–¿De dónde dices que eres?.– preguntó el joven, le dio un último mordisco a lo que quedaba de la manzana.
–¿Ya lo has olvidado?.– preguntó con incredulidad.
–Tengo mala memoria.– el Joven pasó la mano por la cabeza, desmelenando sus cabellos rubios.
–El rin.– contestó, mientras observaba la melena del joven.
–¡La frontera, eh!,– exclamó,– ¡vaya!, las cosas se ponen feas por esos lados.
–Te acostumbras con el tiempo.
–Entonces, ¿Qué es lo que te trae por aquí?.– interrogó fingiendo una postura autoritaria.
–Ya te lo dije, hay cosas de las que prefiero no hablar.– se limitó a contestar.
–Si, entiendo.– observó pensativo.– Sabes algo, Alexandre, soy muy comprensivo, sin embargo hay gente aquí que no lo es.
–¿Qué quieres decir con eso?.– preguntó Fontaine, mientras pelaba su manzana con una pequeña navaja.
–Eres nuevo en el lugar, debes saber que, la gente de aquí no les agrada las personas nuevas.– habló a media voz, mientras observaba la navaja de Alexandre.
–Entonces, Francisco. Lo que intentas decir es que, estoy metido en problemas por ser nuevo en un lugar.
–No, de ninguna mane... o bueno, quizá si, la verdad no lo sé.– arrojó con fuerza lo que le quedaba de la manzana.– Es que se escuchan cosas.
–¿Qué cosas?.– interrogó Alexandre de inmediato.
–Cosas... – Alexandre levantó el ceño,–por ejemplo, tu navaja,– señaló con el dedo pulgar,–es muy bonita y parece de gran valor.
Alexandre sonrió,– ¿la gente supone cosas por una simple navaja?.
–Bueno, la navaja de un hombre dice mucho sobre él. Lo que quiero decir es, no saben nada sobre ti, a mi no me importa, como ya lo mencioné antes, pareces buena persona. Pero en este lugar vive gente desconfiada y poco amigable, ¿entiendes?.
–Por supuesto, vengó del Rin, y como lo dices, las cosas no son fáciles, también ahí la gente desconfiada.
–Bueno, ya que tienes experiencia en ese tipo de lugares, entonces no te importaría decir algo más sobre ti, solo para clamar las cosas.
–Francisco, dime una cosa, ¿eres mensajero de las personas desconfiadas y poco amigables de este lugar?.
–No me llamaría exactamente un mensajero. Mejor Digamos que, soy la persona que ha evitado que te corten el cuello. Eso suena más a un intercesor que a un mensajero, ¿no lo crees?.–se acercó a Alexandre quedando a solo dos pasos de él.– por alguna extraña razón me caíste bien desde el primer momento que te conocí.
–¡Vaya!, tengo un ángel guardián. Entonces debo agradecer a ti el que aún conservar mi cuello en buen estado.
–Exactamente, entiendes rápido, eso es bueno. Creo que vas a sobrevivir al menos un día más.– bromeó.
–Eso suena bastante alentador.
–Amigo, el que lleves más de dos semanas con vida en este lugar ya es bastante alentador.
–Y dime, francisco, ¿qué es lo que quieren saber sobre mi?.
–Pues, cosas bastante sencillas, como ¿Quién eres?, ¿familia?, ¿y qué te trae a la periferia?.
–Bien, soy Alexandre Foster, mis padre y yo solíamos ganarnos la vida labrando la tierra, se puede decir que llevábamos una vida normal, y estable, hasta que....– se le cerró la voz, guardo silencio. Debía esforzarse en que su historia fuera creíble.– Bueno, es difícil.– dijo retomando el aire. –Mi familia murió en medio de un enfrentamiento, y luego... solo quise alejarme del lugar que me trae recuerdos dolorosos, quiero rehacer mi vida.
–Es triste, no imaginé que eso te hubiera pasado, lo siento.– dijo francisco en un tono melancólico.
–Bueno, ahora solo quiero olvidar y sanar las heridas del pasado.
–Si, haces bien, el alejarte de ese lugar, pero ¿Porqué quieres rehacer tu vida aquí?. Es decir, este no es un buen lugar para sanar heridas, mejor ve al campo.
–Este es un buen lugar, además he escuchado qué las mujeres son muy hermosas.– bromeó.
Francisco se hecho a reír,–bueno eso es verdad, son preciosas y muy sexys. Te voy a llevar a la casa de Rosario, ese lugar está lleno de chicas preciosas. y lo mas importante tienen la mejor cerveza de toda Francia.
