Capítulo 6 La Mujer que lo Tranquilizaba

El aire nocturno de la ciudad era fresco, con el aroma a tierra mojada después de una leve llovizna. Tomás se bajó del auto y caminó hacia el pequeño café donde había quedado de verse con Luna. No era su estilo de lugar, ni su estilo de cita, pero con ella, todo parecía diferente.

Desde el momento en que la conoció, Luna le había demostrado que no estaba impresionada por su apellido ni por su dinero. Ella lo veía como hombre, no como empresario. Y eso, en medio de su caos interno, era lo que más necesitaba.

Al entrar, sus ojos la buscaron de inmediato.

Allí estaba, sentada junto a la ventana, con una taza de café entre las manos y una mirada perdida en la noche.

Su cabello caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su expresión serena le hizo sentir, por primera vez en todo el día, que podía respirar.

Luna levantó la mirada justo cuando él se acercó.

-Puntual -comentó con una pequeña sonrisa.

-Me hace falta un poco de normalidad.

Ella inclinó la cabeza, como si entendiera perfectamente lo que quería decir.

-Siéntate.

Tomás lo hizo, sintiendo un alivio extraño al estar con ella.

-¿Cómo estuvo tu día? -preguntó Luna, revolviendo su café con lentitud.

Él soltó una risa breve, pero sin humor.

-Difícil.

Luna no insistió. No era de las que presionaban para obtener respuestas.

-¿Quieres café?

-Sí -asintió él, sorprendiéndose a sí mismo con lo simple que era estar con ella.

Luna hizo un gesto para llamar a la mesera y pidió un café para él.

El silencio entre ambos no era incómodo. Al contrario, tenía algo de reconfortante.

Finalmente, Tomás se pasó una mano por el cabello y soltó:

-Tengo un hijo.

La frase quedó suspendida en el aire.

Luna parpadeó, pero no se mostró sorprendida ni hizo ninguna exclamación dramática. Solo asintió, dándole espacio para que continuara.

Tomás suspiró.

-Claudia... mi ex... me lo dijo ayer. Nunca supe que existía.

-¿Y hoy lo conociste?

-Sí.

Luna apoyó los codos sobre la mesa y lo miró con atención.

-¿Cómo fue?

Tomás se quedó en silencio un momento antes de responder.

-Extraño. Es un niño increíble, pero... no sé cómo ser padre. No sé ni por dónde empezar.

Luna sonrió con dulzura.

-Creo que nadie lo sabe cuando empieza.

Él la miró.

-¿Tú tienes hijos?

Ella negó con la cabeza.

-No, pero no hace falta tenerlos para saber que nadie tiene un manual para eso. Todo se aprende con el tiempo.

Tomás dejó escapar un suspiro.

-No estoy acostumbrado a sentirme así.

-¿Así cómo?

-Fuera de control.

Luna soltó una pequeña risa.

-Tal vez sea algo bueno.

Tomás arqueó una ceja.

-¿Cómo puede ser bueno?

Luna apoyó la barbilla en su mano y lo miró fijamente.

-Porque significa que te importa.

Las palabras lo golpearon con más fuerza de la que esperaba.

Sí, le importaba. Benjamín ya no era solo una idea abstracta en su mente. Era real. Un niño con sueños, con energía, con una inocencia que no merecía ser lastimada.

Y él...

Él tenía miedo de fallarle.

Tomás se frotó la sien, sintiendo la tensión acumulada en su cuerpo.

-No sé qué hacer con esto.

Luna tomó su mano con suavidad.

-No tienes que saberlo todo hoy. Solo da un paso a la vez.

Él la miró y, por un momento, deseó que todo en su vida fuera tan simple como estar con ella.

Pero nada era simple.

No cuando su pasado estaba tocando a su puerta.

Una Llamada Inesperada

Horas después, cuando Tomás dejó a Luna en su departamento y regresó al suyo, encontró su teléfono vibrando con insistencia.

Era Claudia.

Frunció el ceño y contestó.

-¿Qué pasa?

Su voz sonaba tensa.

-Necesito verte. Ahora.

Tomás sintió un escalofrío.

-¿Está todo bien?

-No.

La preocupación lo hizo actuar sin pensarlo.

-Voy para allá.

Colgó y salió de inmediato.

Mientras conducía a toda velocidad, su mente se llenó de suposiciones.

Cuando llegó a la casa de Claudia, ella ya lo estaba esperando en la puerta.

Su rostro estaba pálido, y su expresión era de alguien que estaba al borde de un colapso.

-¿Qué pasó? -preguntó Tomás, sintiendo la ansiedad en el aire.

Claudia lo miró fijamente.

-Benjamín desapareció.

El corazón de Tomás se detuvo.

-¿Qué?

-No está en la casa. Estaba jugando en el patio y... y cuando salí a buscarlo, ya no estaba.

Tomás sintió el miedo apoderarse de su cuerpo.

-Llámame a la policía. Ahora.

Claudia asintió con manos temblorosas y sacó su teléfono.

Tomás, por su parte, sintió por primera vez en su vida que nada de lo que tenía importaba.

No el dinero.

No las empresas.

Nada.

Solo su hijo perdido en la noche.

Y haría lo que fuera necesario para encontrarlo.