Capítulo 4 Cap 03. Verde Sage

¡Me desperté otra vez! No quería abrir mis ojos, no si estaba en el infierno.

Pensé en Trevor y en que su único pecado quizás había sido amarme.

Yo lo intenté, intenté amarlo con toda mi alma, pero nunca le correspondí! Siempre ponía la excusa de que los recuerdos se agolpaban en mi cabeza y nunca pasábamos a más que unos cuantos besos.

Dormíamos en la misma cama, pero amanecíamos siendo enemigos, luego al anochecer lo volvíamos a intentar.

Debo aceptar que me había acostumbrado al vaivén de nuestra inestabilidad.

Me revolví entre las suaves sábanas y busqué su cuerpo, esperando encontrarlo, pero la cama estaba vacía.

Llore! Lloré amargamente y me culpé a mi misma una y otra vez por nunca haberle amado incluso cuando era tan buen hombre. También me culpe por que lo último que viera, fuera a mi dándole la espalda y abrazando a su asesino.

En ese momento no sabía quién era peor, si el demonio que se había adueñado de mi y de mi libertad o yo misma.

Me odie a mi misma más, cuando abrace una suave almohada y sentí mi cuerpo ligero y descansado, como si fuera una nueva persona.

Un sutil perfume masculino invadía la habitación y como me gustó. Era agradable para mi sentido del olfato y me hacia sentir mujer.

"Maldita sea Palmer!" Me reprendí.

Escuché el ruido de un taladro a unas cuantas paredes y me asusté un poco.

Abrí los ojos y me encontré con la habitación más hermosa que habían visto mis ojos.

Cada esquina era un obra de arte tallada en yeso, madera o mármol, ni siquiera se que era, que subían hasta el techo arremolinándose entre flores y ramas y que acababan en el techo puntiagudo de donde pendía un enorme candelabro de cristales transparentes.

La cama estaba en medio, y era igualmente tallada a combinación con la delicada y elegante decoración blanca combinada con dorado.

La cama donde me encontraba, estaba llena de suaves almohadas y sábanas de lino de un verde sage oscuro.

Una pared llena de cortinas blancas igual de lino que bajaban hasta el piso, me indicó que había un ventanal, pero estaban cerradas.

Me bajé de la cama, con curiosidad por el ruido de un taladro, no me dirigí a la puerta francesa de vidrio escarchado y que parecía ser la salida de la habitación. En lugar de eso, rodeé la cama hasta la pared del fondo, donde había una entrada sin puerta.

Camine lentamente, intentando no hacer ruido, y me interné en el pasillo que daba a una puerta cerrada.

Puse mi mano en el pomo y di un suspiro. Después de todo ya estaba aquí no! Merecía una explicación y si mi intuición no me fallaba, era él quien estaba detrás de esa puerta.

Giré mi rostro hasta el enorme espejo que estaba a mi derecha y me miré a mi misma.

Estaba pálida, me veía tan diferente sin maquillaje, tanto que ni siquiera podía reconocerme.

Mi cabello negro corto y ondulado estaba todo desordenado, como si había tenido la mejor noche de sueño de mi vida.

Las ojeras que tanto cubría con maquillaje ya no estaban, solo mi pálida piel y mis ojos celestes un poco adormilados.

Una pijama negra de pantalón y camisa con botones dorados cubría mi delgado cuerpo, y mis pies calzados con unos suaves calcetines de lana.

Me veía como una mujer levantándose de dormir en su propia casa.

Me aplaste el cabello un poco con mis dedos y agarre el lujoso pomo de la puerta que quizás era más caro que la cama en la que había dormido en el último año de mi vida y entre.

Era el baño y era casi del mismo tamaño que la habitación.

A la izquierda por el enorme ventanal gótico con marcos dorados mire que el sol empezaba a salir por encima de unas montañas nevadas, los rayos se esparcían entre las nubes y daban directo al cristal y bañaba con su luz todo el baño.

Un enorme tina estilo victoriano estaba junto al ventanal y del techo pendían dos duchas que solo eran cubiertas por un cristal transparente que iba hasta el techo.

Ni más que hablar de los lavamanos y el juego de sofás que combinaban con la bañera, todo blanco, verde y dorado ennegrecido, estilo viejo.

El notó mi presencia inmediatamente en cuanto abrí la puerta y se dio la vuelta con nerviosismo.

- Ahhh Hola! Disculpa si te desperté! Exclamó escondiendo el taladro en su espalda con una mano y con la otra tocando su cabello ahora recortado.

Se veía como una persona totalmente diferente, se veía incluso más joven que yo. Por un momento hasta me pareció atractivo y me engano su sonrisa inocente.

Mejillas hendidas, pómulos altos, nariz puntiaguda, labios rojos y delgados, unos hermosos ojos de un gris blanquecino y cejas pobladas aunque casi imperceptibles porque eran totalmente blancas.

Estaba sin camisa y me reprendí a mi misma por hacer una larga pausa mirando su abdomen y estudiando los tatuajes que le cubrían todo el torso y los brazos antes de hablar.

- Donde, donde estoy? Tartamudee.

- ¡En casa! Respondió con una sonrisa y miró hacia el suelo donde estaba tirada su camiseta y una bolsa de herramientas. Inmediatamente se agachó y empezó a recoger frenético como si alguien iba a regañarle por el desorden.

- ¡No te entiendo! Exclamé mientras observaba sus movimientos.

El se detuvo y me miró hacia arriba y se levantó lentamente con la camisa negro en la mano.

- Se que esto es muy confuso para ti pero tenme un poco de paciencia. Voy a explicarte todo. Me consoló.

Una ola de sentimientos inundaron mi ser inmediatamente.

- Explicarme que? Grité con rabia y sin querer me eché a llorar sin darme tiempo de calmar mi mente y permitirle hablar. Me dolía el pecho y las lágrimas nublaron una vez más mi visión. Era tan grande la tormenta a mi alrededor que empecé a temblar y sentía que mi cuerpo se iba a desplomar.

Él corrió hacia mí y cuando su cuerpo se estrelló contra el mío, me abrazó con ternura; de una manera que nunca antes me habían abrazado, o al menos no que yo recordara.

- Tranquila, todo va a estar bien cariño. No llores que verte llorar me rompe el corazón. Me susurro.

Me desplome, mi corazón no podía más y mis gritos se ahogaban en su pecho.

Sostuvo mi cuerpo mientras me estrujaba y besaba mi sien.

- Todo esta bien mi amor, ya estás en casa!!' Ya estás entre mis brazos. Repetía una y otra vez aunque a mí cada una de sus palabras me destrozaba más.

            
            

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