–Suena bien, me gustaría conocer ese lugar antes de que me corten el cuello.
–No te cortaran el cuello.– dijo Francisco, pasando su brazo por el cuello de Alexandre.
–Ah, no?.
–No, confía en mi, después de todo soy quién te ha mantenido con vida durante dos semanas.
–Bien, supongo que no tengo más opción.
–No, amigo, no la tienes.– dijo Francisco entre risas.– soy tu única opción, tu seguro de vida, que no se te olvide eso, eh!.
–No lo olvidaré. Nunca olvido un favor.
Alexandre Fontaine, apenas llevaba dos semanas en aquel lugar, y desde el día uno cayó en la cuenta de donde estaba metido, un lugar sin ley ni orden, bastante peligroso.
Debía ser astuto, o no duraría con vida hasta la mitad del día. Fue en ese instante en que como caído del cielo vio a Francisco, un joven un poco mayor que él, no mucho, quizá solo un par de años. Se balanceaba hacia un pozo de agua ubicado en la entrada de la periferia, parecía intentar ver algo o alcanzar algo.
–¿buscas algo?.– preguntó Alexandre.
–Mi bolsa.– contestó Francisco, sin levantar la mirada. Decidió quitarse las botas, decidido a entrar en el pozo.
Alenxandre observaba al joven con atención, parecía nervioso, y no tenía cara de ser un buen nadador. No dejaría que se lanzara al pozo, era una idea bastante estúpida, el pozo debía tener varios metros de profundidad. Teniendo en cuenta el miedo que reflejaba el joven y el hecho de que la bolsa ya debía haber tocado fondo. Era imposible que pudiera sumergirse hasta tal profundidad, tomar la bolsa, tener fuerzas y suficiente aire en los pulmones para salir a la superficie.
–Se ve bastante profundo.- comentó Alexandre, dando una ojeada al interior.
–Lo es, mucho.
–Sabes ¿cuántos metros?.
–No con exactitud, pero creo que unos treinta o treinta y cinco.
–¡vaya!, bastante profundo. Debes ser buen nadador.
–En realidad no mucho.– dijo Francisco levantando los hombros.
–Entonces, debe ser una bolsa muy especial, digo, como para arriesgarse a morir ahogado.
Francisco levantó la mirada hacia Alexandre,– No, la bolsa no me importa en lo más mínimo, lo que realmente me importa es lo que hay dentro de ella.
–Y, ¿Qué es lo que guardas en esa bolsa?.– preguntó Alexandre con curiosidad.
–Mi vida.– contestó Francisco, parándose en el borde.
–Si no eres buen nadador, no recomiendo que saltes.
–Debo intentarlo, si no muero en este pozo, moriré luego, y debo confesar que prefiero morir ahí dentro,– señaló el interior del pozo,– así mi muerte sería menos trágica y dolorosa.
–Eso no suena nada alentador.
–No, me temo que no. Pero si debo elegir, la verdad prefiero morir ahogado antes que ser torturado.
–Bueno, en ese caso, creo que es mi deber brindarte ayuda.
–¿Eres buen nadador?.– preguntó Francisco con esperanza en sus ojos.
Alexandre hecho otro vistazo al interior del pozo.–No, la verdad soy pésimo.
Francisco dejó caer de nuevo sus hombros.
Alexander no mentía, nunca se había caracterizado en ser buen nadador, apenas podía quedar a flote por un par de segundos, le aterrorizaba el agua.
–Dime, ¿Qué hay en el interior de la bolsa?, quizá pueda ayudarte.
Francisco soltó un suspiro,– No me puedes ayudar.
–Pueda que si.
Francisco continuaba mirando el interior del pozo, intentando armarse de valor para saltar.
–prefieres arriesgar tu vida, antes que buscar una solución con menos riesgo.
–cien francos de plata.– contestó.
Alexandre abrió los ojos asombrado, ¿cómo era posible que un hombre de clase tan baja tenga cien francos de plata?. Con solo ver las fachas de Francisco, se podía suponer bien que no era una persona que pudiera llevar un solo franco en el bolsillo.
–Eso es mucho.– comentó con asombro.
–Lo sé, no tienes que decirlo.
–Te ayudaré.– dijo Alexandre con ánimo.
–Y ¿cuál es el plan?, teniendo en cuenta que ninguno de los dos es buen nadador, y supongo que no llevas en tu bolsa cuarenta francos de plata o al menos la mitad.
