La noche de ayer luego de que mi jefe me dejara en mi casa, digamos que fue bastante dura no solo porque mi bebé se despertó llorando y apenas si durmió. Si no también porque mi hermano no la estaba pasando nada bien, ya que los últimos resultados que le practicaron a mi cuñada arrojaron que Estefanía desafortunadamente tiene un tumor envuelto en sus ovarios. Así que dicho tumor es el que le está causando todos esos dolores tan terribles y mi pobre hermano no sabe qué hacer para ayudarla. Además, toda la familia está devastada porque ella es una mujer demasiado buena y no se merece estar pasando por una situación como esta tan lamentable.
Bien dicen que Dios le da barba a quien lo tiene quijada y habiendo tantas personas malas en el mundo no puedo creer como a ella que es un cielo le esté pasando algo como esto. Aun así, nosotros no vamos a dejarla sola y siempre vamos a estar con ella apoyándola y queriéndola en todo momento. Más aún porque sabemos que el proceso puede ser duro y tal vez su sueño de ser madre se pueda ver frustrado por esto.
Esta mañana había decidido ponerme un pantalón de vestir con una camisa color crema, la cual combinaba perfectamente con unas sandalias de suela bajita que tenía en casa y, ya que no puedo usar nada de tacón por los siguientes días; decidí usar estas que son más cómodas. Además, las conviene con el pantalón de vestir negro y la verdad no estaba para nada mal lo que veía en el espejo.
Con el café de mi jefe totalmente listo sobre su escritorio una vez más, salgo de la oficina y en cuanto lo hago, el ascensor suena marcando su llegada. Hay que ver que puntual es este hombre en casi todos los aspectos.
– Buenos días, jefecito – le digo con una sonrisa porque lo tengo en mi campo de visión y este solamente me ve con algo de fastidio como casi siempre.
– ¿Se puede saber qué estás haciendo aquí? Se supone que tienes que estar de reposo y no aquí trabajando – dice este en cuanto llega a mi lado y me mira de arriba hacia abajo.
– Bueno, supone usted que yo debería estar en casa. Sin embargo, yo le dije que no estoy incapacitada para trabajar. Además, estoy cumpliendo al pie de la letra lo que me dijo el médico y como puede ver hoy no he venido en tacones. Por lo tanto un par de sandalias es la mejor opción para mantener mi pie en descanso para que no le pase nada – digo en en en tono cantarín, pero veo como mi jefe se echa hacia atrás para mirarme de nuevo de pies a cabeza.
– ¡Vaya! Si sabía que eras bajita, pero no pensé que tanto. Hay que ver que esos tacones engañan bastante y ahora sí puedo afirmar que eres como un Minion en estatura – dice este burlándose de mi estatura y simplemente no lo podía creer. Solamente mi familia sabe que no me gusta que me hagan sentir enana, pero al parecer a mi jefe le divierte el hacerlo.
– ¿Acaso usted se está burlando de mi estatura? – le pregunto bastante seria aunque tengo ganas de reírme y al parecer este lo nota.
– ¿Qué pasa si lo estoy haciendo? ¿Qué vas a hacer? ¿Pegarme en las rodillas? – me pregunta este bastante divertido como jamás lo había visto desde que estoy trabajando en este lugar.
– Bueno, tal vez no quiera pegarte en las rodillas, pero en las bolas por supuesto. Así que no te metas con mi estatura porque no me gusta.
– Pues ve acostumbrándote porque así como tú me dices jefecito y a mí me revienta las pelotas escucharlo. Cuando vengas y me lo digas a partir de ese momento te diré pequeña Minion solo por venganza, así estaremos a mano y también en paz – dice el muy tarado, para luego entrar a su oficina y dejarme ahí parada como si nada.
