Capítulo 8 Mátenla a golpes (Primera parte)

Harper no era tan ingenua como para creer que su hermana menor, Felicia, era lo suficientemente amable para solo visitarla o llevarle comida; aunque esta incluso se había disculpado por arruinar su compromiso, cuando fue evidente que se había esforzado en echarlo a perder.

Para su sorpresa, la comida que Felicia le llevó no estaba envenenada, de hecho, no pasó nada y ella se veía normal incluso después de comer. Entonces, ¿qué hacía Felicia aquí? Ella no la visitaría sin un motivo oculto, pero Harper no podía entender qué tramaba su hermana, lo cual la inquietaba.

"Felicia, qué demonios...". El momento exacto en que comenzó a hablar fue cuando la sangre empezó a gotear por la comisura de la boca de Felicia y su rostro palideció al instante. ¡Fue envenenada!

Harper había usado palillos de plata para probar la comida y no detectó nada anormal en ella. ¿Entonces, cómo envenenaron a su hermana?

"¡Oh, por Dios!", gritó la criada de Felicia mientras corría fuera de la habitación. "¡Terribles noticias! ¡La señorita Harper envenenó a mi ama! Mi señor, mi señora, malas noticias...". La sirvienta estaba completamente conmocionada mientras buscaba las palabras.

La boca de Harper se retorció de ira cuando vio a la criada esfumarse. Felicia hizo una jugada para incriminar a su propia hermana. La repugnancia y la frialdad se reflejaban en los ojos de Harper al verla escupir sangre sobre la mesa, no podía creer que la aborreciera tanto como para envenenarse a sí misma.

"¡No tienes corazón! Llegaste al punto de hacerte esto para culparme. ¡No puedo creerlo!", dijo con los dientes apretados, mientras sentía la ira subirle por la garganta. Su padre, Charles, había sido frío y distante con Harper desde que ella arrastró a su propio clan a su crisis personal; si él se convencía de que ella había tratado de matar a su hermana por celos, nunca la perdonaría y podría desheredarla.

El doctor llegó rápidamente con las medicinas para desintoxicar a Felicia. Luego, Charles y Sue entraron tan pronto como el médico se fue; esta última corrió hacia Felicia, la abrazó con fuerza y comenzó a sollozar descontroladamente.

"¡Perra!", dijo Charles a Harper e inmediatamente la abofeteó. La intensidad de la cachetada hizo que ella cayera al suelo y se golpeara la frente contra la esquina de la mesa, provocándose una cortada profunda. La sangre brotó y goteó sobre su cuello, tiñéndolo de rojo, pero a su padre no le importaba que su hija estuviera sangrando y le dijo: "¡No me esperaba que fueras una perra despiadada!".

"No la envenené", replicó Harper mirándolo mientras cubría su herida. Charles temblaba de rabia y permaneció inmune ante esas palabras, la intensidad de su mirada hacía que pareciera que quería comérsela viva. En ese momento, no se parecía a su padre, sino a un enemigo que la quería muerta.

"Estás mintiendo descaradamente. ¡Cómo te atreves! Nunca debí haber tenido clemencia contigo. ¡Guardias, sáquenla y golpéenla hasta la muerte!", dijo Charles escupiendo, a medida que su odio crecía intensamente con cada segundo que pasaba. Harper estaba atónita al verlo tratarla como a un enemigo. ¿Cómo podía hacerle esto? ¿No era ella su hija también? El corazón de la joven quedó destrozado cuando su padre le deseó la muerte.

"Padre, incluso si tienes preferencia por Felicia y no por mí, no merezco ser tratada de esta manera. No me has dado la oportunidad de explicarte. Me quieres muerta, ¿cierto? ¿Acaso no soy tu hija?", le gritó mientras sus ojos enrojecían. Por un momento, Charles se quedó estupefacto y su corazón latía al ritmo del pánico, pero seguidamente su rostro recuperó la misma ferocidad como cuando golpeó a su hija un rato antes.

"Alguien tan cruel como tú no puede ser mi hija. Primero, arriesgaste la vida de todo el clan para salvar la tuya, y ahora, estás tan celosa de tu propia hermana que intentaste matarla. ¡Eres una mujer rencorosa y no mereces ser mi hija! Ha llegado la hora de ser justo, momento en el que debería situar lo que está bien por encima del amor por mi familia, y eso quiere decir que tendré que matar a una hija tan rebelde y malvada como tú".

Harper se quedó muda ante las palabras de su padre. ¿Cómo podía él quererla muerta? ¿No se suponía que debía amarla y darle una oportunidad, sin importar que fuera arrogante y tuviera mala reputación? ¿Por qué tenía que odiarla tanto?

"¡Padre, eres un hombre perverso!", rugió Harper. Ella ya estaba lastimada y no tenía fuerzas para luchar contra él, así que solo lo miró fijamente mientras la sangre continuaba brotando de su frente. Al percibir la malicia en el rostro de su padre, sintió que él no era un humano, sino una bestia vengativa bajo la piel de uno.

Charles se sorprendió al ver los ojos de Harper llenos de odio y le gruñó: "Tú eres la perra cruel que quiere la muerte de su familia".

"Tienes razón, soy una perra. ¿Pero qué hay de ti, mi querido padre? ¿Un viejo bastardo que quiere a su hija muerta?", le dijo ella riendo amargamente, y luchando por levantarse, continuó: "Como primer ministro, complaces a tu concubina y le permites que me intimide. Incluso tú has intentado matarme demasiadas veces. ¡Eres malvado! ¡Soy tu hija, no tu enemigo!".

La ira de Charles alcanzó otro nivel cuando escuchó las palabras de Harper. "¡Golpéenla ahora mismo!", ordenó a sus guardias. "¡Maten a golpes a la hija indigna! ¿Cómo se atreve a gritarme? ¡Maldita perra!". Se detuvo por un momento y volteó hacia ella para decirle: "Te perdonaría la vida si no fueras así de cruel, pero nuestra familia nunca estaría en paz mientras estés viva".

Los guardias eran muy leales a Sue y sabían lo mucho que odiaba a Harper, por lo que la inmovilizaron en un banco y sin mostrar una pizca de piedad, levantaron sus palos para golpearla.

"¡No!", gritaron al unísono Anabel, Enya y Elsie, las criadas de Harper, mientras corrían hacia los guardias para detenerlos. Desafortunadamente, no eran tan fuertes y fueron controladas. Harper vio la fría expresión de su padre y a sus criadas llorar, la escena perecía ser todo un chiste cruel. '¿Es esta la familia que has amado con todo tu corazón? Este es el hombre que has respetado toda tu vida. Harper, ¿todavía no te has rendido? ¡No te mereces esto!', pensó a manera de reprimenda.

Las lágrimas corrían por sus mejillas, pero sabía que no eran suyas, sino que pertenecían a la vieja Harper, esa que había amado a su familia más que a nada en el mundo. Ahora, su vida era lo único que le importaba. Había tratado desesperadamente de escapar de su sentencia, pero ahora estaba por ser brutalmente golpeada. Sabiendo que ella solía ser una mujer arrogante, no era de esperar que hoy iba a morir de una manera tan indignante.