Enrique
19 de febrero, 1994
Me gusta sentir el sol en mi piel, uso playeras ligeras en estos días calurosos de primavera. Hago todo lo posible por caminar de casa al trabajo, evitando usar el auto. Me resulta más satisfactorio, pues, solo así puedo apreciar la maravilla del nuevo amanecer. Sé que la ciudad es un completo caos por la mañana, pero eso no me impide gozar de mi día que apenas comienza.
Las personas corren a toda prisa, bajan de los autobuses para entrar a los túneles del metro, siempre me causa mucha risa verlos, ir tarde a todo lugar, no comprendo cómo administran su tiempo, pero no soy nadie para juzgarlos. Estoy a solo cinco minutos de mi trabajo y el tiempo me sobra, así que correr o caminar con más velocidad no es algo que pase por mi mente. Hay algo que está llamando mi atención: hay una chica parada en la ladera, realmente a media ladera. Las personas pasan, la empujan y ella está ahí estorbando, ¿qué le pasa?
-Perdón, no me gusta entrometerme, pero creo que no deberías estar en medio del paso, las personas llevan prisa y es muy triste ver cómo te empujan. -Quizás fui entrometido, pero realmente siempre me meto en asuntos que no me corresponden, así que no sería la primera vez.
-¿Qué? -fue lo que ella me dijo, no sé si no me escuchó o simplemente no fui claro.
-Que estás estorbando -dije resumiendo todo mi comentario anterior, ella arrugó la ceja, claramente pude observar que se molestó.
-No me interesa la prisa que ellos tengan, tengo derecho a estar aquí. -Creí que estaba loca, pero solo era grosera.
-Muy bien, entiendo. Te doy la razón, tienes derecho a estar aquí tanto como todos los demás, pero me resulta inquietante ver que te empujan y tú pareces no sentirlo.
Mientras yo hablaba ella miraba alrededor, solo para notar que mis palabras eran ciertas, las personas pasaban tan a prisa que la hacían a un lado dándole golpes con sus hombros y recorriéndola de un lugar a otro y ella no lo había notado. En ese momento se orilló, fue justo hasta donde yo estaba pegado a una pared y se quedó ahí.
-No sé qué tengo en la cabeza -me dijo continuando la conversación. En verdad debí haberme ido y no molestarla, pero algo me hacía quedarme.
-Estrés y preocupaciones, puedo sentirlas a una milla de distancia.
Dejé fluir mis palabras con completa confianza, como si la conociera. Había algo en ella que despertaba mi interés, supongo que no era solamente su despampanante rostro.
-Ah, mira un adivino resultaste ser, conozco a los charlatanes sin vida como tú -dijo ella nuevamente, mostrándose altanera.
Supe en ese instante que debía irme y dejarla sola, pues no permitiría que nadie me insultara y arruinara mi día.
-Ten buen día -dije para después darme la vuelta y caminar, dejándola ahí en el mismo lugar, pero solo conseguí dar dos pasos antes de que me tomara del brazo y me diera la vuelta-. ¿Qué te pasa? -le dije, esa vez el molesto era yo.
-Te ofrezco una sincera disculpa, creo que solo fuiste amable conmigo y yo fui todo lo contrario.
En mi mente persiste la idea que esta chica está loca, pero no me puedo mentir, me resulta linda y tierna, ¿cómo no disculparla?
-Está bien, te disculpo si caminas mientras hablas y dejas de estorbar a estas infelices personas.
Esa vez me tomé el atrevimiento de tomarla del brazo y hacerla a un lado. Comencé a caminar dispuesto a dejarla atrás y olvidarla, pero ella siguió mi paso.
-Si yo fuera uno de ellos, hubiera quitado de un golpe a la persona que esté parada como estúpida a media vereda.
No comprendía por qué continuaba hablándome, además iba en la misma dirección que yo. Sumado a eso, tengo que apresurarme y estoy perdiendo el tiempo parado sin hacer nada. Continuaba su parloteo mientras me miraba buscándome la mirada.
-¿Apresúrate por qué? -le pregunté intentando no verme grosero, después de todo, fui yo el que le habló primero a una extraña.
