Capítulo 9 Un beso ¿y ahora qué

Los labios de Thomas eran suaves. No se resistió en absoluto aun cuando lo tomé por sorpresa. De pronto, sentí que sus manos rodearon mi cintura y me acercaron más a él. El beso se hizo más profundo y pronto estaba rodeando su cuello intentando conectar mis neuronas pensando en qué estaba haciendo y por qué me gustaba.

Se suponía que no nos agradábamos. O bueno, eso fue lo que siempre creí. Sin embargo, este momento, esto que sucedía ahora, era increíble. Pero, de cierta forma, estaba mal. Era el hermano de mi mejor amiga, el chico que siempre me molestó desde siempre.

No podía estar haciendo esto.

Corté el beso y me alejé de su persona mirándolo a la luz de la chimenea. Sus labios estaban rojos, sus pupilas estaban dilatadas y su respiración era acelerada.

-¿Qué...?- Me quité de encima. Ni siquiera me había dado cuenta en qué momento me senté a horcajadas sobre él. Esto era una locura.

-Yo... lamento si te incomodé. Creo que el alcohol y...- Thomas asintió.

-Bien, entiendo. No te preocupes. Será mejor que me vaya. - Asentí. Thomas se paró y sin decir nada más se fue de ahí dejándome sola y confundida.

A la mañana siguiente lo primero que hice fue recordar el beso con Thomas. Yo no sabía qué hacer al respecto. Quiero decir, el momento fue propicio, no sé, había algún tipo de tensión ahí que no podía explicar.

Pero ahora creo que lo había convertido todo algo incómodo. Debía hablar con Thomas. Esto no era justo, debía hacerlo y no quedarme en silencio. La verdad es que aunque yo no quisiera pensarlo, yo lo había atacado. Era una completa tonta.

Me bañé y vestí para poder dejar todo listo y después del trabajo ir a la fiesta. Busqué un suéter feo decente que llevar encontrando uno verde con luces. Max me lo había regalado una navidad.

Lo guardé en mi bolso y me fui a la oficina.

Durante mis horas de trabajo pensé sobre cómo hablar con Thomas, no quería que las cosas fueran complicadas. Los últimos días nos habíamos llevado mejor e incluso nuestra relación era más humana y sana.

-¡Abby! - Denise venía corriendo hacia mí sosteniendo varias carpetas. Creí que se caería por el vestido largo y morado que llevaba, pero no pasó. Al estar frente a mí me miró con los ojos bien abiertos.

-¿Qué pasó? - Pregunté preocupada.

-Escuché que el arquitecto Olsen está en la ciudad.

-¿Arquitecto Olsen? - Pregunté frunciendo el entrecejo.

-Sí, es uno de los arquitectos más famosos de américa del norte. Es el sobrino de los Olsen. - Parpadeé varias veces sorprendida.

-¿El sobrino de los Olsen? - ¿Era el mismo chico a quien le había regado mi café? Vaya, qué tonta era.

-Sí, su nombre es Joe, creo. - Dios, esto era una gran coincidencia.

-Entiendo que lo conoces, pero por qué tanta emoción.

-¡Bromeas! Es un chico guapo. Sé que eres cercana a los Olsen, qué tal si me lo presentas.

-Estás loca.

-Por favor. - Comenzó a brincar como niña pequeña. Me reí divertida y asentí levemente.

-Bien, emmm pues hoy es la fiesta de los suéteres feos. Es probable que vaya.

-¿En serio?

-Sí, será en casa de Max.

-Perfecto. Solo salgo e iré por un suéter.

-Como quieras linda.

Horas más tarde me encontraba en camino a la casa de Larissa. Pronto vi los autos estacionados en el amplio terreno. Aun recordaba como me montaba en los trineos en ese patio. Me estacioné al lado de una camioneta, bajé el regalo que llevaba como entrada para la fiesta y me puse el suéter. Una vez que me encaminé a la puerta encontré a Thomas revisando su celular. Quise devolverme a mi auto, pero me detuve. Tenía que hablar con él.

Así que me di la vuelta dispuesta a hablar con él llevándome una enorme sorpresa. Una despampanante rubia se encontraba a su lado riendo de forma exagerada. Sentí un nudo en el estómago y sin voltear a verlo entre a la casa dando fuertes pisoteadas.

Al llegar a la sala me di cuenta de que esto era una tontería, no tenía derecho de sentirme así, pero es que... Dios, qué fácil olvidó el beso que habíamos tenido. Era una completa idiota.

-¡Tía Abby! - Un pequeño niño de cabello castaño se acercó a mí corriendo. Lo reconocí de inmediato. Lo cargué entre mis brazos con una enorme sonrisa.

-¡Eddy! Qué bueno verte. Cómo has crecido, además te ves más guapo que antes.

-Me parezco cada vez más al hombre de tus sueños tía. - Me reí divertida por su ocurrencia, al menos de esa forma me quité un poco de la cabeza mi problema con Thomas.

-¡Abby! - Tania apreció detrás del gentío. Mi amiga vestía unas botas altas de color café, unos jeans azules y un suéter con patrones que llegaba hasta detrás de su rodilla. Sus rizos la hacían lucir despampanante.

-¡Amiga! - Bajé a Eddy y le di un fuerte abrazo.

-Creí que no vendrías.

-¿Bromeas? Es la fiesta de Larissa.

-Si bueno, como siempre las evitas. - Sonreí falsamente. - Escuché que te has vuelto amiga de Thomas. - Solté un quejido y ella rio. -¿Era mentira?

-No creas nada de lo que te dicen.

-Mira tía, una galleta. - Eddy me dio un pedazo de galleta que tomé con gusto.

-Este niño está cada vez más lindo.

-Gracias.

-Me encanta su cabello. - Lo acaricié. Eddy tenía siete años y estaba más alto de lo que recordaba.

-Espero que estés hablando del mío. - La voz de Thomas hizo que mis vellos se erizaran. Tania me lanzó una mirada divertida.

-Pero que hermosa te vez Tania.

-Y tu muy apuesto querido Thomas. - Ambos compartieron un abrazo fraternal y se sonrieron amablemente.

-¿Cómo estás campeón? - El pequeño choco los cinco con Thomas y yo me hice a un lado.

-Que bueno verlos a ambos. - Comentó.

-Lo mismo digo, es increíble que por fin estemos juntos.

-¿Dónde está Max? - Pregunté intentando no mirar a Thomas.

-Allá arriba. - Respondió la castaña.

-Con permiso. - Y así sin más me zafé de otra conversación incómoda.

                         

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