En el mes de Junio, verano de 1.774, finalizando el siglo de las luces (siglo XVIII), en el octavo siglo del II milenio en el calendario gregoriano, La reina Isabella Lambert de Francia dio a luz a una pequeña y encantadora niña.
El nacimiento de la pequeñita fue motivo de gran alegría y festividad en todo el reino, todos celebraban el nacimiento de la princesa. Las campanas de la catedral de Paris repicaron durante horas, el pueblo entero se unió a la gran celebración, Sin duda alguna fue considerado el milagro de la época. Ya que su majestad cristianísima, el rey Antoine XVI y la reina Charlotte llevaban cinco años de matrimonio y se especulaba que la reina no podría dar un heredero a la corona francesa, rumores que fueron extinguidos tras el nacimiento de la princesa Alice Carole Lambert.
–¡Es una niña!, una hermosa niña.– Gritó la partera.
–Una hermosa flor,– dijo el rey.
Aunque el rey esperaba que fuera un niño, Se sentía feliz, no le cabía el corazón en el pecho, después de todo su esposa al fin le había dado un heredero, en este caso una heredera. Cargo entre sus brazos a la pequeña, y desde ese momento puso todas sus esperanzas en ella, esperaba grandes cosas de su pequeña hija.
La pequeña princesa era realmente hermosa, su belleza sin duda alguna era deslumbrante, Aquel día no solo nació Alice, también con ella nacio la esperanza, la risa, y la alegría, en todo el reino. La linda princesita fue una gran bendición, inundó de risas cada rincón del palacio, esto hacia muy feliz a su majestad el rey y por supuesto también a la reina.
Cuando tenía tan solo cuatro años de edad, el rey consideró que era hora de comenzar a pulir su diamante.
–Aún es demasiado pequeña,– Exclamó la reina.
–Tonterías,– dijo el rey en tono condescendiente,–nunca es demasiado temprano para iniciar a educar a una princesa.
–Quiero que disfrute de su niñez.– habló de nuevo la reina.
–Una princesa no puede darse el lujo de perder el tiempo en tonterías .– habló el rey, esta vez con más severidad.
Desde ese momento se le comenzó a educar para ser una excelente monarca. Subordinada a las estrictas normas de la realeza, normas exigidas e impuestas por el rey, modales, valores, estudios, horarios, educación, y mucho más. Las normas eran más de lo que una niña pueda resistir, constantemente un perceptor le enseñaba, corregía con firmeza, puesto que se esperaba mucho de la pequeña. No obstante a todos los deberes que cargaba sobre sus hombros, nunca le reprochó nada a su padre, o al menos así fue hasta su doceavo cumpleaños.
Los años transcurrieron con total normalidad, El rey estaba pasando por una buena racha, el pueblo lo adoraba, buenas noticias en el palacio, había abundancia por doquier; sin embargo, había algo que no marchaba conforme a su voluntad, ese algo era su hija. El rey le exigía cada vez más haciendo la carga demasiado pesada para la pequeña Alice, Para entonces la princesa ya no era la misma niña sumisa de antes, se sentía demasiado abrumada, al punto que su comportamiento dejaba claro lo harta que están de todas las imposiciones.
–¡Dios santo!,– exclamó el rey horrorizado por la rebeldía de la joven princesa,–¿Qué he hecho yo para merecer esto?.– se lamentó.
–Ten paciencia, aún es muy joven.– defendió la reina.
–¡Joven!, dices, tiene doce años, ya debe alcanzar la perfección.– dijo el rey.
–Ya verás que antes de lo que crees se convertirá en una señorita ejemplar.
Era el mejor de los tiempos para el rey, pero también el peor, preciso por su hija. La princesa estaba atravesando la edad de la locura, del despertar de nuevos sentimientos, edad en la que no se piensa en nada más que en correr, dar saltos de emoción, cometer imprudencias, experimentar nuevos pasatiempos de manera festiva, conocida también Como la edad de la rebeldía.
Para el año 1.789, cuando Alice tenía quince años de edad, llegó a palacio de Luxemburgo un Joven militar, para ofrecer sus servicios al rey. El joven fue enviado por la familia noble de Fontainebleau, su nombre era Alexandre Adrien Fontaine, hijo del honorable Marqués Louis Fontaine, gran amigo de su majestad, el rey Antoine.
El rey se enteró de que Lord Fontaine pertenecía a su casa militar, mediante una carta escrita por su excelencia, el Marqués Louis, en la cual le informaba que ponía a su entera disposición el servicio militar de su único hijo.
La noticia fue de gran agrado para el rey, ya que tiene un gran afecto por el Marqués y consiguiente por toda su familia; y aunque no conocía muy bien al joven, debido a que hasta ese momento fueron muy escasos sus encuentros y pláticas, por lo tanto no había tenido la oportunidad de conocerlo con mayor profundidad.
