La mañana del día sábado después de la asamblea, donde la mayoría de los asistentes fueron representantes de la periferia norte de Paris, donde se había mayor pobreza en la ciudad, ninguno de ellos de clase noble. La asamblea se hizo con el único fin de escuchar las peticiones y necesidades de los menos afortunados. Alice, después de escuchar la situación tan denigrante que presentaban algunos, se sintió muy triste, hasta ese momento desconocía que existía tanta miseria en ese sector de la ciudad.
Esa mañana, Su tristeza era mayor, por la ausencia de su madre y de Maria. La reina salió de viaje muy temprano, tanto que Alice no alcanzó a despedirse, se había quedado dormida, ya que la noche anterior, tuvo que ir a la cama muy tarde, por motivo de la asamblea.
Por otro lado Lord Fontaine, la observaba detenidamente, en ocasiones Alice lo veía observarla de una manera que cualquiera diría que era lastima, y eso le molestaba, detestaba despertar ese sentimiento de lástima en él, obviamente cuando Lord Fontaine, se sentía observado apartaba la mirada. Él estaba seguro de que la tristeza que embriagaba a la joven princesa se debía a la ausencia de Maria, así que se le ocurrió una idea.
–Alteza,– saludó acercándose a ella,–me gustaría ir a los campos Elíseos, hace tanto tiempo que no tengo el placer de contemplar tan bellos jardines...– una vez consiguió obtener la atención de la jovencita, continuó.– ...Ayer, cuando la señorita Bonnet lo mencionó, sentí la necesidad de visitar dicho lugar...– Alice volvió la mirada a la ventana,–...y ya que tengo conocimiento de que a usted también le agrada mucho contemplar los precios jardines, me gustaría invitarla a dar un paseo.– A Alice le sorprendió la invitación,– ¿le gustaría acompañarme?.
Alice lo miro sorprendida, no tenía idea de que un hombre tan estirado como él, le gustará dejar a un lado los deberes y tomar un tiempo para relajarse.
–Y dígame, Alteza, ¿acepta mi invitación?.– insistió.
Alice frecuentaba cada sábado los campos Elíseos, le gustaba correr por los prados, contemplar los bellísimos jardines, recolectar flores, conversar y reír con su amiga Maria. En palacio la persona que más frecuentaba ese lugar era Alice, puesto que de todos los días de la semana, el sábado era el día en que solía estar mas ociosa, así que lo dedicaba para dar un paseíto y salir de la aburrida rutina. Inclusive en los días de invierno no dejaba de ir al lugar, claro, no era tan frecuente, pero ahora que l primavera había llegado, no iba a desaprovechar ni una sol oportunidad para ir.
Alice no quería aceptar la invitación por parte de Lord Fontaine, pensó que un paisaje tan preciso se vería arruinado por la desagradable presencia de él. Sin embargo, tampoco quería quedarse encerrada en el palacio todo el día, saber que tenía la oportunidad de salir de esa cárcel le emocionó un poco, aunque fuera con tan mala compañía. Antes de decir algo, comenzó a imaginar cómo sería aquel lugar sin la compañía de Maria, y se preguntó, ¿con quién tendría una conversación?, ¿quién le ayudaría a recolectar flores?, por supuesto que no seria Lord Fontaine, si su sola presencia le fastidiaba.
Después de pensarlo mejorar durante un rato,–Acepto.–contestó fingiendo indiferencia.
Lord Fontaine ladeo una pequeña sonrisa Cortez, sentía que había dado un gran paso. La realidad era totalmente opuesta, la princesa había aceptado, pero eso no garantizaba ningún avance, Alice había decidido ignorarlo durante todo el paseó, para poder así disfrutar mejor.
–Alteza, me alegra escuchar esa respuesta,– expuso el joven,–le informare a su Majestad el rey.
Debía obtener el permiso del rey Antoine, para poder salir con la princesa lejos del palacio. Tenía entendido que el rey le concedía a la princesa permiso de salir siempre que fuera día sábado, pero desconocía la posibilidad de que esta vez se lo permitirá, ya que lo haría en su compañía.
Mientras Alice se preparaba para para salir, Lord Fontaine se encaminó hacia en gran salón, donde estaba el rey.
Después de platicarle al rey Antoni sobre la invitación que le había hecho a Alice, el rey se quedó algunos segundos pensativo, Pensaba si sería apropiado que la gente viera a Alice dar un paseo junto a Lord Fontaine. mientras los segundos pasaban, él esperaba de pie una respuesta. Después de un rato el rey habló, ¡Oh sorpresa!, aceptó, no puso ningún impedimento, y eso le sorprendió mucho, estaba casi seguro de que no lo permitiría. Sin embargo, el rey confiaba en él, sabía que era un hombre impecable, respetuoso, y muy caballeroso. Además se había en cargando personalmente de informar que Lord Fontaine, cumpliría su servicio militar brindándole protección a la princesa, seguramente en este momento ya todo Paris y sus alrededores lo sabía.
