Alexandre no estaba preparado para hablar sobre ese tema y mucho menos frente a la familia real. Fue una cena bastante incómoda para él, sin embargo, para Alice fue muy entretenida, tanto que tuvo que tapar su boca con la servilleta en varias ocasiones, y a juzgar por las arrugas que se le formaban alrededor de los ojos, estaba claro que, detrás de la servilleta de lino, se estaba riendo. La visita de los marqueses apenas comenzaba y ya le estaban agradando más de lo que había podido imaginar.
Alexandre apenas dijo nada durante la cena. Para ser sincero, era mucho más fácil escuchar a sus padres, que intentar conversar con ellos, sobre todo teniendo en cuenta el camino que había tomado la charla.
–Usted no es muy hablador, ¿verdad?,– preguntó Marga.
–Al menos no soy la única que lo nota.– comentó por lo bajo Alice, sin lograr que nadie la escuche.
–Lord Fontaine,– dijo el rey,– es muy reservado, eso es todo.
–Así es, prefiero escuchar.– dijo Alexandre.
–Dígame, Lord, ¿cómo sería la mujer perfecta para usted?.– preguntó Marga.
Todos esperaban la respuesta de Alexandre, quien de inmediato sintió la mirada de todos sobre él.
–No lo he pensado.– dijo.
–Vamos, hijo, contesta, me gustaría saber.– dijo Marie.
–Bueno..– dijo Alexandre,– que sea inteligente, por supuesto, educada, bondadosa, entrañable, responsable, puntual, frágil, pero a la vez fuerte, y que tenga delicada belleza.– finalizó.
–Parece que describes a tu madre.– bromeó Louis.
Todos los presentes rieron.
–Tienes razón, papá. Mi madre es una mujer maravillosa, así que, si, tengo una expectativa bastante alta.
–Olvidó decir, divertida.– dijo Alice. Alexandre la miró,– dice que el modelo de mujer perfecta es su madre, y ella es muy sonriente.
–Así es, Alteza. Es que solo mencioné las características más importantes para mi.
Marie, era tan sensible y se emocionaba con facilidad, así que después de escuchar que su hijo la tenía en tan alta valoración, una lágrima corrió por su mejilla.
–¡Oh, hijo mío!.– Alexandre la miró, y de inmediato le preocupó, no sabía la razón de su llanto.
–Madre, ¿te sientes bien?.
–Mejor que nunca, me siento muy feliz de tener un hijo como tú, ¡soy la madre más feliz!.– dijo con emoción.
–Aveces suele ser muy sentimental.– explicó Louis al rey, quien la miraba con asombro.
–Ya lo veo.– dijo.
-Lo siento,– Dijo Marie limpiando sus lágrimas.
–No tienes que disculparse, –Las madres somos así, extremadamente sensibles.– dijo la reina.
Continuaron hablando, cambiando de un tema a otro durante el resto de la cena. Cuando terminaron, procedieron a retirarse de la mesa, todos habían quedado muy satisfechos.
–Os voy a decir una cosa– anunció Louis,– creo que esta noche es una de las más agradables del año. A pesar,–dijo, mirando a Marga,– de algunos comentarios inoportunos.– la señorita había comentado algunas insolencias durante la cena, claro, cosas sin mucha importancia, pero que a Louis le avergonzaba. Y, para sorpresa del rey y la reina, también para Alexandre, el comportamiento de la princesa había sido impecable.
–En todas conversaciones hay comentarios fuera de lugar, no se preocupe.– dijo la reina, con la dulzura que la caracterizaba.
Pasaron rápidamente a uno de los salones, para ponerse cómodos y continuar conversando. Una vez ahí, los hombres se agruparon, para conversar cosas de hombres, y las mujeres hicieron exactamente lo mismo. Marga no paraba de hacer preguntas sin sentido, la reina, quien poseía el don de la amabilidad, respondía a cada una de ellas, así que la señorita Charpentier, rápidamente se entendió con la reina, y entablaron una conversación aparte.
–Dígame, alteza.– dijo Marie,–¿Qué opinión tiene sobre mi hijo?, si tiene alguna queja, le pido por favor me lo diga, de inmediato lo reprenderé.– dijo, con tono burlón.
Alice se quedó pensativa por un instante, luego habló.–No tengo queja.– simuló una sonrisa.
–Es todo un caballero, ¿no lo cree, alteza?.– comentó Marie, miró con orgullo a su hijo.
