El precio del deseo
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Capítulo 7 V

ETHAN

La tensión en el aire es palpable cuando Hanna y Emma comienzan a discutir. Desde mi posición, a unos metros de distancia, puedo sentir la electricidad que se genera entre las dos. Emma está molesta, su voz cargada de frustración y dolor. Está claro que ha estado conteniendo estas emociones durante mucho tiempo, y ahora están saliendo a la superficie con toda su fuerza.

Pero es Hanna quien me preocupa. Veo la forma en que sus hombros se tensan, cómo sus manos se cierran en puños, y cómo su expresión se endurece con cada palabra que Emma lanza. Emma menciona a su padre, y veo cómo la mención de su nombre es como una chispa que enciende la mecha en Hanna.

Y entonces sucede.

La mano de Hanna corta el aire con una fuerza que no esperaba, y el sonido de la bofetada resuena en mis oídos. Emma se queda inmóvil, sus ojos abiertos por la sorpresa y el dolor. Por un segundo, todo parece detenerse. El mundo entero se paraliza, y lo único que puedo escuchar es el latido de mi propio corazón martillando en mis oídos.

Siento una mezcla de emociones que no puedo procesar del todo. Estoy conmocionado, horrorizado por lo que acabo de presenciar, pero al mismo tiempo, siento una profunda tristeza por Hanna. Hay algo roto en ella, algo que la lleva a actuar de esta manera, y no puedo evitar preguntarme qué demonios está enfrentando para reaccionar con tanta violencia.

Cuando Hanna se da la vuelta y comienza a alejarse, veo la mirada en los ojos de Emma. Está herida, no solo físicamente, sino emocionalmente. La bofetada no fue solo un golpe físico, sino una manifestación del abismo que existe entre ellas, un abismo que parece insalvable.

Mis instintos me dicen que debo ir hacia Emma, consolarla, asegurarme de que esté bien. Pero algo en mí me empuja a seguir a Hanna en su lugar. Necesito entenderla, descubrir qué la ha llevado a este punto de quiebre. No es solo por curiosidad; es algo más profundo, una necesidad de ayudarla, de salvarla de sí misma.

Corro tras Hanna por la playa, observando cómo sus pasos se vuelven más erráticos, su desesperación palpable en cada movimiento. Ella se deja caer de rodillas en la arena, dejando que las lágrimas fluyan sin control. Todo en su cuerpo grita soledad, desolación, y el peso de lo que acaba de suceder parece aplastarla.

Me acerco con cautela, sin querer asustarla ni empeorar las cosas, y la rodeo con mis brazos desde atrás, apretándola con suavidad pero firmeza. Siento su cuerpo tensarse al principio, su corazón latiendo con fuerza bajo mi toque, como si esperara que fuera otra persona. Pero pienso, pero sé que el aroma de mi cuerpo le revelará la verdad.

Ella gira la cabeza ligeramente, sus ojos se encuentran con los míos, y en ese momento veo todo el dolor, la confusión y la vulnerabilidad que intenta ocultar. Su fachada de dureza se desmorona, y aunque veo la lucha interna en su mirada, la parte de ella que ha estado rechazando toda conexión humana, hay una chispa de algo más profundo, una necesidad de consuelo que no puede seguir ignorando.

La siento debatirse, queriendo apartarme, gritarme que la deje en paz. Pero no lo hace. Sus lágrimas siguen fluyendo, y sé que en este instante, lo único que necesita es no sentirse sola. Así que la aprieto un poco más fuerte, transmitiéndole todo el apoyo que puedo ofrecer sin palabras. No digo nada, porque sé que el silencio es lo que más necesita en este momento. Las palabras podrían romper este frágil momento de conexión, y eso es lo último que quiero.

Finalmente, rompo el silencio, mi voz suave apenas se eleva por encima del susurro del viento que nos rodea. "Todo estará bien, Hanna. No tienes que contenerte, deja que las lágrimas fluyan, deja que tu corazón se desahogue."

