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Era su piel húmeda contra la mía. El éxtasis era el dueño de mi cuerpo y mis caderas las que marcaban el ritmo.
Mis manos apoyadas en sus pectorales me ayudaban a mantener el equilibrio. Nuestros cuerpos estaban sudorosos, pero aun así el tiro de mi para besar mi cuello.
Me entregué al placer y perdí la conciencia en el clímax.
Nos quedamos abra