-Mi mejor amiga me consiguió trabajo, llevo apenas 15 días, pero me detuve ahí para pensar en dónde desayunar, estoy harta de llegar con el estómago vacío al trabajo, pero creo que un pensamiento pasó a otro y perdí la noción del tiempo y de dónde estaba parada -hablaba tanto, que comencé sentir ansiedad y quizás para no dejarla conversar sola hablé de más.
-Trabajo en un restaurante a la vuelta, puedes desayunar ahí, te lo recomiendo -dije y, sin duda, me comprometí una vez más a mantener una plática con ella.
-Excelente, te tomo la palabra entonces.
Después de eso apresuré un poco el paso, pues, dijo que tenía prisa y estábamos ya un minuto de llegar. En ese minuto ninguno de los dos dijo nada, que alivio sentí. Puse un pie en el restaurante, y los meseros y demás trabajadores que se encontraban en el piso de ventas comenzaron a saludarme.
-Buenos días, señor Valencia.
Detestaba que me dijeran, señor, solo tengo 25 años y me hacían sentir como un anciano, pero era algo que no podía evitar.
-Bienvenido, jefe -dijo otro.
Yo, como era costumbre, respondí con total educación y respeto a todos los saludos.
-¿Señor Valencia?, ¿jefe? ¿Acaso eres el gerente? -preguntó la pelirroja que venía acompañándome.
-No, no soy el gerente. El gerente es él, se llama Román -le dije al estar frente a Román, el gerente de la sucursal-. Román, ella es...-Ni siquiera sabía su nombre y yo tenía la intención de presentarla.
-Ah, soy Lia -dijo un poco nerviosa.
-Ella es Lia, te pido de favor, la atiendan muy bien y con un poco de velocidad, pues, tiene prisa -di la orden y sin duda, Román la siguió al pie de la letra, le ofreció una mesa y llamó a un mesero para que la atendiera a la brevedad-. Dame un minuto y vuelvo contigo, Lia.
Me dirigí a la oficina que se encontraba al fondo subiendo unas pequeñas escaleras y dejé mi maletín, tenía un poco de trabajo para terminar y debía ser antes de que mi hermano llegara y me lo exigiera, pero también sentía el compromiso de estar con la chica, después de todo, era mi invitada, aprovecharía la ocasión para desayunar también.
-Lia, ¿ordenaste algo ya? -le pregunté y me senté en el gabinete al otro lado, justo frente a ella.
-Te dijeron, señor Valencia. ¿Eres Lukas Valencia? ¿Hijo de Franco Valencia, dueño de estos restaurantes?
Realmente no me sorprendió que Lia conociera mi apellido, ni quién era el dueño del restaurante.
-En realidad soy Enrique. Lukas es mi hermano, y si soy hijo de Franco Valencia, que ya no es el dueño porque está muerto, eso indica que el dueño soy yo y Lukas, por supuesto.
Ya no me importaba hablar de más, después de todo, estaba sentado en la misma mesa que ella y compartiría el tiempo del desayuno a su lado, debíamos hablar de algo.
-Por supuesto, supe sobre la muerte de tu padre en las noticias, todo mundo hablaba de ello: "Muere Franco Valencia, importante empresario en la Ciudad de México", lamento tu pérdida, Enrique.
Lia tenía una forma de hablar bastante particular, parecía que nada le sorprendía y que no le importaba lo que saliera de su boca, solo hablaba.
-Te lo agradezco, han sido dos años difíciles desde que papá se fue, pero tengo la fortaleza para seguir sin él, pues me dejó todas las herramientas para avanzar después de su partida.
El tema conseguía abrir un poco aquella herida que aún había en mi interior, pero no era culpa de ella, era un tema completamente normal.
-Comprendo, también perdí a mi padre hace 5 años... es un dolor que no te puedo explicar, la tragedia que acogió a mi familia en ese momento fue demasiado grande.
Ella y yo estábamos conectados en algo, el dolor que había en su interior era similar al que yo sentía por perder a mi papá, pero había algo más, un sentimiento que no era del todo dolor, Lia escondía algo más fuerte.