No, estoy lejos de tener esa cantidad, pero...– Alexandre busco en su bolsa y sacó una cuerda.– tengo esto, será de mucha ayuda.
–Si, eso servirá.– dijo francisco con emoción, sin tener la más mínima idea de como eso le ayudaría.
–Bien, sujétala,– Alexandre entrego a Francisco un extremo de la cuerda, y luego ató el otro extremo a su cadera.– Atala a tu cadera.– le indicó. Francisco lo miró confundido, pero aún sin entender nada hizo lo que le pedía.– muy bien, Adelante.– señaló el interior del pozo.
–¿Qué?, ¿Quieres que salte?.– pregunto con temor.
–Si, salta. Toma la bolsa, y usaré todas mis fuerzas para ayudarte a salir a la superficie.
–No lo creo, y si no logro salir con vida.
–Lo harás, no dejaré que mueras.
–No confío.
–Tendrás que confiar en mí, además, antes ibas a saltar sin ninguna probabilidad de regresar a la superficie, ahora al menos tienes una.– señalo la cuerda.
–No confío en ti, no te conozco, ¿cómo estoy seguro de que me ayudarás a salir?, ¿cómo estoy seguro de que no dejarás que muera para robar mi bolsa?.
–Bueno, debes de tomar una decisión. Recuerda lo que dijiste, si no la recuperas igual vas a morir y de una forma mas dolorosa, así que no pierdes nada con intentarlo.
Francisco pasó su mirada de Alexandre al pozo y del pozo a Alexandre.
–Decide, no me quedare aquí todo el día.
–Tienes razón, de todas formas soy hombre muerto. Lo haré.
–Sabía decisión. Vamos, salta.
– muy bien.– llenó sus pulmones de aire y se lanzó al pozo.
Después de que Francisco saltó dentro del pozo y recuperó la bolsa, Alexandre tiró con todas sus fuerzas para ayudarlo a salir, fue toda una odisea, pero al final logró regresarlo a la superficie.
Francisco por poco muere, pero logró su objetivo, recuperar la bolsa, y mantenerse con vida.
Luego de que con ayuda de Alexandre logró salir a la superficie, perdido el conocimiento. Alexander lo ayudó a salir del pozo, y lo recostó en el suelo, hizo cinco presiones torácicas, y repitió varios golpes en la espalda. Por fortuna todo salió bien, Francisco soltó una bocanada de agua, y después de unos minutos sin parar de toser con desesperación, pudo recuperar el aliento.
–Realmente eres pésimo para nadar.– bromeó Alexandre, intentando simular los nervios.
Francisco se hecho a reír, y una que otra vez tosía.
–No pensé que te divertía tanto la idea de que por poco mueres.
Francisco continuó riendo,– No lo puedo creer, estoy vivo, sabes lo feliz que estoy, es como si hubiera vuelto a nacer.
–¿Te han dicho antes que estás loco?.
–Si, de hecho es lo que más me dicen.– respiro profundo–¡Eso fue increíble!,–soltó otra carcajada,–No puedo creer que de verdad me hayas ayudado a salir de ahí con vida.
–¿De verdad lo dudabas?.– interrogó Alexandre.
–Bueno...– Francisco se rascó la cabeza,– no se puede confiar en nadie por aquí.
–Bueno, ahora tienes en quién confiar.
–Eso es bueno, y ¿cómo te llamas?.
–Alexandre.
–Así que el hombre que me ayudo se llama Alexandre, ¡vaya! Es bueno saberlo, el mío es Francisco.– estiró su mano.
–Francisco, el hombre de los cien francos de plata.– dijo Alexandre apretando la mano de Francisco.
–No son míos.– aclaró.
–Eso está bastante claro, de lo contrario, perderlos no ponía en riesgo tu vida,
–Eres inteligente.– dijo entre risas.
–Dime, ¿conoces un buen lugar dónde pueda pasar la noche?.
–conozco uno, pero antes, responde una cosa, ¿estás de paso?.
–No lo sé, busco un lugar donde establecerme.– hecho un vistazo al rededor.– Este parece ser un buen lugar.
–Bueno, depende de a lo que llames buen lugar.– comentó–Entonces, ¿estás aquí para quedarte?.
–Probablemente, pero por el momento, me gustaría un lugar para descansar y pasar la noche.
–Eh... bueno... puedes quedarte en mi casa.– dijo con duda.
–¿seguro?, si es por agradecimiento, no es necesario, puedo pagar la noche en un hostal.