Cuando ya había llegado la media mañana, siento como mi jefe me llama y al entrar en su oficina lo veo peleándose con su corbata otra vez. Al parecer este hombre no se ha ahorcado por falta de tiempo con esos nudos, por lo que sin que me diga que es lo que quiere camino hacia él para hacerle el mismo nudo de ayer.
Luego de estar ese tiempo en silencio mientras lo ayudaba, este decide hablar y romper la magia del silencio diciendo una de sus monumentales idioteces.
– Rebeca quería hacerte una pregunta desde hace rato, solo que estaba ocupado y no había encontrado tiempo de hacerlo – dice este mirándome desde su altura, ya que hoy no estaba como siempre y llegarle a este hombre por el pecho era una tortura.
– ¿Qué es lo que quieres preguntarme si se puede saber? – digo olvidando el pequeño detalle de la estatura.
– Bueno ¿Por qué estabas tan tarde ayer en la oficina? Que yo sepa no te he dejado trabajo extra como para que te vayas tan tarde en la noche.
– Pues usted no me lo ha dado, pero la mujer que entró a su oficina la otra vez sí. Ella me dijo que era socia de la empresa y que iba a comenzar a trabajar aquí, así que necesitaba unos informes para hoy mismo o de lo contrario me iba a despedir. Además, estoy bastante molesta porque me fui tarde de aquí por esos dichosos documentos y ella ni siquiera ha llegado para entregárselos.
– ¿Oh sea que me estás diciendo que Daniela fue la que te dio órdenes de hacer esos informes? – me pregunta bastante molesto y a veces me sorprenden sus drásticos cambios de humor, pero justo había dicho eso.
– Pues sí, eso le acabo de decir. Ella fue la que me dio la orden y a decir verdad necesito el trabajo, no puedo darme el lujo de perderlo. Discutir con usted es una cosa, pero hacerlo con otros socios que no conozco ya no es una opción.
– Muy bien, Rebeca. Sin embargo, quiero que me escuches con total atención mis palabras porque esto que te voy a decir no lo diré otra vez. El único que puede despedirte aquí soy yo y no quiero que vuelvas a hacer algo de lo que te mande cualquier otra persona que no tenga mi rostro. Aquí Daniela no tiene ninguna autoridad para darte órdenes y más cuando aquí el jefe de todo esto lo tienes justo delante de ti, por lo tanto. Cuando alguien más te ordene hacer algo, ni siquiera se te ocurra desobedecer mis órdenes, creo que eso sería lo único que no te perdonaría dentro de esta empresa y te pondría de patitas en la calle ¿Te ha quedado claro?
– Más claro que el agua. No volveré a hacer nada que no me ordenes tú – digo de inmediato porque en sus palabras se notaba que no estaba jugando como en otras ocasiones.
– ¡Excelente! Ahora quiero que vayas al área de recursos humanos y le digas al jefe de personal que venga de inmediato. Necesito saber quién demonios dio la autorización de que esa mujer venga a trabajar a mi empresa y más sin consultarme.
– Está bien, enseguida regreso con el de recursos humanos – digo saliendo de su oficina sin protestar, ya que en otras ocasiones ya lo había visto molesto o yo lo había sacado de quicio. No obstante, tras la mención de esa mujer y de lo que ella quería hacer, su semblante cambió por completo a uno indestructible dejándome completamente preocupada.
Caminando hacia recursos humanos descubro algo que no sabía que existía en esta empresa, por lo que de inmediato me detengo para verlo más de cerca. Puesto que en frente de mí había una guardería y cientos de niños jugaban dentro de esta. No sabía que aquí existía esto en este lugar o de lo contrario hubiese traído a mi pequeño príncipe desde el primer momento. Más ahora que la familia está pasando por un tema delicado con mi cuñada y no quiero cargarlos más de problemas con mi hijo.
Cuando por fin voy a la oficina de recursos humanos, me encuentro con Estefanía sentada en su escritorio, ya que ella es la secretaria del jefe del área y la saludo con mucho cariñom
– Hola, cuñada ¿Cómo estás? – le pregunto dejando un beso en su mejilla, aunque sé que la pobre no está bien.
