Capítulo 2 Guardia personal

El rey Antoine, y la reina Charlotte se disculparon con Alexandre Fontaine por el vergonzoso comportamiento de su hija.

Lord Fontaine pensó que el comportamiento de la princesa mas que vergonzoso era rotundamente reprobable, sin embargo, prefirió no dar mucha importancia al asunto, por respeto al rey y a la reina. Además después de todo la princesa aún era una adolescente, y de alguna forma su conducta rebelde era falta madurez.

–Majestad, no hay porqué disculparse, la princesa aún es muy joven.– comentó modesto.

–La edad no la justifica, le pido, Lord, no comente con nadie sobre esto.

–Majestad, puede estar tranquilo, no haré ningún comentario al respecto.

–Agradecemos su discreción, Lord Fontaine.– agregó la reina.

–Querida, déjanos a solas, necesito platicar sobre temas importantes con Lord Fontaine,–pidió el rey.

–Por supuesto, querido. Con permiso, Lord Fontaine.– hizo un gesto y se retiró del lugar.

Una vez quedaron solos, El rey expuso los problemas que tenia con su hija, consecuencia de la rebeldía. Por primera vez comentaba con alguien sobre la mala conducta de Alice, conocía muy poco al joven, pero había algo en él que le daba mucha confianza, además se sentía muy avergonzado por lo ocurrido.

En poco tiempo el rey Antoine y Lord Fontaine habían trabado amistad, ambos descubrieron que tenía una forma muy similar de pensar, y a eso se sumaba el interés por querer lo mejor para el reino.

–Su Majestad, no debe alarmarse, tal vez es la edad, seguramente es más adelante adquiera madurez, ¿no lo cree usted así?.– comentó Lord Fontaine.

–Probablemente.– pensó el rey en voz alta – Mientras eso sucede, ¿Qué debo hacer?, La institutriz declaró no poder controlar su desacato, y para mí es prácticamente imposible poner mano firme, no cuento con suficiente tiempo para hacerlo. He pensado que la mejor solución es ampliar sus horas de estudio, para de alguna forma lograr corregir su pésima conducta. Y en ocasiones pienso que lo mejor sería enviarla a Londres, hay la formación es más estricta.

–Majestad, entiendo su desespero, pero no creo conveniente adicionar más horas a la educación de la princesa, tampoco sería bueno alejarla de su hogar. Su Plan es bueno, por supuesto, sin embargo, temo que no sea el más indicado, me explico...– tomo un respiro,–...la princesa, puede llegar a sentirse muy agobiada, por lo tanto, agravaría más la situación.

–Tiene mucha lógica, Lord Fontaine, entonces ¿Qué sugiere usted?.

–No soy el indicado para sugerir algo a su Majestad. Soy joven, seguro usted requiera un el consejo de una persona con más experiencia.– comentó decoroso.

–Oh! Por favor, Lord Fontaine, insisto. No tengo duda de que usted me dará una buena solución.– replicó su majestad.

–Quizá sería bueno para la princesa otras amistades.

–¿Qué quiere decir con otras amistades?.– preguntó confundido el rey.

–Me refiero a que la princesa debería tener una doncella mucho más responsable y madura. Además, sería bueno que su Majestad dispusiera de una persona idónea para que entable amistad con la princesa, ¡claro!, me refiero a una persona con un buen referente.

–Su plan es bueno.– contestó el Rey.– Pero dudo que Alice deje la amistad que tiene con María Bonnet, incluso dudo que haya alguien que esté dispuesto a soportar el mal comportamiento de mi hija, y dudo mucho más que a Alice le agrade entablar amistad con una persona de excelente conducta, los considera son muy aburridos, incluyéndome.

–No es necesario prohibir la amistad con la señorita Bonnet. Sugiero rodearla de personas en la que ella vea un modelo a seguir, personas que tengan un buen impacto en su formación.

–Si, pero ¿Quién con excelencia querría ser amiga de Alice?, en cuanto noten el pésimo comportamiento se alejará de ella.

–Es la princesa de Francia, ¿Quién no querría ser su amiga?.

–Eso no importa. conozco a mi hija, hará la vida imposible a cualquier señorita de sociedad que quiera ofrecer su amistad, tanto que en menos de medio día saldrá corriendo fuera de Luxemburgo.

–Estoy seguro de que si usted, majestad, se lo ordena a la persona indicada, no tendrá más opción que tolerar el comportamiento de la princesa, y esforzarse por ganar la confianza.

–Entonces..., sería una amistad falsa.–comentó el rey pensativo.

