Capítulo 8 ¿Lo extraña

Resultó muy irónico que, después de cuatro semanas consecutivas deseando que, Alexandre Fontaine desapareciera de su vida, ahora, al fin su deseo se había hecho realidad, pero lo extrañaba. Había pasado poco más de dos semana desde que Fontaine fue enviado a la periferia, y para Alice parecían años, Deseaba fervorosamente su regreso.

Había decidido visitar a la marquesa, había preparado su mejor sonrisa. Había caminado hasta la habitación donde ella se encontraba, seguramente triste por la partida de su muy querido hijo.

Y, ahí se encontraba, cara a cara con la puerta de roble tallado, pensado en ¿cómo lograría obtener algo de información sobre Alexandre, sobre su repentino viaje?... tenía que hacerlo, era imposible quedarse sentada junto a la ventana sin saber la razón por la que él se había marchado, sin saber dónde estaba, o si volvería a verlo pronto.

Así que tomó valor, y sin pensarlo un segundo mas tocó a la puerta; pero no obtuvo respuesta, decidió volver a tocar, esta vez mas fuerte y acompañó con unas palabras temblorosas.

–Marquesa,– soltó simulando toser,–Lady Fontaine, soy Alice, la princesa.– dijo con más claridad.

Pero tampoco obtuvo ninguna respuesta, ¿debería tocar de nuevo?, se preguntó. Alice encogió los hombros, hace unos segundos se sentía tan entusiasmada, pensando que, al fin conseguiría saber algo sobre Alexandre, pero ahora se encontraba bastante desanimada... Bueno, en realidad, ya se lo esperaba. Aunque quería pensar que su idea tendría éxito. A lo mejor solo quería engañarse con una falsa esperanza, ignorar que la marquesa estaba tan deprimida que lo menos que querría es hablar con ella.

Miró el picaporte de la puerta. Por su mente pasó abrirla, y estuvo apunto de hacerlo, apunto de cometer una de sus imprudencias, abrir la puerta sin permiso. Pero, antes de poder hacerlo la puerta se abrió. Alice levantó la mirada y vio a la marquesa, confirmó lo que María le había dicho. El rostro de Marie solo reflejaba una excepcional melancolía, melancolía que intentó simular con una leve sonrisa.

Antes, Había preparado su sonrisa más amplia, sin embargo, consideró que en ese momento no era apropiado sonreír, así que, solo la miró con compasión. Era lo mínimo, lo correcto, o eso esperaba.

Aún que siendo sincera con ella misma, no sabía cómo actuar frente a una situación como esa, ¿cómo se supone que se consuela la tristeza de una persona?, la melancolía le aterraba, era lo que más le aterraba en el mundo, la idea de hundirse en la tristeza, de llegar a sentirse como la marquesa. En cierta medida la entendía, ella también se había sentido mal desde que Alexandre se marchó; Sin embargo, lo de ella era por cómo lo había tratado. Lo de la marquesa, era... había algo más, si, Marie era su madre, normal que se sienta triste, pero ¿a tal nivel?, no lo creía, debía haber un motivo más fuerte que causara tanta melancolía, y, ella estaba ahí para averiguarlo. Quería una explicación, la necesitaba, al menos para justificar esa inquietud que parecía que se había apoderado de ella.

Cerró los ojos, aunque no supo si era para buscar una palabra para decir y disipar el silencio.

–Alteza, –dijo Marie.

Para Alice, escuchar esa palabra de parte de Marie le dio alivio, al fin alguien decía algo.

–Lady Fontaine,– saludó Alice, quiso sonreír, pero mejor no lo hizo.

–Nunca espere que, usted... es decir, no...–

Marie parecía no saber que decir, cómo organizar las palabras, muy raro en una persona tan parlanchín como ella, o quizás, le había sorprendido mucho la visita de Alice, después de todo no tendría sentido pensar que una jovencita quería pasar un rato hablando con una mujer madura como ella.– Quise decir, me alegra verla.– simuló de nuevo una sonrisa,–Hace un día soleado,– dijo mirando hacia la ventana, Alice hizo lo mismo.

–Si, es Perfecto.– murmuró,– o lo sería, si...