Alexandre notó de inmediato la mirada de su madre. Volvió la vista hacía ella, y de manera involuntaria también lo hizo hacía Alice.
–Ciertamente,– dijo Alice, mirando fijamente al joven.
El joven Fontaine no podía escuchar la conversación que sostenía su madre con la princesa, aún así, suponía bien que platicaban sobre su persona, pues era evidente las mirada de ambas estaban sobre él. Luego de unos segundos volvió la vista hacia los caballeros con los que estaba departiendo.
–Cuando su majestad el rey nos informó que nuestro Alexandre era el encargado de brindarle seguridad a usted, alteza, nos alegramos mucho. Pero también debo admitir que nos preocupamos, ya que es una responsabilidad muy grande, usted es la única heredera al trono.
–No hay de que preocuparse,– simuló una sonrisa,–su hijo cumple muy bien con la labor, además, la mayoría del tiempo permanezco aquí, en el palacio, así que, no me expongo a ningún peligro.–finalizó Alice.
–Que bueno escuchar eso, alteza.– dijo Marie muy sonriente.
Alice no dijo nada más, por un momento hubo silencio, silencio que incómodo mucho a Marie, ya que era una persona muy habladora.– Sabe,– decidió hablar,– Lo que dije hace un rato, sobre que en un futuro tendrá muchos pretendientes, es verdad.– frotó sus manos sobre su vestido,– estoy segura que serán caballeros bien parecidos.– susurró. Alice no pudo evitar reírse, no tardó en cubrir su boca con la mano para silenciar sus fuertes risotadas.–lo digo muy enserio.– insistió Marie.
Alice se dio cuenta que a la marquesa le fascinaba hablar, eso no le molestaba, al contrario le agradaba mucho la personalidad de Marie.
–Gracias, pero no pienso casarme.– comentó Alice, casi en susurro.
–Es aún muy joven– dijo Marie,– cuando tenía su edad tampoco me agradaba mucho la idea del matrimonio, pero eso cambió cuando conocí a Louis.– Alice sonrió.
–Es evidente de que se aman mucho.
–Si, así es.–suspiró, mirando a su amado esposo.
–¿Cómo supo que era amor?,– preguntó Alice,– es decir, ¿cómo saber si es la persona correcta?, ¿cómo saber si está enamorado de esa persona, o, si esa persona lo está también?.
–Es difícil de explicar,– dijo Marie,– pero por alguna razón lo sabes, el corazón lo sabe.
–¿El corazón?.– dijo Alice, algo confundida.
–Si, el corazón.– rectificó Marie,– Se comienza a sentir diferente, extraño, pero hermoso, también se siente vulnerabilidad, miedo, pero a la vez existe una fuerza enorme en el interior.– Alice la miro aún más confundida,– Algún día lo va ha sentir y sabrá de lo que habló.
A pesar de que no comprendía lo que decía Marie, el interés de la princesa iba en aumento, así que decidió poner sus cinco sentidos en la conversación, para lograr entender lo que era el amor.
–¿La otra persona también sentirá lo mismo?.– preguntó.
–Si se es correspondido, si.
–No comprendo.
–No siempre el amor es correspondido, en algunos casos, solo es una la persona que ama.
–Entonces, supongo que no es amor.
–Si, si lo es, pero no para la otra persona.
–¿Qué se debe hacer en esos casos?.
–Luchar, si, luchar por ese amor.– respondió Marie.
–Y, si no se gana.– dijo Alice con más curiosidad.
–En ese caso, se debe alejar.–Alice parpadeo varias veces, intentando entender lo que Marie decía, pero no lo lograba. Se negaba a aceptar que lo mejor era darse por vencido.
Alice siempre había creído, que cuando se enamoraba de una persona, automáticamente esa persona también lo hacía. Alguna vez había leído en uno de sus libros, que todos estamos unidos a una persona, sin importar el lugar, distancia, o tiempo, tarde o temprano están destinados a encontrarse. Según lo que ella había leído, cuando esas personas se encuentran sus almas lo saben, y de inmediato el amor surge.
–Pero están destinados a estar junto.– dijo Alice.
–No siempre.– dijo Marie,– verá, alteza, alejarse de la persona amada también es un acto de amor, inclusive, es el acto de amor más grande que existe.– Las palabras de Marie en lugares de explicar, sólo lograban confundir mucho más a la princesa.
–¿porqué?.