Lord Fontaine se retiró haciendo reverencia, camino hacia su habitación, para asearse antes de salir. Cuando había terminado de prepararse, se encaminó hacia la habitación de la princesa para darle la buena noticia.
–Alteza,– tocó la puerta.
–Adelante.– contestó desde el interior de la habitación.
Alice no se encontraba sola, la acompañaba la señora Richard's , criada personal de la reina. La señora Richard's se quedo en el palacio, ya que tenía algunas complicaciones en su salud, nada grave, presentaba frecuentes dolores en su espalda, y Fue por aquello que la reina decidió viajar en compañía de Maria.
El rey, en cuanto terminó de hablar con Alexandre, le ordenó a la señora Richard's acompañar a Alice durante el paseo.
–Alteza, el rey ha consentido el permiso.
–Fantástico.– exclamó alegremente. Caminó hasta la puerta seguida por La señora Richard's , Alice se volvió hacia ella mirándola con seriedad.
–Alteza, su padre me pidió acompañarla.– informó bajando la cabeza.
Alice resopló, tomo aire, y continuó caminando con altivez. Cuando se encontraban en la gran puerta del palacio real, se dieron cuenta de que un carruaje esperaba por ellos. El rey lo había ordenado prepararlo con anterioridad.
Emprendieron el recorrido de casi cuatro millas, una duración de aproximadamente cuarenta minutos. En el carruaje iban, Lor Fontaine, Alice, la señora Richard's, y dos cocheros; Todos permanecían en silencio, hasta que Alice tomó la determinación de hablar. Había decidido abstenerse, pero no pudo lograrlo, mucho menos cuando deseaba fervorosamente incomodar de una forma o otra a Lor Fontaine.
–¿Cómo puede ser tan serio?.– preguntó insolente.
Lord Fontaine la miro con mesura, y aunque cada vez le sorprendía menos las insolencias de la princesa, no podía evitar sentir molestia ante su actitud atrevida e irrespetuosa. sin embargo, ignoró la pregunta de la jovencita.–Y además arrogante y descortés.– agregó ante la falta de respuesta.
–Alteza, no sabía que se dedicara usted a estudiar el carácter de las personas.–habló Alexandre. Alice volvió su mirada hacia él.– Debe ser un estudio muy apasionante.– prosiguió Alexandre de inmediato.
–Si, es realmente apasionante.–contestó rápidamente,–Dígame, ¿a usted no le apasiona?, porque aparentemente parece ser que si.– prosiguió, pues era evidente que él también estaba dedicando todo su tiempo a estudiar de manera rigurosa el carácter de Alice.
–Estoy de acuerdo con usted, Alteza. Ese tipo de estudios es realmente apasionante, en especial si se trata de un carácter tan complejo.– esta vez fue más directo, sin dejar a un lado la caballerosidad que tanto lo distinguía.
–Ya lo creo que si,– dijo Alice, embozado una sonrisa.–Lord, Le aseguró que todos los caracteres tienden a ser complejos.
Alexandre la miró por un momento y luego volvió la mirada hacia un lado sin decir nada.
Alice por su parte miro al joven con una sonrisa victoriosa. Creyó que había obtenido una victoria satisfactoria y muy aplastante sobre Lord Fontaine. Y aunque parecía que era así, en realidad la situación solo dejaba en evidencia lo infantil que podía llegar a ser.
Cuando llegaron a los campos Elíseos, los verdes prados estaban adornados de múltiples colores, era primavera y todas las plantas habían florecido. Alice se dirigió de inmediato hacia los jardines, seguida por la señora Richard's. Corrió, quería recolectar algunas hortensias, Margaritas, Rosas, orquídeas, y sus favoritas, las peonías. Y Así pasó la mayor parte de la tarde, recolectando las flores más bonitas e intentando ignorar la presencia de Lord Fontaine, pero fue algo inevitable, le daba curiosidad saber que estaba haciendo, o saber si aún estaba enfadado, así que de vez en cuando lo miraba con cautela, para evitar que él lo notara. Pero eso fue algo imposible, siempre que decidía observarlo se encontraba directamente con sus ojos, azul hielo. ¡Esos ojos! que cautivaban a todos los que lo miraban, pero que parecía no causar ningún efecto notorio en Alice, o al menos eso parecía.
Cuando Lord Fontaine se dio cuanta de que el sol se comenzaba a ocultar, supo que habían permanecido mucho tiempo en aquel lugar, así que decidido dirigirse a la princesa.