Alice guardo silencio. Lo que había querido decir era, <>, pero prefiero no terminar la frase.

–Alteza, pase, por favor.– dijo Marie, con amabilidad.

Alice asistió, y entró a la habitación.

–Es una habitación con una vista maravillosa,– comentó Alice,– sabe, es la tercera con la mejor vista.

La primera era la de sus padres, y la segunda la suya, por supuesto.

–Si, la vista es increíble.–dijo Marie, caminando hacia la ventana.– la primavera es preciosa, ¿no lo cree alteza?.

–Si, lo es. Es mi estación favorita.– dijo Alice con una sonrisa.

–También la mía. Alteza, por favor,– Marie, señaló el sofá, invitándola a sentarse. Alice aceptó la invitación y no tardó en tomar asiento, Una vez estaban sentadas, Marie, decidió preguntar,–¿a qué debo el honor de sus visita?.

–Eh.. quería hablar con alguien, y usted parece ser una persona que le gusta hablar.

–¿Quiere hablar con una vieja como yo, antes que con alguien de su edad?.

–¡Lady Fontaine!, usted no es vieja.

–Bueno, no soy tan vieja, pero dentro de un par de años cumpliré cincuenta, entonces sí que lo seré.

–Usted lo ha dicho, en un par de años, hasta entonces no puede llamarse vieja.– dijo Alice, con inocencia y voz tierna.

Marie no pudo evitar sonreír, no fue una sonrisa amplia, no, fue una más bien débil, pero había sonreído, Alice había conseguido hacer que sonría, aunque fuera solo un poco.

–Eres una jovencita muy dulce, simpática, y amable. Me hubiera gustado mucho tener una hija como tú.– Comentó Marie, con una pequeña sonrisa en sus labios.

–dudo mucho que su hijo piense lo mismo,– dijo Alice, soltando un suspiro.– Si yo fuera su hija, ¿sabe lo que pensaría su hijo?,– Marie negó con la cabeza,– diría que soy la oveja negra de la familia Fontaine.

–¿Por qué dice eso, alteza?.– preguntó sorprendida.

–Bueno... –Alice empezó a golpear el asiento del sofá con los dedos de un modo que hubiera horrorizado a su padre, porque era de muy mala educación.–si se lo digo, ¿promete no decírselo a nadie?.

–Lo prometo, puede confiar en mi.–dijo amable.

–Lo sabía. Apenas la conozco, pero sentía que podía confiar en usted. ¿Sabe?, por extraño que parezca creí sentir lo mismo cuando conocí a su hijo.

–¿enserio?.

–Si, aunque nuestra relación no ha sido del todo buena, o al menos no como hubiera querido, siendo sincera, ni siquiera ha sido mediante buena.– dibujo una sonrisa nerviosa.

–¿Por qué?,– preguntó Marie,– ¡santo Dios!, no me diga que, Alexandre se a comportado de forma incorrecta con usted, por que de ser así...

–No,– interrumpió Alice,– Su hijo es todo un caballero.– Marie, sintió un gran alivio escuchar eso.– Soy yo, quien no ha tenido un buen comportamiento.– confesó avergonzada. Por primera vez en su vida se avergonzaba de su comportamiento. Marie abrió la boca sorprendida.–Nada grave, por supuesto,– dijo, restando a su confesión,–digamos que soy un poco traviesa,– dijo nerviosa,– y mis travesuras, han agotado la paciencia de su hijo, pero no se preocupe, no ha dejado de ser un caballero ni por un instante.

–Alteza...

–Por favor, si gusta puede llamarme por mi nombre.

–Oh, ¿de verdad?,– Alice asintió,– Bueno, por su puesto que me gustaría.

–Y, ¿puedo también llamarla por su nombre?.– preguntó rápidamente.

–Claro que si, Alte...

–¡Que bien!,– exclamó, dibujando en su rostro una amplia sonrisa.– nada de alteza, recuerde, mi nombre es Alice.

Marie notó que el carácter de la princesa era muy alegre, su ser demasiado desbordante para su hijo. Lo conocía muy bien, y no cabía duda de que Alice era el tipo de persona que podría agotar su paciencia.

