Balbuceo, sintiéndome confundida. ¿Agencia de empleo? Sí, pero ¿solo agencia? ¿Eso es todo? No, oye, Isabelle, ¿o esto no es vergonzoso?
Nada.
-Lo siento... -Mira su teléfono. -¿Isabelle?
Su mirada en blanco lo dice todo.
No se acuerda de mí.
Qué imbécil.
-Esa soy yo -murmuro en lugar de insultarle y marcharme, pasándome las palmas sudorosas por los pantalones del traje.
Podría arruinar esta reunión, convertirme en alguien a quien no quieren contratar. Pero la descripción del trabajo suena perfecta y necesito el dinero. Llevo varios meses preocupándome por cuándo llegará la próxima nómina, y esa no es forma de vivir, ni siquiera antes de enterarme de que estoy embarazada.
-Yo me encargo, Nathan. Puedes volver al trabajo -dice Jhon, y Nathan escucha, lanzándome una sonrisa.
-Le dejé las notas en el escritorio, Jefe. Creo que Isabelle sería una buena incorporación al equipo -dice Nathan mientras se va-. Encantado de conocerte.
Prácticamente me caigo al escuchar sus amables palabras. Sin duda, si el jefe está de mi parte, entonces estoy a medio camino de conseguir este trabajo. Pero, ¿puedo aceptarlo?
En cuanto se cierra la puerta de la oficina, me quedo a solas con Jhon. La temperatura sube y mi respiración se acelera. Es imposible no entrar en pánico, así que obligo a mis ojos a concentrarse en él.
-¿Así que esta es tu casa? -suelto, haciendo que frunza el ceño.
-Así es -responde con voz aterciopelada y suave, rebosando autoridad. Nada en sus ojos insinúa siquiera ligeramente que me reconoce-. La semana que viene cumpliremos doce años.
Parpadeo, tratando de no fijarme en la forma en que uno de los hombros de su aceitoso mono cae sobre su musculoso bíceps. Ya cometí el error de dejar que esos brazos nublaran mi juicio una vez; la fuerza con la que me levantaba como si no pesara nada no se ha ido de mi mente.
-Vaya, es todo un logro. Enhorabuena -digo, intentando controlar mis palabras.
Él asiente, lanzándome una sonrisa perezosa antes de señalar el despacho.
-Como puedes ver, necesito desesperadamente a alguien que me organice -dice, inclinándose para recoger las hojas de papel de Nathan que están sobre la mesa.
Me reafirmo una vez que ha pasado los ojos por encima para mirarme de nuevo, sintiéndome fuera de mí.
-Esto está bastante desordenado.
Si soy algo, no es confrontativa, pero estoy diciendo la verdad, y él me frustra.
Su espeso cabello está prolijamente peinado hacia atrás, pero sus dedos lo desordenan al pasar por allí.
-Sé que es rápido, pero ¿puedes empezar hoy?
Mis ojos se clavan en el suelo cuando siento que me está mirando el alma, leyendo mis secretos más profundos. Luego vuelvo a levantar la vista para ver su expresión expectante. Como no contesto, se aclara la garganta.
-Lo siento, me estoy adelantando. ¿Qué tal si primero te enseño la casa? ¿Te digo qué puedes esperar antes de decidirte? -Asiento con la cabeza, insegura de cómo comunicarle que la única razón por la que no me lanzo inmediatamente a por este trabajo es él.
-Vale. Sí, me parece bien -digo, segura de que nunca había sonado tan nerviosa.
Los tacones de sus botas resuenan en el suelo de madera cuando se acerca a la cafetera. El tintineo de la taza de espresso y el vapor que sale de la cafetera me distraen un poco, sobre todo cuando echa la cabeza hacia atrás y cierra los ojos al beber el café cargado.
-Bien, vamos -dice, guiándome.
Jhon me explica los aspectos básicos del trabajo, me presenta a algunos miembros del equipo y me informa de las ventajas. Es el siguiente nivel. Muy buenas. Siete semanas de vacaciones anuales, primas semanales por rendimiento, asistencia sanitaria privada y un salario muy por encima del mínimo vital. Si acepto el trabajo, mi sueldo será de más de cincuenta mil libras al año.
No se sabe lo que ese dinero hará por mi vida.
Los problemas de dinero se filtran como un virus mortal, drenando lentamente tu alegría. Siendo alguien que conoce el miedo a no tener dinero, conseguir un trabajo como éste podría cambiar mi vida.
Justo cuando nos dirigimos al taller, Nathan se nos acerca.
-Kenny nos ha vuelto a defraudar.
Jhon levanta las manos.
