Después de haberse despedido del posadero, Jesús, camino hasta la taberna que el posadero le había recomendado, ya eran las diez de la noche, pero según el posadero, la taberna estaría llena de hombres, y al parecer era un lugar frecuente donde todo tipo de personas se reunían, en esa taberna, los ebrios charlaban, peleaban y socializaban entre sí de forma constante, y era un buen lugar para reclutar hombres.
Cuando Jesús, llego finalmente frente a las puertas de la taberna, no pudo evitar sentirse un poco intimidado por lo que estaba a punto de hacer, pero después de respirar de forma profunda varias veces, se decidió finalmente por entrar a la taberna.
-Aquí vamos -pensó Jesús, mientras caminaba para entrar a la taberna.
Cuando Jesús entro, lo primero que vio, fue a un gran grupo de personas, sentadas en diferentes mesas de distintos tamaños, la mayoría de los presentes eran hombres, pero alrededor de la tercera parte eran mujeres, no hace falta decir que la mayoría estaba bebiendo a grandes cantidades, y muchos de ellos ya estaban ebrios de hecho, y alguno ebrios muy beligerantes se encontraban peleándose en algunos rincones remotos de la taberna, mientras que los ebrios a sus alrededores, les gritaban y los animaban de forma constante.
-Vamos... no es tiempo de acobardarse -pensó Jesús, mientras volvía respirar de forma profunda, antes de caminar hacia el centro de la taberna.
Mientras Jesús caminaba hacia el centro de la taberna, empezó a ser observado por muchos ebrios, estas miradas lo pusieron más nervioso, pero todavía continuo siguiendo su camino.
Jesús, termino por llegar frente a una mesa que se encontraba desocupada, y después de pensarlo por un breve tiempo, se montó en ella, y después de hacer esto, aclaro su garganta, mientras se preparaba para decir las palabras que había pensado.
- ¡¿Podrían prestarme su atención por favor?! -dijo Jesús, gritando estas palabras para que todo los presentes lo escucharan.
Cuando todas las personas de la taberna, escucharon las palabras de Jesús, todos ellos giraron sus vistas para verlo fijamente, y eso solo duro un breve instante, antes de que todos ellos corrieran y rodearan la mesa donde Jesús estaba parado en estos momentos.
-Vamos, no es tiempo para acobardarse -pensó Jesús, quien no pudo evitar sentirse nervioso al estar rodeado de decenas personas quienes lo miraban con ojos algo amenazantes.
- ¡¿Quién eres tú chico?! -pregunto uno de los hombres que rodeaban la mesa de Jesús, mientras lo miraba con una cara de pocos amigos.
-Mi nombre es Jesús, y eh venido porque quiero reclutar hombres que estén interesados en unirse a mí en una misión, ¿Quién se ofrece? -pregunto Jesús, mientras trataba de verse lo más imponente posible y no demostrar algún miedo.
- ¿Reclutando hombres? ¿Tú...? -dijo el mismo hombre que había hecho la pregunta anterior, antes de empezar a reírse forma estruendosa.
Y poco después de que este empezara a reírse, el resto de los presentes pronto lo siguió, y en un abrir y cerrar de ojos, todas las personas de la taberna se estaban riendo de Jesús.
-No me hagas reír chico, ¿En serio piensas que alguno de nosotros va a servir a un bebe como tú? Ve a casa con tú madre niño -grito uno de los hombres que estaban cerca de la mesa de Jesús.
-No estoy bromeando, y puedo pagarles por sus servicios -dijo Jesús, mientras sacaba la bolsa de dinero que el posadero le había dado, y en la cual se encontraban cien ducados.
- ¿Pagarnos? ¿Crees que con tus pequeños ahorros vas a poder siquiera pagar un solo día de nuestros servicios? -pregunto uno de los hombres quienes rodeaban a Jesús.
-En esta bolsa hay cien ducados, así que a menos que poseas un nivel de fuerza y magia equivalente al de un barón santo, entonces un día de tú servicio no va a costar cien ducados -dijo Jesús, mientras miraba fijamente al hombre que había dicho estas palabras anteriormente.
- ¡¿Cien ducados?! ¡¿Cómo demonios un niño como tú tendría esa cantidad de dinero?! -grito el hombre que había hablado anteriormente.
-No necesitas saber eso -dijo Jesús.
-Bien, bien chico, es peligroso que un pequeño niño como tú ostente tal cantidad de dinero, podrías terminar atrayendo malas personas, no te preocupes, porque yo, Borcha, te hare un favor, y te "liberare" de ese dinero que posees-dijo el hombre, llamado Borcha, antes de sacar una pequeña espada de una vaina que estaba colgada en su cintura.
- ¿Piensas tratar de robarme? -pregunto Jesús, mientras miraba al hombre que se había llamado a si mismo Borcha.
- ¿Robarte? No, no, solo te estoy haciendo un favor, podrías terminar muriendo si alguien con malas intenciones sabe que tienes una cantidad de dinero como esa -dijo Borcha.
-Alguien como tú -dijo Jesús, antes de bajarse de la mesa, quedando frente a frente con Borcha.
-Veo que no sabes apreciar mi amabilidad chico, no importa, me lo agradecerás después, ahora ¡Dame ese dinero! -grito Borcha, antes de cargar con su espada hacia Jesús.
-Diablos, el posadero me dijo que esto podría pasar -pensó Jesús, mientras veía como Borcha, cargaba hacia él con su espada en su mano.
Pero a pesar de que Borcha, parecía moverse a toda la velocidad que podía, Jesús vio sus movimientos muy lentos, como si se estuviese moviendo en cámara lenta, y gracias a eso, pudo esquivar fácilmente todos sus ataques, y cuando Borcha vio esto, se sorprendió, pero se enfureció aún más debido a que el niño al cual había insultado lo estaba humillando en público.
- ¡Maldita sea! -grito Borcha, antes de abalanzarse con su espada contra Jesús.
-Vaya... parece que no tenía nada que temer en realidad... estos hombres son muy débiles en un combate uno a uno -pensó Jesús, antes de extender su mano, y cuando hizo esto, una luz plateada brillo en esta, y poco después, una espada de color plateado apareció de forma repentina en su mano, esta espada, tenía una apariencia gaseosa, y cuando Jesús la hizo aparecer, termino chocándola poco después con la espada de Borcha, la cual se quebró un instante después del choque.
- ¡Maldición! ¡¿Tú eres un noble?! -pregunto Borcha, mientras miraba aterrado a Jesús, el cual se quedó parado mientras miraba fijamente a Borcha, y mientras sostenía la espada de color plateado en su mano derecha.
Cuando la multitud presente, escucho las palabras de Borcha, todos ellos miraron con caras aterrorizadas a Jesús, obviamente entendieron que lo Jesús estaba usando en estos momentos, era el famoso "poder de la nobleza" que solo los nobles y los miembros del ejército poseerían.
-No soy un noble -dijo Jesús.
- ¡Pero... pero estas usando el "poder de la nobleza"! ¡¿Por qué dices que no eres un noble?! -pregunto Borcha, mientras miraba fijamente a Jesús,
-No solo los nobles pueden usar el "poder de la nobleza" Borcha... ahora, lo preguntare otra vez... ¿Quién quiere unirse a mí? -pregunto Jesús.
Cuando la multitud presente, escucho nuevamente las palabras de Jesús, esta vez, no se burlaron o se rieron de él, al parecer el hecho de que mostrara que podía usar el "poder de la nobleza", había hecho que todos los presentes, empezaran a temerle de forma inconsciente.