Luego de una semana de recibir la noticia, El rey pidió referencias al capitán general sobre la conducta y destreza de Alexandre; A lo que el general Simón declaró que era un joven con mucha soltura y maestría, además de tener mucha clase, distinción, buenos modales y valores.
Pocos días después se daría en palacio un baile en honor a la reina por su cumpleaños, El rey le envío una invitación a Alexandre para que asistiese. Al joven Fontaine le sorprendió la invitación, ya que ningún militar en servicio fue invitado, solo los oficiales de importante rango.
Cuando llegó el día del baile, Lord Fontaine entro al salón, y pronto centró la atención de todos por su distinguida personalidad; era un hombre apuesto, alto, cabello castaño claro, ojos azules, con aspecto de caballero, de bonitas facciones, y porte aristocrático. Todos tenía los ojos puestos en el joven, incluso la joven princesa también centró su mirada en él, aunque es cierto que ella era aún era una jovencita, no pudo evitar sentir cierta curiosidad por el nuevo personaje.
Alice no se cohibió de observarlo, y sin una gota de prudencia siguió con atención cada uno de sus movimientos, también lo hizo la gran mayoría de los presentes.
–¡Lord Fontaine!.– saludo el rey.
–Majestades.– regresó el saludó, haciendo reverencia al rey y a la reina.–Me siento muy adulado con la invitación, si les soy sincero no lo esperaba.
–¿No se lo esperabas?, pero ¿cómo puede decir eso?, la familia del marqués siempre es bienvenida.– habló el rey,–Me siento honrado de que su excelencia, haya enviado a su único hijo a prestar servicio en mi palacio.
–Majestad. Soy yo quién se siente honrado de servir a usted y al reino, por supuesto.
–El general Simón, me ha hablado sobre su excelente destreza.– dijo el rey,– cuando termine su servicio, ¿piensa aspirar a un grado militar? o prefiere usted, enfocarse más en sus estudios y en un futuro poder ser subsidiario de su padre.
El rey veía en Alexander un excelente futuro, solo le bastaba mirarlo, y por supuesto también un par de opiniones, la más reciente, la del general Simón, hombre con un ojo crítico.
–Es muy pronto para dar una respuesta a esa pregunta, majestad.– respondió Lord Fontaine, mientras sentía las miradas de todo el salón sobre él, en ese momento se dio cuenta de que todos los presentes le observaban,–Aunque debo admitir,– retomó algo incómodo,–...que ambas opciones son bastante tentadoras.
–No tengo duda de que su desempeño sería excelente en ambas, parece ser usted un joven muy audaz.
– Majestad, me halaga con su comentario, sin embargo, no deja de sorprenderme, visto que no ha tenido la oportunidad de conocer mejor mi desempeño.
–Tiene usted razón es decir eso, Lord Fontaine. Es muy cierto que no he visto personalmente su desempeño, pero las personas que han tenido el placer de conocerlo dan muy buenas críticas sobre su persona.
–Me esfuerzo por honrar y dejar en alto el apellido de mi padre, considero que es mi deber, en virtud de que gracias a él tengo un apellido, educación, una madre, y un hogar.
En el palacio de Fontainebleau vivía su excelencia, el Marqués Louis Fontaine, un hombre ejemplar, bondadoso, noble, elegante, todo un caballero, proveniente de un linaje puro. Los Fontaine, habían vivido en el palacio de Fontainebleau durante casi ocho generaciones, cada generación más impecable que la anterior, era considerada una de las familias más respetables de las altas esferas sociales de Francia.
Su excelencia, el Marqués Louis Fontaine, contrajo matrimonio en el año 1.759 con Lady Marie Charpentier, hija de el Impecable Conde Charpentier, una mujer noble, y muy bondadosa. Fue una boda excepcional, también llamada la boda de la década, pues pasaron diez años para que se celebrara una boda igual de exuberante, la del rey Antoine y la reina Charlotte, que fue celebrada en el año 1.769.
La pareja de marqueses anhelaba con gran fervor un hijo, sin embargo pasó un año, dos, tres, cuatro, cinco, y lamentablemente la marquesa no podía conseguir quedar en cinta. Finalizando el año 1.764, cinco años después de celebrar el ostentoso casamiento, las esperanzas sobre concebir un hijo o hija estaban completamente perdidas, todos se decían, ¡será este el fin de el honorable apellido Fontaine!.
Sin embargo, no todo estaba perdido, el destino ya había echado las cartas. Una noche de invierno, exactamente el 11 de diciembre de ese mismo año, el llanto de un infante resonaba en el palacio de Fontainebleau. Se trataba de un bebé, un varoncito con pocas horas de nacido, fue encontrado en los campos cercanos al palacio por una de las criadas.