-¿Por qué ahora?
-Problemas familiares -contesta Nathan, y se dirige a mí para explicarme que Kenny es su gestor de redes sociales y que últimamente les está decepcionando, ya que tenían una sesión de fotos planeada para hoy.
Jhon no está muy contento.
Mientras los hombres hablan de una posible solución, mi teléfono suena con una notificación de correo electrónico. Miro hacia abajo y un dolor agudo me atraviesa las tripas cuando veo el nombre "Andrew King & Son".
Son cobradores de deudas que cada vez están más preocupados porque no he reconocido ninguna de sus tácticas de comunicación. Reclaman el dinero de dos tarjetas de crédito, ambas al límite de sus intereses.
Algún día los agentes judiciales llamarán a mi puerta, lo sé.
Me aclaro la garganta y me doy cuenta de que la ausencia del gestor de redes sociales es una oportunidad.
-Tengo experiencia en redes sociales. Puedo hacerlo yo.
Jhon se sorprende.
-Isabelle, serías un salvavidas.
Soy débil por su aprobación. No sé qué dice eso de mi autoestima.
-¡Claro! Sí.
La mirada de Jhon se vuelve agradecida.
-Gracias. Odio esta mierda de las redes sociales, pero realmente funciona para el negocio.
Me río.
-Una gran presencia en los medios sociales es crucial en estos tiempos. Quizá pueda hacer los dos trabajos.
Nathan se cruza de brazos con una sonrisa de suficiencia.
-Me das la razón, Isabelle.
Media hora más tarde, tengo el equipo de cámara que Nathan me proporciona montado en el taller. Aunque la situación con Jhon es difícil, quiero demostrarle lo que valgo, y la verdad es que necesito el dinero extra.
Todos los mecánicos llevan el mono limpio, el pelo peinado a la perfección y siguen trabajando duro en los coches. Intento no estorbar, Jhon cerca de mí mientras observa en la pantalla.
-Me gusta mucho ese ángulo del Aston Martin -dice, sin darse cuenta de que le miro fijamente mientras guía a sus hombres.
-Es precioso -digo, como si hablara del coche. Solo consigo apartar los ojos de Jhon cuando Nathan grita algo.
El tipo tiene un volumen, y es alto.
-Nos gusta una buena trampa de sed para el gramo -dice Nathan, y Jhon sacude la cabeza con una risita profunda.
Yo también me río, pensando que Nathan es muy divertido.
-Suele implicar al jefe en una posición lasciva. A las abuelitas les encanta -responde, diciéndome que saque una foto del Ferrari que acaban de envolver en un azul medianoche mate.
Supongo que ya sé lo que veré esta noche.
-Vete a la mierda, Nathan -murmura Jhon, poniendo los ojos en blanco.
Seguimos grabando, Jhon parece querer mis ideas lo suficiente como para darme algo de espacio. Sin embargo, lo siento cerca, disfrutando cada maldito minuto de mi filmando su tienda. Las horas pasan volando y pronto solo me queda Jhon para hacerle fotos.
Se marcha para cambiarse de ropa y yo espero en la tienda a que los mecánicos se vayan, dejándome a mí la tarea de preparar el ángulo adecuado para la toma de Jhon. De repente, me pongo nerviosa al saber que volveré a estar sola con Jhon.
La puerta que tengo detrás se abre y veo entrar a Jhon. Entiendo perfectamente de dónde viene el comentario de Nathan de -lascivo-, porque es puro sexo.
El mono ha desaparecido de su cuerpo y ha sido sustituido por un buen par de vaqueros, una camiseta impecable y una cazadora de cuero de aspecto extremadamente caro. Aprieto los labios con fuerza y me agarro al trípode de la cámara cuando mi cuerpo se desplaza hacia delante.
-¿Dónde me quieres? -pregunta. Señalo vagamente en dirección a la puerta del conductor del deportivo mientras mi voz me falla.
Cuando se desliza dentro del coche, me aclaro la garganta, intentando ponerme en marcha.
-¿Puedes sacar el pie derecho del coche y apoyarlo en el suelo, y agarrarte al techo como si fueras a saludar a alguien? ¿Quizá podrían hacerte reír?
No estoy segura de que mi explicación suene tan bien como la imagino en mi cabeza, pero Jhon hace lo que le pido, aunque parece incómodo. Me lanza una mirada interrogante, buscando mi aprobación mientras se mueve un poco, pero sigue sin ser como lo visualicé. Me acerco, pidiendo permiso antes de tocarle la mano para guiarla sobre el metal brillante, ajustando su posición hasta encontrar el ángulo adecuado.