– Pues mejor que tú lo dudo, ya veo que te has adaptado muy bien al jefe y que a diferencia de las otras secretarias has durado más de lo normal – dice esta regalándome una sonrisa.
– ¿Por qué lo dices? Parece como si el hombre fuera un monstruo, aunque no digo que no sea algo insoportable y amargado, pero se puede decir que es un buen jefe.
– ¿Cómo así que buen jefe? ¿Rebeca no me digas que tú y él? – me pregunta esta, pero deja la pregunta a medias.
– ¿Cómo que si él y yo? No me dejes la pregunta a medias.
– Bueno, me refiero a lo que ya sabes, a la intimidad. Manoseo y sexo, siempre que él tiene una nueva asistente se la tira para después desecharlas. Es por eso todos están sorprendidos de que tú hayas durado tanto tiempo en ese puesto. Aunque conociéndote como te conozco sé de sobra que eso no ha pasado entre ustedes, pero digamos que no está de más preguntar porque el hombre si es guapo.
– ¿Me estás hablando en serio? – le pregunto sorprendida.
– Pues sí, te estoy hablando en serio.
– Válgame Dios, por supuesto que ese hombre y yo no hemos tenido nada. Jamás me lo tiraría y menos ahora sabiendo que si lo hago me puede despedir, aunque no te voy a negar que uno o dos pensamientos pecaminosos he tenido con él ha sido ese. Sin embargo, ahora que me das esta información ni loca quisiera cumplir alguna de esas fantasías. Además, el hombre que quiera estar contigo tiene que conquistarme con detalles y querer a mi hijo sin importar quién sea.
– Pues menos mal que piensas así. Estoy segura de que si las anteriores asistentes hubiesen pensado como tú, tal vez ahora tuviesen su trabajo, pero ahora dime ¿Qué haces aquí? ¿En qué te puedo ayudar?
– Pues mi jefecito, el que se tira a casi toda sus asistentes, me ha pedido que tu jefe vaya a verlo. Al parecer quiere que le dé explicaciones por haber contratado a una mujer llamada Daniela o algo así.
– ¿Hablas de Daniela Castillo?
– Pues no sé si es Castillo o Torres, solo sé que se llama Daniela y que el jefe está bastante molesto. Quiere ver al tuyo cuanto antes y yo que él iba porque mi jefe está que echa chispa por las orejas.
– Está bien, enseguida se lo digo no vaya a ser que le dé por despedirlo a él también solo por tardar un poco.
– Oye espera, antes de que te vayas – digo tomándola de la mano para que esta voltee a verme – ¿Sabes cómo funciona la guardería? Es que cuando venía hacia acá vi una y creo que voy a traer a Darío para acá.
– ¿Estás pensando traer al niño aquí? Pensé que lo dejarías en casa con los abuelos para que ellos lo sigan cuidando
– Pues lo que pasa es que mamá y papá siempre están muy ocupados y aunque siempre le dediquen tiempo a mi niño soy yo no la que no me puedo hacerlo. Así que si lo traigo aquí creo que podré estar más tiempo cerca de él, la verdad es que lo extraño mucho y el trabajo ya no me deja dedicarle tanto tiempo como quisiera.
– Bueno en ese caso está bien. Si me esperas aquí unos minutos enseguida te doy la información y te digo todo el formulario que tienes que llenar para que puedas traer a mi sobrino.
– Está bien cuñada, te espero aquí – digo contenta porque así tendría a mi niño un poquito más cerca de mí, pero no podía decirle toda la verdad a Estefanía sobre mis intenciones. Quería que mamá y papá estuvieran con ella todo el tiempo que dure su tratamiento porque aunque ella esté sonriendo en este momento y se vea aparentemente feliz. Sé perfectamente que por dentro está triste y muerta de miedo.