En Protech nos pagan todos los meses, así que las próximas semanas van a ser apretadas en lo que a dinero se refiere, pero he echado mano de lo poco que queda en mi fondo para imprevistos para esta noche.
No quiero perderme nada.
Paso entre un grupo de gente y me pido un pan plano de queso y ajo de un vendedor de comida keto, y para después me pido un donut de chocolate y pistacho sin azúcar. Estoy esperando mi pedido cuando noto una presencia a mi lado.
Desvío la mirada y veo a Jhon sosteniendo una caja cuadrada de comida para llevar. Esta noche ha optado por la elegancia informal, con unos bonitos vaqueros, una camisa de botones azul pálido y botas de cuero italiano en los pies. Yo he elegido mis vaqueros de campana color crema y una blusa vaporosa. Es muy veraniego y cómodo, y las vibrantes flores de mi blusa me permiten ir segura con mi color de labios, un rosa precioso.
Él mira el cartel.
-Entonces, ¿vas a por pizza?
-Claro que sí. También me he regalado un donut. Sin azúcar -le digo, muy emocionada.
Jhon mastica su plato de fideos.
-¿Cuándo te enteraste de que tenías diabetes?
-Cuando era pequeña. Mis padres estaban preocupados porque siempre estaba durmiendo. Entonces, en mi cuarto cumpleaños, me tumbaron en el sofá mientras los demás niños jugaban. Llamaron a una ambulancia cuando no conseguían que me despertara, y en el hospital me diagnosticaron diabetes tipo uno -digo.
Jhon abre los ojos.
-Vaya, ¿así que es algo con lo que has tenido que aprender a vivir desde pequeñita?
Asiento con la cabeza.
-Sí.
Ahora está bajo control, pero a veces me limita. Al crecer, me daban miedo muchos alimentos, pero después de que el médico me remitiera a un nutricionista, descubrí que solo se trata de elegir mejor y seguir los alimentos que me hacen sentir bien.
Kenny, un portero de discoteca que conoce a Margot, me ve y me saluda al pasar, junto con Heather, la dueña de mi joyería boho favorita en The Stables, en los mercados de Camden.
-Por aquí eres casi tan conocida como yo -me dice Jhon y me sonríe de lado.
Inclino la cabeza.
-No he visto a nadie saludarte.
Lanza un ruido que yo diría que está entre un bufido y una tos.
-Esta noche estoy de incógnito.
Recorro con la mirada su cuerpo largo y musculoso.
-Creo que tienes que replantearte tu elección de ropa si ese es el caso. No hay nada discreto en ti.
Jhon se ríe definitivamente esta vez.
-Vale, entonces. Dime algo más que se te antoje. Conozco los mejores sitios para comer.
Suspiro.
-No me fío del todo de tus elecciones gastronómicas después de descubrir dos frascos de mayonesa escondidos en tu despacho.
-¿Y qué tiene de malo la mayonesa? -pregunta, totalmente sorprendido.
Le miro fijamente a los ojos y niego con la cabeza.
-La mayonesa tiene tantas cosas malas, pero por la cara que pones, creo que es mejor no herir tus sentimientos al respecto.
Jhon intenta detener su sonrisa cuando inclina la cara hacia el cielo, regalándome sus ojos brillantes.
-Es bueno pasar tiempo contigo fuera del trabajo, cuando no estás tan ocupada. Me gusta saber más de ti.
El ambiente cambia y, de repente, intento encontrar las palabras adecuadas. Al final, lo consigo.
-Me alegro de que me hayas invitado a salir esta noche. Es agradable verte más relajado.
Es entonces cuando el camarero de detrás del mostrador dice mi nombre y me entrega la caja de pizza y el donut. Jhon me lleva hasta donde están sentados los demás en el comedor al aire libre y toma asiento a mi lado. Abro la caja de pizza y me siento a comer.
Me doy cuenta de que Jhon no deja de mirarme.
-¿Quieres probar un poco? -pregunto, notando la intriga en su rostro.
Se muerde el labio inferior, soltando los dientes lentamente mientras mira fijamente la comida y luego a mí. ¿Un hábito nervioso? A menudo lo veo mordiéndoselo cuando está estresado en el trabajo.
-Estoy intrigado, no puedo mentir.
Deseosa de satisfacer su antojo, le traigo un cuadradito, lo envuelvo en una servilleta y observo atentamente cómo me da las gracias y le da un mordisco. En su cara se dibuja la sorpresa y luego el placer. Me hace sonreír tontamente y voy a por mi propio trozo.
-¿Sabe como una pizza normal? Nathan también está interesado.
Les doy un trozo a él y a Kyle.
-Sí, para mí sí. Me gusta.
Todos mastican felices, haciéndome saber que está buena y que apenas notan la diferencia. Pronto, los otros hombres de nuestro grupo quieren participar. Jhon abandona la mesa y vuelve unos minutos después armado con cajas de pizza.
Las deja en el centro de la mesa y pone una caja delante de mí.
-Te he traído otra, ya que todos hemos probado la tuya -dice.
Me duele la sonrisa, es tan grande. Le doy las gracias y le miro mientras se inclina para abrir las cajas de la mesa, riendo y bromeando con su equipo, que le anima por la comida extra. Me relamo y me siento a observar a la gente.
Veo a Daniel sentado con otro chico del equipo, Craig, en la mesa de enfrente. Me inclino para hablar con Jhon.
-¿Por qué están Daniel y Craig sentados ahí? Hay sitio suficiente si nos apretamos todos.
Cuando se acerca, me doy cuenta de que no me oye, así que repito y me explica:
-Son mi equipo de seguridad.
Frunzo el ceño.
-¿Qué? Pero trabajan con todos vosotros en el taller, ¿no?
Tras un bocado de pizza de pepperoni, niega con la cabeza.
-Están ahí para vigilarme. Les pago para que pasen desapercibidos.
-¿Quién eres tú? -suelto, y él se limita a sonreír.
Es débil, pero hay algo más que brilla en su mirada.
-Tengo muchos activos. Eso atrae a algunos enemigos -dice, y Nathan lo desvía, hablando de coches de carreras.
¿Enemigos?
Suena siniestro, pero supongo que son gajes del oficio. Los celos son una emoción muy poderosa, y hacen que la gente piense y haga las cosas más locas.
Una hora más tarde, pasamos al primer bar, un local de cerveza artesanal llamado The World's End. Se está muy bien aquí, con enormes tanques de latón de cerveza detrás de la barra y mucho espacio para sentarse. Somos ocho, pero conseguimos apretujarnos todos en un reservado.
Jhon pone una ronda de bebidas para todos, y por suerte no dice nada cuando soy la única persona que no bebe alcohol aparte de Kyle, que es el conductor designado. Hay un grupo de mujeres en la esquina que miran a Jhon, observando todos sus movimientos mientras charla alegremente con nosotros.
Entonces, de la nada, aparece la rubia explosiva del taller, poniéndose el dedo en los labios en señal de que va a atacar a Jhon a Daniel. Daniel le lanza una sonrisa cariñosa, cruzando los brazos sobre el pecho para ver cómo sucede. Ella se lanza a la espalda de Jhon, diciéndole algo al oído cuando él salta de su piel.