–Lo que quiero decir es que.– retomó Alice,–su hijo no aceptaría bajo ningún motivo que llevara el apellido Fontaine, seguramente sería una vergüenza para él.– dijo soltando una risotada.

Había imaginado ser parte de la familia Fontaine, y a Alexandre rojo de furia, seguramente intentando obligarle a leer un libro de política y economía.

–No creo que se para tanto.

–le aseguró que si, en lo poco que conozco a su hijo estoy segura de que sería así.

–¿Quieres acompañarme a tomar el té?, trajeron galletas.– señalo la mesa de centro.–¡Oh! Le pido me disculpe, ¿puedo tutearla?.

–Claro que si, – dijo Alice, sonriente,– y, si, Me encantaría acompañarla a tomar el té.– aceptó encantada.

–No te dejes engañar por la actitud rígida de mi hijo, en el fondo es un hombre divertido.– Alice arqueo la ceja incrédula.

–Discúlpeme, pero no creo que su hijo conozca la palabra diversión.

–Creme, la conoce, aunque ahora parezca haberla olvidado.

Y, ahí estaban, sentadas ante la mesita con el té servido, ambas tomando una galleta con chispas de chocolate con sus manos.

–Le pediré a vuestra cocinera la receta de estas galletas, a la mía no le quedan tan bien.– comentó Marie dando un mordisco.

–Si, son deliciosas.– dijo Alice, mirando la galleta que sostenía en su mano.

–Bueno, parece que no te gustan tanto.

–No, si, es decir, si me gustan.– dijo algo nerviosa.

Si que le gustaban, eran sus favoritas de toda la vida. Pero en ese momento no tenía cabeza para comer, pensaba, cómo preguntar de una forma no tan directa sobre Alexandre.–Marie,– le costo un poco llamarla por su nombre, pero al fin lo logro.– debo decirle algo, y pido me disculpe si soy muy entrometida con lo que voy a decir, pero como le dije anteriormente soy bastante traviesa y debo confesar que también muy curiosa, sobretodo curiosa, algo que le molesta muchísimo a su hijo, por cierto.– dijo con una sonrisilla,–Bueno, como le decía, debido a mi curiosidad, no he podido evitar escuchar hablar a algunas doncellas sobre usted.– tomo aire,– sobre lo triste que se encuentra desde que su hijo se fue.

–Veo que las doncellas de Luxemburgo son iguales a las de Fontainebleau, unas Cotilla.– comentó en tono burlón.

–Parece que eso es típico en las doncellas.– dijo Alice, con el mismo tono burlón, después soltar algunas risitas.

–Bueno, al menos las doncellas de aquí hablan sobre algo que es cierto.– dijo en un tono tristón.

–Lo siento mucho, no quise que se ponga triste.

–No, no debes disculparte, no has dicho nada malo.– tomó un trago del té,– Es verdad que me encuentro un poco triste, mucho a decir verdad, pero estar contigo me ha puesto de mejor semblante.

–No sabe cuánto me alegra escucharle decir eso.

-Trámites mucha paz, amor, y alegría, Alice.– dijo con dulzura,– lo sentí desde la primera vez que te vi. Tengo el don de poder sentir lo que el alma de una persona emana, o eso creo.

–Es un don maravilloso, yo quisiera tener algún tipo de don.

–Lo tienes, claro que lo tienes. Todos tenemos un don.–dijo Marie, con una sonrisa.

–Y, ¿Cuál es?,– preguntó Alice, con mucha curiosidad.

–No puedo decírtelo.

–¿Por qué no puede?.– preguntó mucho más curiosa.

–Porque debes descubrirlo tu misma.

–Bueno, entonces supongo que debo esperar a descubrirlo por mi propia cuenta.– aceptó, cruzando sus brazos.

–Lo descubrirás cuando menos lo esperes.– dijo Marie, entre risas.

Alice se quedó por unos segundos embelesada mirando la sonrisa de Marie. Y, en ese momento se dio cuenta de que muy pocas veces se sentía tan a gusto como lo estaba en ese momento, ni siquiera con su propia madre, la reina, se sentía tan bien como con Marie, que podía pasar días enteros hablando con ella.

