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La noche había caído sobre la ciudad, envolviéndola en un velo de luces titilantes y calles medio desiertas. Jian Wei salió de la oficina más tarde de lo habitual, sumergido en pensamientos sobre Mei Ling y el inusual giro que había tomado su relación. Su corazón, que había estado en conflicto durante tanto tiempo, finalmente parecía haber encontrado dirección. Sin embargo, al cruzar la calle hacia el estacionamiento, se detuvo en seco.
Sofía lo esperaba, recargada contra su auto. Vestida con un abrigo oscuro y el cabello suelto, su presencia era una molestia que Jian Wei no esperaba enfrentar tan pronto. Había algo en su mirada que lo inquietó: una mezcla de determinación y melancolía.
-Sabía que trabajarías hasta tarde -dijo ella, con una sonrisa ladeada-. Siempre lo haces cuando algo te preocupa.
Jian Wei frunció el ceño, sintiendo la presión en su pecho aumentar.
-Sofía, es tarde. ¿Qué haces aquí?
Ella exhaló con suavidad y se apartó del auto, acercándose unos pasos.
-Necesitaba verte. Hablar contigo sin interrupciones.
Jian Wei cruzó los brazos.
-No creo que haya mucho que hablar. Ya dejamos las cosas claras en aquel almuerzo.
-¿Realmente lo hicimos? -replicó ella, con un destello de dolor en la voz-. Porque yo no lo siento así.
La frialdad en la expresión de Jian Wei no cedió, pero Sofía insistió.
-Te extraño, Jian Wei -su voz tembló ligeramente, pero ella se mantuvo firme-. No he podido dejar de pensar en nosotros, en lo que teníamos. En lo que podríamos volver a tener.
Un silencio espeso se formó entre ellos. Jian Wei sintió el peso de aquellas palabras, pero su corazón ya había tomado una decisión.
-Sofía... -dijo en un tono más calmado, pero inquebrantable-. Lo nuestro terminó. Y no fue solo una cuestión de tiempo o distancia. Simplemente... no estaba destinado a ser.
Sofía se abrazó a sí misma y bajó la mirada por un instante. Pero cuando volvió a levantarla, había determinación en sus ojos oscuros.
-¿Y si te digo que estoy dispuesta a luchar por ti? -preguntó, dando otro paso hacia él.
Jian Wei no se movió. No quería ser cruel, pero tampoco podía darle falsas esperanzas.
-No hay nada por lo que luchar, Sofía. Mi corazón pertenece a Mei Ling.
El golpe de sus palabras fue visible en el rostro de Sofía. Sus labios se separaron levemente, como si esperara una explicación, como si todavía no pudiera aceptar lo que escuchaba.
-¿Ella? -preguntó con incredulidad-. ¿De verdad crees que Mei Ling es la persona correcta para ti? Jian Wei, te conozco mejor que nadie. Sé lo que necesitas.
-Y sin embargo, no supiste verlo cuando tuvimos nuestra oportunidad -respondió él, con una mezcla de nostalgia y firmeza-. Mei Ling es quien ha estado a mi lado, quien me entiende de una manera que ni siquiera yo mismo comprendía. No es algo que haya planeado, pero sí algo que he llegado a aceptar.
Sofía negó con la cabeza, sus ojos empezando a brillar con lágrimas contenidas.
-Estás cometiendo un error, Jian Wei. No te das cuenta ahora, pero lo harás.
-Si ese es el caso, entonces es mi error que afrontar -replicó él con suavidad, pero sin ceder terreno.
El silencio entre ellos se tornó insoportable. El viento de la noche revolvió el cabello de Sofía, que ahora parecía más frágil que nunca. Su respiración se volvió errática y, por un momento, Jian Wei pensó que ella explotaría en gritos o súplicas. Pero en lugar de eso, Sofía retrocedió lentamente.
-No he terminado -susurró, con una chispa de determinación oscura en su voz-. Si realmente crees que voy a darme por vencida tan fácilmente, entonces no me conoces como pensabas.
Jian Wei sintió un escalofrío recorrer su espalda. No era una amenaza abierta, pero el peso de sus palabras dejó en claro que Sofía no se rendiría sin luchar.
Sin decir nada más, ella se dio la vuelta y se alejó, su figura desapareciendo en la penumbra de la noche. Jian Wei exhaló un largo suspiro y pasó una mano por su rostro, sintiendo el agotamiento de la confrontación. Sabía que esto no sería el final, pero también sabía que, pase lo que pase, su camino estaba decidido.
Sin más dilación, subió a su auto y se alejó, dejando tras de sí los ecos de un amor que ya no tenía cabida en su vida.
A poca distancia, oculto entre las sombras, Daniel bajó su cámara después de tomar varias fotografías del encuentro. Sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa. Sabía que tenía en sus manos algo que podría serle útil. Mientras observaba a Sofía alejarse, una idea se formó en su mente. Tal vez, si jugaba bien sus cartas, podría formar una alianza con ella para separar a Jian Wei y Mei Ling. Después de todo, en la guerra y en el amor, todo se vale.