–Porque, aunque quiera estar con esa persona, entiende que ella no siente lo mismo, y no podría ninguno ser feliz. Es por ello, que prefiere alejarse, y dejar que la persona amada sea feliz, aunque no sea junto a él o ella.
–Pero.. no tiene sentido,–protestó,–se supone que el amor es la fuerza más poderosa que existe, se supone que deben estar juntos, sus almas lo saben.
–Es verdad que el amor es la fuerza más grande, pero no por ello puede forzar a que lo amen, el amor no es así.
–¿Entonces?.–dijo .– ¿qué sucede con la persona que está enamorada?.– preguntó algo triste.
–Continúa su vida.– respondió Marie.
–Así, tan fácil.–Susurró Alice.
–No, nunca dije que fuera fácil.– negó,– Solo... continúa, aunque su corazón haya sido destrozado.
–Pero, ¿seguirá amando a esa persona toda su vida?.
–Si el amor es verdadero, seguirá amando toda la vida, porque así es el amor, todo lo espera, y todo lo soporta. Prefiere negarse a sí mismo, a su propia felicidad, para que la persona amada sea feliz.
–¡Eso es absurdo!.– protestó Alice, con un tono más fuerte.
–¿Qué es absurdo?,– preguntó la reina.
–Nada, madre.– respondió.
–Majestad, hablábamos sobre...
–El clima.– interrumpió Alice.
–¿el clima?.– dijo la reina.
–Si.– respondió Alice,– en que probablemente mañana sea un lindo día soleado, ¡Perfecto para el evento!.
–Es verdad, – recordó la reina,– ¡santo Dios!, lo olvidé por un segundo.
–Entonces, creo que lo mejor es ir a descansar.– dijo el rey.–Mañana será un largo y agotar día para ustedes.
–¿de qué evento hablan, tía?.– preguntó Marga.
–El evento que se hace cada año en el bazar de la caridad.–contestó Marie.
–¡Oh, es verdad!, recolectar fondos para los más necesitados, ¿puedo acompañarlas?.
–Por supuesto, estaba punto de invitarlas.– dijo la reina.
–Maravilloso,– dijo Marie,– estaremos encantadas en asistir.
Después de terminar la conversación, La reina le pidió a una de sus criadas guiar a los marqueses, y a la señorita Charpentier a las habitaciones. Debían estar muy cansados, después de todo fue un día bastante agotador para todos.
Al día siguiente, hubo un ambiente un tanto diferente en el palacio, las carcajadas de la imprudente señorita Charpentier resonaban por los pasillos, y eso que apenas había comenzado el día, cruzaban apenas las seis de la mañana. Las carcajadas habían despertado a Alice, y seguramente a todos en el palacio.
Alice caminó hacia la ventana, observó el Roble que había junto a su ventana, aquel árbol fuerte era cómplice de sus escapadas, Alice sonrió, al recordar sus travesuras. La primavera, poco a poco, había vestido de hojas sus gruesas ramas.
–Alice,–Maria entró a la habitación,–Gracias a Dios, ya estás despierta.– dijo aliviada.
Hoy no tendría que lidiar con el pesado sueño de la princesa.–¿a qué se debe tan gran milagro?.– preguntó con burla. Alice la fulmino con la mirada.
De repente se volvieron a escuchar unas fuertes carcajadas, era de nuevo la señorita Charpentier, por vigésima vez en esa mañana.
–¿Puede alguien decirle que se calle?.– dijo lanzándose sobre el sommier,– No he podido completar mis horas de sueño.– tapó su cabeza con la almohada.
–Entonces, le debo agradecer a la señorita Charpentier, por darme una ayuda el día de hoy, me he ahorrado bastante trabajo.–comentó con burla.
–Muy graciosa.– dijo Alice quejumbrosa.
–Dime– dijo, tomando entre sus manos tres vestidos.–¿Cuál prefieres?.
–Prefiero dormir, si te parece bien.– dijo somnolienta.
–¡Alice!,– reprendió Maria –harás que tu padre se ponga furioso conmigo.
–Debería molestarse conmigo, no contigo.– acomodo la cabeza sobre la almohada.
–Soy responsable de que llegues a tiempo a tus obligaciones, y no me estas ayudando a que así sea.– dijo casi implorando.
–Está bien,– levantó la mirada,– me gusta el rosa.
–¡Excelente elección!,– exclamó sonriente,– te verás hermosa.
Maria preparó la bañera, y luego ayudó a Alice a lavarse, claro, antes tuve que luchar con todas sus fuerzas para lograr que entre en la bañera, ya que se rehusaba a abandonar la cama. ¡Pobre María!, lidiar con la princesa era una tarea bastante agotadora.