–No, claro que no es por eso, o bueno, en parte si, pero créeme, es mejor que pases la noche en mi casa, en realidad no es mi casa, es de un amigo, pero el deja que me quede ahí.
–y ¿tú amigo vive contigo?.
–No, el tiene familia, vive con ellos en otra casa. Entonces, ¿Qué dices?.
–Si insistes, no voy a rechazar tu hospitalidad, además me ayudará a ahorrar dinero.
–Muy bien, vamos, acompáñame.– dijo tomando la delantera,– oye, por cierto, tienes un lindo caballo.
–Gracias.
–Debido costarte mucho.– comentó asiendo énfasis en mucho.
–Es un regalo.
–Quiero un regalo como ese.– bromeó entre risas,
Así fue como Alexandre Fontaine conoció a Francisco, un joven libre, simpático, alegre, y humilde. Alexandre lo había elegido bien a la persona que le ayudaría a conocer el lugar, y a ser aceptado con más facilidad. ¿Confiaba en él?, por supuesto que no, pero debía de hacerle creer de que así era, y por supuesto, también ganarse su confianza. Algo que no era muy difícil, Francisco era un buen hombre, un poco ambicioso, pero ¿quién no lo era ahí?. Huérfano, creció en el orfanato, pero a la corta edad de doce años escapó, y comenzó a ganarse la vida en las calles, realizando diversos trabajos.
–Te va a gustar la casa Rosario.– dijo dando saltos por la calle,– ah! Había olvidado, no mires a la pelirroja, es mía.
–Una prostituta, ¿es de tu propiedad?.– preguntó sarcástico.
–Si, lo sé, suena un poco rato.– soltó una risotada,– No es literalmente mía, pero cuando estoy en el bar ella solo tiene ojos para mi, soy algo así como su cliente favorito, ¿entiendes?.
–Perfectamente. ¿Algo más que deba saber?.
–Si, ten cuidado con la chica que escoges para pasar la noche. Puedes meterte en problemas si escoges a la incorrecta.
–Déjame adivinar, su cliente favorito está en el lugar, por lo tanto no puede ser escogida.
–Exactamente, eso es lo que más me gusta de ti, eres muy inteligente, entiendes todo muy rápido.
–¿Algo más?.
–No, solo no mires por mucho tiempo a nadie, ya sabes, para evitar problemas, ¿entiendes?.
–Completamente, no escoger a la chica equivocada, y no ver a nadie por más de un segundo.
–Perfecto,– paro en la entrada,–ahora vamos dentro.
Y hay estaban sentados en una mesa ubicada en un rincón. Debajo de la lámpara de araña, que se balanceaba una que otra vez. Alexandre observaba cómo Francisco introducía la lengua en la boca de la pelirroja llamada Rosa. Las mujeres con ropa provocativa caminando por todo el lugar, vestidos con colores vibrantes, rojo, morado, amarillo, eran los que más predominaban. Los hombres bebiendo cerveza, dejándose cautivar por la belleza de las curvas de una mujer.
–¿Te encuentras bien?.– preguntó Francisco, dejando a un lado a Rosa.
–Si, estoy perfectamente.– contestó Alexandre.
–¿No te gusta la cerveza?,– preguntó, después de mirar que no había tomado ni un sorbo.
–Estoy mirando a las chicas.– mintió. Alexandre non solía beber.
–Oh, ya veo, son preciosas, ¿cierto?.
–Si.–dijo sin más palabras.
–Oh, mira,– dijo señalando a una rubia,– su nombre es Susana, pero todos la llaman susi, es la chica más sexy de este lugar, y mira, no te quita los ojos de encima. Golpeó el hombro de Alexandre con euforia.
– Creí que la chica más sexy de este lugar era yo.– reclamó la pelirroja.
–Lo siento, debo hacer una corrección. Susi es la chica más sexy de este lugar, después de mi preciosa Rosa.
Alexandre no pudo evitar reír.
–Debo confesar que has logrado ponerme celosa.– bromeó la pelirroja.
–No tienes porque mi precisa roseta.– después de darle un beso, se acercó al oído de Alexandre,–Ve a por Susi, búscala, estoy seguro de que desea que vayas a por ella.
–Estaba apuntó de hacer eso.– levantó la jarra y bebió de un solo trago toda la cerveza. No quería pasar la noche con una prostituta, él no era ese tipo de hombre, pero comportarse como un caballero no era una buena opción en ese lugar, podía causar sospechas.
–¡Vaya!, parece que estabas sediento.
–Si, hace calor aquí.