–Tiene una hermosa sonrisa.–dijo Alice.

–Oh, querida, Alice, gracias. ¿Sabes desde cuando nadie me dice un cumplido?, bueno, nadie aparte de mi amado esposo.– corrigió entre risas.

–Pues, pienso que, los caballeros no se atreven porque es una mujer casada, y las damas, porque son unas envidiosas.– dijo Alice.

Marie no puedo contenerse, y se puso a reír a carcajadas.

–Sabes,– dijo entre risas,– no lo había pensado de esa forma, pero ya que lo dices, pueda que tengas la razón.

–Estoy segura de que la tengo.–Dijo Alice, y después de sostener por un largo tiempo la galleta en su mano, Al fin se llevo a la boca y le dio un buen bocado.–¡deliciosa!.

Continuaron hablando sobre, repostería, y de otros temas. Después de saltar de un tema a otro, llegaron a el tema de las flores.

–¿De verdad?,– chillo Alice, con emoción.

–Si, eran las favoritas de mi madre. Son unas flores preciosas.

–¿a qué si?, son tan perfectas, y su aroma es... nada se le iguala, es único.

–El aroma de la peonías me hace recordar mucho a mi madre. Solía levantarse muy temprano a cortar algunas Peonías para decorar toda la casa, no le gustaba que nadie lo hiciera por ella.

–Mi perfume es de Peonías, ¿lo había notado?.– Habló Alice, con mucho emoción.

–Había notado el delicioso aroma de las peonías, pero supuse que venía del jardín.

–Bueno, seguramente que del jardín también llega el aroma, hay muchas peonías ahí. Pero también debe ser el perfume. Hace dos años, mi padre le pidió al perfumista que creara el aroma especialmente para mi. Si gusta, puedo pedir uno para usted, y así puede tener el aroma que tanto le recuerda a su madre.

–Eso me encantaría.

–¿También tiene Peonías en Fontainebleau?.

–La verdad no, solía tener algunas pero murieron y no volvieron a florecer, son unas flores de mucho cuidado.– habló Marie, con un tono melancólico.

–¿la extraña mucho?.

–Si, así es.

–Imagino que, debió ser muy difícil para usted, digo, perder a su madre.

–Si lo fue. Pero cuando Alexandre llego a mi vida todo mejoro.

–Un hijo es un gran tesoro, o es lo que dice mi madre.

–Lo es, solo una madre lo puede entender. Cuando Alexandre se marchó a Londres por sus estudios, fue... bueno, también fue muy difícil.

–Debió extrañarlo mucho.

–Si, fue la primera vez que me separaba de él por tanto tiempo.

Alice se quedo pensativa durante un momento, y decidió hacer la pregunta que tanto había querido hacer desde un inicio.

–Marie, ¿cuando regresara su hijo?.–preguntó Alice. Quizá fue muy directa para hacer esa pregunta, pero no podía esperar más. Necesitaba saber si tendría que esperar el mismo tiempo que tardaron sus estudios en Londres, porque de ser así... ¡No!, no podía, solo pensarlo hacía que su corazón se detuviera.

–No lo sé,– susurró.– eso depende...– Marie guardo silencio.

–¿Depende de qué?,– preguntó Alice, afanosa.

–Si te lo digo, ¿prometes no decírselo a nadie?.– susurró.

–Lo prometo.– dijo Alice, levantando su mano derecha como símbolo de compromiso.

–Veras querida, Últimamente han ocurrido algunos acontecimientos en la periferias, el rey sospecha que los responsables de esos delitos son miembros revolucionarios.– suspiró,– así que, le pidió a Alexandre infiltrarse en ese lugar. Hacerse pasar por un obrero, o campesino, con fin de buscar información sobre lo que está ocurriendo, y poder parar los crímenes.

–No, eso... ¡No!, ¡no puede!,– protestó Alice, casi gritando.–Lo siento, No quise... es decir, lo descubrirán, y si eso pasa, ¡Dios santo!,– exclamó, tapándose la boca horrorizada.– Mi padre lo ha enviado a la boca del lobo.– Sintió una fuerte punzada en el pecho, sintió un nudo en la garganta, sintió dificultad para respirar.– Su... su.. porte, su.. simplemente todo él, es muy evidente de que no es un obrero, hasta un ciego puede verlo, lo descubrirán.– sus manos comenzaron a temblar. Quiso llorar, gritar, salir corriendo a buscarlo. Hasta ese momento no se había dado cuenta de que, Alexandre se había convertido en una persona importante en su vida.

