Capítulo 9
- ¡Woaah! –
se escucharon gritos llenos de sorpresas, acompañando de unas galopadas que producían los caballos al correr, alrededor de estos jóvenes que montaban un caballo, se oían ruidos naturales, cantos de aves resonaban por el lugar, cada tic se escuchaba por cada caída de una gota al suelo o en una hoja.
El sol iluminaba con paciencia al bosque, llenando poco a poco de luz con su imponente aura y presencia que desprendía un cálido color, uno lleno de vida.
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Pasaron unas horas, cuando aquellos jóvenes llegaron a la ciudad, y de sus caballos dejaron de montarse, bajándose con calma, no antes acariciar y despedirse de sus caballos. Ahora mismo, los tres jóvenes caminaban por las calles de la ciudad, del reino. Ellos veían con una sonrisa formada en su rostro a las personas, saludaban algunos niños que pasaban por sus lados, jugando con grandes diversiones, disfrutando sus niñeces.
De vez en cuando frenaban sus caminos para ayudar algunas personas, ya sean ancianas, discapacitados o mujeres embarazadas, o algunos niños. Sin embargo, luego de aquellas acciones, finalmente llegaron a su destino, cara a cara veían una gigantesca puerta, una que pertenecía al castillo, del reino Dhira.
Veían con seriedad, cada mínimo detalle aquella puerta hasta una chica que estaba en el medio de sus amigos, suspiro con amargura y cansancio, la política cansaba, los negocios, y el poder pesaba bastante en un hombro joven e inexperto. Sus acompañantes tocaron sus hombros, y asintieron en compresión por la situación, sin tener más opción, ingresaron al castillo.
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Pelea Khaos vs León dorado.
Un guerrero en la plena inconciencia, pero un cuerpo consciente como si tuviera vida propia, como si dos consciencias habitasen en una, palabras confusas, y un dicho complejo. Un león con una vista perforada en su ojo izquierdo, consecuencias de unos de los cortes que realizo el guerrero, enojado y gruñendo con fiereza al enemigo, poco a poco sentía como sus energías mágicas se desvanecían, aquella piel férrea no duraría mucho tiempo.
Una situación de muerte y vida, una donde la magia va perdiéndose antes un mortal, algo un tanto extraño desde el pensamiento del león, de su yo interior aquel que era más consciente y guiaba sus instintos.
La filosa espada apunto el cráneo del felino, seguidamente se desplazó hacia con un salto rápido, mientras que el león se impulsó de manera bestial y con gran rapidez hacia khaos, levantando ambas garras, listo para desgarrar su armadura y romperla.
En los pocos segundos, corto con gran rapidez de manera diagonal el descubierto pecho del león, desgarrando con el frio metal cada carne, del felino, causando que una gran cantidad de sangre fluyera por su pelaje, y a su vez, las garras alcanzaron el caparazón frontal del guerrero, dañando el metal y dejando a la armadura muy desgatada por su potenciado ataque. Luego de aquellos diminutos segundos el guerrero fue empujado por ese ataque de garras, y a su vez sufriendo bastantes daños, sintiendo como sus costillas casi se rompieron debido a la fuerza y presión que el león ejecuto. Por otro lado, el león cayó al suelo, malherido, se ve que el filo corto el esternocleidomastoideo, casi cortando la tráquea inicial, que estaba un poco más bajo del esófago.
Y su cuerpo lentamente iba perdiendo su esencia vital, poco a poco se ahogaba con su propia sangre, un charco de sangre mermaba su hermoso pelaje y a los poco minutos su cuerpo desistió, cayendo inerte, sin vida. Khaos finalmente cayó al suelo, o al menos su cuerpo consciente cayo, pues él estaba inconsciente.
Sin embargo, ambos oponentes estuvieron tan concentrados en su batalla, solo por sus instintos apuntándose, fue tal la concentración que no se dieron cuenta que una presencia los divisaba, un búho blanco, sus ojos amarillentos brillando en la oscuridad, dentro del tronco de un árbol.
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- Bien, ¿Cómo van las cosas? – pregunto el rey de forma firme a unas de sus criadas.
- Las cosas van bien por el momento, mi señor – respondió con tono respetuoso y cordial a su señor, haciendo una pequeña reverencia, pasando a retirarse luego de unos momentos, todo a la vista del rey.
