Capítulo 8 La Confrontación con el Pasado

El sol comenzaba a asomarse tímidamente por el horizonte, pero la luz de la mañana no logró disipar la pesadez que cargaba Tomás en el pecho. El día después de la desaparición de Benjamín había sido largo, cargado de emociones contradictorias, y aunque todo parecía haber vuelto a la normalidad, la sensación de inquietud no lo dejaba en paz. Estaba despierto desde las primeras horas de la mañana, sentado en el borde de la cama, observando el reflejo de su rostro en el espejo.

No reconocía a la persona que veía allí. El hombre que tenía todo bajo control, que dominaba el mundo de los negocios, el que siempre había sabido lo que quería, estaba perdido. Aquel niño, ese hijo que apenas conocía, había puesto todo su universo de cabeza, y la pregunta que no podía dejar de formularse era: ¿qué iba a hacer ahora?

El sonido de un mensaje de texto lo sacó de sus pensamientos. Era de Claudia.

Tenemos que hablar. Por favor, ven a casa hoy.

El mensaje fue claro, y el tono era serio. Tomás sabía que no podía ignorarlo. Sin embargo, lo que le esperaba allí lo aterraba más que cualquier otra cosa. ¿De qué quería hablar Claudia? ¿Era sobre Benjamín? ¿Sobre él?

Se pasó la mano por el rostro, sintiendo el peso de la incertidumbre. Había pasado la noche sin dormir, dándole vueltas al mismo tema, pero aún no tenía respuestas. Se levantó de la cama con un suspiro, sabiendo que debía enfrentarse a lo que fuera que Claudia tuviera que decirle.

La Casa de Claudia

Cuando llegó a la casa de Claudia, la atmósfera estaba tensa. Ella lo esperaba en la sala, con las manos entrelazadas, mirando hacia la ventana como si estuviera buscando algo que no podía encontrar.

Tomás no necesitó preguntar. Ya podía sentir que el aire estaba cargado de algo importante, algo que cambiaría las cosas entre ellos. Se acercó con cautela, pero Claudia fue quien rompió el silencio.

-Te he estado observando, Tomás. -Su voz era suave, pero con un toque de firmeza-. Y hay algo que necesito que sepas.

Él tragó saliva.

-¿De qué se trata?

Claudia lo miró directamente a los ojos, y en su mirada había una mezcla de vulnerabilidad y determinación.

-Sé que te preocupa todo esto, que no sabes qué hacer con Benjamín, ni conmigo, pero quiero que sepas algo: tú no tienes que hacer esto solo. -Hizo una pausa, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras-. He visto lo que has hecho por él, lo que te importa, y aunque esto es nuevo para ti, sé que tienes un buen corazón. Y lo que más quiero es que lo sepas.

Tomás se sintió abrumado. Nunca había sido bueno con las emociones, especialmente las que lo desbordaban. Se quedó en silencio, procesando sus palabras, hasta que finalmente habló.

-No sé qué hacer, Claudia. Ni siquiera sé cómo empezar. Esto de ser padre, de estar involucrado en la vida de Benjamín... No sé si soy capaz.

Claudia se acercó a él y puso una mano sobre su brazo.

-Nadie lo sabe al principio. Y no estoy pidiéndote que seas perfecto. Solo que estés allí. Por él. Porque aunque Benjamín no lo sabe, tú ya eres su padre, Tomás.

La verdad de esas palabras golpeó a Tomás con fuerza. La noción de ser padre, de tener una responsabilidad sobre otro ser humano, lo llenó de incertidumbre, pero también de algo que no podía explicar: una necesidad de hacerlo bien.

-No sé si estoy preparado para esto. -Su voz temblaba ligeramente-. ¿Y si le hago daño? ¿Y si me equivoco?

Claudia lo miró con una ternura que nunca había esperado.

-Tomás, lo único que te pido es que intentes. Y que confíes en mí, porque yo te confío a ti. -Su voz se suavizó-. Benjamín necesita a su padre, y yo también.

Esas palabras lo golpearon con una fuerza inesperada. La sinceridad en sus ojos, la vulnerabilidad en su tono, lo hicieron sentir que no podía huir de esto. No solo porque era lo correcto, sino porque, por primera vez, sentía que alguien confiaba en él de una manera que nunca antes había experimentado.

El Regreso al Pasado

La conversación fue interrumpida por un sonido de la puerta, y antes de que Tomás pudiera reaccionar, Claudia se levantó rápidamente y fue a abrir.

-¿Quién es? -preguntó, pero cuando vio a la persona en la puerta, su rostro cambió. Tomás se giró hacia ella, sintiendo que algo no estaba bien.

Era Claudia quien estaba recibiendo la visita.

Tomás sintió una chispa de sorpresa, pero lo que vio lo dejó sin aliento. Claudia estaba frente a él, pero no era ella quien lo había dejado en shock.

Allí estaba, en la puerta, una mujer que conocía demasiado bien.

-Tú... -la voz de Tomás se detuvo cuando vio su rostro.

Claudia, visiblemente nerviosa, no pudo evitar reaccionar.

-Claudia... -dijo la mujer, con una voz que sonaba como un eco lejano de un tiempo que él había intentado olvidar-. Necesitamos hablar.

Era Mariana.

La misma mujer que lo había dejado hace años, la que había sido su amante, su compañera en una época que él nunca había logrado superar del todo. La que, con un simple regreso a su vida, parecía abrir una herida que jamás se había cerrado.

Tomás sintió cómo su cuerpo se tensaba, y su mente luchaba por procesar lo que veía. ¿Por qué estaba aquí? ¿Qué quería de él ahora, después de todo este tiempo?

Claudia lo miró, confundida.

-¿Tomás? ¿Conoces a esta mujer?

Tomás tragó saliva, sin saber qué decir. La tensión en el aire era palpable, y su mente, en caos, no podía encontrar la salida.

Pero algo en su interior sabía que este encuentro iba a ser crucial. Algo que iba a cambiar no solo su relación con Claudia, sino también con su propio pasado.