–Alteza, debemos regresar al palacio, se hace tarde.– se acercó, hasta ese momento había guardado distancia.
–Por un momento creí que había perdido la voz, Lord Fontaine.– comentó con ironía.
–No quise molestarla, Alteza.
–¿Molestarme usted?, en absoluto, si su compañía es muy gratificante para mí.– volvió a ironizar, fingiendo candidez.
El candor burlesco e irónico de Alice, logró entretener a Lord Fontaine, causándole bastante gracia, tanto que consiguió extraerle una sonrisa. ¡Y que sonrisa!, una que muy pocos tenían el placer de conocer, ya que eran muy escasas la ocasiones en que Lord Fontaine sonreía de esa forma.
Hasta ese momento, Alice no había visto una sonrisa sincera en él, las pocas que le había podido ver era simuladas por pura formalidad, así que verle sonreír de aquella forma le sorprendió bastante. Para ella era muy habitual ver sonrisas falsas en la gran mayoría de las personas que la rodeaban, sonrisas que solo eran usadas para aparentar cortesía, algo muy normal en medio de una sociedad hipócrita regida por intereses y apariencias.
–¡Lord Fontaine!,– exclamó,–¡Usted sonríe!,– expreso sorprendida, aquella preciosa sonrisa había logrado llamar por completo si atención. Pero cuando se dio cuenta de lo que esa sonrisa había causado en ella, carraspeó, simulando desinterés,–comprenderá que con su sentido de humor tan severamente serio, y poco amigable, es correcto suponer que no tenia una.– comentó, retomando un tono ofensivo.
–Ahora sabe que la tengo.– dijo él sin dejarse afectar por su comentario.
–Ya lo veo,– dijo fingiendo no dar mucha importancia. Sin embargo, Lord Fontaine volvió a sonreír, esa última sonrisa le hizo erizar la piel,–que bueno sería poder verlo sonreír con más frecuencia.–dejo escapar de sus labios, dió la espalda dando pasos hacia el carruaje.
Lord Fontaine se limitó a no decir nada más, siguió a la princesa con una sonrisa, que iluminaba su atractivo rostro. Continúo caminando detrás de Alice hasta llegar al carruaje, seguido ofreció su mano para ayudarla a subir, gesto que la princesa aceptó rápidamente.
Una vez regresaron a palacio, Se presentaron frente al rey para anunciar su regreso, Lord Fontaine tenía el deber de comunicar que la princesa permaneció a salvo durante el tiempo que estuvo bajo su responsabilidad. Después de hablar con el rey, acompañó a la princesa hasta la puerta de su habitación, por petición del mismo rey.
–Alteza, Que tenga buena noche, y espero haya disfrutado el día tanto como lo hice yo.– se despidió, haciendo reverencia.
Alice no permitió que el joven se retire, no antes de entregarle el ramo de Peonias que había recolectó en los campos. Lord Fontaine la miro confuso.
–Son para usted.– dijo con una sonrisa.
–Le agradezco, Alteza.–contestó desconcertado.
–Póngalas en su habitación, estoy segura de que le ayudaran a mejorar su malhumor.– sonrió con picardía, volvió la espalda y entró a su habitación.
A Lord Fontaine no le quedaba duda de que a la princesa le divertía hacer ese tipo de comentarios, y también era cierto que el descaro de Alice no paraba de molestarle.
Caminó hasta llegar a su aposento, había tomado la decisión de tirar las flores, consideraba ridículo que un hombre conservará flores en su habitación. Pero antes de que pudiera hacerlo, la señora Janne que también se dirigía a su aposento lo miró, y no tardó en saludar.
–Mi Lord,– hizo reverencia,– ¡oh, que flores más preciosas!, ¿las recolectó usted?.
–No,– negó mirando el ramo.– Son obsequio de la princesa.
–¡Asombroso!, eso quiere decir que usted le agrada.– comentó con emoción.
–Lo dudo mucho, señor Roses.
–Estoy segura, créame, conozco muy bien a la princesa, no obsequia Peonías a cualquiera, y mucho menos si son tan preciosas cómo estás.– dijo mirando el ramo. Alexandre guardó silencio,–Deje que traiga un florero.
–No se moleste, ya es tarde, lo mejor es que vaya a descansar.
–Mi Lord, no es ninguna molestia, por el contrario es
todo un gusto.
La señora Roses fue a buscar un florero. Mientras tanto, Lord Fontaine esperaba un tanto impaciente junto a la puerta, mientras observaba los vistosos colores que vestían las flores. De repente el joven sonrió, sin embargo, cayó rápidamente en cuenta de su reacción y retomó una actitud circunspecta.