Si, debía ser importante, de no ser así, ¿por qué se preocupaba tanto por él?.

–Dije lo mismo, pero... es el rey, y además, mi querido Louis... también insistió para que acepte cumplir con la misión.

–Pero... Pero,– se puso de pie. No soportaba quedarse un segundo más sentada en ese cómodo sofá, sin poder hacer nada. Aunque ponerse de pie no ayudaba mucho para dar una solución.–es su hijo,– murmuró, caminando en círculos, sintió un temblor por todo el cuerpo.–¿Cómo pudo estar de acuerdo con una idea tan descabellada?.– la presión en el pecho había aumentado, el oxígeno no llegaba a sus pulmones, o eso era lo que ella sentía. No tardó en tambalearse, se sentía mareada, con náuseas, y sin oxígeno.

–Alice,–Rápidamente corrió hasta su lado,–¿te encuentras bien?.– preguntó muy preocupada. Alice negó con la cabeza,– Ven, linda, siéntate.– le ayudo a caminar de regreso al sofá.

–Gracias.– dijo Alice, con voz débil.

–Estas muy pálida, lo mejor es que un doctor te examine.

–No, no es necesario.–inhaló profundo,– Solo necesitó un momento y estaré mucho mejor.– intento sonreír.

Marie vertió agua en un vaso, y se lo ofreció,– Toma un poco,–dijo con dulzura.

Alice acercó el vaso a la boca, bebiendo un trago de agua.–Gracias,– susurró, se giró, pudo ver en el rostro de la marquesa mucha preocupación.– No se preocupe, ya me siento mejor.–Simuló una sonrisa.–Solo me he mareado.

Después de un rato, parecía que el mareo y las náuseas estaban empezando a desaparecer, sin embargo, la presión en su pecho permanecía. Aún le preocupaba Alexandre, intentó pensar en una forma para traerlo de regreso, para que no siguiera expuesto a los peligros de la periferia, pero ninguna buena idea venía a su mente.

–Ya ha regresado el color rosa a tus mejillas.– comentó Marie con gran alivio.

–Si, ya me siento mucho mejor.– dijo Alice, luego de beber las últimas gotas de agua que quedaban en el vaso.

–Me preocupe mucho.–se sentó frente an Alice,– Debo agradecer a Dios que esta vez no sufriste un desmayo al del bazar. ¿Te suele pasar seguido?

–No,– negó Alice,–la verdad, solo ha pasado dos veces, el otro día en el bazar y hoy.

–Puede que haya algo mal en tu salud, será mejor que se lo digas a tu madre.

–No, por favor no se lo diga. No quiero preocuparla, además no creo que sea nada grave, es solo que....

Marie la miró con atención,– ¿Qué?,– preguntó con curiosidad, después de notar que Alice no tenía la más mínima intensión de continuar con sus palabras.

–Las galletas.– dijo sin pensar.

–¿las galletas?.– preguntó Marie muy confundida.

–He comido muchas galletas últimamente. ¿Sabía que el exceso de azúcar en el cuerpo es perjudicial para la salud?.

–Bueno... pueda que haya escuchado algo.

–Pues, en los últimos días he exagerado un poco en el consumo de esas dulces y muy deliciosas galletas.– dijo señalando el plato repleto de galletas.

–Entonces debe ser la causas de los mareos.

–Si, pienso exactamente lo mismo. Debo eliminarlas de mi dieta por un tiempo.

–Si, pienso que es lo mejor.

–Marquesa, quiero decir, Marie.– corrigió,– Gracias por este agradable rato, pero debo irme, tengo clases de... literatura.– mintió

–Está bien, debes ir a cumplir con el deber,

–Si, así es, y de nuevo le agradezco mucho por compartir este pequeño, pero muy a gradable rato conmigo.

