La llamada
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Capítulo 8 VIII

Tímidamente me acerco a mi mamá, que está a espaldas de mí, cuando se da media vuelta, choca conmigo y suelta un pequeño gemido de susto, luego me regaña diciéndome que llego bastante tarde y que hay mucho que hacer. Sin esperar a que le de alguna explicación, me dijo que me ponga a ayudar y que deje de perder el tiempo.

Durante el resto del día y parte de la noche, siento que los heridos no paran de llegar, estoy tan cansada que mis manos me tiemblan y me pesan los parpados. Ver como los guerreros se van felices y contentos, me deja una sensación muy grande de satisfacción, lástima que va a durar poco, ya que seguramente van a estar entrenando y se abrirán las heridas... Lo normal.

Llega la noche y por fin estamos por terminar, pero algunos de ellos se van a tener que quedar en casa, ya que tienen que estar bajo revisión; creo que esta es una de las cosas que más detesto, cuando se tienen que quedar en casa, ya que suelten despertarse a altas horas de la noche, quejándose de dolor o pidiendo agua, pero, como dice mi padre, tenemos un don y un trabajo al que tenemos que entregarnos, ya que, sin nosotros, muchos guerreros morirían, además de que es un deber sagrado por la Diosa Eir o como también la conocemos como Eira, ya que ella es la Diosa de las curaciones y un largo etc.

Hemos terminado y por fin podemos tomarnos un respiro, mi madre hace rato que se fue a dormir, ya que no podía mantenerse de pie, en especial porque ella tiene que curar a las personas de forma tradicional, a diferencia de mis hermanos, que a veces usan sus habilidades curativas, heredadas de nuestro padre.

Todos estamos tan cansados y exhaustos, que preferimos no decir nada, simplemente nos miramos por un largo rato, a lo lejos podemos escuchar los ronquidos de nuestra madre, que duerme plácidamente en su cuarto. Mi hermana Astrid dice que va a preparar la cena para que después nos vayamos a dormir, me doy unos suaves golpes en las piernas, me levanto de mi lugar y empiezo a ayudar a mi hermana. Después de la cena, todos nos vamos a dormir, yo casi me quedo dormida sobre mi plato de comida.

Los primeros rayos del sol llegan, siento que apenas acabo de acomodarme en mi cama y ya tengo que levantarme a revisar a los heridos, que es mi turno. Me tallo la cara con fuerza y me resigno a levantarme, ya que, si no lo hago, uno de mis hermanos vendrá a regañarme.

Una vez que he terminado de atender a los heridos, regreso a mi cuarto y me tumbo en la cama una vez más, hundiendo mi rostro en la almohada, deseando que este día sea mejor que el anterior. No estoy segura de cuánto tiempo ha pasado desde que me volví a dormir, pero en esta ocasión, es mi madre quien me ha levantado y me ha dicho que me vaya a bañar, que necesita que vaya a buscar unas cosas al almacén, como siempre, he peleado con mi madre de ¿Por qué tengo que ir siempre yo? pero apenas me ve con esa mirada de madre enojada, se me pasan las ganas de seguir discutiendo con ella.

Estando lista, salgo de la choza de muy mala gana, el frío golpea con fuerza mi cuerpo y el aire acaricia mi rostro como si de dedos helados se tratara. Mis dientes castañean con algo de fuerza y mi cuerpo tiembla, hace demasiado frío para mi gusto. Camino entre la nieve hasta llegar al almacén, mis botas están completamente cubiertas de una capa blanca, seguramente mi cabello debe estar igual.

Pese a que el sol ha salido, pareciera que no ayuda en nada, ya que se sigue sintiendo mucho frío, me froto las manos para recuperar el calor sin dejar de avanzar. Aunque todos estemos ocupados en la casa, nos preocupa el bienestar de nuestro padre y esperamos a que regrese cuanto antes, que nos hace mucha falta, él sabe cómo aliviar el estrés de todo esto, además de que madre dormiría mejor y estaría más tranquila.

Ya han pasado aproximadamente dos semanas desde que llegaron las primeras naves, pero no hay noticias de las otras y esto empeora el estado de ánimo de mi madre, que no para de preguntarse si su marido estará bien o si tendrá que preparar los ritos funerarios, todos le hemos dicho que él estará bien, que es demasiado astuto como para morir fuera de casa y que seguramente Ragnar lo va a proteger por ser el único curandero.

Ragnar.

-Dos semanas atrás-

Debo admitir que fue un saqueo bastante fructífero, incluso hemos encontrado a varias sacerdotisas de un Dios que desconozco, algunas de ellas opusieron resistencia, pero al final terminaron rindiéndose, dentro del templo encontramos su biblioteca, Clemens le echó un vistazo y encontró un mapa que puede ser de ayuda.

Hemos cargado los primeros barcos, pero todavía queda bastante que hacer y los de la aldea ya no pueden seguir esperando, así que he enviado las naves con el cargamento primero y les dije que luego los alcanzaríamos. No hubo quejas ni diferentes puntos de vista. Clemens me preguntó si podía ir con ellos y le dije que no, que lo necesitaba aquí para revisar a los guerreros que faltaban. Mientras revisaba la biblioteca del templo, no pude evitar preguntarle si a Eir le gustaban los libros y él me dijo que los adora, incluso me mostró los libros que posiblemente podrían ser de su agrado. He cargado con varios libros en un saco y de igual forma tengo una pequeña bolsa con varias joyas para ella.

Durante los próximos días, hemos estado cargando los barcos que faltan, he notado que Clemens está bastante preocupado, pese a que no lo parezca, se le nota en sus ojos y en su forma de hablar; sé que debe estar preocupado por su familia, así como yo lo estoy de Eir, pero de no necesitarlo lo hubiera enviado con el resto.

            
            

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