–Ofrezco disculpas por la demora.– dijo la señora Roses, quien traía en sus manos un florero de plata.
–No tengo nada que disculpar, debo antes agradecer su generosa amabilidad, es usted muy servicial.
–Lord, es usted demasiado modesto. permítame ayudar a poner las flores.
–Le agradezco, Señora Roses.– dijo, mientras le observaba arreglar el ramo de flores en la jarra.
–¡Perfecto!,– exclamó con una sonrisa,– Son preciosas,– dijo ultimando detalles al ramo.–no hay duda que la princesa tine buen gusto, ¿no lo cree, mi Lord?.
–Ciertamente.– concordó.
La señora Roses le entregó la jarra con las flores, y procedió a despedirse. – Señora Roses...
–¿Si?.
–Antes mencionó, que la princesa no obsequia peonías a cualquier persona, ¿por qué?, es decir, ¿Qué tienen de especial estas flores?.– preguntó con curiosidad.
–Tienen todo de especial, son las favoritas de la princesa.– dijo con una enorme sonrisa,– el perfume que usa también es aroma a Peonía.
–Interesante.– dijo Alexandre, mientras miraba el ramo de flores.
–Es mejor que me marché,– dijo la señor Janne,–no quiero molestarlo más, con permiso, Mi Lord,– hizo reverencia y luego se marcha.
Una vez la señora Roses se marchó. Lord Fontaine entró a su aposento sosteniendo el arreglo de flores en una de sus manos. Antes de colocar el florero sobre el escritorio, pensó.
Nunca antes había escuchado que una flor tuviera por nombre Peonía, es más se atrevería a decir que nunca antes había visto esa clase de flor. Eso si, se debe aclarar que no era un experto en flores, con suerte conseguía diferenciar entre las que él consideraba las más conocidas, y ni siquiera por su forma, si no por su color; las rosas por su color rojo, los girasoles por su color amarillo, y las margaritas por su color blanco. Básicamente cualquier flor de color rojo era para él una rosa, y así pasaba con el amarillo y el blanco.
Quiso conocer el aroma que tenían así que les dio una olfateada, y para su sorpresa el aroma era increíblemente agradable, podía decir que exquisito, era una mezcla de dulce, cítrico y un toque picante. dejó el florero sobre el escritorio, le dio una última mirada y automáticamente ladeó una pequeña sonrisa.
Al día siguiente, madrugada del domingo, se encontraban en la mesa después de desayunar, el rey y la princesa.
–Buenos días, su Majestad cristianísima.– saludó Al rey.– Buenos días, Alteza.– saludo a la princesa con reverencia.
Los ojos de Alice se volvieron instantáneamente hacia Lord Fontaine.
–Buenos días, Lord Fontaine,– se levantó el rey de la mesa,– está mañana he recibido una nueva carta de su padre, esperó poder leerla lo más pronto posible.
–También he recibido una,– dijo él,–la leeré en cuanto tenga tiempo.– Lord Fontaine, De inmediato pudo notar que la mirada de la princesa se posaba sobre él.
–Tengo algunos compromisos el día de hoy, les pido me disculpen.– dijo el rey,– querida hija, te veré en la tarde,–se despidió y luego se marchó sin decir nada más.
Después de que el rey abandonó el lugar, quedó todo en completo silencio, hasta que Lord Fontaine tomó la palabra.
–Alteza, me preguntaba, ¿qué le gustaría hacer el día de hoy?.
–Leer.– respondió de inmediato.
–¡Leer!,– repitió él con asombro,– creí que no le agradaba la lectura.
–No me agrandan los libros de historia geográfica, filosofía, matemáticas, o política, pero si me apasionan las novelas y la poesía romántica.– respondió con alegría.–Dígame, Lord Fontaine, ¿ha leído a Charlotte Turner?.
–No he tenido el placer.
–¡Oh!, ya lo creo, un hombre como usted es más de historia, literatura, geografía, filosofía, cálculos, y cosas como esas, libros aburridos, o ¿me equivoco?.
–Ya veo de donde proviene el problema,– comentó él por lo bajo. Se refería por supuesto al comportamiento de Alice.
–¿Qué ha dicho?.– preguntó la princesa presurosa.
El romanticismo era un movimiento literario poco permitido, en lugar de formar correctamente a una señorita, solo lograba avivar sentimientos y comportamientos bastante libertinos. Además ese tipo de libros rompía las reglas estrictas que existían hasta el momento, Francia se caracterizaba por tener una sociedad conservadora. Lord Fontaine supuso que la princesa había adoptado tal comportamiento de este movimiento literario, y pensó ser esta la raíz del problema.
