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El sol se colaba por las ventanas del moderno edificio donde Mei Ling trabajaba, un reflejo dorado sobre la ciudad que parecía ignorar el caos interno que ella estaba viviendo. Desde que había descubierto más sobre Sofía, su vida había dado un giro, y esa sensación de incertidumbre no la dejaba ni un minuto en paz. No podía dejar de pensar en la mujer que había invadido su espacio, su mente y, sobre todo, a Jian Wei.
Era la tarde cuando las cosas tomaron un giro inesperado.
Mei Ling estaba sentada en su escritorio, revisando algunos documentos, cuando la puerta de la oficina de Jian Wei se abrió. Desde su puesto, podía ver claramente el interior de su oficina. Jian Wei estaba en pie, saludando a alguien, pero no era cualquier persona.
Una mujer. Sofía.
La figura de Sofía entró en la oficina de Jian Wei con una gracia inconfundible. Sus tacones resonaron suavemente en el pasillo, y Mei Ling pudo ver cómo la mujer caminaba con una seguridad que casi parecía desafiar todo a su alrededor. Llevaba un vestido elegante, entallado, que resaltaba su figura perfecta. Su cabello, largo y lacio, caía con naturalidad sobre sus hombros, y su sonrisa era tan radiante que parecía iluminar la habitación.
Sofía no parecía sorprendida de ver a Jian Wei en su entorno, como si estuviera completamente familiarizada con el lugar. Era evidente que ella ya conocía la oficina, conocía a Jian Wei, y no parecía tener miedo de hacerle saber a todo el mundo lo importante que era para él.
Mei Ling apretó los puños sobre su escritorio. No podía creer lo que estaba viendo. ¿Qué hacía Sofía aquí? Su presencia era como una tormenta inesperada en un día soleado, una intrusa que ni siquiera había sido invitada, pero que había llegado sin previo aviso, sin pedir permiso.
La conversación que se desarrollaba entre los dos era suave, pero sus gestos no dejaban lugar a dudas. Sofía mantenía una postura relajada, casi juguetona, mientras Jian Wei, aunque cordial, parecía incómodo. Mei Ling observó cómo Sofía se acercó a él, como si estuvieran compartiendo algo privado. Cada sonrisa, cada risa, parecía una clara provocación.
Sofía, con una facilidad aterradora, había logrado acaparar toda la atención de Jian Wei. Mei Ling notó cómo sus corazones parecían latir al mismo ritmo, cómo los gestos entre ellos se volvían más familiares, más naturales, mientras ella, desde su escritorio, se sentía más y más desplazada.
Finalmente, Sofía habló. Su voz, tan melodiosa, flotó en el aire. "Jian Wei, hacía tiempo que no nos veíamos. Me alegra tanto estar aquí en Singapur... ¿Recuerdas la última vez que estuvimos juntos? Lo pasamos tan bien..." Su tono, relajado pero cargado de algo más, como si estuviera probando la tensión entre ellos, hizo que el aire en la oficina se volviera denso.
Mei Ling apretó los dientes. ¿Recuerdas? Esa frase hizo que su estómago se retorciera de celos. ¿Cómo podía Sofía hablar de esa manera, como si todo fuera tan fácil? Como si, de alguna forma, su presencia en la vida de Jian Wei no tuviera consecuencias. Pero lo peor de todo fue la forma en que Jian Wei respondió.
"Sí, claro, Sofía... fue una época divertida." La respuesta de Jian Wei sonó cortante, como si estuviera tratando de restarle importancia a todo. Sin embargo, la incomodidad era palpable. Mei Ling lo sabía: Jian Wei nunca había hablado de Sofía con esa familiaridad, y ahora, al escucharla hablar de su pasado compartido, algo dentro de ella se rompió.
Jian Wei miró hacia su escritorio, y por un momento, sus ojos se cruzaron con los de Mei Ling. La expresión en su rostro era difícil de leer, pero algo le decía a Mei Ling que no estaba tan seguro de cómo manejar la situación. Sofía, por otro lado, pareció notarlo también, y giró la cabeza con una sonrisa juguetona.
"Mei Ling..." Sofía dijo su nombre con una dulzura falsa, como si estuviera midiendo sus palabras. "No te preocupes, sé que no esperabas verme aquí, pero necesitaba verte. Habíamos hablado de hacerlo, ¿verdad, Jian Wei?"
Mei Ling se levantó de su silla sin pensarlo. "Sí, claro..." respondió con voz tensa, sabiendo que tenía que hacer algo, que no podía dejar que esa mujer invadiera su espacio así como así. Se acercó a la puerta de la oficina con paso firme, y al entrar, todos los ojos se centraron en ella. Sofía levantó una ceja, como si estuviera esperando su reacción.
-¿Qué haces aquí? -preguntó Mei Ling, su voz cargada de ira contenida. Aunque intentó mantener la calma, cada palabra era como una flecha disparada hacia Sofía.
Sofía no mostró sorpresa, más bien, parecía divertirse con la situación. Se acercó a Mei Ling con una sonrisa en los labios, pero no en el sentido amistoso. Era una sonrisa que desbordaba confianza, como si supiera que tenía todo bajo control.
-Solo vine a saludar a Jian Wei, querida -la voz de Sofía estaba impregnada de dulzura, pero la mirada que le dio a Mei Ling fue directa, desafiante. No había miedo, ni duda, solo una seguridad que hizo que Mei Ling sintiera como si estuviera siendo observada como una niña pequeña.
"Y si te soy sincera, nunca imaginé que sería tan fácil encontrarnos." Sofía agregó, como si estuviera disfrutando de cada segundo de la tensión que había creado en la habitación.
Jian Wei no dijo nada. Se quedó en silencio, mirando a las dos mujeres, pero no había nada que pudiera hacer para detener la tormenta que se había desatado frente a él. Mei Ling no sabía cómo reaccionar, pero algo dentro de ella le decía que las reglas del juego habían cambiado por completo.
La mujer que tanto había temido, que había rondado su mente, ahora estaba frente a ella, tan real como siempre, y parecía más decidida que nunca a ser parte de la vida de Jian Wei.
Sofía había llegado a Singapur, y Mei Ling sabía que ahora tenía que enfrentarse a su mayor miedo: la mujer que parecía dispuesta a reclamar lo que, según ella, nunca había dejado atrás.
Mei Ling se contuvo y se posicionó al lado de Jian Wei, este le acercó una silla y le pidió que se sentara a su lado.
Sofía hizo un gesto con su boca que indicó cierto malestar.