–Muy bien.– dijo ultimando detalles del peinado. Había trenzado algunos cabellos, y entre las largas trenzas enredó algunas paniculatas.–creo que he terminado,– finalizó, luego le ayudo a poner un precioso collar de perlas.
–¡Gracias a Dios!,– resopló Alice,– parece que ha pasado una eternidad.– apoyó el codo sobre el apoyabrazos de la silla, y recostó la cabeza en la palma de su mano.
–Y de nuevo, todo mi esfuerzo es menospreciado.– exhaló María agotada.
Segundos después, tocaron a la puerta. María abrió, se trataba de el Alexandre.
–Buenos días, señorita Bonnet.– saludó con la elegancia que tanto lo destacaba.
–Buenos días, Lord Fontaine.– hizo una reverencia.–Se ve muy bien el día de hoy.– admiró lo bien que le quedaba el uniforme.
–Gracias, señorita.– carraspeó algo incómodo,–La reina las espera.– informó rápidamente.
–Vamos en seguida, ya estamos listas.– dijo Maria con una sonrisa boba. Ese era el efecto que causaba Alexandre en todas las señoritas.
Alexandre miró sobre el hombro de Maria, y levantó una ceja. Se abrió paso y entró a la habitación, antes de hablar carraspeó fuerte.
–Buenos días, Alteza.– dijo, mirando a Alice, quien dormía plácidamente en la silla.
María se sorprendió al ver la imagen, no podía creer lo que estaba viendo.
–Alteza,– dijo María, acercándose.
–No me molestes, Solo te pido unos minutos más.– se quejó Alice somnolienta.
–Su madre la espera.– habló Alexandre con seriedad.
Alice abrió sus ojos al instante, miró a Alexandre con pavor, luego parpadeó girando la vista hacía María.
–¡Santo Dios!, acabó de tener una horrible pesadilla.– dijo horrorizada.
–Alteza,–Dijo Alexandre,–disculpe por interrumpir sus sueños, pero su madre la espera,– miró el reloj– hace ya un buen rato.–Alice volvió la vista hacia Lord Fontaine.
–¡María!,– gritó,–despiértame, aún sigo en esa horrible pesadilla.– sobreactuó.
–Alteza, ya se encuentra despierta.– Susurró María.
–¡Peor aún!, la pesadilla es real.– dijo mordaz, mientras observaba al joven.
–Espero no ser esa horrible pesadilla, alteza.– dijo Alexandre.
–Lord. ¿Qué le hacen pensar eso?– dijo con sarcasmo.
María intuía lo que se estaba por venir, así que decidí hablar, antes de que la infantil disputa continuase.
–Recuerden– dijo mirando a Alexandre,–...que su majestad la reina, espera.
–Entonces,– dijo Alice, poniéndose rápidamente en pie–No debemos hacer esperar a la reina.
–Estoy de acuerdo, alteza.– dijo alexandre.
Alice salió de la habitación con una actitud presuntuosa, Seguida por María.
Marcharon todos hacia el bazar de la caridad, que se encontraba cruzando el Rio Sena, iban tres carruajes en total. En uno de los carruajes se encontraba, La reina Charlotte, la marquesa Marie, la princesa Alice, y la señorita Marga. En otro, Alexandre en compañía de otros militares encargados de la seguridad, finalmente en el último carruaje, iban cuatro doncellas, entre ellas María.
Cuándo llegaron al lugar, pudieron ver la multitud que ahí se encontraba, claro, en su mayoría aristócratas, El evento de beneficencia, había atraído a importantes personalidades, como la famosa duquesa de Aleçon Sofía Carlota de Baviera, Los duques de Uzès, los condes de Beauchamp, entre otros.
Alice se mantenía pensativa y en silencio, algo muy extraño en ella. Su mente se encontraba lejos de ahí, en los jardines de su hogar, cortando algunas peonías y rosas, siendo las primeras sus favoritas. Pero, aún cuando su mente deseaba estar lejos de esas personas refinadas, no tenía más opción, así que levantó la cabeza y dibujó una sonrisa falsa en su rostro, tan falsa como la de todos los presentes.
Al final del día, terminaré con las mejillas y la mandíbula adoloridas de tanto sonreír. pensó la princesa
–Hija, toma algo de dinero, compra todo lo que quieras.– dijo la reina, dándole una bolsa llena de monedas.