–¿El rey tiene conocimiento sobre sus gustos literarios?.
–Por supuesto que no, y no debe saberlo.– hizo una señal de advertencia.
–¿insinúa algo, Aleteza?.
–Para nada Lord Fontaine.– dijo fingiendo formalidad.– Solo digo..., si usted es un caballero como sin duda los es, no le dirá nada a mi padre sobre mis gustos.–Dijo Alice con tono manipulador. Lord Fontaine ladeo sus labios dibujando una leve sonrisa.
–No debe preocuparse, su secreto está a salvo.– susurró acercándose un poco al oído de Alice, quien rápidamente se alejó dando una risotada.
–Lord,– pronunció entre risas,– No me preocupa en absoluto la reacción de mi padre.– Él la miró algo intrigante.– Ya estoy acostumbrada a sus castigos, no me afectan.– dijo divertida.
Lord Fontaine, no tenía palabras para ello, tampoco para describir el poco respeto que Alice tenia hacia su majestad el rey. Así que retomo el tema inicial, la novela escrita que sujetaba la princesa entre sus manos.
–El romanticismos...– señalo el libro–...no son más que pasiones, estética, sentimentalismo, y fantasías, no enriquece el conocimiento, por el contrario, sumerge en un mundo de vanos ideales.
–¡No enriquece, dice!,– exclamó apurada,–Desprecia usted el movimiento literario más exquisito que existe, ¿cómo puede ser capaz de semejante atrocidad?.– preguntó con sobre actuada.
–Discúlpeme, Alteza, Mis gustos son distintos a los suyos.
–Eso es más que evidente.– recalcó.
Lord Fontaine quiso mostrarse interesado por el libro, para entablar una conversación agradable, aunque tenía claro que lo suyo no eran las novelas románticas.
–Alteza, coménteme un poco sobre ese encantador y misterioso libro.
–Teniendo en cuenta su crítica anterior, dudo mucho que le interese.– atacó rápidamente.
–Alteza, Tiene usted razón, he hecho una crítica sin fundamento. Le ruego me platiqué sobre el libro, me da curiosidad conocer la literatura que tanto le apasiona.
Alice no dijo nada, le volvió la espalda y salió del lugar, pero antes pidió a la señora Richard llevar té a la mesa del jardín.
Cuando terminaron el té, Alice tomó entre sus manos el pequeño libro y comenzó a leer. Lord Fontaine prestaba atención a lo que hacía la princesa, pero Alice ignoraba la presencia del caballero, así que él comenzó hacer preguntas para obtener su atención. Pasaron algunos minutos y el joven no paraba de hacer preguntas o observar la página que ella tenía delante. Sin embargo, no consiguió entablar ninguna conversación, Alice ignoraba todas sus preguntas y seguía concentrada en la lectura.
–Parece bastante tentador,–comentó, pero no consiguió ni siquiera un gesto por parte de la princesa,–Parece ser un libro increíble.– comentó finalmente, esta vez Alice levantó la mirada.
–Lo es.– comentó.
–Verla así, tan fascinada en las páginas de ese libro, acrecienta aún más mi curiosidad.
–Si tanta curiosidad tiene, puedo facilitárselo para que lo lea.
–Me gustaría,– carraspeó y continuó,–sin embargo, prefiero escuchar la narración directamente de su voz.
–¿sugiere que lo lea para usted?.
–Sería mucho más entretenido, ¿no lo cree?.
–No, de ningún modo, para ello tendría que retomar desde el inicio, y no me apetece hacerlo.– volvió su mirada a la página.
–Alteza, si acepta, podría enseñarle algo sobre
Matemáticas.– insistió.
–No me interesa,– rechazo nuevamente,–la señora Janne se encarga de ello.
–No lo dudo, sin embargo, le aseguro que mi instrucción es mucho más agradable. claro, sin demeritar a la señora Roses que sin duda debe ser excelente en su oficio.
–No me interesa, esa materia es bastante aburrida.
–Alteza, dígame, ¿sabe que son las matemáticas abstractas?.
–Bueno, me temo que no, es un milagro que sepa sumar.–Lord Fontaine puso cara de sorprendido.–Si, a los que se les dan bien los números, son incapaces de entender qué habemos personas que al mirar una página llena de números no sabemos dar una respuesta– dijo ella al ver la reacción de Fontaine.–Parece que usted sabe mucho sobre el tema.
–Es mi materia favorita, tuve que leer muchos libros, tantos que al final me término fascinado.– dijo un poco emocionado.
–¡Que aburrido!.
–Entonces, dígame ¿qué le gusta?.– preguntó un poco impaciente.
