Capítulo 9 9

Noticia de último momento

27 de mayo, 1994

Dos de la mañana, con cuarenta minutos, Lia regresó hacía poco más de una hora y fue junto a su madre y Enrique, que se encontraban ya en la sala de espera. Ella pudo apreciar que los ojos de su madre estaban rojos e hinchados de tanto llorar. Enrique abrazaba a su madre como si fuera la suya, eso realmente la conmovió y la hizo sentirse aún más enamorada de él. «Eres una fantasía hecha realidad», pensó Lia. Pero el hecho de ver a su madre tan decaída le causaba mucha preocupación.

-¿Te dieron ya un tiempo aproximado? -preguntó Lia al llegar frente a ellos.

-Poco más de seis meses -dijo Mariana con bastante fuerza sostenida en sus dientes.

Lia miró a Enrique y acarició su brazo.

-Gracias por acompañarnos -dijo ella.

Enrique, por su parte, no comprendía cómo Lia tenía tal fortaleza, después de escuchar el tiempo de vida que a su hermano le restaba, él debía saber que ella llevaba tiempo preparándose para eso.

-Tu madre y yo hablamos muchas cosas en tu ausencia. -Enrique miró a Mariana y ella sonrió ligeramente dando aprobación a sus palabras-. Las apoyaré en todo lo que sea necesario, no acepto un no por respuesta.

-A partir de ahora los tres organizaremos nuestros días y haremos todo lo que esté en nuestras manos para darle a Julián una vida -interrumpió Mariana continuando con la frase que Enrique estaba por completar, ellos lo habían acordado ya.

-De ninguna manera -dijo Lia un poco a la defensiva-. Enrique, no tienes que hacerlo, esto es algo que solo nos compete a mi madre y a mí. -Lia demostraba con su voz, palabras y expresión su desacuerdo.

-Lo haré porque te aprecio, lo haré porque tienes mi cariño y apoyo incondicional y lo sabes. Además, tu madre consiguió mi corazón completo, así que ten seguro que lo haré.

Enrique tomó asiento y cruzó los brazos, Lia miró a Mariana como si quisiera gritarle en ese instante, pero a su madre poco le importó y también se puso cómoda en una silla. Lia supo que, ante tal decisión tomada por su madre y Enrique, ella no podría hacer mucho. Aunque no estaba de acuerdo con que Enrique se involucrara en los cuidados especiales que Julián recibía, tendría que cambiar su rutina diaria por apoyarlas y creí que eso lo llevaría a cansar. Así que solo le quedó sentarse junto a ellos dos y cruzar los brazos de la misma manera, Enrique jamás la había visto en esta faceta, un poco molesta o quizás berrinchuda, pero le resultaba tierno verla así.

-En vista de que ahora son grandes amigos y que tomaron una decisión, pues no tengo más que aceptarla. No te culpo mamá, sé que Enrique es encantador y cautivador -dijo mirando al frente sin quitar la vista de un punto fijo, con la mirada enfocada.

-Es un chico maravilloso, creo que la vida pone todo en su lugar y tú a su lado encontrarás algo más que amistad.

Mariana intentaba ser optimista y dejar por un momento los pensamientos tristes y negativos a un lado, Enrique se sintió sonrojado, tenía claro que las intenciones de Mariana eran crear un vínculo más fuerte entre ambos, aunque quizás para Lia esto sería algo apresurado e irrelevante, puesto que la situación con Julián era cada vez más grave. Mariana notó que Lia no reaccionó a ninguna de sus palabras, su mirada estaba cada vez más atenta al frente.

-Hija, ¿me escuchaste? ¿Qué sucede? -dijo Mariana.

-Shhh...-

Lia silenció a su madre con aquella expresión, un poco exaltada y extendiendo la mano para hacerlo, pasándola frente el rostro de Enrique. Él, al igual que su madre, estaban extrañados y quizás un poco incómodos. Pero en ese momento Lia tocó varias veces la pierna de Enrique para atraer su atención, sin quitar la mirada de enfrente, los ojos un poco más abiertos de lo normal y la boca entreabierta.

-Mira.

Señaló con su dedo índice al fondo del área de espera, donde había una pequeña isla de alimentos. En ese pequeño cubículo el vendedor tenía un televisor encendido en el cual estaban las noticias locales. Enrique y Mariana voltearon la mirada a la par, viendo aquel televisor sin comprender qué intentaba decirles Lia entre balbuceos y tan anonadada, que era incapaz de razonar.

-¿Qué? ¿Qué pasa? -dijo Enrique segundos antes de comprender a lo que Lia se refería.

Dio un salto de su silla y se puso de pie, tras de él Lia y Mariana hicieron lo mismo siguiéndole el paso. Los tres con la misma expresión de asombro, la piel erizada y los cabellos que sentían se levantaban del susto. Se acercaron tanto al puesto de aquel sujeto que tenía el televisor a todo volumen y todo para poder apreciar a detalle esa noticia que los estremecía por completo.

-Imágenes aterradoras, no estoy seguro si fue correcto haberlas mostrado de esta forma, Jazz. Me has dejado sin palabras.

Fueron las primeras frases que pudo decir aquel presentador de noticias, que estaba tan asustado como todos los que veían su noticiero. El camarógrafo que cubría la noticia había cometido un gran descuido, mostrando imágenes sensibles en una cobertura en vivo, sin duda, el presentador sabía que debieron ser censuradas.