Alice observó a su madre alejarse junto a Marie y Marga, mientras ella se quedó parada en la entrada del lugar en compañía de Maria y Alexandre.
–Alice,– Susurró María a su oído,– ¿por dónde quieres empezar?.– Alice se había quedado inmóvil al ver tantas personas.
–¿Alteza?,– dijo Alexandre un poco preocupado.
–¿Si?.– respondió cuando escuchó la voz del joven.
–La señorita Bonnet le ya preguntado , ¿por dónde le gustaría empezar?.– repitió.
–No lo sé.– contestó, dando un vistazo al lugar,– por allá,– señalo hacía un mostrador repleto de libros.
–Muy bien, vamos.– dijo Alexandre abriendo camino.
Alice se entretuvo por un largo rato escogiendo libros, incluso comenzó a leer algunos.
En el Bazar hacía mucho calor, debido a que su estructura era en madera, y por supuesto, también por la multitud que ahí había.
–Lord Fontaine, ¿sería tan amable de ir por algunas bebidas?.–Preguntó Alice.
–Por supuesto, alteza. ¿Qué bebida le gustaría?.
–Agua, estará bien, ¿verdad, María?.– dijo, sin quitar la mirada del libro que sostenía entre sus manos.
–Si, agua.– respondió María.
Alice levantó la mirada con disimulo, le observó alejarse, y sonrió con picardía. Librarse de Lord Fontaine había sido más fácil de lo que pensó, ahora solo faltaba la parte más sencilla, María.
Alexandre se acercó a la barra de bebidas, y ordenó dos vasos con Aguá, y una limonada para él.
–Le recomiendo el zumo de fresa,– dijo un hombre. Alexandre volvió la vista hacía la voz, se trataba de un hombre elegante, alto, rubio, de ojos color azul celeste, cruzaba unos cincuenta años de edad, se encontraba a un par de pasos de él.– Es la fruta de temporada.–levantó un vaso con zumo de fresa.
–Gracias por la sugerencia.– sonrió levemente.
–Mi nombre es Thomas muller.– se presentó.
–Gusto en conocerlo, señor Muller.– dijo Alexandre, sin perder de vista a la princesa.
–¿Es militar?.– preguntó el señor. Alexandre lo miró incrédulo.–Lo lamento,– soltó una carga,–la pregunta es bastante tonta, es evidente de que si lo es, digo, por su uniforme.– dijo mirándolo de arriba a bajo.–Dígame, ¿cuál es su rango?.
–Aún no tengo uno, estoy en servicio.– contestó sin mirar al hombre, sus ojos vigilaban atentos a Alice.
–Que suerte tiene.– comentó.
–¿A qué se refiere?.– preguntó Alexandre.
–Debe ser hijo de una persona importante, digo, la mayoría de los jóvenes que prestan servicio son enviados a defender las fronteras, los envía como cebo, Los Altos mandos no se exponen a ser carne de cañon.
–Usted no es de por aquí, ¿verdad?.– preguntó Alexandre, al notar el acento extranjero de Thomas.
–Vengo de Brandemburgo, un pequeño pueblo cerca de Berlín.– contestó.
–¿Esta de paso, o, reside aquí?.
–Vengo por negocios, aunque viví hace varios años en Barbizon.
Barbizon era un pequeño pueblo cerca de Fontainebleau, la mayoría de su población se dedicaba a la agricultura, y a al tejido.
–Entonces, no vino por el evento.
–¡Oh, no!, estoy aquí por pura casualidad.– comentó Thomas.
–¿Qué clase de negocios lo traen a Paris?.– preguntó Alexandre con curiosidad.
El señor Thomas, había conseguido tener la atención de Alexandre.
–Soy comerciante. Y, dígame joven, ¿cuál es su nombre?.
–Alexandre Fontaine.– respondió.
–Ahora que me ha dicho su nombre, tengo claro porqué lo han ubicado aquí, y no en las fronteras.– dijo Thomas,– Es usted hijo del marqués de Fontainebleau, ¿verdad?.
–Así es.– Alexandre lo miró con sospecha,–Creí escucharle decir, que no es de por aquí.
–Escuchó bien, Lord Fontaine.
–Entonces, ¿Cómo sabe quién es mi padre?.– preguntó.
–También dije, que había vivido un tiempo en Barbizon.– le recordó.–Su padre, el honorable Marqués de Fontainebleau, es bien conocido por su gallardía, excelente desempeño militar y político. Ademas, es muy mencionado por los mercaderes, ya que hizo posible que, el rin sirva como ruta para el comercio.