–Déjeme pensar....– tomó una postura pensativa,– Me gusta la literatura, romántica,– levantó con su mano el libro,–pintura, música..– continuó,–...danza, y teatro.
–Me temo, que no tengo buen conocimiento sobre el arte,– exclamó fingiendo tristeza,– parece que al final no conseguiré que me lea al menos un párrafo de ese libro que la tiene tan absorta.
Alice lo miro con atención, y después de un momento como si algo en su interior se lo hubiese asignado, dijo.
–Pueda que si, pero tengo una condición– dijo, fingiendo seriedad.
–¿Puedo saber lo que desea a cambio?.
–Usted será mi maestro de matemáticas, pero deberá tocar el arpa.– dijo con una sonrisa pícara.
–Alteza, es un honor para mi ser su maestro, pero dudo poder tocar el arpa.
–No hay de que preocupase, yo seré su maestra.– dijo con una sonrisa triunfante.
–Me encantaría,– concordó el joven,– pero primero debemos conseguir la aprobación del rey.
–Ese no será un problema, ya lo vera.– dijo confiada.
–Bien, Alteza, no olvide que también debe leerlo para mí.–Recordó señalando el libro.– es parte del trato.
–Claro que si, ¿le gustaría comenzar ahora mismo?.– sonrió.
–Es lo que más quiero.– dijo fingiendo entusiasmo.
–¡Excelente!,– exclamó con alboroto,– de esa forma, aprenderé matemáticas, y también usted aprenderá algo sobre arte.– sonrió,–muy bien, iniciaré con la lectura.
–Me parece bien.
–Lord Fontaine, deje que le lea mientras damos una vuelta por el jardín. Le aseguró que es mucho mas agradable después de estar tanto tiempo sentado.
Lord Fontaine accedió inmediatamente. Se sentía vencedor al fin había logrado lo que se propuso, romper la barrera entre ellos dos, y así cumplir con la labor que el rey le había encomendado.
Había ganado solo una batalla, pero aún le quedaban muchas más por ganar, para finalmente salir victorioso en la guerra. ¿Podrá lograrlo?, eso hay que descubrirlo.
Se encaminaron por uno de los senderos del jardín, mientras la princesa inició la lectura de una forma apasionada. Por otro lado, Lord Fontaine, se limitaba a escuchar con suma atención, y aunque en un inicio el interés por el libro era falso, no tardó en cambiar de opinión, Cuanto más avanzaba la lectura de Alice, su interés por el libro aumentaba de manera significativa. Nunca lo hubiera dicho, pero aquel libro lo acabó deslumbrando.
El tiempo pasó rápidamente, la tarde caía y la luz del día se apagaba, fue entonces, cuando Lord Fontaine que hasta ese momento había permanecido abismado escuchando, se dio cuenta de que había pasado el día entero escuchando la lectura de la joven princesa.
Alice estuvo todo el tiempo enfrascada en la lectura, sin embargo, no dejó ni por un instante de observar con gran disimulo cada acción de Lord Fontaine. Entonces, cuando Ella se dio cuenta de que el joven se había distraído, inconscientemente, cerró el libro.
La joven princesa se preguntaba, ¿En que estará pensado?, se moría de ganas por saber, cuál era la razón por la que ya no prestaba atención a su lectura, no quiso aguantar más, así que decidió preguntarle.
–¿Qué sucede?.
–Alteza, disculpe mi desatención, pero acabo de darme cuenta de que se ha pasado el día.
–¡oh!, tiene usted razón, ¿cómo es posible que haya pasado tan rápido el tiempo?.
–Después de todo, la novela de Charlotte Turner resultó ser mucho más interesante de lo que pude imaginar.
Alice sonrío, después colocó el libro sobre las manos de Lord Fontaine, algo que tomó por sorpresa al joven.
–Tómelo como un préstamo.– dijo ella.
–Alteza, pero usted aún no termina de leerlo.
–Se equivoca, lo he leído en su totalidad tres veces seguidas.
–Gracias, alteza.– dijo sin quitarle la mirada,–Permítame acompañarla hasta su habitación.
–No, no, por favor disfrute de este precioso atardecer,– negó con las manos,–Lo veré mañana.– se despidió, seguido una reverencia.
Alice, Se fue regocijándose al pensar, mientras caminaba hacia su habitación, que había pasado una tarde fenomenal. Aunque no se explicaba, ¿por qué la había pasado tan bien en compañía de una persona tan aburrida como lo era Lord Fontaine?. Y pese a la agradable tarde que habían pasado juntos, su opinión sobre él no había cambiado en lo más mínimo, o quizá era el orgullo que no le permitía cambiar de opinión.