-¿Hay algún avance sobre esta masacre? ¿La policía ha dicho algo al respecto? Como habitante de esta ciudad exijo respuestas a todas las preguntas que en este momento me atormentan, lo mismo que, estoy seguro, sucede con el resto de la ciudadanía que con el paso de las horas se dará cuenta de que mientras dormían, la noche del 22 de agosto se cometió un crimen sin precedentes.

El presentador continuó hablando, expresando algo que era más que miedo, había coraje en su voz. Exigía respuestas. Poco a poco más personas fueron acercándose al lugar donde Enrique, Mariana y Lia se encontraban de pie, observando la cruel noticia. Cada persona tenía algo diferente en su mirada: unos, miedos después de haber visto algo que jamás creyeron ver; otros, coraje, pues sentían que en su ciudad cada día la violencia se descontrolaba más; y otros cuantos estaban completamente confundidos, les parecía irreal lo que acaban de presenciar.

-Estar aquí es más difícil de lo que creí que podía vivir en toda mi vida, no hay respuestas por parte de las autoridades, puesto que todos en el lugar nos encontramos de la misma forma que tú lo describiste: "aterrados" y sin duda, las interrogantes superan las respuestas.

La reportera que cubría la nota caminaba hacia otro punto un poco retirado del caos que había en la escena del crimen, los reporteros gritaban, las sirenas de las patrullas y ambulancias sonaban tan fuerte, que aturdían a todos los presentes. Había gritos por parte de los policías que intentaban alejar a los reporteros que rebasaban la línea de seguridad puesto por las autoridades. Los vecinos comenzaban a salir de sus casas y caminaban a la zona, haciendo cada vez más evidente el terror. La psicosis colectiva comenzaba a desbordarse por las calles apenas unos minutos después de haberse comunicado la noticia.

-Está con nosotros un joven que labora a la vuelta, en el estacionamiento conocido como "JustCoffe", él fue quien dio aviso a las autoridades, fue el primero en recibir el impacto de este crimen tan atroz -dijo la reportera, dando espacio en el cuadro al joven-. Por favor, cuéntanos cómo fue que llegaste aquí, ¿qué te trajo a la escena del crimen? -preguntó.

-La cafetería había cerrado hacía pocos minutos, estábamos todos por salir cuando escuchamos disparos, en verdad se escucharon tantos y tan cerca, que nos asustamos demasiado. Así que corrimos a las bodegas del lugar a resguardarnos. Después de diez minutos nos dimos cuenta de que todo se escuchaba ya en silencio y decidí salir a ver si alguien necesitaba ayuda, creí que el joven Valencia había sido parte de un atentado o algo similar.

Todo era peor entonces, cada palabra de aquel joven conseguía impactar más a Enrique. Escuchó su apellido dicho por el testigo, sin duda, sabía que no se trataba de él, en ese instante recordó todo, sus hermanos estarían ahí, justo en esa cafetería, los nervios aumentaron, el pánico estaba en su rostro.

-¿Valencia? ¿A qué joven Valencia te refieres? -interrumpió la reportera antes de que el chico pudiera continuar con su relato.

-El empresario, Lukas Valencia, había estado aquí junto a una señorita, salieron dos minutos antes de que se escucharan las detonaciones.

Enrique sentía que la respiración le faltaba, su corazón latía fuera de los niveles comunes, su piel estaba tan erizada que cualquiera podría notarlo. Su mente quedó en blanco, no había pensamientos, no podía escuchar el ruido a su alrededor, su mirada fue dirigida a todo el lugar apreciando los rostros impactados y atemorizados de las personas que ahí se encontraban.

-Es un cliente muy frecuente, todos lo estimamos demasiado, así que me preocupé y corrí hasta llegar aquí y encontrarme con... con esto.

Fueron las últimas palabras que Enrique pudo escuchar. Lia y Mariana se miraron fijamente después de haber terminado de escuchar y poder ver que Enrique se encontraba pálido de la impresión que toda la noticia le había provocado.

-Es tu hermano, llámalo, Enrique -dijo Lia tomándolo por el brazo y agitándolo intentando hacerlo reaccionar.

-Perdónenme, me tengo que ir -dijo Enrique caminando entre las personas que aún permanecían de pie por todo el lugar observando el televisor.

-Voy contigo -dijo Lia muy exaltada.

-¡No! -gritó Enrique-. Tienes que quedarte aquí, apoyando a tu madre y cuidando de Julián. ¿No ves lo que acaba de suceder? No te pondré en riesgo.

Enrique se encontraba en crisis nerviosa, Lia pudo notarlo. Mariana tomó a su hija de los hombros y la acercó a ella, dándole un ligero abrazo por la espalda.

-Dios te acompañe -dijo Mariana, despidiéndose de Enrique, sabía que tenía que irse y sin duda debía ser solo.

Él asintió con la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas que no podía soltar, y sin decir palabra, dio la vuelta y corrió hasta la salida a toda prisa.

-Solo una vez he visto algo tan inhumano y cruel -dijo Mariana mientras miraba a Enrique correr por la sala de espera.

Lia volteó su mirada por completo a ella y se vieron unos cuantos segundos a los ojos, asintiendo con la cabeza y mirando de nuevo la puerta de salida, comenzando a temblar desde las piernas hasta los músculos de la cara. Lia estuvo de acuerdo con su madre.

-Me aterra pensar que hay más de un monstruo en esta ciudad capaz de hacer tal atrocidad. -Lia mostró rencor al decirlo.

-¿Volvió? -preguntó Mariana, bastante dudosa.

-Ruega a Dios, madre, ruégale que no.

                         

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