El Rey Antoine sabía que nadie ofrecería una amistad sincera a su hija, no después de conocer su comportamiento, además temía que todos se enteraran y que fuera un escándalo. Así que pensó, lo que Lord Fontaine sugeriría era bueno, pero debía pensar muy bien a quien dar tan importante labora, debía ser una persona fiel, discreta, y muy paciente m, solo así aceptaría.

–Suena cruel, pero será lo mejor para la princesa, y por supuesto para el reino, ella es el futuro de esta nación.– explicó Lord Fontaine.

–Debe ser una persona de mi entera confianza, que tenga la astucia de hacer creer a mi hija de que su amistad es sincera, y por supuesto que no saque ningún provecho de la situación.

El rey de inmediato ocupó su cabeza a pesar, ¿quién sería la persona indicada para encomendar una laboral tan importante?, Y entre más daba vueltas al asunto sólo una persona se le venía a la mente, esa persona era...

–Lord Fontaine, usted es la persona indicada.– Dijo con fuerte afirmación.

–Majestad, yo...

–Si usted,– interrumpió,– Nadie más indicado para tal labor.

–Su Majestad, con el respeto que usted merece, pienso que no soy el indicado.–dijo Lord Fontaine, quien añadió una explicación muy certera.– Usted mismo lo ha visto, no le agrado a la princesa, ¿cómo es posible que pueda ganar su amistad?.

Las palabras de Lord Fontaine tenían mucho sentido, pero el Rey hizo caso omiso a las razones que exponía el joven, así que continúo insistiendo.

–Usted y todos los que pertenecen a la alta sociedad, incluyéndome, y soy su padre: Sin embargo, tengo la entera convicción de que usted logrará ganarse la amistad de mi hija.

Lord Fontaine estaba lejos de sospechar que al rey se le ocurriese ponerle semejante tarea. De haber si quiera imaginado, seguro que nunca hubiese expuesto su idea. Sin embargo, ya era tarde para dar una nueva opinión al respecto, además estaba prestando su servicio en palacio real, debía aceptar sin poner ningún tipo de excusa. El Rey Antoine, había tomado una decisión, era una orden, el joven estaba obligado si o si a acatar sin hacer ningún reproche.

¡Pobre Lord Fontaine!, víctima de su propia invento, Pero ¿quién podría imaginar que él sería el candidato perfecto para tan ardua tarea?, si, solo al rey.

Rápidamente cayó la noche. Alice, sin tener la más menor intuición de lo que su padre planeaba junto a Lord Fontaine, continuaba haciendo travesuras, travesuras que le traerían consecuencias en un futuro muy cercano. La jovencita acostumbraba a salir en las noches sin que su institutriz o cualquier integrante de la guardia real se dice por enterado. Y pese a que era experta en escabullirse por la ventana, siempre se exponía a el riesgo de tener una fuerte caída, ya que su habitación estaba ubicada en la segunda planta del palacio.

Es verdad que el comportamiento de la princesa se presta para especular muchas cosas sobre ella, sin embargo, se debe aclarar que sus paseos nocturnos no eran con el fin de cometer alguna bajeza, eran con motivos totalmente genuinos. La jovencita buscaba sentirse libre, aunque solo fuese por pequeños momentos. Estar lejos de las paredes que la apresaban durante el día, le daban algo de paz.

Visitaba un pequeño club de artes nocturno, ubicado en el otro extremo de la ciudad, exactamente en la periferia, dónde la mayoría de los habitantes pertenecían a la clase más baja, obreros, campesinos, costureros, y algunos rebeldes. Su medio de transporte era un precioso corcel blanco, regalo de su padre.

El club de artes tenía espacio en una galería, el lugar acoge una gran variedad de personas con pensamientos muy diferente a los integrantes de la alta sociedad. Algunos, entre ellos Alice, asisten al lugar para conocer sobre el arte, literatura, y la libre expresión, otros tantos, se reúnen para hablar sobre diversos temas. Incluso se especula que los lugares más sombríos de la galería sirve como guarida de algunos malhechores; también se dice que allí, miembros revolucionarios llevaban acabo sus reuniones más secretas.

En conclusión, todas las personas que asisten a ese lugar están en desacuerdo con el rey, y por supuesto, también con sus ideologías y forma de gobernar.

Es por ello que sus reuniones son secretas en medio de la oscuridad de la noche, para evitar ser descubiertos por algún militar o guardia real.

Se debe recalcar que nadie en ese lugar tiene conocimiento de que Alice es la princesa de Francia, ella sabe camuflarse muy bien para no ser descubierta.

La mañana del día siguiente, Alice ultimaba detalles de su vestuario, con ayuda de Maria, quería aprovechar el sol de la mañana para salir a dar un paseo por el jardín. Era primavera y a la princesa le encantaba recolectar toda clase de flores.

