Capítulo 8 Mei Ling se acerca a Jian Wei

El almuerzo incómodo con Sofía aún retumbaba en la mente de Mei Ling. Sabía que Sofía no se rendiría fácilmente, y aunque ella nunca había sido una persona de conflictos, algo dentro de sí se rehusaba a dar un paso atrás. No dejaría el camino libre.

Con esa resolución en mente, decidió acercarse más a Jian Wei. No con desesperación ni con el afán de demostrarle nada a Sofía, sino con la firme intención de reclamar lo que, en el fondo, sentía que podía llegar a ser suyo. En la oficina, la tensión de aquel almuerzo pronto se disipó bajo la rutina diaria. Ambos se sumergieron en el trabajo, y las conversaciones volvieron a ser fluidas y naturales, como si nada hubiera ocurrido. Sin embargo, había algo distinto. Mei Ling notaba que Jian Wei era más atento, más cercano, como si también quisiera borrar las heridas de aquel encuentro.

Una tarde, cuando el bullicio de la jornada comenzaba a apagarse, Jian Wei se acercó a su escritorio.

-¿Te gustaría salir a caminar después del trabajo? Necesito despejarme un poco y creo que nos haría bien hablar lejos de la oficina.

Mei Ling sintió un leve estremecimiento. Aun así, mantuvo la compostura y asintió con una sonrisa.

-Me parece una buena idea.

El paseo fue más placentero de lo que esperaba. Caminaron por el parque cercano a la oficina, bajo la luz tibia del atardecer. Jian Wei habló sobre su infancia, sobre sus sueños de juventud y cómo había cambiado con el tiempo. Mei Ling lo escuchó con atención, notando cómo su voz se tornaba más relajada, más genuina. Parecía un hombre intentando resarcir el daño que había causado, aunque no lo dijera en palabras.

-Lamento lo que pasó con Sofía -dijo de pronto, deteniéndose y mirándola a los ojos-. No quería que te sintieras mal, ni que todo se volviera tan incómodo.

Mei Ling lo observó en silencio por un momento antes de responder.

-No fue fácil, pero no te preocupes. Estoy aquí, ¿no?

Jian Wei sonrió y asintió. La tensión se disipó un poco, y ambos continuaron caminando, sintiendo que, de alguna manera, las heridas comenzaban a cerrarse.

Mientras todo parecía volver a la normalidad entre ellos, otro cambio sutil comenzaba a gestarse en la oficina. Uno de los empleados, un joven analista llamado Daniel, había comenzado a mirar a Mei Ling con otros ojos. Al principio, pensó que solo era admiración por su inteligencia y dedicación, pero con el tiempo, se dio cuenta de que había algo más. Cada vez que ella pasaba a su lado o compartía un comentario con él, sentía un ligero nerviosismo, una punzada de deseo que se esforzaba en disimular.

Pero Daniel sabía que Mei Ling y Jian Wei compartían una historia que aún no estaba definida. Así que guardó su secreto, observando desde la distancia, esperando tal vez una señal de que su oportunidad podría llegar.

Días después, Mei Ling llegó a la oficina temprano, con la esperanza de adelantar algo de trabajo antes de que el bullicio de la jornada se instalara. Al abrir la gaveta de su escritorio, se encontró con una pequeña caja de su dulce favorito, cuidadosamente envuelta, y una nota doblada encima.

"Para alegrarte el día."

No había firma, solo esas pocas palabras escritas con una caligrafía elegante. Mei Ling sintió un inesperado calor en el pecho. Sonrió para sí misma, sintiendo que, después de todo, no estaba tan sola en aquel torbellino de emociones. No tenía idea de quién podría haberle dejado aquel detalle, pero la simple atención la reconfortó más de lo que quería admitir.

Lo que Mei Ling no sabía era que Daniel, desde su escritorio al otro lado de la oficina, la observaba de reojo, conteniendo una sonrisa. Porque aunque ella aún no lo supiera, él ya había decidido que haría todo lo posible por acercarse a ella, aunque fuera en secreto.

Sin embargo, Daniel estaba convencido de que nadie había notado su atrevimiento. En el reflejo de la ventana, alguien lo había visto deslizándose en la oficina antes de que nadie llegara, dejando el pequeño obsequio en el escritorio de Mei Ling. Un par de ojos curiosos, pertenecientes a una de sus compañeras de trabajo, lo habían seguido en silencio. Una sonrisa enigmática se dibujó en su rostro mientras se daba la vuelta, preguntándose cómo podría usar aquella información a su favor.

Lo que Daniel no sabía es que, en la vida de Mei Ling, los sentimientos eran un campo de batalla donde no todos estaban dispuestos a jugar limpio.

            
            

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