Poco tiempo después, se descubrió a la persona que lo había abandonado, se trataba de una costurera de clase humilde y muy avanzada edad, ella aseguró que su hija murió tras dar a luz, también afirmó no saber nada sobre el padre de la criatura. Fue así como pensó que lo mejor para la criatura sería abandonarlo cerca del palacio con la esperanza de que un integrante de la nobleza lo encontrase y tuviera misericordia.
Por otro lado, la marquesa abrigaba con gran fervor la esperanza de que se le permitiese tener al pequeño como hijo suyo, pues en poco tiempo su corazón sentía gran cariño por el infante. Pasaron pocas semanas, y no tardó mucho tiempo para que el marqués comenzara a sentir afecto por el pequeñito. Finalmente aceptó criarlo como hijo suyo y de su esposa, la marquesa, Lo bautizaron con el nombre de Alexandre Adrien Fontaine.
Prontamente la gente corrió el rumor de que el excelentísimo marqués había adoptado a un bebé de clase no noble, dándole su apellido, y que esto automáticamente lo Convertía en un futuro subsidiario de su padre; es decir, en caso de que el marqués Louis, renuncie a su cargo o muriese, Alexandre sería el nuevo marqués de Fontainebleau, claro, siempre y cuando tenga la mayoría de edad. Tener el apellido del Honorable marqués, también le traía otros grandes beneficios, tener buena posición social, buena educación, además de ser el único heredero de todas las riquezas y propiedades de la familia Fontaine.
Las personas que pertenecían a la nobleza y a la alta sociedad, estaban muy asombrados por la decisión del Marqués, ¡fue todo un escándalo!; Sin embargo, el marqués y su esposa hicieron caso omiso a las especulaciones y chismes de la gente.
Alexandre fue instruido con valores y modales, cultivo con la mejor educación, convirtiéndose en un hombre de alta distinción. El joven Fontaine con su distinguida personalidad, y educación, silenció a todos los que criticaban la decisión de el marqués, dejando en alto el apellido de su padre, y demostrando que era digno de pertenecer a la alta sociedad, aún cuando por sus venas no corriese sangre noble.
–Es usted un joven muy agradecido, y no tengo duda de que el apellido Fontaine seguirá siendo uno de los mejores en todas Francia.– comentó el rey.
En el otro extremo del salón se encontraba la princesa, degustaba algunos bocadillos, cuando se dio cuenta de que sus padres hablaban con el caballero, sintió curiosidad. Tranquilamente, Alice camino atravesado todo el salón, para acercarse a ellos. Pocas personas notaron su presencia, si, claro, todos la apreciaban, era la hija del rey, y además todos admiraban la belleza de la jovencita; pero en ese momento las miradas se centraban solo en una persona, Lord Fontaine.
Cuando llegó al lugar donde se encontraban sus padres y el joven. Ella miró por un momento a Alexandre, sin pronunciar palabra, hasta que sus miradas se cruzaron. Los ojos de Lord Fontaine eran azul intenso, su mirada fría era la que ponía a temblar a todas las damas, sin embargo, no causó este efecto en Alice, quien sin ningún problema sostuvo la mirada.
–Alteza.– saludo Lord Fontaine inmediatamente con reverencia.
Hasta ese momento no había tenido la oportunidad de conocer a la princesa de Francia, pero supuso era ella, por el gran parecido a la reina, y por la tiara de diamantes y esmeraldas que adornaba su cabeza.
–Querida Hija, te presento a Lord Fontaine, hijo de nuestro gran amigo, el excelentísimo Marqués Fontaine.– lo presentó el rey.
–Gusto en conocerlo, Lord Fontaine.– hizo el mismo gesto.– y ¿dónde están los marqueses?.– pregunto dando una ojeada a su alrededor.
–No han podido asistir, mi padre se encuentra en Inglaterra, y mi madre cuida de mi prima.
–¿Se encuentra su prima enferma?.
–Se encontraba enferma, nada grave, solo era un resfriado, pero tengo entendido que ya goza de buena salud.
–Me alegra escuchar eso. Aunque me entristece un poco no contar con la presencia de los marqueses esta noche, la familia real tiene gran afecto hacia ellos.
–Aleteza, no sabe cuán placentero es saber el afecto que le tienen a mis padres. Y es un placer conocerla.–sonrió, rápidamente apartó la mirada, y volviéndose a la reina la felicitó.– Majestad, felicidades por su cumpleaños.– a lo que la reina agradeció con un gesto amigable.
–Lord Fontaine, ¿Que le parece el baile?.– preguntó la reina.
–Es Perfecto.– contestó dando una ojeada al salón.