-También lo lamento mucho, debiste estar muy pequeña cuando eso pasó, ¿qué fue lo que le ocurrió a tu padre? -pregunté, intentando averiguar aquella emoción que oprimía el corazón de Lia y que me transmitía sin filtro alguno.
-Pues sí, tenía solo 17 años... y bueno, me cuesta un poco decirlo sin sonar frívola, pero lo asesinaron.
Comienzo a entender. Perder a quien amas es una tragedia que te acompaña para el resto de tu vida, pero perder a tu padre porque alguien le arrebató la vida debe ser terrible.
-¿Qué... y eso cómo pasó? Perdóname si hago muchas preguntas, si te incomodan no las respondas.
Lo dije para que comprendiera que no estaba obligada a recordarlo y responder si no quería, en su rostro había paz reflejada, pero su corazón existía un gran tormento.
-Papá era un alcohólico, violento e irracional. Una noche se fue de casa después de haberme masacrado a golpes a mí y a mi madre. Nunca volvió porque esa noche fue al lugar equivocado a provocar una pelea que acabó con su vida... salió en los periódicos también, pero mi padre, a diferencia del tuyo, no era nadie importante -dijo y comenzó a reír, en verdad me dejó paralizado su forma de contar algo tan delicado y además reír al final del verso-. Alcohólico asesinado en la Condesa. Arrancan sus ojos. Esos eran los titulares que logré ver los días siguientes a su asesinato.
Vinieron algunos recuerdos a mi cabeza, yo había leído esa noticia, aún permanecía impactado, pero logré por fin entender por qué Lia tenía ese sentimiento en su corazón. Lo que había en ella era rencor y frustración aunado a eso el dolor. Podía percibir con claridad cada una de esas emociones reprimidas.
-Yo sé de lo que hablas... Jorge Nava, fue catalogado como el homicidio más cruel en años dentro de la ciudad.
Por Dios, estaba hablando como ella, ¿qué pasaba por mi mente? Dije algo que podía herirla, fui cruel e imprudente.
-¡Exacto! -Soltó una carcajada y me dejó confuso, creí que se pondría a llorar o me daría un golpe en la cara por hablar con tanta simplicidad sobre la trágica muerte de su padre-. Jorge Nava era mi padre. Me fascina el hecho de que yo conozca a tu padre por obvias razones, pues era millonario e importante, pero tú conoces el nombre del mío porque lo mataron violentamente.
Lia es verdaderamente extraña, supongo que la muerte de su padre fue más un alivio que un pesar para ella. No puedo juzgarla, solo ella sabe lo que vivió junto a él, pues de su boca salió decir que era violento y que la golpeó a ella y a su madre. Entonces me liberé de culpas y la plática siguió fluyendo poco a poco. Los minutos corrían lentamente, el desayuno llegó a nuestra mesa y ambos disfrutábamos. Me sorprendió la capacidad que ambos tuvimos de conectar con tanta facilidad, de confiarnos cosas que podían considerarse muy personales.
Ella me contó cómo fue que su padre comenzó a volverse alcohólico y, por ende, violento. También me enteré de otras situaciones realmente tristes que la mantenían en un estado de depresión constante. Por ejemplo, el hecho de que su hermano de 14 años fue diagnosticado con cáncer hacía unos cuantos años, es lamentable saberlo. Además, me dijo que su relación con su madre era bastante mala. Yo por mi parte le expresé algunas anécdotas también, como el hecho de que fui adoptado en Colombia por Franco Valencia cuando tenía solo 5 años, después mi hermano Lukas corrió con la misma suerte, pues, cuando yo tenía 10 años vine a vivir a la Ciudad de México y mi papá me dio el mejor regalo de todos, el maravilloso hermano que ahora tengo.
Todo era muy ameno, creo haber encontrado una amiga maravillosa de forma muy espontánea y casual, eso debe ser bueno sin duda, puedo darme cuenta de que le agradó tanto como ella a mí. Aun entre risas, Lia me contaba sobre su nuevo empleo, cuando de pronto ambos pegamos un brinco sobre nuestros asientos, enormes carpetas y folders cayeron sobre la mesa frente a la mirada de ambos. De inmediato, los dos volteamos a ver con confusión a la persona que había hecho aquel grosero acto.