–Alice, te has dormido con la ventana abierta.– comentó Maria fingiendo ingenuidad,–No te habrás vuelto a escabullir por la ventana a media noche, ¿verdad?.– preguntó entrecerrando los ojos.

–Maria, no me juzgues.– se defendió.

–No puedo creer que aún lo sigas haciendo, pensé que no te atreverías hacerlo de nuevo, no después de lo ocurrido la última vez.

–¡No fue nada grave!.– exclamó despreocupada.

–Por poco te caes del árbol, y dices que no fue nada grave, ¿Y si aquella vez te hubieses roto un hueso?.

–Pero no fue así,– comentó, mientras se ponía los guantes de seda blanca,–Maria, de vez en cuando necesito tomar aire fresco, de no ser así terminare muriendo asfixiada.

–No vuelvas hacerlo, el rey se pondría furioso si te descubre, no puedo siquiera imaginar lo que podría llegar hacer.

–No pasará más de un pequeño disgusto, o en el peor de los casos, aumentará las horas de mi educación.

–Un día de estos matarás a tu padre de un disgusto, y Francia quedará sin rey,–reprendió más fuerte.

–Que exagerada eres.– se giró hacia Maria, quien la miró con desaprobación. Alice puso los ojos en blanco,–¡Pobre Rey!, ofuscado por el mal comportamiento de su hija, pero nadie dice: ¡pobre princesa!, Oprimida en una vida que no decidió vivir.

–Alice, todas las señoritas desearían estar en tu lugar, eres la princesa de Francia.

–De todas las señoritas de Francia, tuve que tener la desdicha.– lamentó sobre actuada.

–No sean tan exagerada, Alice, Ser una Princesa no es tan malo.– dice con ilusión Maria.

–Todo es malo, ¡que digo malo!, pésimo, y por todo también me refiero a mi padre.– resaltó.

–Hablando de tu padre,– dijo María, recordó con un poco de inquietud.–me envió a buscarte, desea hablar contigo.

–¿conmigo?, pero a qué debo tan grande honor.–Dijo sarcástica.

–¡Déjate de sarcasmos!,– reprendió suavemente,– Date prisa, te espera en el salón.

Alice preparo lo más rápido que puedo, para salir al encuentro con su padre, camino hasta la puerta, le guiñó el ojo a Maria, y salió corriendo de la habitación.

–Cuando vuelva, prometo traer galletas de chocolate solo para ti.– gritó desde el pasillo con gran emoción.

–Compórtate bien.– aconsejo Maria.

Dando pequeños saltos, con la actitud espontánea, extrovertida y alborotada que tanto la caracteriza, se dirigió hacia el gran salón real, donde se supone la esperaba su padre.

Una vez entró al salón, la joven princesa no tardo en notar la presencia de Lord Fontaine, pero ¿quién no podría notarlo?, siendo un hombre tan infinitamente apuesto era casi imposible que pasara desapercibido.

–Alice, ven acércate.– pide el rey, acompañando la petición con un gesto de mano.

Alice se había quedado estática por algunos segundos, ¿cuál era la razón?, en ese momento solo ella la sabía.

En cuanto escuchó la petición de su padre no tardó en obedecer, de inmediato avanzó hacia dónde se encontraba su padre y el joven, quién no parecía estar muy cómodo en su posición.

Durante la trayectoria la joven princesa mantuvo una mirada altiva, fija hacia el frente.

–Alteza.– saludó Lord Fontaine, haciendo reverencia.

De manera automática, Alice respondió el saludo haciendo el mismo gesto.

–Padre, ¿quería usted hablar conmigo?.– preguntó finalmente.

–Querida hija, tengo que comunicar algo que te compete.– Alice guardó silencio, en la espera a lo que su padre le quería comunicar.–¿no quieres saber que es lo que tengo para decir?.– interrogó el rey con misterio.

–Por supuesto, tanto misterio es intrigante y ha despertado en mi mucha curiosidad.– no tardo en responder.

–¡Tan curiosa como siempre!,– exclamó el rey.

–Veo que me conoce muy bien, padre.– habló la jovencita con un toque de burla.

El rey notó el tono burlesco con el que se había dirigido a él, pero optó por no reprenderla, sabía que lo que estaba por decir borraría por completo su actitud burlona.

Hubo un momento de silencio, Alice esperaba impaciente las palabras de su padre, no tenía idea de lo el rey iba a decir. Mientras esperaba giró su rostro hacia Lord Fontaine, quien la miró fijamente a los ojos por un buen rato, haciéndola sentir muy incómoda. Esos ojos azul lavanda e inescrutables, era la primavera vez que Alice reparaba la complejidad, profundidad, y misterio que guardaba el joven en su mirada.