–Soy yo quien debe agradecer por tu compañía.– la tomó de la mano,– puedes regresar cuándo quieras.

–Regresaré, de verdad me gusto mucho hablar con usted.– hizo un gesto amigable y se marchó.

Alice había permanecido toda la tarde sentada frente a su ventana, pensado en... solo Dios sabe en que, hasta que se quedó dormida. Cerca de la tarde-noche despertó de un sobresalto al tener una pesadilla, no era común que las tuviera, pero en su cabeza habían tantas cosas que le inquietaban, que fue imposible no tenerlas. Suspiró aliviada al verse en su habitación.

Después de un momento, decidió que no se quedaría sentada en su habitación esperando a que Alexandre regresara, o en el peor de los casos esperar una horrible noticia. ¡Dios no lo quiera!, pensó conteniendo las lágrimas.

Alice era una joven muy decidida, siempre le había gustado hacer cualquier cosa que venía a su cabeza, cualquier cosa que disgustara a su padre, solo por diversión. Y esta vez no sería la excepción, la diferencia era que no lo haría para divertirse, lo haría por valentía, para ayudar a Alexandre, para demostrarse que era capaz de hacer cosas que las demás mujeres temían hacer. Pensó que haber aprendido a tirar el arco, tener buena puntería, leer libros de fantasía, donde los héroes también podían ser mujer le ayudaría mucho.

Salió del palacio sin que nadie lo pudiera notar, con excepción María, que por alguna extraña razón tenía el don de intuir cuando Alice iba a hacer algún tipo de locura, era una especie de conexión directa.

Alice corrió hacia los establos del palacio, los rubios cabellos y verdosos ojos de Maria se ocultaban detrás de ella.–¡Alice!.–gritó agitada.–¿a dónde vas?.– Alice, siguió corriendo hasta llegar al lugar dónde estaba su hermoso caballo.

Alice rodó los ojos y miró a María, quién le costaba respirar debido a la carrera.

–¿Qué haces aquí?.– preguntó Alice .

–No,– negó María agitada,– la pregunta es para ti, ¿Qué haces aquí?, deberías estar en tu cama.

Alice respiro profundo, levantó la vista al cielo.– Es una hermosa noche, nada saldrá mal.

–¿Qué quieres decir con que nada saldrá mal?– preguntó con el ceño fruncido.

–Exactamente eso, es todo lo que debes saber.– contestó Alice.

–No, nada de secretos, no conmigo, me dices ahora mismo qué locura vas hacer.– la actitud de María era bastante reprensible.

–Está bien, esta bien, te lo dire, pero..., primero ayúdame a ensillar mi caballo.

–Nada de ayudarte a nada, no cuentes conmigo para eso, sea lo que sea que estés tramando hacer.

–Ok, no hay problema, siempre lo hago sin ayuda de nadie, pero si querías saber lo que voy hacer solo tenías que te ayudarme, aunque sea un poco, pero ya que no...

–De acuerdo, de acuerdo, te voy ayudar.– Interrumpió María sin más opción.– eres manipuladora.

–Y tu manipulable,– dijo victoriosa.–Mi única y mejor amiga apoyándome en el momento que más la necesito, ¿Qué más puedo pedir?.– dibujo una enorme sonrisa.

–¿Ya te había mencionado que estás loca?.

–Si, en realidad, es el adjetivo que mas usas conmigo.

Después de preparar el caballo, Alice comentó su loco plan a María...

–¿Qué?, ¡Ahora si estas oficialmente muy, muy loca!.– exclamó María.–¿acaso quieres morir?, o ¿quieres matar a tu padre de un disgusto?, ¡Dios santo!, este país quedaría sin su rey, y sin un heredero.– dijo María híper ventilando, a la vez que agitando su mano como si fuera un abanico.– Y parece que vas a comenzar matándome a mi.

–No seas tan exagerada, nada de eso sucederá, no voy a morir, tú no vas a morir, mi padre no va a morir, pueda que se ponga muy, muy furioso, pero no va a morir. Y Alexandre tampoco va a morir, pero pueda que si, si no hago esto.