-Son tres las sucursales que hoy se quedarán sin productos básicos de producción, creí recordar que lo harías a primera hora.
Ese era Lukas, mi adorado hermano con bellísimo carácter que lo define como persona.
-Lukas, ¿qué haces aquí? No sé de qué me hablas, por supuesto que lo haré. Me tomé un momento para desayunar.
Le dije mientras acomodaba las carpetas que había dejado caer y de forma escalonada habían ido cayendo en el asiento junto a mí.
-Debiste hacerlo antes de las 11:00 a. m., ¿acaso no has visto la hora, hermano?
Respondió con su voz un poco más calmada, aún parecía querer arrancarme la cabeza, pero intentaba ser un poco más sutil.
-¡Por Dios! -gritó Lia, después de mirar el reloj en su muñeca-. ¡Enrique, es mediodía! -concluyó. En ese momento creí que estaba bromeando, abrí los ojos tanto como pude y coloqué mis lentes que estaban sobre la mesa, miré al fondo donde se encontraba la caja de cobro, pues, justo arriba de ella había un gran reloj de manecillas y pude ver que era cierto, era mediodía ya-. Me despedirán -exclamó Lia, dejando ver su frustración.
-¿Estoy entendiendo bien? O sea que tú y tu... acompañante, ¿pensaban que el crepúsculo estaba sobre las montañas aún? -Después de terminar de expresar sus dudas, Lukas comenzó a reír, tomó una silla de la mesa de alado que estaba vacía y se sentó junto a nosotros.
-No entiendo cómo pudo pasar esto, creí que no pasaban de las 10: 00 a. m., lo juro, Lukas, discúlpame en verdad, conseguiré los productos con algún proveedor externo.
Moría de la pena con mi hermano, le había prometido llevar control respecto al área de producción que había tenido deficiencias en las últimas semanas y fallé. Por otro lado, Lia seguía ahí, muerta de la preocupación. Sacó un teléfono celular de su bolso y comenzó a llamar, se levantó un instante de la mesa y caminó unos cuantos metros hacia atrás.
-No puedo negarte que es demasiado hermosa, en verdad quiero acariciar su cabello, pero no permitas que te distraiga de tus obligaciones -dijo Lukas antes de que Lia diera la vuelta y volviera a su asiento. No comprendí a qué quería llegar.
-Creo que esta vez salvaré mi puesto, es mi primera llamada de atención... pero dudo que haya una segunda.
Su rostro reflejaba ya una tranquilidad que había perdido por completo en cuestión de segundos. Miró a Lukas y volteó su mirada hacia mí. Mi hermano, por su parte, arrugó las cejas al sentirse observado por ella; creo que jamás podrá contener esas feas reacciones faciales.
-Oh, claro... qué descortés. Lukas, ella es Lia, una amiga mía. Lia, él es Lukas, mi hermano.
Lia sonreía y se notaba emocionada por alguna extraña razón que aún no conocía.
-Es un gusto -dijo Lukas estrechando su mano.
-Lo mismo digo, Lukas Valencia frente a mis ojos -expresó ella, conservando esa expresión de felicidad.
-¿Me conoces? -preguntó Lukas, totalmente extrañado al igual que yo, se alejó un poco de ella.
Creo que se sintió acosado por un segundo, pues recargó su espalda por completo al respaldo de la silla.
-¡Claro que sí! Tu padre era el empresario más importante de la ciudad, hace años apareciste en una revista junto a él y todas mis amigas se volvían locas al verte, eres amor platónico de tres de ellas, me envidiarán cuando sepan que te conocí -las palabras de Lia aclaraban todas mis dudas y también las de Lukas, debimos suponerlo, claro que nos conocerían.
-Yo también aparecía en esa revista -dije, intentando saber si ella recordaba verme en ella.