–Lord Fontaine...– habló finalmente el rey. Alice se giró de nuevo hacia su padre,–... de ahora en adelante pondrá su servicio a tu entera disposición, será tu guardia personal...

–¿Qué?...– interrumpió con gran asombro la joven princesa.

–Así como lo escuchas.– continuó hablando,–le he designado una gran labor a Lord Fontaine, durante su servicio militar se encargara de tu seguridad, además me tendrá a tanto de todo lo que hagas, mi querida hija. Estoy seguro de que se la llevarán muy bien, y no tengo duda de que Lord Fontaine cumplirá con su labor correctamente, ¿No es así Lord?.

–Por supuesto, Majestad,– contestó el joven.

–¡Me niego rotundamente!,– interpuso Alice con gran enojo.–¿Es ese el motivo por el cual ha llegado a palacio?.

–¡Motivo! Tonterías,– negó el rey,–El único motivo por el cual Lord Fontaine se encuentra en palacio es para prestar su servicio militar.

–Y si ese es el motivo, no veo porque le pide ser mi guardia personal. Para mi seguridad, ya cuento con la disposición de otros guardias, y sólo requiero de su servicios cuando salgo a dar un paseo fuera del palacio.

–El señor Fontaine permanecerá las veinticuatro horas del día a tu servicio, en cuanto ala señorita Bonnet...

–No puede alejarme de Maria.– negó.

Por un instante pensó que su padre las alejaría.

–Ella seguirá siendo tu doncella, pero tendrá el apoyo de Lord Fontain.– aclaró

–¡Esto es absurdo!, debe ser todo una comedía, es lo más tonto que he escuchado en toda mi vida.–protestó muy ofuscada.

–Tu comportamiento es cada día más reprobable. Requieres de más vigilancia.

–¡Solo le importa el que dirán!, pero no le interesan mis sentimientos. Mi vida es una constante tortura, y usted solo critica mi comportamiento sin importarle tan siquiera un poco mi padecer.–levantó la voz.

–¿Cómo puedes decir eso?, Te equívocas, Me importas mucho, eres mi hija, mi única hija.

–¡Miente!, no le importo en lo más mínimo, lo que realmente le importa es el reino, la corona, los estigmas sociales...

–¡Suficiente!,– reprendió con furia.– No servirá de nada tus rabietas, mucho menos las palabras que dice, a partir de hoy tendrás que acostúmbrate a la constante presencia de Lord Fontaine.

El Joven escuchaba en silencio, pero no se sentía para nada cómodo con lo que estaba presenciando. El comportamiento de Alice no era aceptable teniendo en cuenta de que a quien se dirigía era a su padre y además su Majestad cristianísima de Francia.

Y no solo Alice estaba en desacuerdo con la decisión del rey, Para Lord Fontaine, Tampoco era agradable compartir la mayoría de su tiempo con ella, pero aún así estaba dispuesto a cumplir con la orden que el rey le había dado. Ahora tenía que ganarse la simpatía de Alice, debía adoptar un temperamento abierto y dócil, aunque tenía pleno conocimiento de que no sería una tarea fácil, ya que si la princesa no tenía respeto a su padre, el rey, mucho menos lo tendría hacia él, y a eso se sumaba el Fuerte carácter que ambos tenían.

Sin embargo, Se debe resaltar que Lord Fontaine era audaz, muy inteligente, con mucha más experiencia, y en lo que esto respecta tenía toda la ventaja para lograr poner control al comportamiento de Alice.

–Con esto solo logra hacerme más infeliz.– dictó con desprecio.

¡Pobre Alice!, Disgustada por la presión que pone su padre para educarla como es debido según la nobleza. La princesa tomó la determinación de marcharse, volvió la espalda y se dirigió hacia la salida.

–No he dado permiso para que te marches.– habló el rey con autoridad, deteniendo los pasos de Alice.

–Padre, le aseguró que ya he escuchado suficiente.– se volvió hacia el rey, hizo reverencia y continuó su camino.

Lord Fontaine no hacía más que guardar silencio, durante la conversación del rey con su hija.

Durante el tiempo que fue testigo de la acalorada conversación, Había hecho un descubrimiento. Uno muy acertado, era cierto que Alice no tenía un comportamiento digno de una señorita, y mucho menos de una princesa, tampoco se caracterizaba por poner en práctica las formalidades, y para nada le interesaba ser un ejemplo de distinción, más bien su descaro era exuberante. Pese a todo esto, vio algo en ella muy natural, Fontaine comprendió que esa era la razón por la cual carecía de formalidades, La naturaleza de Alice era distinta a las demás señoritas, ella no había nacido para estar regida por normas.

