Capítulo 8 Cap 07. Lo que el señor mande

Salí del closet usando el único vestido que me parecía más sencillo del guardarropa aunque para mi seguía siendo demasiado. Bueno, cualquier cosa era demasiado para mis jeans desteñidos y los cardigans de segunda mano que encontraba en la tienda de la base, que era más una tienda de reciclaje que una tienda con muchas opciones.

Me paré en el umbral del pasillo y él al verme se levantó del sofá inmediatamente y guardó su teléfono.

- Y que tal me veo? Pregunté esbozando una risa nerviosa.

Aun recuerdo ese sentimiento como si hubiera sucedido ayer, la manera en que me miro me hizo sentir cosquillas en el paladar.

El abrió la boca y la volvió a cerrar sin decir nada.

- ¿Crees que no me sienta bien? Lo interrogue mientras alisaba la tela un poco sobrante de la cintura del vestido midi blanco, sin mangas, que debía quedar ajustado en la cintura pero que no me quedaba así a mi..

- Te ves de maravilla, solo necesitas algo más. Murmuró y pasó a mi lado y se internó en el pasillo, dejándome a la incertidumbre de que no le había gustado como me quedaba. Parecía que mi talla de ropa no le había acertado ya que todos los vestidos me quedaban demasiado amplios. Eran una talla de más. O quizás me había enflaquecido.

Empezaba a inquietarme y sentia que mis ojos pronto empezarian a ponerse humedos cuando escuche sus pasos y lo vi aparecer en el pasillo con una faja ancha de cuero negro en la mano.

- Dejame ajustarte el vestido un poco! Exclamó con dulzura.

Di un suspiro y me di la vuelta y levanté los brazos.

Pasó su mano lentamente y con delicadeza por mi abdomen y acercó su rostro a mi cuello, haciéndome sentir su respiración caliente y encendiendo mi cuerpo a tal punto que si se hubiese quedado así más tiempo hubiese perdido el equilibrio en los Manolo Blahnik que llevaba puestos.

No me di cuenta en qué momento tiró del vestido, haciéndole unos cuantos pliegues en la espalda y asegurandolo con el cinturón que ceñía mi abdomen y mi cintura, haciéndome ver una figura que por supuesto no tenía.

- Ya está! Exclamó y tiró de mi mano para que me girara al espejo.

Cuando me vi no pude evitar sonreír. Debo aceptar que es un hombre de talento y buen gusto, quizás el haber crecido en la industria le había dado ese talento como si fuera natural.

Acomodo un mechón de mi cabello detrás de mi oreja y sacó un labial rojo naranja de su bolsillo y me lo aplico en los labios con sutileza. Un roce sensual y mirándome de esa manera que me hacía sentir deseosa y rogar por más contacto que el del dos de sus dedos sosteniendo mi barbilla.

Guardo el labial en su bolsillo con movimientos casi robóticos y elegantes, luego de su otro bolsillo sacó un collar de perlas blancas y con la misma habilidad me lo coloco casi sin tocarme.

Su cercanía, sus labios relajados, su mirada en mí y las venas palpitantes en su sien y en su cuello, era como estar en la puerta del cielo. La sutileza con la que me tocaba, despertaba en mí algo que yo desconocía.

- Creo que estás lista! Exclamó y esbozó una sonrisa. Dio un par de pasos hacia atrás y me estudió de pies a cabeza.

Me mire en el espejo y me sentí como cenicienta. De mugrienta a vestir de diseñador. No me culpo por acostumbrarme tan pronto a esa vida. Que mujer no se enamoraría de todo aquello en solo un par de minutos?

- Eres muy hábil! Exclamó mientras admiraba mis labios carnosos sobresalir en mi rostro por la tinta. Estaba irreconocible.

- Tu eres hermosa mi amor. Mis habilidades no servirian si no lo fueras. De la misma manera que no existirían las Water Lilies en el museo de París si no hubiese existido Monette.

Sonreí y en mis mejillas se formaron un par de hoyuelos. "Soy hermosa" Pensé. No lo había pensado hasta ese momento.

Salimos de la habitación y él me guió a través de la hermosa sala hacia una puerta que daba a un pasillo.

Este daba hasta una escalera que se unía a otra semejante a la mitad, luego caía como una gran cascada hasta una sala de doble altura, grandes ventanales que estaban cubiertos por cortinas de seda negra y con una decoración exquisita, donde el protagonista era el blanco pero sin perder el toque gótico y refinado.

Escuché voces de niños a la cercanía y el me llevó hacia otra habitación cruzando por un marco sin puerta donde había una enorme cocina y una mesa puesta al lado del ventanal que daba a las montañas.

Se hizo silencio en la habitación en cuanto entramos.