-Cierra la boca, Enrique, no puedes ser más icónico y sobresaliente que yo. -Lukas tenía algo que a mí me hacía mucha falta, no sé cómo definirlo. ¿Vanidad o narcisismo? -. Ya entiendo, Lia, pues que vengan al restaurante y podrán verme casi todos los días, pero por favor, aclárales que no tienen oportunidad alguna conmigo -sus palabras hicieron reír a Lia y por supuesto que a mí también, me sorprende la capacidad que tiene para ser tan insoportable y aun así ser del agrado de las personas-. Pero tendrán 50 % de descuento si indican que vienen de tu parte, resuelve el asunto con el pedido antes de las 3 de la tarde, adiós -dijo mirando a Lia y forzándole una sonrisa, para después levantarse, sin decir más e irse.
Me dejó con la palabra en la boca, Lia no pudo terminar siquiera de decirle "Hasta luego", pues ya se había ido.
-Qué simpático, creí que sería un dolor de cabeza. -Sabía de sobra que sus palabras contenían sarcasmo, pero en verdad me hizo reír.
-Es todo un personaje, aprendes a amarlo con el tiempo -le dije lo primero que se vino a mi mente.
-No tengo manera de agradecerte la mañana que me regalaste, creo que eres un ángel, apareciste y mis pensamientos y emociones comenzaron a ser buenos, a diferencia de cómo me encontraste en la mañana.
-Si supieras que toda mi existencia me ha considerado un ángel buscaría otra palabra para describirme, pues esa me suena cliché. Pero lo tomaré como un halago. Es un placer haber coincidido contigo, tu luz opaca el amanecer. ¡Oh, por Dios!, creo que en ese momento algo sucedió conmigo, mis propias palabras me hicieron darme cuenta de que había algo diferente con ella. Ella sonrió y pude ver cómo sus mejillas enrojecieron, pero miró su bolso. Creo que para disimular que la había puesto nerviosa, metió la mano en él y sacó un billete, estiró la mano esperando que lo recibiera-. Por favor, guárdalo, tu desayuno corre por mi cuenta, de hoy en adelante, pues, ahora sé que caminas por esta avenida cada mañana para ir al trabajo.
Sé lo que estaba haciendo, quizás aquel ofrecimiento sería la oportunidad adecuada para volverla a ver, en verdad quería estar de nuevo frente a ella.
-No puedo negarme si me lo dices con esa ternura en tu voz.
Era tan linda, quizás solo era educada y yo estaba malinterpretando todo en mi mente. Se levantó y yo hice lo mismo al instante, creí que la despedida sería con la formalidad de estrechar la mano, pero ella me sorprendió por completo, me dio un abrazo.
-Gracias Enrique, prometo volver.
En miles de años de existencia jamás una mujer me había hecho sentir que podía volar sin antes extender mis alas. Es que su piel era suave, su cabello brillaba con naturalidad y había un aroma tan dulce por todo su cuerpo, que me hacía sentir en un campo de lavanda. No pude pronunciar palabra, me sentía tan nervioso, solo correspondí al abrazo más bello que he recibido en mi vida, ella se desprendió de mis brazos y dijo adiós y solo pude mover la mano en forma de despedida, sonriendo ligeramente.
-No tienes 13 años, Enrique. -Nuevamente Lukas estaba ahí.
-¿De qué hablas? ¿Me estabas espiando? -le dije completamente nervioso y apenado.
-Este es un restaurante, este es un pasillo en el cual camino con normalidad como todos los días, tú, por otro lado, desprendes azúcar por los poros y me das vergüenza -dijo Lukas mientras me miraba como si me juzgara por algo-. ¿De dónde salió "Lia"? -preguntó.
-Mira, ya perdí bastante tiempo hoy como para seguir haciéndolo contestando tus preguntas -fue lo que pude decir para que mi hermano no comenzara a regañarme nuevamente, no solo por haber olvidado mi trabajo, sino por estar sonriendo como un idiota por una mujer sin duda, hermosa, pero que acababa de conocer. Así que caminé pasando junto a él, pero comenzó a seguirme-. No te preocupes, que ya me encargo de mis errores, no es necesario que lo repitas.
Caminé un poco más a prisa, pero, al regresar a verlo, pude ver cómo se detuvo y contenía aquella sonrisa burlona.
-No te vas a librar de mí tan fácil, Enrique.
Lo sabía, sabía que no me dejaría en paz y si bien no hablaríamos del tema durante el trabajo, al estar en casa me cuestionaría y me haría hablar.