Capítulo 6 Capitulo 6. Cautiva

Capitulo 6. Cautiva

Llevo todo el día aquí encerrada, nadie ha venido y nadie me ha traído nada para comer.

Lo único que he podido tomar es agua y gracias a que hay un baño en la habitación.

Me siento débil, y cansada. Ya no voy a decir lo aburrida que estoy porque eso es lo de menos.

No tengo nada de ropa aquí, por lo que llevo el mismo vestido y la misma ropa interior varios días, no sé cuántos para ser exacta pero estoy segura de que al menos ya son tres.

Me meto de nuevo en la cama e intento dormir, el agua parece calmar un poco el dolor de mi estómago así que tengo que aprovechar estos momentos para conseguir dormirme.

Me despiertan las voces de unos hombres, la primera voz soy capaz de reconocerla pero la otra no se de quien puede tratarse.

Escucho como mi captor le dice al segundo hombre que mi estado de salud es pésimo gracias a que nadie me ha atendido como necesitaba, no han curado mis heridas y tampoco me han alimentado.

La tensión cada vez es más notable, el segundo hombre parece estar asustado porque su voz antes firme ahora es temblorosa.

-¡Ves a buscar al médico ahora mismo!

Eso lo escucho con total claridad, no tengo fuerzas ni ganas para abrir los ojos. Así que optó por quedarme en la misma posición. No sé en qué momento me quedo dormida pero me despierto al sentir dolor en mis pies y en mi brazo.

Doy un grito, o varios ya no tengo nada seguro, las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos cerrados. El dolor no cesa, aún tengo que pasar un rato más por esto hasta que el final dejan de tocarme.

Me levantan y me llevan en volandas, abro los ojos y veo como mi captor me lleva sobre sus brazos. Se sienta en un sillón y coge una cuchara con caldo.

La acerca hasta mi boca y yo la abro, llevo demasiado tiempo sin comer nada, y si me va a envenenar que lo haga ahora mismo ya no necesito sufrir más.

Me alimenta con un plato de caldo y después me deposita en la cama. Me da unas medicinas y me pide que duerma.

Esa se vuelve mi rutina durante una semana, o al menos es lo que creo. Ya me puedo alimentar yo sola pero a él le gusta hacerlo. Y no tengo fuerzas para luchar.

Ya tengo ropa nueva y aunque solo estoy usando un pijama, es mejor que el maldito vestido blanco.

No sé quién me quito el vestido y me puso el pijama, pero a estas alturas ya me da igual. Si había sido él me había visto desnuda pero qué más daba si lo más probable es que nunca pudiese escapar de allí.

Pasada la semana el doctor llegó y me dijo que me podía levantar y dar pequeños paseos. Le pedí a mi captor por favor que me dejase salir al exterior.

Él aceptó y dijo que bajaríamos en un rato. Me levanté de la cama y abrí el armario. Cogí unos pantalones y un jersey.

Me senté en la cama y me quité la ropa.

-¿Qué haces no ves que estoy aquí?

Mi desnudez pareció incomodarle, otra cosa más para añadir a la lista si ya me veía débil y además mi cuerpo le desagradaba porque narices no me dejaba volver a casa.

-Lo siento no pensé que le fuese a molestar, señor. Respondí con sarcasmo al menos eso no me lo había quitado.

-No te puedo ver así aún, mi fuerza de voluntad es limitada y aún no has cumplido los dieciocho. Otra cosa no me gusta que me llames señor o al menos que tú lo hagas.

El no pareció darse cuenta de mi tono, así que decidí dejarlo estar.

-¿Está bien como desea que lo llame? Respondí de nuevo y el sarcasmo volvió a mí. De verdad que tenía ganas de meterme en más problemas.

-Mi nombre es Alam, por esta vez voy a obviar ese tono de voz. Si quieres salir deberás portarte bien.

Asiento con la cabeza y paso al baño a vestirme.

Salgo del baño y solo necesito ponerme las zapatillas. Pero mis pies aún están sensibles por lo que me cuesta ponerme el calzado.

Creo que se ha dado cuenta de que no estoy lo suficientemente bien, espero que aún así me deje salir un rato al exterior.

-Podemos salir señor, digo Alam.

El frunce el ceño pero aún así se adelanta y abre la puerta.

Camino despacio ya que mis pies aún duelen, no tanto como para hacerme gritar pero sí lo suficiente para hacer que mi paso sea lento.

Bajamos los últimos escalones y ya puedo ver la puerta de la calle. Me he dado cuenta de que en la puerta de mi dormitorio había dos hombres parados, también he visto varias muchachas recorrer la casa.

Ninguna de ellas se ha atrevido a mirarme, han seguido sumergidas en sus tareas por lo que me imagino que son chicas del servicio.

Alam abre la puerta y por primera vez en días el aire frío no me molesta, más bien es algo que se siente agradable.

No pasamos demasiado tiempo en el jardín de la casa pero el poco tiempo que la hacemos lo disfruto al máximo.

A saber cuando me va a dejar salir de nuevo.

Cuando pasamos de nuevo al interior de la casa siento que mi corazón se aprisiona, no quiero volver a esa habitación, al menos no por el momento.

Me paro detrás de él y espero a que él se dé cuenta de que no avanzo. No tarda más de unos cuantos segundos en hacerlo. Se voltea y me mira sorprendido. Al menos no puedo apreciar enfado en su rostro.

-¿Me preguntaba si podríamos quedarnos un rato aquí? estoy cansada de estar en la habitación. Prometo que no escaparé.

El comienza a reír, camina hacia mi posición y me indica el camino que tengo que seguir.

Llegamos hasta lo que parece un salón, hay varios sillones, una librería y un gran televisor.

Tomo asiento en uno de los sillones y le pido permiso para poner la televisión.

El asiente con la cabeza y no deja de mirarme desde la otra punta de la habitación.

Escuchó como suena un teléfono móvil. Él introduce la mano en el bolsillo de su pantalón y saca un móvil de último modelo.

Y como sé que es un último modelo, porque me he pasado los últimos meses pidiendoselo a mamá y siempre escuchaba las mismas palabras.

"No me voy a gastar el sueldo de un mes en un teléfono, Abi"

Una lágrima traicionera recorre mi mejilla al recordar a mi madre,¿cómo se encontrará? Espero que esté bien al menos tiene a Kevin a su lado.

            
            

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