Se levantó de la mesa y caminó entre las mesas hasta donde estaba la rubia de ojos azules. Agarró un jarra de cerveza que había servida en la barra y también la bebió completamente.
–Hola.– saludo la rubia, con voz seductora.– ¿Eres el
Chico nuevo del que todos hablan?.
–Hola, si, supongo que lo soy. No sabía que era tan famoso.– dijo intentando disimular su poca experiencia con las mujeres.
Alexandre no era virgen, ya había tenido la oportunidad de pasar la noche con mujeres, pero nunca con una prostituta. Durante sus estudios en Oxford, conoció a una joven llamada Sara, era una mujer fogosa, y muy hermosa, con ella tuvo su primera experiencia sexual, se podía decir que ella fue su maestra en la sexualidad. Hasta el momento, Alexandre Había tenido pocos encuentros sexuales, solo tres mujeres a sus veintitrés años de edad. Una cifra bastante baja a comparación de otros hombres de su misma edad.
–Lo eres, muchos hablan sobre ti, y mi compañera Rosa te miró ayer en la plaza junto a su amigo, dijo que eras el hombre más guapo que sus ojos hayan visto, ahora puedo ver que no exageraba ni un poco en decirlo.– dijo deslizando su pulgar por la barbilla de Alexandre.– Tienes un rostro...– acercó sus labios al oído del joven,–...muy bello.– finalizó lamiendo el lóbulo de la oreja.
Alexandre se alejó y la miró fijamente.– También tienes un rostro muy bello.– bajó la vista hasta los labios carnosos de la rubia.
–Acompáñame a mi habitación.– Tomó ella la iniciativa, agarró la mano de Alexandre, él puso resistencia.– Esta noche será un regalo especial de bienvenida.–Tiró nuevamente de él y lo guió hasta la segunda planta, donde se encontraban las habitaciones.
¿Quería terne sexo con ella?. Susi era una mujer muy hermosa, ¿Qué hombre en sus cinco sentidos no querría?. Aunque Alexandre no era un hombre como los otros que yacían en ese bar, él era un caballero, pero no podía negarse a estar con esa mujer, de hacerlo sería bastante extraño. Por supuesto, dejando a un lado lo caballero, poniendo en primer plano su masculinidad y posición de hombre tentado por una hermosa mujer, el deseo de pasar la noche con aquella hermosa mujer crecía cada segundo, sumado al hecho de que, hacía bastante tiempo que no satisfacía sus deseos sexuales. Además, pensó que no solo podría obtener placer, también había la posibilidad de intentar obtener información, nadie conocía mejor el lugar y a sus habitantes que una prostituta.
Cuando se encontraban en la habitación, la mujer se sentó en el borde de la cama, Alexandre detalló el cuerpo de la rubia de arriaba a bajo. Llevaba un vestido hecho de retales de gasa color rojo que apenas le cubrían los muslos. La mujer agarró el borde del vestido y lo subió hasta las caderas, miró a Alexandre con una sonrisa lasciva, se tumbó en la cama sobre la espalda, formando con su cuerpo una curva sensual que la hacía ver más provocativa.
–¿Quieres estar dentro de mí?.– preguntó mientras deslizaba las manos por la cintura, sobre el corsé.
Ella ladeó una sonrisa.–Acércate,– pidió, mientras abría las piernas. Brindándole a Alexandre una mejor vista.
A la casa de Rosario debía de irle bien, pensó Alexandre para si. Su propietario debía estar muy satisfecho por la atención que las prostitutas le daban a los clientes.
Alexandre se acercó a la mujer, y la agarró de las piernas atrayéndola hacia él. Deslizó las manos hasta la cintura, tiró con fuerza para juntar sus cuerpos, luego beso el cuello de la joven con fervor, pero evitando a toda costa que ella lo bese en la boca. Con fuerza la levantó, como si el peso de Susi fuera el de una pluma, la despojó de todas sus prendas, besó, mordió, y lamió sus pechos, acarició cada parte del cuerpo, la piel de la rubia quemaba y eso era excitante, le hacía desear más estar dentro de ella. Y así fue, sin dar más larga al asunto se hundió en ella, una y otra vez, los gemidos de la rubia le satisfacían. Entraba y salía de ella con fuerza, consiguiendo aumentar el volumen de sus gemidos, Alexandre tapó la boca de la rubia para que no se escucharan los fuertes gritos enloquecidos que brotaban de su ser. Hasta que ya no pudo aguantar más, y se alejó de ella, expulsando con fuerza sus fluidos sobre las sábanas.