–Veo que tiene buena información sobre mi padre.
–El apellido Fontaine es muy conocido, Lord.
Alexandre bebió la limonada, luego miró dos vasos con agua servidos sobre la barra, en ese momento recordó a Alice. Rápidamente levantó la vista hacia el lugar donde se suponía debía estar, pero no logró verla, tampoco a María.
–Señor Muller,–dijo sin dejar de observar el lugar,–fue un placer conocerlo, es usted un hombre agradable. Pero tengo que ir a cumplir con mi deber.– Dejó los dos vasos con agua sobre la barra, y presuroso comenzó a buscar con la mirada a Alice, pero no lograba verla en ningún lado.
–Lord Fontaine,– habló Thomas,– si le sirve de algo, hace un momento mire a la princesa caminar hacia la salida.– Alexandre lo miro, agradeció con un gesto, y velozmente se dirigió a la salida del bazar.
Alice salió del bazar cubriendo su rostro con el abanico, para que ningún miembro de la guardia real la notara. Después de que se alejó del lugar, caminó victoriosa, se sentía libre, estar en aquel lugar era abrumador, incluso por un momento sintió que no podía respirar. Caminó por algunos minutos hasta llegar a una calle angosta, cuando llegó al final de está, cayó en la cuenta de que se trataba de una calle cerrada. Sin embargo cuando quiso regresar, vió a un hombre, con vestiduras sencillas y algo sucias, aparentemente se trataba de un vagabundo.
–Va usted demasiado de prisa,– dijo el hombre.
Alice sintió miedo, pero se esforzó para no demostrarlo, así que quiso continuar el camino de regreso a la calle principal, pero no puedo avanzar, ya que el hombre se interpuso cerrando el camino.–¿Qué sucede, alteza?, se ve algo temerosa.
Alice tomo fuerza y decidió hablar,–¿Qué es lo que quiere?.
–Habla, Que bueno, pensé que era muda.– se burló.
–Deje que continúe mi camino.– pidió gentilmente.
–¿porqué debería?.
–Soy la princesa Alice, seguramente la guardia real debe estar buscándome en este momento. Y, usted no quisiera meterse en problemas, ¿verdad?.
–Problemas, dice, por supuesto que no, alteza.– dijo el hombre. Alice sintió alivio al escuchar esas palabras.– No tendré ningún problema, porque le aseguro que la guardia real no la está buscando, es más, ni siquiera han notado su ausencia en el bazar.– Alice trago saliva, de nuevo sintió miedo.
–¿Qué quiere?.– volvió a preguntar temerosa.
–Su familia es una escoria.– dijo con desprecio.
Alice abrió los ojos sorprendida, nunca antes habían insultado a su familia, o al menos no frente a ella.
–Mi familia es muy respetable, ¿cómo puede decir eso del rey y la reina?.
–¿Respetables?, Ja!,– rechazó,– Son cucarachas, asquerosas y mugrosas cucarachas.
Alice no sabía que responder ante los horribles insultos que el hombre decía.
–¿Por qué dice cosas tan horribles?.– dijo ofendida.
–¿Por qué?, dice.– Dijo aireado,–Tiene el descaro de preguntar. Su padre, es un ladrón.– escupió.
–Se equivoca, Mi padre no es lo que usted dice.– defendió.
–Por supuesto que lo es, se roba todo el dinero que recauda el bazar de la caridad.
–Eso es una calumnia, no puede hacer ese tipo de acusaciones, mucho menos si se trata del rey.
–No es una calumnia.– Negó,– cada palabra que digo es verdad.
–El dinero que se recauda en el bazar es para ayudar a los más necesitados.–aclaró Alice.
–Y si así lo fuera, dígame alteza, ¿porqué Mi familia no ha recibido una sola ayuda benéfica?, nadie en la periferia a recibido ninguna ayuda.– dijo furioso,–Y, no conforme con robar el dinero, El rey envía a silenciar a todo aquel que quiere alzar la voz para reclamar las ayudas que, él mismo ha prometido.
–Eso no puede ser verdad.– se negó a creer.
–Lo es, princesa.– dio un paso hacia ella,–Su padre enriquece sus bolsillos, y también los de la alta sociedad a costa de los pobres,–Alice negó horrorizada–mientras miles de familias pasan hambre.