Los ojos de tres chicos, dos chicas y una mujer con delantal cayeron sobre mí inmediatamente.

Sentí vergüenza y los nervios me hicieron tirar mi mano que estaba entrelazada a la de él.

- Señor Justice buenos días! Rompió el silencio la mujer que servía la mesa e inclinó su cabeza un poco.

- Buenos días Heidi. Respondió él con amabilidad.

La mujer amplió su sonrisa con cierta incomodidad.

- Veo que ha traído a una invitada de su viaje.

- La señora de la casa. Respondió él con serenidad.

- Ahh! Exclamó ella sorprendida. A esta casa ya le hacía falta un poco más de calor femenino.

Vi el rostro de los niños sentados alrededor de la mesa y no me gustó lo que vi. Eso me puso nerviosa. - Bienvenida a casa señorita??

Abrí la boca pero él me cortó con su respuesta.

- Senora Justice, Heidi!

La mujer volvió a sonreír con hipocresía.

- Pues bienvenida a casa señora Justice.

Yo solo asenti y medio sonreí.

Él me rodeó con el brazo por la cintura y me empujó hacia la mesa con delicadeza.

Los niños no dijeron nada, no enunciaron palabra, solo Selena nos miraba con ternura.

El tiro de una silla para que yo me sentara.

- Buenos días! Exclame.

Habia planeado decir mas, pero no salieron mas palabras de mi boca al ver que casi todos los ninos se parecian entre ellos, excepto el mas pequeno, que tenia los ojos celestes y el cabello negro como el mio.

Quien deduce era Macarena estaba sentada al lado del pequeño Otto. Cabello largo de un castaño claro, ojos grises, cejas tupidas, labios delgados y nariz puntiaguda, aparentaba más de su edad, tal vez por el cargado maquillaje. Del otro lado del pequeño estaba Selena.

Justo al lado de mi silla habia un jovencito de cabello rizado de color dorado, era como ver una copia de Jake, solo que sus ojos eran de un indigo brillante. A su lado otro retrato de Jake, solo que este con la piel bronceada y cabello negro.

El chico de rizos dorados se levantó de la silla con aire de desagrado por que yo había ocupado el lugar junto al suyo..

- Leo a donde crees que vas? Gritó Selena alarmada por su reacción.

- No comeré en la misma mesa con la nueva puta de mi padre! Murmuró entre dientes y escuche sus pisadas alejarse de mi..

Yo no me atreví a levantar la mirada, solo deje que las emociones me invadieran.

Un par de lágrimas rodaron por mis mejillas y una de ellas cayó en mi regazo, dejando una marca circular en mi vestido, al mismo tiempo que escuche un golpe seco en la mesa.

Era Leo, volando por encima de la mesa hacia el otro lado.

Levante la mirada y vi a Selena agarrándolo para ayudarle y que no cayera encima de Otto.

Un grito del llanto de Otto hizo eco en el silencio solo roto por el crujir de los platos rotos en el suelo debajo de los pies de Selena.

Leo había barrido la mesa con su cuerpo.

- Te disculpas con ella y luego te sientas! Grito Jake. Y tú te callas Otto!

Su grave voz hizo que se hiciera el silencio de nuevo en la habitación.

Leo furioso codeó a Selena para que lo soltara y se bajó de la mesa.

- Perdón señora Justice! Murmuró el chico entre dientes, mirándome con desprecio.

Yo me limpie las lagrimas y asenti.

Jake arrastró la silla en la que antes estaba sentado Leo y se dejó caer.

- Sirva el desayuno Heidi. Le ordenó a la mujer que permanencia pálida a un costado de la mesa con una bandeja de jugos.

Esta se apresuró y Selena empezó a recoger el desorden de la mesa, ayudada por quien sería Caspian.

Leonard se alisó la camisa, suspiró, se arregló el cabello y se sentó a la cabeza de la mesa, del lado opuesto al que yo estaba.

Otto seguía sollozando cuando la mujer empezó a servir la mesa.

Sentí lástima por el pequeño, pero no me atreví a moverme.

El no me consoló, tampoco se preocupó por el estado de los demás, en cuanto Heidi le sirvió la comida, empezó a comer.

- Come. Me ordenó con frialdad cuando el plato apareció frente a mi.

Típico desayuno americano. Huevos revueltos, bacon, papas molidas y dos panqueques con un trozo de mantequilla encima en otro plato.

A todos los chicos se les sirvió jugo de naranja, solo al señor de la casa y a mí nos sirvió café.

No recuerdo haber disfrutado aquel desayuno, solo recuerdo cómo iba la dinámica familiar.

En esta casa se hace lo que el señor Justice dice. No importa qué o quién.

                         

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