–Me alegra mucho.– La reina sonrió.
–Discúlpenme,– interrumpió el el rey Antoine ,–debo ir a saludar a Lord whistle, por favor Lord Fontaine, le pido acompañe un momento a mi esposa e hija.
Lord Simone Whistle, Un noble por excelencia, vizconde de Richmond, asumió el título de vizconde de su difunto padre, Lord Frederick Whistle, quien falleció debido a una extraña enfermedad junto a su esposa, la vizcondesa Penelope whistle. Desde entonces Simone quedo a cargo de Richmond, y de su hermana menor, Emma Rose whistle, viven en el palacio de Richmond, Londres.
Simone es un hombre muy atractivo, encantador, humilde, divertido, y muy adinerado, gana poco más de treinta mil mil libras al año. Desde hace un poco más de dos años, el rey Antoine y él mantienen un lazo de amistad, se conocieron en Escocia, en una reunión por parte del gobierno Británico. Y pese a que Lord Whistle es muy joven supo ganar la amistad del rey Antoine, pero como no podría, si posee una de las personalidades más agradables de toda Inglaterra.
–Por su puesto, majestad, es un placer acompañarlas,–aceptó Lord Fontaine con cordialidad.
–Mi querida reina, volveré en seguida.– dijo el rey.
–¡oh querido mío!, no te preocupes, me dejas con agradable compañía.–contestó la reina sonriente. El rey se encaminó hacia Lord Whistle, y pronto se perdió entre los invitados.
–¿cómo está su madre?, hace mucho que no tengo el placer de hablar con ella.– preguntó la reina.
–Su salud es envidiable,– contestó, mientras observaba al rey alejarse,–últimamente está aprendiendo a tocar el arpa.– continúo, volviendo la mirada a la reina.
–¡Oh, que bueno escuchar eso!,– expresó con alegría.–Mi hija también toca el arpa, lo hace como los mismos ángeles, ¿no es así, querida?.
–Claro que si, lo único que me hace falta son las alas y la aureola.– comentó Alice con un tono burlesco, y con la personalidad que tanto la caracterizaba.
–Alteza, Me encantaría tener el placer de escucharla tocar, claro, si el rey y la reina me lo permiten.– dijo Alexandre.
–Por su puesto, que se lo permitimos.– contestó con emoción la reina.
Después de un rato, el rey regresó, y Lord Fontaine continúo la velada solitario. Mientras se paseaba tranquilamente por el salón de el palacio, se dio cuenta de que todos le miraban, y hablaban sobre él. Los señores declaraban que Lord Fontaine tenía mucha clase; la señoras y jovencitas le hacían muchos halagos, decían que era más guapo que cualquier caballero presente en el salón, siendo admirado durante toda la velada.
Lord Fontaine, había llegado a la conclusión de que no estaba cómodo en ese lugar, le horrorizaba ser el centro de atención en un salón lleno de gente. No era de su agrado participar en bailes, esperaba después de esta noche no volver a participar en un circo como ese nunca más, la única razón por la que había acudido al baile era por lealtad y respeto al rey y a la reina.
Después de un rato decidió salir a tomar un poco de aire. Lord Fontaine, caminaba solitario por los jardines del palacio, pensaba en la vida que llevaba en Londres, durante sus estudios en Oxford, fueron muy buenos años para él, y tenía la ilusión de volver a Inglaterra cuando terminara de prestar el servicio militar. Y no porque no disfrutara de su estadía en Francia, por el contrario, amaba a su país, y mucho más estar cerca de sus padres; pero estaba ansioso por seguir enriqueciendo sus conocimientos, y también quería explorar el mundo, recorrer Inglaterra, el Mediterráneo, y si era posible también conocer America. Mientras pensaba en todas estas cosas, no se había percatado de que una jovencita bastante curiosa lo había seguido hasta ahí, se trataba de la princesa Alice.
–Le han mencionado que es usted una hombre bastante solitario.– le dijo, captando la atención de Lord Fontaine.
Estiro el cuello y ladeo la cabeza para ver a la persona que le habló.–Alteza,– dijo sorprendido cuando vio a la joven princesa,–¿Qué hace usted aquí?.– preguntó con intriga.
–Lo observo.– contestó.
–Alteza, debería entrar al salón, la noche es bastante fría.–sugirió.
–¿No cree que el cielo es precioso?,– preguntó Alice levantado la vista al cielo.
–Si, lo es,– respondió el joven, haciendo el mismo gesto.
Ambos se quedaron por algunos segundos perdidos, observando el gran cielo oscuro y estrellado, las brillantes estrellas se reflejaban en sus ojos.
–No le gusta bailar.– dijo Alice de repente.
–Alteza, ¿esa es una pregunta o una afirmación?.
