. Mis tíos organizarán una colecta de juguetes dentro de unos días, así que los ayudaré con eso.

-Claro, los Olsen son bien conocidos por esos eventos.

-¿asistirás?

-Sí, ahí estaré. Quiero ayudar un poco. Trataré de salir temprano del trabajo.

-Perfecto, entonces supongo que es una cita. - Lo miré con mis ojos bien abiertos. -Quiero decir emm... ya sabes. Nos vemos ahí. - Me reí mientras asentía. Él se despidió de mí y se fue de ahí.

Una hora más tarde, a eso de las once de la noche, salí de la cafetería ya que no tardarían en cerrar. Me despedí de Jennie, la dueña del lugar y me encaminé hacia mi casa. Hacía mucho frío y en ese momento me arrepentí de no haber tomado mi auto, aunque vivía cerca de aquí. Llegué a la esquina donde había una tienda y pasé comprando una libra de chocolate para hacer en casa. Cuál fue mi sorpresa al ver a Thomas buscando quien sabe qué en la zona de frituras.

-¿Thomas?

-¡Abby! - Exclamó. Parecía demasiado sorprendido de verme ahí.

-¿Qué haces aquí? - Pregunté abrazándome a mí misma.

-Oh venía por unas golosinas para Max.

-¿Max? - Frunció los labios y finalmente se irguió.

-Sí, me pidió que llenara la alacena con una lista. - Me la dio. Eran las cosas que normalmente comíamos.

-¿Dónde está Max?

-Se quedó en casa completamente dormida. Pero ante, me pidió este favor.

-Esta chica. - Di un suspiro. -Bien, vamos voy a ayudarte.

-¿Segura?

-Sí. - Tomé una canasta y comencé a llenarla.

-¿Por qué viniste a esta hora?

-Max creyó que te enojarías porque no compraste las cosas a tiempo. - Me reí.

-Ella me conoce.

-Eres cruel con mi hermana. - Le lancé una mirada asesina. - Pero justa señaló sosteniendo una barra de chocolate. Negué para nada sorprendida y continué con mi labor.

-¿Hasta ahora saliste del trabajo?

-Salí hace un rato, pero tenía cosas que terminar, por eso me quedé en la cafetería de la otra calle para no regresar a casa. - Él entendía eso último. Así que no comentó nada. Noté que había unas botellas de cerveza y tuve ganas de tomar un trago.

-¿Quieres una bebida? - Thomas alzó las cejas. Yo asentí. Tomó una caja de media docena y con eso nos dirigimos para pagar y luego nos fuimos a mi apartamento.

Lo invité a pasar y pronto se dio cuenta que no tenía ninguna decoración.

-¿Aún no has decorado?

-Lo siento. Pero no he tenido tiempo.

-Debería ayudarte, claro si gustas. - Lo miré sorprendida por su sugerencia. Era raro que se comportara de esa forma.

-¿En serio?

-¿Por qué no? - Se encogió de hombros. Tenía razón, por qué no. Era el hermano de mi roommate y mejor amiga, así que no había problema.

-Claro, podríamos decirle a Max.

-Sí, por qué no. - Sonrió. Dejamos las cosas sobre la mesa y luego nos dirigimos a la sala. Ahí destapamos las botellas de cerveza y le dimos un trago. Llevaba tiempo de no tomar una. Se sentía deliciosa, aunque enormemente prefería el vino. A pesar de todo, esta buena.

-Llevaba ratos de no tomar cerveza.

-Igual. - Thomas miró todo alrededor. Encima de la chimenea estaban las fotos de mis padres y mías con todos los que conocía.

-¿Quieres que encienda la chimenea? - Me preguntó yo acepté. Thomas colocó la leña y luego encendió el fuego. Pronto la leña estaba ardiendo

-¿Nos acercamos? - Alzó sus cejas. Sonreí y tomé las almohadas y las mantas para que nos acomodáramos cerca del fuego. Estuvimos en silencio por varios minutos, pero no era incómodo, lo cual me sorprendía bastante. Quién iba a decirlo, yo en paz con Thomas en un momento tan relajante.

-¿Por qué te ves tan triste? ¿Es por el aniversario?

-Cada vez que se acerca es difícil. - Suspiré. - Me siento patética. Han pasado años y siempre es lo mismo.

-No digas eso. - Lo miré. Parecía preocupado por mí. -Es normal sentirse triste, fue una pérdida grande Abby. A pesar de eso, sabes que tienes a tus padres en tu corazón y en tus recuerdos.

-Es cierto. - Apoyé mi rostro sobre mi rodilla. - Pienso que debes pensar que soy una tonta.

-No lo creo, nunca lo he creído. - Fruncí mi entrecejo.

-Pero siempre me molestaste. Me decías que era tonta y rara.

-Pero nunca lo dije porque no tuvieras padres. Simplemente me encantaba verte molesta. - En ese momento recordé cuando me había dicho que no me odiaba y que también me consideraba alguien bonita.

-Tu dijiste que no me odiabas.

-No lo hago. ¿Tú sí?

-Yo si te odio. - Le di otro sorbo a mi cerveza. -Porque eres un tonto. - Sonrió debido a mi mala broma. Continuamos bebiendo y soltando algunas bromas y por primera vez pude aceptar que Thomas, en esta ocasión lucía realmente apuesto. La luz de las llamas hacía que sus ojos se vieran más claros y además, resaltaban sus largas pestañas junto al hoyuelo característico de su sonrisa. Tragué nerviosa.

-Thom. - Esa palabra salió de mis labios sin pensarlo mucho y él se dio cuenta. Sus ojos se quedaron fijos en los míos y antes de poder hacer otra cosa tenía sus labios encima de los míos.

            
            

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