La princesa era una persona extrovertida, Alegre, con carácter, y espíritu liberado, con su comportamiento rebelde solo buscaba defender su libre expresión.

¡Una lástima!, ya que era una princesa, y debía comportarse como tal, así que Lord Fontaine debía olvidar su descubrimiento y volver a mirarla con ojo crítico, pues es lo que el rey esperaba de él, que ayudará a corregir a la jovencita.

–Lord Fontaine, ofrezco mil disculpas ante el muy bochornoso espectáculo.– habló el rey.

–No debe disculparse, Majestad.– expuso rápidamente.

–Ya sabe cual es su labor de ahora en adelante,– dijo el rey,–ve con mi hija.– ordenó,–Informaré a todos sobre su nuevo cargo, es mejor que todos sepan que usted se encargará de la vigilancia de Alice, para que la gente no haga especulaciones cuando la vean en su compañía.

–Me parece bien hacerlo saber, para evitar rumores,–dijo Lord Fontaine, respiro hondo,–Majestad, con permiso.– hace reverencia.

–¡Lord Fontaine!, vigila muy bien que la princesa no haga tonterías que se presten para crear rumores, no quiero que la reputación de la familia real quede en ridículo.

Alexandre cruzo los brazos y apretó los labios, mientras escuchaba las palabras del rey.

–No se preocupe, Estaré atento a todo lo que haga la princesa.– dijo el joven finalmente, y salió del salón.

Lord Fontaine, se dirigió hacia donde se suponía debía estar la princesa, el salón donde recibía instrucción de por la institutriz. Efectivamente cuando llegó al lugar lo primero que vio fue a la señora Janne, estaba leyendo lo que parecía ser un libro de historia, mientras que por otro lado se encontraba una muy distraída y poco interesada princesa.

–Buenos días.– saludó con amabilidad.

–¡oh, joven!,– pronunció la señora Roses, sorprendida y algo enfadada,–¡Lord Fontaine!,– Corrigió inmediatamente.

Su primera reacción fue equívoca, a primera vista por el uniforme que llevaba Alexandre, parecía que se trataba de cualquier militar en servicio; No era usual que ninguno de ellos frecuentara esos lugares del palacio, por ello le había molestado la interrupción. Sin embargo, no tardó en relajar su expresión cuando se dio cuenta de que se trataba de el hijo del excelentísimo Marques Louis. señora Janne Roses había tenido el placer de conocer a la familia de Fontainebleau unos años atrás, cuando visitó dicha ciudad en compañía de su esposo, el varón Marcos Roses.

–Lord, un placer contar con su presencia en el palacio.–se puso en pie y saludó con un gesto formal.

–El placer es mío, Señora Roses.– devolvió el gesto con cortesía, de inmediato desplazó de nuevo su mirada hacia la princesa, quién obstinada se esforzaba por ignorar su presencia.

Para Alice, tanta formalidad le irritaba, y le irritaba aún más que todo el mundo admirará tanto a Fontaine.

–Y dígame mi Lord, ¿en qué puedo servirle?.– preguntó muy atenta la institutriz.

–Su majestad el rey, me ha designado la labor de convertirme en el guardia personal de la princesa, para garantizarle una mayor seguridad.

–¡oh, esto es maravilloso!,– expuso con gran emoción,– ¿Alteza, no lo cree usted así?.– se dirigió esta vez a Alice.

–¡Maravilloso! dice, señora Roses.– reprocho,–En absoluto, no considero para nada maravilloso ser vigilada por este... hombre.– finalizó con desagrado.

–¡Alteza!,– reprendió avergonzada,– Mi Lord, le pedio disculpe a la princesa, hoy no ha tenido un buen día.

–No se preocupe señora Roses, me estoy acostumbrando a los comentarios de la princesa.

A la señora Roses, le sorprendió la respuesta de Lord Fontaine, sabía que el joven era muy bien educado, y que no eran de su agrado las personas de personalidad alborotada como la princesa. Pero también sabía que ante todo Fontaine era un caballero, y su comportamiento debía ser impecable incluso ante personas como Alice, así lo dictaban los buenos modales con que había sido formado.

–Mi Lord, por favor tome asiento.– invitó la señora Janne con amabilidad.

–Señora Roses, no es necesario tanta atención hacia mi persona, por favor continúe con la lectura, estoy seguro de que la princesa así lo desea...–se volvió hacia Alice,–...se le veía muy concentrada antes de interrumpir con mi presencia.–Alice puso los ojos en blanco.

