La aflicción se engullía en mi pecho. Solo quería salir corriendo y olvidar todo lo que había vivido en las últimas horas de mi vida.
Jake se fue de casa justo cuando terminamos de desayunar, no dijo ninguna palabra, solo se levantó de la mesa y desapareció.
Nadie dijo nada, uno por uno se fue levantando de la mesa en silencio hasta que solo eramos la mujer que sirvió el desayuno y yo en la habitación.
El largo e incómodo silencio hacía eco en la habitación. A tal punto que la desesperación me visitó.
- Señora Justice, ¿quiere que le sirva algo más?
La voz de la mujer me sacó de mis pensamientos y me trajo de nuevo a la vida.
En mi garganta el nudo era demasiado grande como para permitir el paso a una palabra. Solo negué con la cabeza y ella empezó a recoger la mesa.
Di un largo suspiro y tomé fuerzas para levantarme de la silla.
Con pasos desequilibrados caminé lentamente hacia la cocina y empecé a limpiar.
Ella no dijo nada, solo empezamos a organizar todo, como si fuéramos bailarinas sincronizadas.
Cuando todo estaba limpio y en su lugar, cruzamos miradas.
Sentía que había hecho eso antes con ella.
Su mirada se me hacía familiar y a la vez extraña.
La delgada mujer de piel canela y ojos oscuros me miraba fijamente, y no estoy hablando de físicamente; Era como si estuviera desnudando mi alma sin que dijéramos una sola palabra.
Había ternura en sus ojos y parecía leer mi mente.
- El señor Justice no es el monstruo que todos creen. Exclamó mientras desataba su delantal. - Solo tenle un poco de paciencia. ..Hubo un tiempo en que lo odie, lo odie con toda mi alma y lo culpe solamente a él por todo lo malo que había pasado. Con el tiempo, cuando se quedó completamente solo, vine con él y me di cuenta que solo era un hombre. Uno muy herido y solitario.
Me recliné en la isla y me atreví a preguntar.
- El le ha hablado de mi?
Ella sonrio y dejo en el granito negro la toalla blanca con la que se secaba las manos.
- Él no necesita hablar de ti para que yo sepa quien eres. Exclamo.
- Me conoce? Exclame palideciendo.
- Por supuesto que conozco a la pequeña que vi crecer. Yo fui tu nana Eli, hasta que tuviste que irte de casa. Te vi nacer, crecer, sufrir, sonreir y convertirte en una mujer extremadamente fuerte, luego te vi romperte otra vez y huir.
Yo estaba ahí el día en que tomaste de la mano a Leo y a Otto en tus brazos y desapareciste.