Los días posteriores pasaron con gran lentitud para la princesa, el vacío que su madre y Maria habían dejado en el palacio se acrecentaba cada vez más. Pero no estaba del todo sola, durante esos días Alexandre permaneció con ella en cada momento, acompañándola en su soledad. ¡Compañía que para cualquier otra señorita era bastante agradable!, pero para Alice era todo lo contrario, ella se mantenía firme en demostrarle lo mucho que le desagradaba. No desaprovechaba ni un solo instante para atacar al joven con sus comentarios mal intencionados; y aunque su objetivo principal era que renuncié a la labor que el rey le encomendó, poco a poco fue convirtiéndose en un juego divertido para ella. Alice disfrutaba poner de malhumor al honorable señor Fontaine, aunque él lo sabía disimular muy bien habían ocasiones en que su mirada intensa lo ponía en evidencia. La traviesa princesa se sentía victoriosa cuando lograba su objetivo, ¡Qué forma más extraña de fastidiar a una persona!, ¿no lo creen?, o quizá lo de Alice era más bien un comportamiento de niña caprichosa que buscaba con urgencia llamar la atención.
Por otro lado, Lord Fontaine se esforzaba por soportar con paciencia el comportamiento atrevido de Alice. Durante esos días continuó leyendo la novela, y tal como lo habían acordado, en ocasiones la princesa lo leía para él; a cambio Lord Fontaine le ofrecía sus conocimientos sobre matemática abstracta, cabe resaltar que las clases fueron aprobadas por del rey.
La clases tenían lugar después de la comida, con duración de solo una hora al día, esto para no saturar a la princesa, ya que todas las mañanas hasta el medio día recibía clases de literatura, historia, pintura, entre otras, a cargo de la Señor Roses. Se debe decir que el interés de Alice por las clases a cargo de Lord Fontaine era exactamente el mismo que en las clases de la Señora Roses, muy mínimo. Pese a los esfuerzos que él ponía para despertar en ella algún interés por el tema, sus esfuerzos y palabras eran totalmente inútiles.
Alice no prestaba atención a sus enseñanzas, incluso en ocasiones se quedaba dormida, y esto molestaba enormemente a él, considerando esto como un acto irrespetuoso, y completamente intolerable. ¡Pobre Lord Fontaine, se encontraba metido en una camisa de once varas!, y saber que fue él mismo quien se quiso complicar la vida innecesariamente. Sin embargo, no se daría por vencido, y mucho menos pondría en evidencia el disgusto que le causaba el irrespetuoso comportamiento de Alice, de hacerlo solo ganaría ser más odiado ella.
–Lord Fontaine, ¿le parece bien si dejamos esto para mañana?.– propuso la princesa seguido de un bostezo.
–Es lo que dijo ayer, Alteza.– interpuso el joven.
–Es verdad,– concordó,– pero siento que hoy tampoco estoy de ánimo, le aseguró que mañana prestaré más atención.– finaliza con una sonrisa picaresca.
–Está bien,– soltó exhalando, seguido cerró el libro de matemáticas,– entonces, ¿qué sugiere que hagamos?, apenas han corrido diez minutos de la clase,– dijo dando una ojeada a su reloj de bolsillo,–...aún nos queda mucho tiempo.
No podían salir del salón sin completar la hora de clase, de lo contrario el rey se enfadaría, ya que según él, la princesa estaba accediendo a ser educada.
–Hablar.– propuso con una sonrisa.
–¿Hablar?, ¿sobre qué?.– preguntó levantando el ceño.
–Sobre cosas o personas, por ejemplo, sobre usted.– propuso.
–Y ¿qué desea saber sobre mi, Alteza?.– preguntó amable.
–Para empezar, me gustaría saber ¿por qué siempre lleva en su mano ese aburrido reloj?.– señalo el reloj en el que antes había mirado la hora el joven.
–Me gusta mirar la hora.– contestó rápidamente.
–¿A cada momento?.– Preguntó.
Lord Fontaine ladeo una pequeña sonrisa. Con esa pregunta puedo notar que Alice era muy observadora, y que a diferencia de lo que él creía, Ella si prestaba mucha atención a lo que él hacía.
–Si.– contestó mirando el reloj,– Es muy importante saber la hora, para organizar mucho mejor el tiempo, y poder cumplir a tiempo con mis responsabilidades.
–Debería solo vivir.– soltó Alice.
Lord Fontaine levantó la mirada hacia ella, de alguna forma lo que la jovencita había acabado de decir le llamó mucho la atención.
–Es fácil solo decirlo, pero la vida es diferente.– Tomó aire,– No es como lo narran lo cuentos de hadas, o las novelas de fantasía que tanto le gustan, Alteza. Esto es la vida real, llena de responsabilidades, obstáculos, deberes, y reglas.