–Tu no puedes hacer nada, no eres un soldado, no puedes disparar una arma, tampoco puedes manejar una espada, ni siquiera has sostenido una entre tus manos, ¿cómo puedes jugar a ser un héroe?.

–Esto no es un juego, María. Es la vida de Alexandre, y sabes que es lo peor, que ni siquiera su propio padre tuvo consideración para enviarlo a ese peligroso lugar. No pasará desapercibido, su vida está en peligro, ¿porqué no lo entiendes?.

–Está bien, si, lo entiendo, por supuesto que lo entiendo. Pero tú tampoco pasarías desapercibida, eres la princesa de Francia.

–Con este vestido no me veo cómo una princesa, no soy tan refinada como las demás señoritas, además en la galería nadie ha notado que soy la princesa, ni siquiera sospechan que hago parte de la alta sociedad.

–Ese vestido es mío, me pertenece, y no te lo voy a volver a prestar.– protesto María.– así que, regresa a tu habitación y devuelve mi vestido.

–No seas egoísta, María.

–No lo soy, solo quiero que regreses a tu habitación, si quieres puedes quedarte todos mis vestidos, pero regresa a dentro.

–Me encantaría, pero luego de que regrese junto a Lord Fontaine.– Sin decir nada más, monto el caballo.

–Alice, para ya con esta locura, por favor.– suplico María.

–No te preocupes, recuerda que soy experta para salir de los problemas.

–Alice, no me dejas más opción que informar al rey sobre toda esta locura.

–¡Debes apoyarme!, ¡eres mi amiga!, ¿es tan difícil?.– pidió Alice.

Maria se tomo unos segundos, quizá fueron minutos.–Yo... yo no puedo, tengo miedo de que algo malo te ocurra.

–Está bien, solo guarda silencio por cuatro días, si no regreso le dirás todo a mi padre.

–¿Cuatro días?, ¿sabes todo lo que puede pasar en cuatro días ?, probablemente en menos de medio día estes muerta, y para lo que queda del día estarás enterrada, sabe Dios dónde.

–María, haré esto con o sin tu ayuda, con tu ayuda será más fácil, pero si no puedes guardar un secreto a tu mejor amiga, entonces supongo que ya no quieres ser mi amiga.

–Alice, no seas infantil. Si no apoyo tus locuras es exactamente por eso, por que eres mi mejor amiga y me preocupa tu bienestar.

–Maria, solo cuatro días, no te pido un día más, prometo que al cuarto día estaré de regreso. Y no te preocupes por mi padre, para entonces tendré una muy buena idea para calmar su furia.

–Esto no se trata de la furia de tu padre, se trata de que no quiero que te pase nada malo.

–No pasará nada malo, soy muy astuta.– dijo Alice orgullosa.

–También muy ingenua, y inexperta.– susurró María.

–Bueno, cuando regresé, vas a ver a una Alice muy experta, y ya no tan ingenua.

María no sabía que hacer, ¡Dios santo! ¿Qué hago?, pensó.– Esta bien, ¡Dios santo! Debo estar igual de loca. – pasó la mano por el puente de la nariz,–Solo dos días, si no regresas en dos días se lo diré todo al rey.–Alice miro al horizonte y se marchó,–¡Alice!, ¡Alice!, regresa, por favor.– gritó María.

–Debo darme prisa si quiero encontrar a Lord Fontaine en tan solo dos días.– gritó.

Alice salió cabalgando en la oscuridad de la noche, exponiéndose a muchos peligros, y bien era cierto que ya lo había hecho antes, para ir al club de arte; pero esta vez era diferente, esta vez no sería solo por un par de horas en el club de arte, esta vez estaría expuesta en las calles de la periferia durante días.

El viento contra su cara, su cabello volando desordenado, la adrenalina, todo eso le gustaba, se sentía libre, disfrutaba cabalgar a gran velocidad y con la piernas de cada lado del animal, no como lo hacían las señoritas de la alta sociedad, sentada de un solo lado, y con la velocidad más lenta que la de una tortuga. Cerró los ojos, imaginó su entrada en la periferia a plena luz del día, por la calles montando su caballo, y a lo lejos a él señor Fontaine esperando por ella con su blanco y hermosa sonrisa..

            
            

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