–¡Mentira!.– se tapó los oídos con las manos.–soy testigo de que si se dan las ayudas.
–El rey engaña a su pueblo. Compra testigos falsos, para hacer correr la voz de que si hace actos de caridad, Cuando en realidad todo es un fraude.
–¡Es absurdo todo lo que dice!.– protestó.
–Es aún más absurdo, que en este momento miles de niños no tenga ni siquiera un trozo de pan para comer.– Alice pudo ver en los ojos del hombre que no mentía, sin embargo, no podía creer que su padre fuera capaz de comer un acto tan ruin.– Mientras usted tiene sobre la mesa pavo, cordero, pescado, y muchos otros alimentos.
–Aléjese de la princesa,– dijo Alexandre a espaldas del hombre, desenvainada su espada.
El hombre se movió con rapidez parándose detrás de Alice.
–No,– gritó Alice,– Lord Fontaine, guarde su espada.
–Le he dicho que se aleje de la princesa,– amenazó Alexandre de nuevo, ignorando las palabras de Alice.
–Y, yo he dicho que guarde su espada, Lord Fontaine.–pidió con autoridad.
–Alteza, no tenga miedo, ese ladrón no va a salirse con la suya.
–No es ningún ladrón.– negó Alice,– así que, guarde ahora mismo su espada, es una orden.– pidió con más mando.
Alexandre la miró con asombro, no sabía porqué la princesa protegía a un ladrón.
–Lo lamentó mucho, Alteza, pero no puedo obedecer su orden, mi deber es protegerla.
–Su deber también es obedecer, así que haga lo que digo.
Alexandre debía obedecer la orden, después de todo Alice era la princesa, le debía obediencia. Así que a regañadientes guardó su espada, pero se mantuvo alerta ante cualquier movimiento del hombre.
–Ahora si nos podemos entender, Lord.–Alice se volvió hacia el hombre, quien se escondía a su espalda.–No se preocupe, es inofensivo.– volvió la vista hacia Alexandre, y luego de nuevo al hombre,–Le prometo que voy a investigar lo que usted me ha dicho,– dijo en voz baja, sacó de su dedo anular un anillo con una esmeralda de tamaño promedio.– Tome esto, estoy segura de que le pagarán muy bien por el, y con el dinero podrá comprar comida para sus hijos.– El hombre sorprendido por el acto de piedad de la princesa, aceptó.
–Gra..gracias, alteza.– tartamudeó,–y... le pido me disculpe si en algún momento la asuste.
–No se preocupe.– dijo Alice dándole una sonrisa.
El hombre salió del callejón corriendo, llevando consigo el anillo que Alice le obsequió.
–¿Por qué le dio su anillo a un ladrón?.– preguntó Alexandre, sin entender nada.
–Lord Fontaine, ya le dije que no es un ladrón, le exijo respeto hacia el señor.– pidió severamente.– y con respeto a su pregunta, no tengo porque darle explicaciones, soy libre de obsequiar mis joyas a quién yo quiera.
–Ese hombre le iba a robar de un modo o otro, usted solo le facilitó las cosas.
–Ese hombre,– señalo hacia la dirección por donde se marchó,–es solo un padre desesperado por no poder llevar un plato de comida digno para sus hijos, y sabe ¿por qué?.– Alexandre negó con la cabeza,– Porque no se está dando buen uso al dinero que se recauda en los eventos de beneficencia, alguien está hurtando lo que le pertenece a las familias pobres.
–¿Eso le dijo?.– Alice asintió,– Es un embustero, solo lo dijo para causar lástima, y usted le creyó con gran facilidad.
–No, estoy segura de que no mentía.
–¿Cómo puede estar segura de que no lo hacía?.
–Porque lo vi en sus ojos, cada una de sus palabras eran verdaderas.
–¡Por favor, alteza!,– negó Alexandre,– Solo se aprovechó de su ingenuidad.– Alice se sintió ofendida.
–No,– negó muy enojada,– soy muy joven, pero le aseguró de que soy capaz de darme cuenta cuando alguien miente. Lord Fontaine, voy averiguar lo que está pasando, y le aseguro que no descansaré hasta descubrir la verdad.– habló obstinada.
–Puedo saber, ese hombre ¿a quién culpa de robar los fondos de beneficencia?.
–A.. – dudó al contestar.
–¿A quién?– insistió Alexandre.
–A... mi padre.– Susurró, bajando la cabeza.
–¿Escucha lo ridículo que es?, Lo dicho, ese hombre es un mentiroso, un embaucador.