–¡oh, por supuesto que no!, no quisiera hacer ninguna afirmación, aunque me temo de que se así, sin embargo me gustaría escuchar una respuesta, no sea que lo esté juzgando mal.
El joven de inmediato reparó la descompostura con la que la princesa le habló. Quitó la mirada del cielo y miró a Alice.
– Alteza, tiene razón en afírmalo, siendo sincero, prefiero la soledad más que asistir a un baile.
–La noticia de que usted estaba prestado servicio aquí en palacio, fue de gran agrado para mi padre.– dijo Alice caminando al rededor de Lord Fontaine.–Me preguntaba ¿porqué un joven militar desconocido era de tan agrado para el rey?. Después de enterarme que se trataba del hijo del Marqués, asumí que esa era la razón.
–Le aseguró que es aún más agradable para mí, el poder servile al rey y a su familia.– dijo siguiéndola con la mirada.
–No lo dudo,– dijo con una sonrisa,–Sabe.... Los Marqueses son bastante simpáticos, muy amigables...– sonrió nuevamente,–...Imaginé que usted había heredado la simpatía, el buen humor, y la alegría que tan bien caracteriza a la familia Fontaine. Sin embargo, en cuanto lo vi me dio la impresión de que era un hombre demasiado serio. Pero no quise juzgarlo basándome en la primera impresión, además todos en el salón no paran de admirarlo, ¿lo ha notado?.
–Me temo que no, Alteza.
–¡Oh, por favor!, imposible que no lo haya notado, lo único que se escucha en el salón son halagos a su persona.
–Está bien, tiene usted razón. Si lo he notado, también he sentido algunas miradas sobre mi, pero prefiero ignorarlo, no me gusta ser el centro de atención.
–Lo corrijo, Lord, no son algunas miradas, son todas las miradas. Y Seguro también sintió la mía.– dijo sin mesura–, verá, quise obsérvalo con mayor detalle, para poder descubrir que es lo que lo hace tan admirable, ¿quiere saber, qué fue lo que descubrí?.
–Por supuesto, me gustaría mucho escuchar lo usted descubrió.
–Descubrí a un hombre amargado, aburrido, y muy serio.– confesó con descaro.
Fontaine levanto una ceja. Guardo silencio mientras buscaba las palabras adecuadas. Era la primera vez que notaba tanto atrevimiento en una joven.
–Agradezco su franqueza, alteza.– comentó amable, pero a la vez asombrado.
–Todos lo admiran, pero en cuanto a mi respecta, un hombre Estirado como usted no causa ninguna admiración, todo lo contrario. Aunque debo admitir que en un inicio logró llamar mucho mi atención, pero como dije, descubrí un hombre bastante aburrido, igual a todos los que conozco.
–Alteza, deduzco, por sus palabras, que no soy de su agrado, y créame, lamento mucho no cumplir con sus expectativas. Le pido me disculpe si hice algo que le haya molestado...
–¡oh, por favor!,– exclamó impaciente,– no se cansa de mantener siempre esa actitud tan rígida, no se da cuenta que es exactamente esa actitud la que no soporto. ¿Acaso no existe una persona normal?, ¿Porqué todos quiere. seguir un mismo molde?.
–No se a que se refiere, Alteza. Es mi deber ser un caballero, y cumplir con los protocolos de la nobleza, por cierto,– dijo tomándose un tiempo,–también es el suyo, alteza.– recalcó la última palabra, resaltando que ella era una princesa y debía comportarse como tal. seguido hizo una reverencia,–Le pido me disculpe, debo regresar al salón.
–Lord Fontaine.– lo llamo.
Lord Fontaine nuevamente frunció el ceño.– Le gustaría cambiar la opinión que tengo sobre usted.
–Es lo que más deseó en este momento, alteza.– contestó modesto. Aunque lo que dijo no era del todo cierto, lo que más deseaba en ese momento era marcharse de aquel lugar.
–Baile conmigo.– le dijo con atrevimiento.
Lord Fontaine se encogió de hombros,–Me gustaría complacerla, pero no es correcto bailar aquí, además el hecho de que usted esté sola en compañía de un caballero en este lugar tan solitario, ya es mal visto. Lo mejor es regresar al salón antes de que alguien nos pueda ver.
–Entonces, Invíteme a bailar dentro, en el salón.– insistió con descaro.
Lord Fontaine se rascó la sien enérgicamente, –Si no estoy mal, y si lo estoy le pido me disculpe. Alteza, usted aún no es presentada en sociedad, por lo tanto no se le permita a ningún caballero invitarla a bailar.–
pensó para si mismo, aún si la princesa estiviera en sociedad y se le permitiera bailar, lo más probable era que no se interesara en invitarla. Él cruzaba la edad de veinticinco años, ya era un hombre muy maduró, por tanto no le agradaba una joven berrinchuda con comportamiento indecoroso como la princesa Alice, a eso sumarse el gran respeto hacia el rey, jamás tomaría el atrevimiento de invitar a bailar sin que antes el rey lo autorice.