–¡Imposible, pasar por alto su presencia, mi Lord!, es usted un joven digno de respeto.– halagó.

–Agradezco su halago, pero no me considero merecedor de tan alto respeto, solo soy un militar en servicio.– habló modesto.

–No,– interrumpió Alice,–la señora Roses tiene razón.– el comentario de la princesa le llamó mucho la atención a Alexandre.– Usted es merecedor de mucho respeto, de lo contrario no tendría ninguna gracia esforzarse por aparentar tanta rigidez y formalidad.– sin duda y por el tono sarcástico que Alice uso en sus palabras, su comentario estaba muy lejos de ser halagador, más bien era ofensivo.

Lord Fontaine prefirió no agregar más palabras. Para ser sincero, no estaba preparado para continuar con una conversación sarcástica y sin sentido, era mucho más fácil guardar silencio que intentar salir ganador de aquella platica, o al menos no sin dejar de ser un caballero, sobre todo teniendo en cuenta la presencia de la señora Roses.

Después de ello nadie volvió a mencionar palabra al respecto, la señora Janne procedió con la lectura, mientras que Lord Fontaine ocupaba un lugar en el salón, estaba sentado, sin dejar de observar a la princesa.

El comportamiento de la joven era tan obstinado e indiferente, que Lord Fontaine se decía para si, "cuánto orgullo tiene", viendo con más reprobación la actitud de la princesa.

Inhaló para tomar un poco de paciencia e inmediatamente recordó lo que había descubierto. Sabía que la princesa era una jovencita reprimida por sus responsabilidades, entonces considero perdonarle, pero había un pequeño detalle, Alice ya había mortificado su orgullo.

¿Lord Fontaine poseía orgullo?, si, él también lo tenía, pero la conducción en la que se encontraba no le permitía demostrarlo, después de todo era un Fontaine, por lo tanto un caballero absoluto. Y así siguió transcurriendo la mañana hasta que la Señora Roses indicó finalizar la lectura.

–Usted no es muy hablador, ¿verdad, mi Lord?.– pregunto la señora Roses, mientras cerraba el libro.

–Buen análisis, señora Roses.–Dijo Alice,–Pero no se preocupe. El señor Fontaine, prefiere guardar silencio, para dar la impresión de ser un hombre interesante y educado, ¿no es así, mi Lord?.– el comentario de nuevo estaba cargando de sarcasmo.

Lord Fontaine sonrió levemente con un poco de burla, le daba gracia la obstinada que tenía la princesa en seguir lanzando palabras sarcásticas con el único fin de ofenderlo.

–¿Qué es tan gracioso?.–preguntó Alice levantando la ceja.

–Nada, Alteza.–negó serio.

–¿Se burla de mí?.– preguntó irritada.

–En absoluto, Alteza.– negó nuevamente, apretó los labios disimulando una sonrisa burlona.

–Si que lo hace.– dijo Alice más irritada.

–Si cree que voy a seguir esta platica, esta muy equivocada, Alteza.–dijo serio, Lord Fontaine volvió la mirada hacia otro punto.

–¿Intenta ignorarme?.– continúo Alice.

Él no dijo nada. La princesa abrió la boca en forma de asombro.

–Alteza,– la señora Roses decidió tomar la palabra,– ya hemos terminado la clase, la espero el lunes a la misma hora, por favor recuerde, la puntualidad es lo más importante en una princesa.

–Por supuesto, señora Roses, tan puntual como siempre.– habló aireada, se puso en pie y salió del salón, seguida de Lord Fontaine.

–Señora Roses, excelente libro de historia.– comentó El joven con cortesía, antes de marcharse.

–Gracias, mi Lord.– hizo reverencia.

Lord Fontaine seguía muy cerca los pasos de la princesa, Ella lo notó, así que quiso jugar un poco. Después de caminar unos metros, ladeo una pequeña Sonrisita y se detuvo de ipso facto, hizo esto con la única intención de hacer que Lord Fontaine perdiese aunque sea por un solo instante su porte rígido. El cuerpo de Lord Fontaine chocó contra su espalda, el choque sumado con la gran figura corporal del joven, causó que Alice perdiera el equilibrio; sin embargo, antes de que pudiese caer al suelo los fuertes brazos de Lord Fontaine sujetaron su pequeña cintura, brindándole estabilidad, y impidiendo de esa forma una caída vergonzosa.

–Alteza, ¿se encuentra bien?,– preguntó girando el cuerpo de la jovencita hacia él.

