Capítulo 7

La inmundicia que salía de su boca era más de lo que podía soportar.

Mi mano se movió sola. El agudo chasquido de mi palma conectando con su mejilla resonó en el pasillo.

-Eres asquerosa -escupí, mi voz temblando de rabia.

Una presencia fría detrás de mí me hizo congelar. Me giré lentamente y me encontré con la mirada helada y furiosa de Damián.

No dijo una palabra. Solo se quedó allí, mirándome, y lo supe. Supe que me haría pagar por esto.

Toda la gala de cumpleaños pasó en una neblina de ansiedad. Sonreí, socialicé, acepté felicitaciones, pero mi mente era un nudo de miedo. Seguía esperando que la otra bota cayera, la venganza silenciosa y calculada de Damián.

Pero no pasó nada. La fiesta fue un éxito espectacular.

Finalmente, llegó el momento. Mi padre se paró en el escenario, listo para anunciar a mi futuro esposo. El salón de baile se quedó en silencio, mil invitados conteniendo la respiración.

-Tiene que ser Damián Ferrer -susurró alguien cerca-. Es el único digno de ella.

-¿Y qué hay de Héctor Bernal? -replicó otra voz-. Lleva años persiguiéndola. Pobre tipo, nunca tuvo una oportunidad.

No pude evitar la pequeña sonrisa triunfante que asomó a mis labios. Miré a Héctor al otro lado de la sala. Me miró a los ojos y me dedicó una mirada de amor tan profundo e inquebrantable que me dejó sin aliento. Levantó la mano y me hizo una seña, una pequeña broma entre nosotros: *Ni se te ocurra cambiar de opinión*.

Me reí, una risa real y feliz.

Y entonces el mundo explotó.

La pantalla gigante detrás del escenario, que había estado mostrando un hermoso montaje de mi vida, parpadeó y cambió. Apareció una imagen de mi habitación. Era yo.

Sostenía una de las camisas de Damián, apretándola contra mi cara, mis ojos cerrados en un estado de patético éxtasis amoroso. El video continuó, mostrándome en mis momentos más privados, tocándome, susurrando su nombre.

-Te amo, Damián -mi voz resonó en el silencioso salón de baile-. Te amo tanto.

Una ola de horror absoluto me invadió. Me giré, mis ojos buscando desesperadamente a Damián entre la multitud. Él estaba allí, su rostro una máscara fría e inexpresiva.

Las lágrimas corrían por mi rostro.

-¿Cómo pudiste? -articulé, mi corazón haciéndose añicos-. ¿Cómo pudiste ser tan cruel?

-¡Apáguenlo! -rugió mi padre, su rostro morado de rabia-. ¡Que alguien apague esa maldita cosa!

Pero el video siguió reproduciéndose. El sistema estaba bloqueado.

Héctor, al ver mi devastación, no dudó. Cargó contra el escenario, tomó un pesado soporte para champaña y destrozó el proyector.

-¡Averigüen quién hizo esto! -bramó mi padre, su voz temblando-. ¡Quiero que los encuentren!

Uno de sus socios comerciales intentó calmarlo.

-Carlos, es solo el capricho de una jovencita. Está claro de quién está enamorada. Anuncia el compromiso con Damián. Eso calmará las aguas.

El rostro de mi padre estaba pálido. Él lo sabía. Sabía que había elegido a Héctor. Miró a Héctor, con una esperanza desesperada en sus ojos.

Héctor caminó a mi lado, envolviéndome con sus fuertes brazos, protegiéndome de las miradas indiscretas de la multitud. Me abrazó con fuerza, un ancla sólida e inquebrantable en mi pesadilla arremolinada.

Luego se giró para enfrentar a los atónitos invitados, su voz resonando con autoridad y furia.

-Elena Garza es mi prometida -anunció, su voz retumbando por el salón-. Y juro por Dios que, quien sea responsable de esto, te encontraré. Y te destruiré.

La multitud jadeó.

Al otro lado de la sala, los rostros de Damián Ferrer y los otros Becarios Garza estaban cenicientos. Me miraban, a Héctor, sus expresiones una mezcla de conmoción e incredulidad. No era así como se suponía que debía terminar su plan.