–Lord Fontaine, cumple usted textualmente con las normas de la nobleza, ya veo porque es de agrado para mi padre, ambos son igual de aburridos.
Lord Fontaine, le asombraba cada vez más la forma en que Alice le hablaba y se expresaba, una forma bastante peculiar tratándose de una princesa. Su hablar era sin miramientos, ni inhibiciones, de manera arrojada y despreocupada.
–Alteza, debo volver al salón.– dijo Alexandre con irritación dando la espalda.
Alice abrió la boca como un gesto de sorpresa, puedo darse cuenta de que el joven Alexandre no había podido disimular la molestia que sus las palabras le habían causado.
Después de todo un caballero también tiene derecho de perder la compostura, y la paciencia.
–Lo siento,– habló de nuevo, se giro hacia ella,–Alteza, Siento haberle hablado de esa forma, fue un gesto muy irrespetuoso de mi parte.– era sin duda alguna un verdadero caballero. No consideró correcto la forma en la que le había hablado a la princesa, aún cuando fue ella quién se comportó de manera grosera.
–Aceptó sus disculpas,– Dijo Alice, luego apretó los labios, y Sacudió la falda de seda rosa.
–Le pido regrese al salón, este es un lugar muy solitario, no es correcto que se quede aquí sola.– dijo con un tono amable.
–Lord, no se preocupe por mí.–Dijo Alice.
Él se encogió de hombros.– Si no es más puede marcharse.– volvió a hablar la jovencita.
Lord Fontaine hizo un gesto de reverencia, y sin decir nada más regreso al salón. Había pasado un buen tiempo desde que regresó del jardín, estaba muy intranquilo, pues la princesa Alice aún no había regresado, temía que algo malo le ocurriera, estuvo tentado a volver para asegurarse de que estuviera bien; pero antes de que tomara la decisión, vio a Alice entrar en el salón. Ahora se sentía mucho más tranquilo, así que camino hasta un rincón del salón, y decidió quedarse ahí hasta que la velada terminara.
En resumidas cuentas, la velada transcurrió sin mayor acontecimiento. El rey fue testigo de como Alexandre Fontaine llamo la atención de todos sus invitados, y durante toda la noche no paro de escuchar excelentes comentarios sobre él. El nuevo militar Fontaine despertó el interés de toda la sociedad, a pesar de que siempre fue de dominio público el no ser hijo biológico del honorable marques, ni siquiera eso evitó que sea admirado, es más, nadie habló al respecto.
Antes de que la velada finalizará, el rey decidió hacer una invitación a Alexandre, le pidió que fuese a desayunar en palacio la mañana siguiente, invitación que el joven recibió y aceptó con gran cordialidad.
La mañana después del baile, se encontraba desayunando el rey, su esposa e hija. Compartían mesa junto al joven que tanto había causado revuelo y admiración la noche anterior.
Lord Fontaine observaba con disimulo a la joven princesa, quien tenía la mirada fija sobre el plato que estaba frente a ella. Mientras tomaba una taza de té, Lord Fontaine, no paraba de recordar el encuentro que habían tenido la noche anterior durante la velada. Nunca lo hubiera dicho, pero el encuentro con Alice se había convertido en el más extraño que había tenido hasta ese momento con una señorita.
–Lord Fontaine,– tomó la palabra la reina, haciendo que el joven salga de sus pensamientos,–... usted es todo lo que un caballero noble debe ser, sensato, con clase, buenos modales e inteligente. El marqués Louis, debe sentirse muy orgulloso de tener un hijo como usted.– halagó la reina Charlotte.
–Majestad, me aluda con su comentario.– agradeció el joven con gran respeto.
Alice levantó la mirada, era la primera vez desde que se habían sentado a la mesa que quitaba la mirada del plato. Lord Fontaine se giró hacia ella, la miró e inmediatamente sus miradas se encontraron.
–No sea modesto, Lord Fontaine.– continuó la reina,–...Anoche durante la velada Todos los invitados no pararon de hacerle halagos, ¿no es así, querido?.– preguntó a su esposo.
–Así es, querida mía,– concordó el rey, mientras daba un sorbo al té,–Nadie antes había sido tan admirado, ni siquiera yo, por ser el rey de Francia.– bromeó con simpatía.
–Gracias, majestad.– expuso, girando la mirada, esta vez hacia el rey.
–Lord, dígame, ¿disfruto del baile?.– preguntó Alice.