–Si,– respondió agitada, por el pequeño imprevisto, no estuvo en sus planes la posibilidad de caer, así que se podía decir que fue víctima de su propio invento.

–Alteza, no fue mi intención, le ofrezco mis disculpas.

Lord Fontaine no era tonto, sabía que la princesa lo había hecho con intención, sin embargo, fingió no darse por enterado, después de todo su labor era ganar la confianza de la traviesa princesa.

–Lord Fontaine, tenga más cuidado.– reprendió fingiendo inocencia sobre lo ocurrido.

En ese momento se dió cuenta de que los brazos del apuesto Lord Fontaine aún rodeaban su cintura, de inmediato sus mejillas se ruborizaron, sin poderlo ella evitar. Lord Fontaine lo notó rápidamente, pero no comprendía cuál era la razón de su reacción, hasta que reparó de que sus brazos seguía enlazando a la cintura de Alice, de inmediato los retiró.

¡Madre mía!, de haber sabido Alice que su pequeña broma le causaría tanta vergüenza se hubiera replanteado la idea.

–Lo siento, Alteza.– se disculpó rápidamente.

Alice puso distancia entre ambos, era evidente que se sentía incómoda por lo ocurrido.

–¿Dónde está Maria?.– preguntó rompiendo el silencio que se había creado.

–No lo sé, Alteza. si usted gusta enviaré a uno de sus súbditos a buscar a la señorita Bonnet.

–No es necesario enviar a nadie, Le pido que sea usted quien vaya a buscarla.

–Alteza, no puedo cumplir con lo que me acaba de pedir, tengo orden de no dejarla sola ni un solo momento, y mucho menos si la señorita Bonnet no se encuentra con usted.

–Pero no es correcto que esté sola en compañía de un caballero, ¿no es así Lord Fontaine?.

–Así es, Alteza.– Lord Fontaine se apartó un poco más,– Sin embargo, tenemos una distancia bastante considerable, si alguien llegará a vernos no tendría ningún motivo por el cual iniciar algún tipo de especulaciones.

–Es realmente fastidioso, ¿Acaso nunca se cansa de ser tan perfecto?.– escupió frustrada.

–Alteza, no soy un hombre Perfecto, me temo que no existe una persona perfecto, el ser humano está lleno de imperfecciones, no importa cuánto se esfuerce por corregirse.

–Me refiero a que sí nunca se cansa de cumplir con protocolos, de hablar de forma tan elocuente, y de cumplir con tantas norma, tonterías establecidas por una sociedad estirada, egoísta, y llena de perjuicios.

–Si se refiere a que si no me canso de comportarme como un caballero, la respuesta es no.

–¡No puedo créelo!, cómo puede una persona ser feliz de esa forma.

–Alteza, La felicidad es subjetiva, cada persona la halla en cosas o situaciones distintas.

–Sabe, estoy completamente segura de que a su edad no conoce el verdadero significado de la felicidad.

–¿Cómo puede estar segura de ello, si apenas me conoce?.

–No hace falta conocerlo mayormente para darse cuenta, es muy evidente, usted debe ser un hombre completamente infeliz, al igual que todos en este círculo social.

–¿Y usted, es feliz?.– preguntó en forma de Contra ataque.

–Lo sería, si no hiciera parte de esta sociedad oportunista, materialista, ambiciosa, y sin sentimientos. Sin embargo, Aprovecho la más mínima oportunidad para ser feliz, y espero con anhelo algún día poder serlo completamente, desplegar mis alas y volar lejos de este lugar.– respondió con sinceridad y un toque de melancolía.

Esa confesión dejó a Lord Fontaine sin palabras. Las palabras sinceras de Alice le confirmaban lo que ya había descubierto, sin duda era una joven con un ser natural, alegre, y aventurero, en búsqueda de la libertad.

Lord Fontaine sintió pena por la joven princesa, así que comenzó a querer conocerla mejor, para no solo poder ganar su confianza, si no también ayudarle a cambiar la perspectiva de ver la vida, hacerle ver que no todos los integrantes de sociedad eran como ella lo describía o bueno, si en su mayoría, pero era lo correcto. Quería sembrar en ella conciencia sobre las responsabilidades que tiene, y así formar en ella una excelente heredera a la corona francesa.

–Alice,– saludó Maria, estuve buscándote por todos lados,–digo, Alteza, –corrigió sorprendida a darse cuenta de la presencia de...–¡Lord Fontaine!,– saludó.

–Señorita Bonnet.– sonrió amable.

–También te estaba buscando.– Dijo Alice, y enganchó su brazo con el de Maria.

–¿Qué hace Lord Fontaine aquí?,– preguntó en voz muy baja la curiosa Maria.