–También me niego a créelo.– dijo Alice,– no tengo duda de que mi padre es un hombre honesto, pero debe haber algo más, sospecho de que hay alguien actuando en las sombras, haciendo ver a mi padre como único responsable de esos actos tan bajos.
–Eso es imposible, las personas encargadas de administrar el dinero son personas de confianza, y muy adineradas, no tienen necesidad de robar.– negó Alexandre.
Alice se quedó pensativa por algunos segundos, hasta que...
–Exacto, No tiene necesidad. Y si lo que hace, no lo hace para su propio beneficio. Sino para enemistar al pueblo con su rey, quiere que el pueblo vea al rey como un mal gobernante.
–Alteza, debo reconocer que tiene muy buena imaginación, pero eso es imposible, insisto. ¿Quién podría odiar tanto al rey como para hacer algo tan vil?.
–No lo sé, pero lo voy averiguar.
–No, usted no va averiguar absolutamente nada, primero debemos informarle al rey sobre esto, y que sea él quien haga sus propias averiguaciones.
–No puede decirle nada de esto a mi padre.
–Le aseguro que si puedo, Alteza.
–Pero no lo hará, es una orden.– dijo fijando su mirada en los hermosos ojos profundos del joven.
–Lo lamentó mucho, pero no podré obedecer esa orden, Alteza.
–Lord, piénselo bien, y si con eso ponemos sobre aviso al culpable, y si envía a ejecutar a ese pobre hombre.–Alexandre la miró incrédulo,–El hombre dijo, que todo aquel que quería denunciar lo que estaba ocurriendo era silenciado, es decir ejecutado.
–Es lo más descabellado que he escuchado en toda mi vida.
–Pero... y si así lo es. Por favor, le pido no le diga nada a mi padre.
–Lo siento, alteza.– negó, dio la vuelta con dirección al bazar.
–Lord Fontaine, espere.– dijo Alice corriendo detrás de él.
Cuando entraron al bazar, Algunas miradas se posaron sobre ellos, pensaban ¡¿qué era tal alboroto?!, otros calificaban el comportamiento de Alice como desvergonzado. Era muy mal visto ver a una joven correr detrás de un hombre, y más aún llamándole a viva voz.–¡Lord Fontaine!, ¡Lord!, espere, ¿acaso es sordo?, le he dicho que se detenga.– insistió a gritos.
Alexandre se detuvo para evitar que Alice llamará la atención, pero por las miradas y los murmullos que se escuchaban era evidente de que ya lo había hecho.– Alteza, baje la voz, por favor.– pidió en voz baja,– ¿no se da cuenta de que todos nos están mirando?.– intentó tomar una postura relajada.–Ha llamado mucho la atención, seguramente lo ocurrido llegará a oídos del rey.– dijo muy bajo, para que solo Alice escuchara.
–¿Me culpa a mí?,– dijo fingiendo inocencia,– Lo siento Lord, pero le pedí gentilmente que se detuviera, sin embargo, insistió en ignorarme.– dijo en su defensa.
–Si por gentilmente se refiere a dar gritos, entonces si lo fue.– simuló una sonrisa hacia algunas personas que no paraban de verles.
–Es usted quien insiste en decirle a mi padre sobre lo ocurrido con aquel hombre.– retomó el tema.
–Es mi deber informar al rey sobre todo lo que ocurre, incluyendo el que usted se haya escabullido fuera del bazar sin dar aviso, poniendo su vida en riesgo.
–Tiene razón, cometí un error y no sabe cuánto lo lamento pero, le propongo un trato.– dijo Alice con una sonrisa amigable,– Si usted no le dice nada a mi padre, y, cuando digo nada me refiero absolutamente a nada, le doy mi palabra de que me portaré bien de ahora en adelante, tómelo como una tregua, ¿Qué dice?.
–Mi repuesta es no.– contestó Alexandre.– sabe, si le hubiera ocurrido algo malo, no quiero imaginar lo que el rey me hubiera hecho.
–Mi padre siente un gran afecto por su familia, estoy segura de que no hubiera tomado ninguna represalia en su contra.
–Soy responsable de su seguridad, también de todas las locuras que hace, por supuesto que tomaría represalias, incluso podría ordenar mi ejecución si así el lo deseará.
El joven Alexandre estaba muy molesto por todo lo que había ocurrido. El joven tenía razón, fue un acto bastante irresponsable salir del bazar sin compañía.