El precio del deseo
img img El precio del deseo img Capítulo 9 VII
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Capítulo 9 VII

HANNA

Llegamos a la discoteca de moda en un taxi, y apenas cruzamos la entrada, la música y las luces me envuelven, haciéndome olvidar por un momento todas las preocupaciones. Vera y yo nos movemos al ritmo de la música, disfrutando del anonimato de estar en un lugar lleno de extraños. No pasan ni diez minutos antes de que algunos chicos se acerquen a nosotras.

-¡Hola, chicas! ¿Quieren bailar? -pregunta uno de ellos, un tipo alto con una sonrisa confiada.

-Claro, ¿por qué no? -responde Vera con entusiasmo, mientras yo me quedo un poco atrás, evaluando la situación.

-¿Y tú? -otro chico, con ojos oscuros y una chaqueta de cuero, se me acerca, ofreciéndome su mano-. ¿Me concedes este baile?

Le devuelvo la sonrisa y acepto. Bailamos un rato, y aunque me divierto, no puedo evitar sentir que algo falta. Los chicos son agradables, pero no logro conectar con ninguno. Después de un par de canciones, el chico de la chaqueta me ofrece un trago.

-Gracias, pero por ahora paso -le digo, intentando no ser descortés.

-Vamos, solo uno. No te hará daño -insiste, levantando un vaso frente a mí.

Finalmente, cedo y tomo un sorbo. No es tan malo, pero sigo sintiendo esa barrera interna que me impide relajarme por completo. Mientras tanto, Vera parece estar en su elemento, coqueteando abiertamente con uno de los chicos. La veo reírse, lanzando su cabello hacia atrás mientras él la mira con adoración.

-¿Estás bien? -pregunta el chico con el que estoy bailando, notando que no estoy completamente presente.

-Sí, solo estoy un poco cansada -respondo con una sonrisa, aunque no es del todo cierto. Algo en el ambiente me pone en guardia.

-Podrías relajarte un poco más, ¿sabes? -me dice, acercándose un poco más de lo que me gustaría-. Estamos aquí para pasarla bien.

Me río, tratando de desviar la conversación, pero cada vez me siento más incómoda. Vera, por su parte, ya se ha ido con su chico, y ahora estoy sola con el mío, quien no parece captar que no quiero que esto avance más.

Finalmente, las horas pasan, y dan las tres de la mañana. Vera sigue desaparecida, y yo ya estoy exhausta. Decido que es hora de irme. Tomo la última copa que me ofrecen, más por cortesía que por ganas, y llamo a un taxi.

-Ya estoy cansada. Me la pasé bien, pero debo irme -le digo al chico, intentando mantener la cordialidad.

-¿Te irás sola? -pregunta, frunciendo el ceño.

-Ya pedí un taxi, no te preocupes. Esperaré fuera unos minutos.

Me alejo, pero el chico de rizos, que ha estado intentando convencerme de quedarme toda la noche, me sigue hasta la salida.

-Espera, te acompaño. No dejaré que te marches sola. Has bebido mucho, y es peligroso que una chica tan hermosa esté sola por estos lugares -insiste, su tono adquiriendo una nota más sombría.

-Gracias, pero no hace falta que me acompañes. Aún puedo caminar sola -respondo, intentando mantener la calma mientras siento su mano apretar mi brazo con más fuerza de la necesaria.

De repente, un mareo me invade, y el mundo a mi alrededor comienza a dar vueltas.

-¿Qué me diste? -pregunto con la voz temblorosa, mientras la sensación de mareo se intensifica y mis piernas apenas me sostienen.

-Nada, preciosa, solo te pasaste de copas -responde con una sonrisa que me parece más siniestra que tranquilizadora, mientras me abraza con fuerza.

-¡Suéltame! -trato de apartarlo con todas mis fuerzas, pero mis movimientos se vuelven torpes y descoordinados-. ¡Por favor! ¡Déjame!

-Tranquila, no hagas un escándalo, preciosa. Mañana no recordarás nada -murmura cerca de mi oído, y el miedo me invade por completo. Mi corazón late con fuerza, pero al mismo tiempo siento como si se detuviera de puro pánico.

Mi visión se nubla, y las luces de la discoteca se mezclan en un caos de colores mientras intento liberarme de su agarre. La desesperación me consume, y sé que tengo que hacer algo, cualquier cosa, para escapar antes de que sea demasiado tarde.

            
            

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