Aquel que estaba sentado cómodamente en el exterior, con esa faceta fría y serena, una mirada con poca luz, rozando lo vacío, pero no duro mucho, pues seguidamente se levantó de su trono, camino por las escaleras y luego de eso, subió al segundo piso, de allí se dispuso ir hacia la ventana, cuando llego, se dispuso ver el cielo a través de sus ojos azul verde.
Sintió como la brisa parecía abraza su cuello y aquella sensación cansada que tenía, iba calmándose, desapareciendo por unos breves momentos, liberando esas tensiones tras suspirar de un modo muy largo.
- (Deberé hacerlo por el bien de mi pueblo) – pensó, observando la belleza de su ciudad, sonriendo leve al ver la felicidad que adornaban en las personas, solo esperaba que no se vieran envuelto en esta situación, que no supieran de un enigma, una amenaza.
Sabía que era cuestión de tiempo, algunos de estos soldados beberían en una taberna, y sin darse dirán estas cosas incluso sin embriagarse, la lealtad humana hacia los demás era poca, a no ser que ese humano sea especial, un líder nato como carismático.
Dejo de pensar cuando sintió que alguien le hablo, y su cuello giro, observando de reojo a la persona que le llamo, y no era nada más que su hija, aquella que le observaba con seriedad, ocultando su ira interna hacia él, era entendible, desde aquel momento. Ya en esa chica, ya no estaba la niña ingenua e inocente antes el mundo que tanto amor le daba a su padre. No, ya no, solo veía una interminable ira en sus iris.
- Padre... - pronuncio aquella palabra con desprecio, viéndolo con un ceño fruncido y brazos cruzados, no entendía el motivo de su llamado, pero solo esperaba que no fuera una estupidez.
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- Uff... al parecer debo buscar a Cleissy – recito calmado, montado sobre su caballo, mientras que aquel animal caminaba sereno, cauteloso como su dueño y compañero, habito que sin querer se le fue contagiado.
- ¿Estará en el bosque? – se preguntó a sí mismo, sin darse cuenta que lo menciono en voz alta - Esa es una costumbre que tiene, extraña pero linda costumbre – hablo de nuevo en voz alta, acariciándose el mentón con los ojos cerrado, recibiendo un pequeño gesto del caballo, a lo que el asintió, entendiendo su lenguaje, diciendo "Tal vez"
Decidiendo buscarla rápidamente, golpeo con su suavidad el cuello de su caballo, específicamente el lado izquierdo, susurrándole las siguientes palabras – Acelera – haciendo caso su orden, el caballo acelero el paso.
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- agh... - resonó un pequeño quejido del dolor en la plena oscuridad, levantándose adolorido, saliendo por consiguiente de la cueva, la luz del astro rey deslumbro su figura, su armadura se veía algo cambiada, aquel color gris oxidado se había vuelto un gris oscuro, algo que rozaba con el negro, y ayudaba a camuflarse en la oscuridad.
Sin darse cuenta, sus ojos brillaban de un color ámbar, esos ojos verdosos no estaban, pero él no se daría cuenta de esto, por el momento. No obstantes, una vez que clavo su espada en el león, volviendo a recuperar su estado normal, volviéndose un poco más fuerte y su armadura regenerándose y sin mencionar que sufrió un cambio de color, él no sabía el porqué, sin embargo, ignoraría esos detalles por el momento.
Sin darse cuenta, procedió dirigirse hacia el rio, en el momento que llego pudo divisar su figura en la reposada agua, con curiosidad examino su rostro, bueno, su casco lo que cubría su rostro, aunque no tenía interés en sacarse el casco, en algún momento debía hacerlo, así que, sin esperar demasiado, se sacó el casco, dejando ver un cabello castaño rozando lo oscuro, una mirada vacía, unos ojos ámbar, y un cabello lacio pero corto. Por últimos no menos importante, tenía una piel blanca, no blanca pálida pues, aunque se queme fácilmente con el sol se broncea con mucha dificultad.
Una pequeña sonrisa adorno en rostro, al verse por primera vez así mismo, bueno no lo era, pero por falta de recuerdo, lo era. A pesar de no querer seguir el casco ahora, se lo puso, para proteger su identidad, no era como que le importara, después de todo era libre, un pájaro fuera de su jaula.