Capítulo 8 La petición del posadero

El posadero de la posada donde Jesús planeaba quedarse, después de ver como este último utilizaba el poder espiritual, decidió llevarlo con él, a sus habitaciones privadas, cuando el posadero y Jesús estuvieron a solas en dicha habitación, el posadero procedió a continuación, a servirle algunos refrigerios y comidas.

- ¿Qué edad tienes joven? -pregunto el posadero.

-Me llamo Jesús, y tengo veinte años por ahora, pero en unos tres meses, cumpliré veintiuno -dijo Jesús, mientras tomaba una taza de té, que el posadero le había servido.

-Veinte... eres bastante joven, pero servirá -dijo el posadero.

- ¿Servirá para qué? -pregunto Jesús.

-Escucha joven, si no te molesta... tengo una petición que hacerte -dijo el posadero.

- ¿Petición? ¿Qué clase de petición? -pregunto Jesús.

-Veras, yo tengo un hermano, hace poco debió haber regresado a la ciudad para poder reunirse conmigo, pero en el camino, la caravana en la cual venia hacia aquí, fue emboscada por un grupo de bandidos, los cuales son conocidos como la "mano negra"... hasta ahora no eh tenido noticias de él, pero según los rumores, se supone que lo tienen secuestrado y retenido en la base general de los bandidos -dijo el posadero.

-Ya veo... ¿Y qué quiere que haga yo con esa información? -pregunto Jesús.

-Quiero que lo rescates por mí -dijo el posadero.

- ¿Rescatarlo? ¿Cómo? ¿En serio piensas que me enfrentare a un grupo de bandidos conformado por quien sabe cuántos hombres solo por la petición de un desconocido? -pregunto Jesús, mientras miraba fijamente al posadero.

Era la primera vez que se veían, pero el hombre ya le estaba pidiendo que se enfrentara por si solo a toda una banda de bandidos... ¿Por qué pensaba que iba a aceptar?

-Calma joven, no tengo planeado que lo hagas gratis, naturalmente te pagare-dijo el posadero.

-Aun así... -murmuro Jesús, mientras miraba al posadero.

-Además... no planeo que lo hagas solo -dijo el posadero.

- ¿Ah no? ¿Con quién entonces? -pregunto Jesús.

-Escucha, en las tabernas de esta ciudad, hay muchos hombres y aventureros necesitados de trabajo, te daré el dinero para contratarlos para que vayan contigo en la búsqueda de mi hermano -dijo el posadero.

- ¿Contratar hombres? No suena tan loco... pero aun así... lo que pides sigue siendo difícil de aceptar... ¿De cuánto dinero estamos hablando? Honestamente no ando escaso de dinero en verdad, así que ¿Qué más puedes ofrecer? -pregunto Jesús.

-Veo que no eres alguien fácil de convencer joven -dijo el posadero, mientras suspiraba.

-Cuando se trata de arriesgar mi vida por la de un desconocido, es obvio que voy a ser difícil de convencer -dijo Jesús.

-Cierto... ¿Qué te parece esto? Si logras rescatar con éxito a mi hermano, te daré una carta de recomendación para que te unas a la guardia que protege el castillo donde reside el príncipe elector de Brandemburgo -dijo el posadero.

- ¡¿Un carta de recomendación?! ¡¿Estás hablando en serio?! ¡¿Cómo un simple posadero como tú podría tener esa influencia?! -pregunto Jesús.

-Joven, esta posada es solo uno de los tantos negocios que poseo, originalmente planeaba irme después de que mi hermano viniera, soy un mercader, y debes saber que los mercaderes somos buenos para sociabilizar, eh hecho un buen grupo de amigos, y entre ellos está un capitán de guardias de la mansión del príncipe elector de Brandemburgo-dijo el posadero, con cierto aire de presunción.

-Ya veo... -murmuro Jesús.

- ¿Y bien? ¿Qué te parece? Te pagare, y te daré algo con lo cual podrás unirte a la guardia del castillo del príncipe elector de Brandemburgo, ¿Mi oferta no es muy tentadora? -pregunto el posadero.

-Bien... lo hare... pero el dinero para contratar hombres... tendrás que dármelo tú -dijo Jesús.

-Naturalmente... con unos setecientos ducados, deberías poder contratar a unos cincuenta hombres para que te acompañen, y si no encuentras suficientes hombres en las tabernas, puedes ir a las aldeas y pueblos cercanos, siempre hay algunos jóvenes campesinos dispuesto a ir de aventura.

-Bien... eso hare... dame el dinero e iré... -dijo Jesús.

-Te daré solo unos cien ducados por ahora, ve y encuentra a los hombres, y después tráelos ante mí, y entonces te daré el resto, y después podrás emprender la búsqueda de mi hermano -dijo el posadero.

-Bien... hare como dices -dijo Jesús.

El posadero, tal y como prometió, le dio cien ducados a Jesús para que pudiera incentivar a algunos hombres a unirse a su servicio, y después de tener todo en orden, Jesús partió hacia la taberna más cercana que el posadero le recomendó, con el objetivo de encontrar hombres que se unieran a él.

            
            

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