–Tiene razón, la vida esta llena de todo eso, pero también de aventuras, riesgos, magia, y muchas cosas maravillosas,– mencionó con un brillo radiante en sus ojos.– Depende de cada quién escoger cómo la quiere vivir, y que historia quiere contar al final de sus días, una historia aburrida o una historia increíble.
Para él, la vida que Alice imaginaba pintada de mil colores, y describía con palabras tan bonitas sin duda alguna era fantástica; pero no dejaba de ser eso, solo fantasía, muy lejos de lo real.
–Aún es muy joven, Alteza.– dijo seguido de un ahogado suspiro,– cuando adquiera madurez comprenderá mejor lo que le digo.
Alice observo en el rostro de Lord Fontaine algo diferente, algo que evidentemente el joven intentaba a toda costa ocultar. Él no tardó más en ponerse de pie, camino hacia una de las ventanas, y guardó silencio por poco más de dos minutos. ¿Que ocultaba en ese corto pero muy significativo silencio?, nadie lo sabía, probablemente ni siquiera él lo sabía.
–¿Se encuentra bien?.– Preguntó la joven princesa con cierto tono de curiosidad.
–¡De maravilla!,– contestó girándose hacia ella.
Lo que sea que su rostro intentaba reflejaba hacía poco minutos atrás había desaparecido por completo, ahora se veía como siempre, serio.–¿Le gustaría saber algo más sobre mí, alteza?.– preguntó mirando nuevamente su reloj.
–Dígame, ¿está comprometido con alguna mujer?,– preguntó con mucha curiosidad.
Lord Fontaine no pudo disimular el asombro que le causaba escuchar aquella pregunta, fue tal el asombro que no puedo mencionar palabra.– es decir,– volvió hablar Alice,–¿tiene algún tipo de relación con una mujer, o frecuenta a alguna dama?.– volvió a preguntar insistente, no se daría por vencida hasta no obtener una respuesta.
–No,– respondió él rápidamente,– No tengo relación con ninguna dama.
–¿por qué?,– preguntó fingiendo una posición pensativa. Antes de que él pudiera siquiera abrir sus labios para contestar, interrumpió la voz de la princesa.–¡Oh, un momento!,– exclamó,–creo saber la razón.–sonrió traviesa,–Las razones son mas que evidentes, Ninguna dama quisiera ser pretendida por un hombre tan aburrido como usted.
Lord Fontaine entendió que se trataba una travesura más de la princesa, esta era la primera vez que le daba alivio escuchar una de sus insolencias.
–Se equivoca, Alteza.–contradijo con mejor semblante,–La razón por la cual no pretendo a una dama, es porque no estoy interesado en pedir la mano de ninguna, de momento tengo otros planes, y ninguno de ellos incluye a una mujer.
–¡Que bueno!,–exclamo aliviada,–Hace usted bien, no le deseo a ninguna señorita la desdicha de su compañía, y mucho menos si es para toda la vida, sería una verdadera tortura, pobrecilla.– sobre actuó poniendo una mano en su pecho.
–Supongo que en un futuro alguna señorita tendrá que soportar esa desdicha.– comentó sin verse afectado por el comentario.
–Si, supongo que si.– dijo en un tono serio. No había logrado salir victoriosa de esta conversación y eso le molestó, estaba acostumbrada a salirse con la suya.
El joven Fontaine miro su reloj.–Alteza, la reina y la señorita Maria deben estar por llegar.– informó.
–¿Hoy?, creí que regresarían mañana.
–Si, así era, pero tuvieron que adelantar el viaje.
–¿Por qué?, ¿Les a sucedido algo?.– preguntó preocupada.
–No, nada de eso.– negó,– mañana hay un evento en el bazar de la caridad, y la reina debe estar presente, es la anfitriona.– explicó.
–Gracias a Dios, creí que había ocurrido algo malo.– dijo aliviada.
–Usted también debe estar presente en el evento.– informó.
–¿Qué?, no me gustan ese tipo de eventos.
Alice odiaba asistir a esa clase de eventos, sabía que la mayoría de los invitados eran personas de alta sociedad, personalidades importantes, y por ello se le exigiría mucho más a su comportamiento. Estar bajo la crítica mirada de tantas personas prejuiciosas la ponía muy nerviosa.
–Es su deber acompañar a la reina.– dijo tajante.
–Supongo que no tengo más opción.– dijo ella con tono tristón,– Con permiso, debo darle la bienvenida a mi madre.– caminó hacia la salida, dejando atrás a Lord Fontaine.
Él se quedó un poco pensativo, pensó que había sido muy duro con la princesa, pero debía serlo, de lo contrario nunca tomaría responsabilidad.