Mis palabras se mezclan con la brisa, pero espero que lleguen hasta ella, que le ofrezcan un pequeño respiro en medio de su tormenta interna. Aunque no responde, siento cómo su cuerpo se relaja ligeramente en mis brazos. Es un pequeño cambio, pero uno que me hace pensar que, tal vez, por un instante, ha dejado de luchar contra las emociones que la consumen. Tal vez he logrado cruzar una barrera que nadie más ha podido atravesar.

De reojo, veo a su amiga acercarse con cautela, dudando en interrumpir este momento tan frágil. Sin embargo, la preocupación en su rostro es evidente, y al final, el deseo de consolar a Hanna es más fuerte. Sin importarle arruinar su delicado vestido rosa, se arrodilla en la arena junto a nosotros y envuelve a Hanna en un abrazo. Por un instante, los tres estamos allí, unidos en un gesto de apoyo silencioso.

Pero sé que mi presencia aquí ya no es necesaria. Con suavidad, me levanto, dejando que las amigas compartan este momento sin mi intervención.

Su amiga me lanza una mirada agradecida, y con un leve asentimiento, susurra, "Gracias por cuidarla."

Entiendo la señal. Doy un paso atrás, observando un momento más cómo Hanna se aferra a su amiga, dejando finalmente escapar las lágrimas que ha mantenido contenidas durante tanto tiempo. No queda nada más que decir. Simplemente me retiro, seguro de que Hanna está en buenas manos.

Al regresar a la casa, ignoro la celebración que sigue en pleno apogeo. Subo las escaleras directo a mi habitación, sin detenerme. Sin embargo, al llegar al final de los escalones, encuentro a Emma, llorando con la cabeza gacha.

-¿Por qué fuiste tras ella? -me reclama en cuanto me ve-. Yo soy la agraviada, no esa loca.

-Es tu hermana, Emma. ¿Por qué hablas de ella así?

-Porque es lo que es, una loca problemática. No pasó ni un minuto desde nuestro reencuentro para empezar a atacarme.

-Eso no es lo que yo presencié.

-¡Pero si a ti también te atacó! -insiste, su voz teñida de indignación.

-Solo respondió de mala gana. Yo también suelo hacerlo cuando me siento incómodo.

-¿Estás defendiéndola?

-Quizás necesita que alguien abogue por ella.

-Esto es increíble -dice Emma, con una mezcla de incredulidad e indignación-. Yo soy tu hermanita querida. ¿Dónde quedó el amor que me tienes?

-Te quiero, Emma, pero no voy a tolerar que la trates mal. Así que te pido, te suplico, que frente a mí la respetes.

-Es increíble que la defiendas como si la conocieras de toda la vida. No sabes de lo que es capaz, de lo que hace para llamar la atención, para ser...

-¡Basta! -la interrumpo, sintiendo la ira subir por mi garganta-. No sabes lo que daría por tener a mis hermanos cerca, aunque fuera solo por un segundo. Y tú, lo único que haces es atacarla sin cesar. Qué falta de empatía la tuya. ¿Sabes? Estoy cansado.

Paso de largo, intentando poner fin a la conversación, pero Emma no se detiene.

-¿Ahora me vas a dejar hablando sola por ella? ¿Es en serio, Ethan?

-Ve a la fiesta y relájate. Toma un trago, baila, coquetea con alguien. Solo... fuera de mi vista.

-¡No pienso bajar así! ¡Tengo la mejilla marcada por esa bestia!

-Ni siquiera se nota una marca. Deja de ser tan dramática -digo con firmeza, apresurándome a continuar mi camino.

Pero Emma me sigue, implacable, hasta que finalmente no tengo más remedio que cerrar la puerta en su cara. No tengo ganas de escuchar más sus quejas ni sus dramas de niña consentida. Necesito un momento de paz, lejos de todo el caos que este día ha traído consigo.

            
            

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