Con su brazo en la posición correcta, me inclino para ajustar su pie, y nuestros ojos se encuentran. Mi corazón se acelera de nuevo. ¿Me reconoce? ¿Algo de lo que he hecho le ha recordado aquella noche? La forma en que me agarraba el cabello con suavidad mientras yo le suplicaba que fuera más fuerte, sus gruñidos en mi boca mientras me llevaba al límite por tercera vez. Su mezcla de dureza y ternura.
Aquella noche fue la primera vez que me permití perder totalmente el control.
-Creo que esto funcionará mejor -digo apresurada, tocando el suave material de sus vaqueros antes de levantarme rápidamente.
Estar tan cerca de él me trae demasiados recuerdos arriesgados.
"Dime cuánto deseas esta polla."
La sensación de su piel cálida rozando la mía, las palabras sucias que salían de su boca... todo vuelve a mi mente de golpe.
Los recuerdos me distraen mientras sigo tomando fotos y Jhon vuelve a su modo de modelo. A medida que avanzamos con la sesión, me sorprende ver lo cómodo que parece. La cámara le adora; es como si se devorara cada ángulo.
-Buen trabajo, Isabelle -me dice Jhon una vez que termino con las fotos, con una expresión en sus ojos que no logro descifrar. Me hace un gesto para que le siga a su despacho.
-Mi número de móvil está garabateado en algún lugar de la agenda de mi escritorio. Me gustaría que lo añadieras a tu teléfono -dice, y mi corazón se acelera.
Me revuelvo el pelo, nerviosa.
-Ah, claro, vale.
Me observa, esperando que coja la agenda de inmediato, y me la señala con la mano.
-Pon mi número en tu teléfono, Isabelle.
Su tono es tan severo que me hace reír nerviosamente, aunque él no. Abro la boca para responder, pero las palabras no salen. Busco en la gruesa carpeta de cuero su información de contacto y murmuro: -Mira, haciéndolo ahora.
-Bien -responde, cruzado de brazos mientras me observa.
Lo primero que noto es su letra pulcra y ondulada, como si hubiera tomado clases de caligrafía. Los sietes están elegantemente enlazados en la parte superior y los cincos cruzados en la inferior. Me imagino cómo se vería mi nombre con su letra, pero aparto ese pensamiento y saco mi teléfono.
Anoto su nombre, Jhon Dallas, en los contactos. Todo esto se siente tan surrealista. En algún momento tendré que confesar todo, pero ¿ahora? Me aterra la idea. ¿Quién sabe cómo reaccionará? Apenas nos conocemos.
Jhon se dirige hacia el archivador.
-Si no es obvio, quiero contratarte. Así que vamos con esos papeles.
Una vez que tiene lo que necesita, me coloca delante un contrato y un bolígrafo Montblanc.
-Tómate tu tiempo para leer el contrato y, si decides firmar, hazlo en la casilla de abajo -me indica.
Mis ojos se posan en la página, pero no puedo evitar mirarle de reojo antes de concentrarme en el contrato. Las ventajas del trabajo parecen demasiado buenas para ser verdad. Incluso me ha ofrecido una bonificación por el puesto en las redes sociales que demostré hoy.
Sería una tontería rechazar esta oportunidad, pero ¿funcionará? ¿Debería revelarle mi identidad ahora? ¿Informarle sobre el embarazo antes de que sea imposible ocultarlo? Es un pensamiento intimidante, y la duda se apodera de mí.
-¿Qué piensas? -pregunta Jhon, sentado frente a mí en su colosal silla de oficina, con el tobillo apoyado en la rodilla. Pulso el borde del contrato con nerviosismo.
En menos de ocho meses seré mamá. Tendré un bebé al que cuidar mientras intento cuidar de mí misma. Me aterra no ser lo suficientemente buena o capaz de darle a mi hijo lo que necesita.
Si mantengo este trabajo durante unos meses y ahorro algo de dinero, podré crear un colchón financiero para el bebé y para lo que venga después. Independientemente de si le cuento o no la verdad a Jhon.
Tomo una decisión y agarro el bolígrafo para firmar.
-Acepto.
La silla cruje cuando Jhon se inclina para recoger el contrato y lo estudia antes de firmar su parte. Me dedica una sonrisa cortés, y tengo que recordarme que debo dejar de pensar en lo que sus labios son capaces de hacer. Ya no es solo un desconocido de una noche de pasión. Ahora es mi jefe.
Pase lo que pase, esa es una línea que no puedo permitirme cruzar de nuevo con Jhon.
-Bueno, Isabelle Roberts -dice, con sus ojos azules brillando-, bienvenida al equipo de Protech Auto.