La princesa lo miró, a la vez que intentaba disimular una mirada maliciosa. Lord Fontaine la miro, y entendió que la pregunta no era genuina, por el contrario tenía una segunda intención.
–Por supuesto, Alteza.
–¿De verdad?, porque me dio la impresión de que no lo estaba disfrutando.– comentó.
Lord Fontaine tomó aire, y se dijo que debía tener paciencia, al fin y al cabo, la princesa no mentía en lo más mínimo. Aunque sabía bien, que la verdadera intención de su comentario, era dejarlo en ridículo frente al rey y a la reina.
Fontaine no dijo nada, confiado en que su silencio iba a disuadir el comentario, sin embargo, la familia real lo miraba con atención, esperando alguna respuesta de su parte. Alice, quien disfrutaba del incómodo momento en que había puesto, levantó las cejas, retándolo a dar una respuesta.
–Alteza, lamento haberle causado esa impresión.–Dijo, rompiendo el silencio,– Lo cierto es que no estoy acostumbrado a estar rodeado de tantas personas. Toda mi vida la he pasado metido en la biblioteca de Oxford, absorto en mis libros.
Alice abrió la boca para hablar, pero El rey se adelantó.
–¡Que impresionante!,Un caballero con mucho conocimiento.–Felicitó el rey.–El marqués, en su carta me ha comentado sobre su estadía en Londres. Dígame, Lord Fontaine, ¿Cómo fue su experiencia en esa ciudad?.
–Por supuesto, me honra que usted quiera conocer sobre mis estudios y vivencias en Londres.– dijo con cortesía.–Londres es una ciudad maravillosa,– continuó hablando,–...pero si soy sincero, lo mejor para mi fue la educación, los maestros británicos, en especial los de Oxford, implementan un sistema de formación excepcional...
Lord Fontaine no era muy hablador, pero cuando decía algo, Su forma tan elocuente al hablar le aseguraba la atención de todos a cada una de sus palabras. Su voz era bastante varonil, y esto hacía que la gente se obsesionará todavía más con lo que decía.
....Cuando terminé la universidad, El duque de Galés me invitó a su palacio, pero me vi obligado a rechazar su invitación. Mi padre me pidió que regresará a Francia, debía primero cumplir con el deber que tenía con mi país, antes de cualquier otra cosa, Luego de que termine el servicio militar tendré tiempo para viajar....
Alice escuchaba en silencio, era notoria la seguridad que Lord Fontaine tenía en si mismo, ¡el señor Perfecto!. Lo que él hablaba no le interesaba en lo más mínimo a la princesa, así que rápidamente consideró la conversación muy aburrida para su gusto.
Lord Fontaine era un hombre muy fino, elegante, elocuente, bastante guapo, inteligente, y además pertenecía a una familia honorable. Pero Alice solo se centraba en buscarle defectos, defectos que claramente no existían, o si tenía no eran tan graves como ella pensaba. Según ella, lo que los demás veían como
Cualidades, para eran tonterías, consideraba que él era un hombre serio, aburrido, engreído, arrogante, quisquilloso, presuntuoso, perjuiciado y estirado. A la princesa le agradaban las personas más sencillas, humildes, alegres, graciosas, animadas, espontáneas, aventureras, y preferiblemente que no pertenezcan a la alta sociedad; En conclusión, todo lo opuesto a lo que era Lord Fontaine, y las personas que la rodeaban.
Junto a Alice siempre permanecía su doncella, la señorita María Bonnet , una joven de clase muy humilde, quedó huérfana cuando cruzaba apenas los ocho años de edad. La reina Charlotte, la conoció en uno de sus recorridos por el bazar de la caridad, cuando la miró sintió compasión por la pobre niña, y no dudó ni un solo segundo para llevarla consigo al palacio, desde entonces se convirtió en la criada más querida por su majestad. Maria es unos cuántos años más mayor que la princesa, cuatro años exactamente, la joven se caracteriza por ser muy alegre, servicial, agradable, educada, simpática, con muy buen sentido del humor, cualidades que la habían convertido en la mejor y única amiga de Alice.
La princesa, estaba demasiado aburrida con el tema de conversación, le hacía poca gracia continuar
escuchando las palabras de Lord Fontaine, así que decidió retirarse de forma abrupta de la mesa.
–¡Alice!,– reprendió su padre, el rey,– ¿dónde están tus modales?.
–Daré un paseo por el jardín con Maria.– respondió con altivez.
–Alice, ¿es que ya no respetas el protocolo de la mesa?.– reprendió la reina.
–Regresa inmediatamente a tu asiento.– amonestó en seguida el Rey Antoine.–Tenemos un invitado en la mesa.
–Lo lamento padre, pero considero mucho más interesante tener una plática con Maria, en lugar de seguir escuchando las aburridas experiencias de Lord Fontaine durante su estadía en Londres.–comentó con desfachatez.