–¡Dios Santo!, eres todo un semental.– gimió la rubia.
Alexandre quiso hablar, pero antes de pronunciar una palabra escuchó unos gritos que venían del pasillo, parecían de una joven. Se abrochó el cinturón y dió un paso hacia la puerta, decidido a salir de aquella habitación para averiguar lo que pasaba. Pero Susi se incorporó rápidamente y no lo dejo salir, agarró con fuerza el brazo de Alexandre trayéndolo de regreso junto an ella.
–No te vayas, quédate conmigo, No salgas,– le pidió,– ignóralo ñ.
–¿Qué ocurre?.
–Debe ser Katy.
Alexandre salió de la habitación sin decir nada más.
Continúo escuchando los gritos que provenían de la habitación del fondo, quiso ir y ayudar a la joven que pedía ayuda, pero no podía hacerlo, no podía meterse en problemas, tenía una misión que cumplir. Después de un rato Miro a un hombre alto y fornido salir de la habitación de donde provenían los gritos.
–¡Auxilió!, ¡ayuda!, déjame salir de aquí.– gritó la joven encerrada.
La voz era de una chica muy joven.
–Es la hija del dueño.– dijo Susi,– No se comporta como su padre quisiera. Le pide comportarse como una santa,– soltó una risita,– irónico, ¿no lo crees?, el dueño de un bar lleno de prostitutas, exige a su hija comportarse como una santa paloma. ¡Que cara dura!,– exclamó con reproche,–la pobre creció sin una madre, rodeada de prostitutas y de borrachos, es lógico que se vea tentada hacer lo mismo.
–Bastante irónico.– dijo Alexandre.
–Ven, entra a la habitación, quiero pasar toda la noche contigo.
–Debo irme, tengo algunas cosas importantes por hacer.– se negó.
–Es tarde, ¿Qué es tan importante, como para no querer pasar la noche entre mis piernas?.
–Suena muy tentador, me encantaría quedarme, pero debo irme.
–¡Lástima!, y yo que pensaba que esta sería mi mejor noche.– se lamentó,– al menos me queda el consuelo de que tuve el placer de tenerte dentro.
–Adiós.– dijo Alexander sin decir más.
–Alexandre, es tu nombre ¿verdad?.
–Si,–contestó él volviéndose de nuevo hacia ella.
–Vuelve cuantas veces quieras, estaré disponible para ti. Estaré esperando ansiosamente.
Alexander se despidió con un gesto y se marchó.
Bajo las escaleras y camino hasta donde estaba Francisco, que departía con la pelirroja muy feliz.
Era evidente la felicidad de los hombres de ese lugar, no quería arruinar la felicidad de su amigo, así que tomó la decisión de marcharse solo, pero no sin antes decírselo.
–Me voy.
–¿Qué dices?, sube, regresa con susi, termina de disfrutar la noche.
–Ya he disfrutado suficiente por esta noche.
Había disfrutado el momento con Susi, pero no se sentía bien, él no era ese tipo de hombre, él era un caballero, tener sexo con un prostituta le resultó la peor bajeza que había hecho en su vida.
–Tan poco.– dijo Francisco muy confundido.
–Las cosas buenas duran poco.– dijo Alexander,– quédate si así lo deseas.
–No dejaré que te vayas, es muy temprano.
En eso escucho el relincho de un caballo, volvió la vista hacia la ventana, miró un corsé blanco precioso, y en la montura del animal....
–No puede ser.– dijo paralizado.
–¿Qué?, ¿Qué ocurre?.– pregunto Francisco insistentemente.
El corsel pertenecía al palacio de Luxemburgo, tenía en la montura el símbolo real, y en el cuello del animal colgaba un medallón.
–Salgamos de aquí,– Alexandre agarró a Francisco y lo sacó a rastras de la casa rosario.
–¿Qué rayos te sucede?, ¿te has vuelto loco?, ¿estás ebrio?, es eso, ¿ya te embriagaste?.– reclamó Francisco muy molesto.
–No estoy ebrio.
–Entonces, ¿qué rayos te sucede?, no ves que estoy pasándola bien.
–Ese caballo,– señaló al animal,– ¿De quién es?.– preguntó.
–No lo sé, lo más seguro es que no sea de alguien de por aquí, se ve que es un animal muy bien cuidado.
–Por supuesto que no es de alguien de la periferia, mira,– dijo acercándose al animal, señaló la montura, específicamente en la insignia.– Es de la realeza.
–Esa gente no viene por aquí, además si así fuera no debe estar vivo.