–Se convirtió en mi sombra.– respondió con una mueca.

–¿Sombra?.– preguntó, sin entender nada.

–Mi padre le ordenó ser mi guardia personal, pero creo que es para mantenerme vigilada.– explicó en voz baja.– Maria, acompáñame a dar un paseo por el jardín.– pidió esta vez en voz alta.

Dar un paseo por el jardín era el momento favorito de Alice, ahí, durante ese corto tiempo nadie le exigía tener modales o ser aplicada. En ese pequeño momento del día era libre de reír a carcajadas, correr, saltar, y hacer todo lo que se suponía no podía hacer.

Lord Fontaine las siguió muy cerca durante el tiempo que duró el paseo por el jardín. Y aunque el

Comportamiento de Alice había sido muy liberado, y para nada acorde con el de una princesa, había visto con gran agrado la soltura y sencillez que emitía la princesa al sentirse en total libertad. También Puedo ver con claridad a lo largo del paseo la espléndida brillantez que radiaba Alice al sentirse libre.

Lord Fontaine, permanecía callado con la mirada fija sobre la joven princesa. Se hallaba embebido en sus pensamientos, tanto que no se fijó en que la señorita Maria estaba a su lado, hasta que ésta se dirigió a él.

–¡Que encantadora se ve!, mirándolo bien, no hay nada más hermoso que verla así, tan libre, tan feliz. Definitivamente no hay nada más maravilloso que ser completamente feliz, ¿no piensa lo mismo, Lord?.

–Ciertamente, señorita. Pero los deberes esperan, la princesa, debe acompañar a sus padres a la asamblea que se dará esta tarde aquí en palacio.

Maria hizo una pausa, había tenido la esperanza de obtener una respuesta diferente, pero no quedaba duda de que Lord Fontaine era un hombre rígido, aferrado a las normas y deberes. Al ver que Alice se acercó hacía ellos se le ocurrió algo que no estaba del todo bien, pero tampoco era tan grave, además sería solo una sugerencia genuina.

–Alteza, ¿por qué no invita a Lord Fontaine a dar un paseo por los campos Elíseos el día de mañana?.

Lord Fontaine se sorprendió ante la sugerencia de la señorita Bonnet, aunque estaba extremadamente sorprendido, no iba a rechazar la invitación si la princesa se lo pedía, pero Alice negó de inmediato con un gesto de cabeza.

–Lord Fontaine, no se preocupe, de veras, no tenía la mas mínima intención de invitarlo. Debe ser indignante para usted, le ruego haga caso omiso a lo que ha dicho Maria.

Lord Fontaine, por la labor que le encomendó el rey, sabía que debía acceder de cierta forma a los gustos de la princesa, pero esta vez no fue necesario.

–Alteza, mañana es sábado, a usted le encanta pasar la tarde en los campos Elíseos en día sábado.

–Así es, pero te tengo a ti para eso.

–Alteza, lamento informarle que no puedo acompañarla el día de mañana. La reina me ha pedido que la acompañe en su vista a Lady Collins en Versalles.– comenta Maria.

–Iremos el próximo.– dijo fingiendo no prestar importancia a lo que le dijo Maria,–No tengo la más mínima intención de compartir un momento tan único y especial con alguien que no seas tú, y mucho menos con Lord Fontaine,– Alice estaba decidida a demostrar cuánto le desagradaba la presencia de dicho joven, Le miro molesta y se retiró.

La ausencia de Maria durante el viaje de la reina sería una tortura para la joven, ya que ella era su única compañera y cómplice. Esa misma tarde durante la asamblea, Alice estaba bastante inquieta, sabía con certeza que los días siguientes serían terribles, más si tenía que permanecer en compañía de Lord Fontaine.

Cuando llegó la noche, Lord Fontaine se encontraba en su habitación, no podía dormir, se sentía muy intranquilo, por su mente pasaban mil cosas, entre ellas pensaba en la decisión que había tomado el rey, en el carácter tan obstinado y descarado de la princesa, también en lo difíciles que serían los días venideros, y a su vez pensaba en plan, uno bueno para ganar la amistad de Alice. Cerró los ojos y en seguida llegó a su mente la imagen de un par de ojos expresivos color azul trasparente, eran los ojos de Alice, abrió los ojos de golpe con la respiración agitada. Él no sabía por qué su mente había proyectado esa imagen, él no había decidido pensarlo... o bueno, si, después de todo era su mente, así que, con o sin intención era él quien lo había pensado. Alice le generaba tanto estrés que su mente se sentía demasiado abrumada, pensó. Lugo cerro de nuevo los ojos y suspiro.

            
            

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