Lord Fontaine sorprendido por el descaro de la princesa, bajó la cabeza, debido a la bochornosa escena de la cual era testigo. Todo aquello ya era suficientemente vergonzoso, así que lo único que quería en ese momento era abandonar el lugar, pero no quiso empeorar la situación, así que se quedó inmóvil en su lugar.
Era evidente que la princesa no cumplía con los estigmas exigidos por la sociedad, para él era de total desaprobación, y mucho más teniendo en cuenta que la exigencia era mayor por ser la princesa de Francia.
–¡No estoy dispuesto a soportar más tus insolencias!.–recriminó el rey, rojo de furia.
–¡Suficiente!.– interpuso la reina.– Alice, Te pido respeto hacia Lord Fontaine, y mucho más hacia tu padre.
–Lo siento mucho, Lord.–Alice, Se disculpó fingiendo toda la amabilidad.
Él aceptó con un gesto cordial las disculpas de la princesa, Podía haber dicho algo, pero optó por hacer un gesto amable, en ese momento no tenía palabras para semejante comportamiento.Lord Fontaine, bien sabía que las disculpas de Alice eran falsas, sin embargo sus modales le exigían actuar como un caballero, con cordialidad.
-Señorita Maria, acompañe a mi hija a su habitación, por favor.– habló el rey, recuperando la cordura.
–En seguida, majestad.– aceptó la joven.
Alice se quedo callada, suspiro, solo se limitó a mirar a Lord Fontaine, intentaba fulminarlo con la mirada, pero él permaneció con la cabeza baja hasta que Alice y Maria se marcharon.
Cuando la señorita Bonnet y la princesa se encontraban solas, la primera expresó su opinión sobre lo ocurrido.
–Alice, tu comportamiento Frente a Lord Fontaine fue reprobable, El señor parecía bastante incómodo con la situación.
El trato de la señorita Bonnet hacia Alice carecía de protocolo, por petición de la misma princesa, pero esto solo era posible cuando estaban solas. Y aunque en un principio era incómodo para ella, con el tiempo su amistad creció e hizo que el trato informal fuese más fácil.
–¡No me digas!, pero si parecía muy cómodo presumiendo sobre todos sus estudios y vivencias en Londres.– se burla.
–¡Alice!, no fue correcto.– corrige suavemente.
–¡pobre Lord Fontaine!, fastidiado por una jovencita de quince años.– ironizó acompañado de una risotada.
–¿Qué dirá el Marqués Louis sobre tu comportamiento?.– preguntó Maria intranquila.
Maria era un jovencita alegre, pero nunca estaba de acuerdo con el comportamiento revuelto y descarado de la princesa.
–De verdad crees que el Lord Fontaine comenté sobre mi comportamiento con su padre.– sobreactuó con burla, fingiendo preocupación,
–Si, yo que tú, Alice,– agregó Maria,– me preocuparía.
–¡Oh no!, no hay razón para preocuparse.– comentó indiferente,– Si Lord Fontaine es tan caballero como aparenta serlo, no comentará sobre mi persona con su padre.
–¿estás segura, Alice?.– preguntó con duda.
–Muy segura.– replicó indudable,– Además, si yo fuera el distinguido Lord Fontaine,– exclamó Alice,– no me atrevería a decir nada que pueda dar motivo a crear rumores sobre la princesa, al menos que quiera que el rey le corte la cabeza.– bromeó.
–Cada día estás más loca.– Dijo Maria seguido de una risotada.
–¿Has llamado loca a la princesa?, no admitiré tal insolencia, enciérrenla en la mazmorra.– se burló Alice, fingiendo la voz de su padre.
–¡Oh su majestad!, le ruego tenga compasión.– agregó Maria, siguiendo el juego.
Ambas no paraban de reír.
–Alice,– dijo Maria recuperándose,– ¿Por qué no le agrada Lord Fontaine?, parece un hombre muy agradable, además de ser muy atractivo.
–¡Agradable, atractivo!, dices,– exclamó irritada,– No,– negó con la cabeza en repetidas ocasiones, mientras caminaba apresuradamente por la habitación,– Es antipático, amargado, presuntuoso, se cree el Perfecto británico solo por haber estudiado en Londres...– habló con rapidez,– y no es para nada atractivo.– finalizó agitada.
–No me parece.– dijo Maria.
Alice la miro muy irritada,– Es mejor cambiar de tema,– dijo sentándose frente a la ventana.
Maria se quedó en silencio por un largo rato.
–Deberíamos dar una paseo por el jardín.– propuso la princesa,– No, mejor quedémonos aquí.– corrigió rápidamente. No quería tener la desdicha de cruzarse por segunda vez en el día con Lord Fontaine.