–Tienes razón,– dijo Alexander, agarró el medallón para verlo más cerca.
Para nuestro tesoro mas preciado, Con amor tus padres.
–Alice.– susurró.
¿Cómo era posible que el cordel de la princesa estuviera en ese lugar?.
–¿Qué rayos dices?.– preguntó Francisco arrugando el ceño.
Alexandre temía lo peor.
–Alice.– repitió, intentando entender la razón por la cual el caballo de Alice se encontraba en la periferia.
–¿Alice?, ¿Quién rayos es Alice?.– preguntó Francisco.
–Una niña.– contesto desconcertado.
–¿Qué niña?, sabes, no comprendo nada de lo que dices.
–Nada, no, no es nada.– negó con rapidez, francisco no podia saber conocía a la princesa, debía actuar con normalidad.
–Vuelve adentro. Regresare solo a casa.
Francisco lo observó con el ceño arrugado, estaba muy confundido. – No, espera,– hizo que se detuviera,–Regresa ahí adentro,– señaló la puerta,– y averigua de quién es el caballo.
–¿Para que quieres que haga eso?.
–Solo ve y hazlo.– habló fuerte perdiendo por poco el control.
–Esta bien, cálmate, lo haré.– aceptó Francisco,– pero, cuando lo haga, debes prometer que me dirás la razón por la que quieres saber a quién pertenece ese animal.
–Te lo diré, pero necesito primero la información.
–Dame unos minutos, intentaré regresar pronto,– dijo Francisco, y entró a la casa Rosario decidido averiguar lo que su amigo le pedía.
Alexandre recordó a la joven que se encontraba encerrada en la habitación del final del pasillo, la joven que según Susi era hija del propietario del bar, y que en ese momento por alguna razón ponía en duda que así fuera. Se había metido en su cabeza la posibilidad de que aquella joven pudiera ser Alice. Cuando ese pensamiento llegó a su cabeza se sintió indignado, la sangre le comenzó a hervir, de ser verdad lo que cruzaba por su mente, juró no dejar a ningún hombre con vida en ese maldito bar. Camino hacia la entrada decidido a subir la escaleras, caminar hasta final del pasillo y abrir la puerta de esa condenada habitación, y así poder descubrir el rostro de aquella joven que gritaba por ayuda. Esperaba que por el bienestar de todo los que se encontraban ahí dentro no fuera Alice.
Recordaba a la perfección la voz de Alice, y en su mente buscaba los gritos de ayuda que venían de esa habitación e intentaba compararlos con la voz de Alice, con la esperanza de estar equivocado, y de calmar un poco sus nervios. Cuando estaba solo un paso de llegar a la entrada del bar la puerta se abrió, era Francisco con Rosa.
–Tengo información sobre el animal.– dijo el primero.
–Habla.– ordenó impaciente. No sabía si escuchar lo que Francisco tenía que decir, o simplemente continuar su camino hasta la habitación del final del pasillo.
–Es un regalo para Susi.– se adelantó la pelirroja.– lo trajeron ayer en horas de la tarde.
–¿Quién lo trajo?.– interrogó rápidamente.
–Un cliente muy frecuente, uno que está muy interesado en ella.
–¿Quién es ese cliente?.– preguntó con tan solo un hilo de paciencia.
–Es mi amigo.– habló Francisco.
–¿El propietario de la casa en la que vives?.
–Si, el propietario de la casa en la que vivimos, tu y yo.– enfatizó
–Si, claro, y de ¿dónde saco él, ese caballo?.
– Bueno...
–Bueno, ¿qué?.
–Rosa querida, ya puedes regresar, yo me encargaré de tranquilizar a este caballero.–dijo francisco, dio un paso a fuera y cerró la puerta del bar.
Alexandre lo miró interrogante.
–Bien, ahora mismo me dice ¿Qué rayos te ocurre con ese animal?, ¿Porqué quieres saber sobre su jinete?.– atacó francisco con preguntas.
Ahora debía dar una respuesta creíble, aunque siendo sincero cualquiera que fuera la respuesta, francisco la iba a creer, así era él, algo ingenuo y tonto.
–Conocí a una niña.
–¿Si?, continúa.
–Ese es su caballo.
–¿Cómo sabes que ese es su caballo?.
–Porque lo sé, solo lo sé.– contestó irritado.
–Bien... déjame ver si entendí bien. Conoces a una niña, ese caballo,– señaló al animal,–le pertenece a esa niña, y ese mismo caballo,– volvió a señalar,–evidentemente por su placa y montura, pertenece a la realeza, entonces he de concluir que, esa niña que dices conocer también pertenece a la realeza, ¿estoy en lo correcto?.
