El crujiente líquido se desliza en el vaso y ella lo inclina brevemente en mi dirección, dando tres tragos antes de volver a dejar el vaso. La preocupación contenida en su rostro se refleja por el consumo de alcohol, luego se levanta y sale de la habitación, volviendo a entrar un momento después con su portátil.
Sigo masticando la deliciosa comida, limpio el plato mientras ella deja sitio para el ordenador en la encimera de la isla. Se mete el resto de la pasta en la boca mientras me da unos segundos y me prepara un delicioso cóctel bajo en azúcar. El taburete en el que estaba sentada está ahora junto al mío, con las rodillas apretadas. Estamos muy cerca.
-Vamos a investigar un poco -me dice mientras me pasa la bebida.
El cóctel sabe a sorbete de limón con un toque de lavanda, algo que podría beberme todo el día. No estoy segura de si investigar es una buena idea. ¿Y si encuentro algo horrible y me equivoco?
-No estoy segura -le digo, dejando que coja mi portátil.
No es lo que ella quiere oír. Se da la vuelta y se sienta frente a mí.
-No tenemos que hacer una inmersión profunda ni nada, solo un barrido superficial.
-Lo de la superficie suena mejor -le contesto, cogiéndole el portátil para tenerlo más cerca.
No es que no sienta curiosidad.
Escribo su nombre en Google y me inunda una avalancha de información. Primero hay fotos, algunas de él posando en una alfombra roja y otras que parecen privadas. Margot hace todo tipo de sonidos mientras navegamos por las páginas de fotos, deteniéndose en una imagen de prensa en la que posa junto al piloto de carreras más famoso de McLaren, Gareth Hughs.
-Dios, es exuberante, nena -dice, dándome un codazo en el hombro y una palmada en la espalda al mismo tiempo.
Prácticamente se me cae la baba al contemplar las marcadas líneas de su cuerpo bronceado y tonificado, el brillo de su pelo naturalmente espeso que se enrosca ligeramente alrededor de sus orejas, y cómo su grueso labio inferior vive descaradamente entre sus dientes cuando sonríe.
Al indagar más de lo que dijimos que haríamos, los bienes inmuebles a los que se le relaciona en artículos de prensa incluyen un complejo de apartamentos en una casa señorial cerca de Protech. El edificio es alucinantemente precioso, construido en el siglo XIX. La realeza vive allí, entre muchas personas adineradas. Los precios son locamente caros, y parece que Jhon es uno de los propietarios.
¿Quién es este tipo?
¿Un multimillonario?
-Isabelle -susurra Margot cuando llegamos a la lista de multimillonarios en tiempo real de Forbes, donde Jhon ocupa el tercer lugar. Sisea suavemente la siguiente parte. -Es multimillonario.
No solo multimillonario. Un multimillonario.
Mi saliva es demasiado espesa para tragarla.
-Ya lo veo.
Nuestro silencio lo dice todo sobre nuestro asombro cuando leemos el siguiente artículo, en el que responde a algunas preguntas bastante mundanas que no dan mucho de sí. Margot hace clic y se pone a investigar un poco más, mientras yo solo puedo pensar en el poder que mi nuevo jefe tiene sobre el mundo.
Dicen que inventó un artilugio tan revolucionario para el mundo del motor que batió todos los récords. La enorme popularidad del nombre Protech no se parece a nada que haya visto jamás.
Margot se acerca para hacer clic en una imagen que yo intentaba evitar.
-Esa mujer sale mucho en las fotos con él.
Le pido que vuelva a la última foto, acercándome cuando reconozco a la mujer rubia que posa junto a él. Sabía que intuía algo aquel primer día mirando en el taller. Jhon era el tío bueno, y ella la mujer que estaba encima de él.
Dios, sí que tiene novia.
Un malestar me ataca las tripas.
Yo soy la otra mujer.
-Sí, quizá sean sus amigos -susurro, inclinándome aún más cuando aterrizamos en una foto de ella y otra mujer tumbadas sobre él en un yate. -¿O están saliendo?
Margot copia el nombre de una de las mujeres en el buscador y me mira. Casi todas sus fotos son con Jhon, y algunas datan de la semana pasada.
-Así que no hay que alarmarse. No dice que estén juntos. Jhon parece bastante reservado con su vida personal.
Me deslizo fuera del taburete.
-No necesito ver esto. El tipo obviamente se mueve. No me sorprende, dadas las circunstancias. ¿Podemos superar primero el obstáculo de que mi vida cambie para siempre?
-Claro que podemos, pero...
Sacudo la cabeza.
-Mantener este trabajo para mantener a un bebé es lo único que importa -y se lo digo.
Uno a uno, mis pensamientos no pueden evitar ir a la reacción de Jhon. Me vienen a la cabeza varios escenarios, algunos buenos en los que se muestra sorprendido pero comprensivo y feliz al oír la noticia. Luego está el que me acusa de mentirle o tenderle una trampa, pensando que investigué sobre sus miles de millones antes de conocernos y me despide en el acto para que me las apañe sola.
No tengo mucha confianza en él, pero ¿cómo voy a tenerla si no le conozco?
Si tiene pareja, ¿cómo me acerco a ellos sin que me despidan?
-Tengo que contarle lo del bebé. Recordarle lo del rollo de una noche -grazno, y Margot se me queda mirando por el latigazo que le estoy dando. -Sí... es lo correcto.
-Lo es, pero ¿y el trabajo? ¿Crees que te dejaría ir por eso? ¿Puedes hacerlo legalmente? No lo sé -responde.
Mi trago es sonoro.
-No tengo ni idea.
Margot suspira.
-Supongo que cruzaremos esa línea cuando lleguemos.
-Mañana. Mañana le diré quién soy -me repito, convencida de que estoy perdiendo la cabeza.
Solo espero tener el valor de hacerlo cuando vuelva a verlo cara a cara.