Alexandre pensó que, francisco no era tan tonto y tan fácil de engañar como él creía.
–Si, exactamente, entendiste muy bien.– confirmo.
–¡Excelente!,– exclamó,– ahora, puedes responder una pregunta, no, mejor que sean dos, ¿por qué rayos conoces a una niña de la realeza?, y ¿Quién es esa niña?, ¿Qué relación tienes con ella? o mejor, ¿Que relación tienes con tu con la realeza?.
–Si mis cuentas no fallan, esas fueron cuatro preguntas.
–Si, fueron cuatro, dije que serían dos, pero ahora son cuatro.
–Bien, entonces es mi turno de responder.
–Exactamente, y espero que sea respuesta muy convincentes.
–Muy bien.– Responder las preguntas no era lo que realmente le inquietaba. En ese momento saber lo
Que más le importaba era saber , ¿cómo había llegado el caballo de Alice a manos de el amigo de Francisco?.
–Estoy esperando.– insistió francisco, tomando una posición autoritaria.
–La conocí hace unos meses, se encontraba perdida, y asustada, así que no dudé en ayudarla.– mintió. Debía crear una historia, o su fachada se vería destruida.
–Ya veo, siempre estás en el lugar preciso para ser un héroe.– comentó sarcástico.
–Si, supongo.
–¿Por qué ayudaste a un miembro de la realeza?, esa gente es la peor basura.
–Era una niña.– aclaró Alexandre.
–Una futura basura,– susurró,– Entonces ¿Qué pasó?.
–Dijo que, había escapado, no soportaba a sus padres, pero que en ese momento estaba asustada, y arrepentida. Tenía miedo, no sabía el camino de regreso a casa.
–¡Pobresita, cuánto sufrimiento!,– comentó francisco con el mismo tono sarcástico.
–¿No debía compadecerme de una niña inocente?.
–No digo eso, es solo que... olvídalo, entonces ¿Quién era la niña?.
–No lo sé, solo me dijo su nombre, pero supe que pertenecía a la realeza por el caballo que montaba.
–¿la ayudaste?.
–Si, la acompañé hasta una ruta real, con la esperanza de que alguien pase y la reconozca, entonces esperé escondido entre los arbustos, vigilando, Luego de un rato paso un grupo de soldados y la ayudaron.
–¿cómo estás seguro de que este caballo es el mismo que esa niña montaba?.
–por la placa, tiene escrito un mensaje, aparentemente es regalo de sus padres.
Francisco se acercó a la bestia y leyó lo escrito en la placa. Observó an Alexander.
–¿Te preocupa esa niña?.– preguntó con desprecio.
–Me preocupa que no haya contado con la suerte de encontrar a una buena persona, y haya sufrido daño por pertenecer a la realeza, cuando es solo una niña.
–Si en su camino se cruzó mi amigo, lo mas probable es que él haya robado su caballo, pero no creo que la haya lastimado. Robert es un revolucionario, y un ladrón, eh! Pero debo aclarar, solo roba a los adinerados, aunque teóricamente eso no es robar, es traer devuelta lo que nos pertenece, porque aquí los únicos ladrones son ellos, que llenan sus bolsillos explotando a la clase obrera.– explicó alterado,–En fin,–tomó un profundo respiro.–Robert es todo lo que quieras imaginar, pero nunca lastimaría a una indefensa niña rica.
–¿Crees poder averiguar algo sobre eso?.
–Lo intentare, ahora tranquilízate. Seguro que esa niña se encuentra bien en su lujosa casa, con sus padres, disfrutando de un delicioso banquete. Mientras que tu estás aquí preocupado, matándote la cabeza, ademas, ella ni siquiera te bebe recordar. Esos niños malcriados, son mal agradecidos y caprichosos.
–Si, tienes razón, pero son niños.
–Si, si, son niños, yo también fui niño, y ¿sabes que?, nadie tuvo compasión de mi. Hay muchos niños desamparados, y ¿Qué hacen los miembros de la clase alta de Francia?, nada, no hace una mierda.
Alexandre no tenía palabras para eso, lo que Francisco decía era verdad. Nunca antes en su vida había visto tanto niños sin hogar, y tanta pobreza como en aquel lugar. Sabía que la pobreza existía, pero nunca la había visto cara a cara, mucho menos la había vivido en carne propia como en las últimas semanas.