"¡No te enseñé que fueras grosero e irrespetuoso con las mujeres!", me dijo.
"¡Mamá, ya te dije que no le hice nada!", repetí.
"Acláralo, hijo, porque cuando le pregunté a ella qué había pasado entre ustedes ayer, se negó a decirme. Por favor, piensa que Sophia es una joven hermosa y, es la única esperanza que tienes de conseguir la inversión que tú y tu padre tanto desean", me explicó.
"Pero, puedo encontrarme una mujer. ¡Puedo buscarme a mi propia prometida, mamá!", anuncié rascándome las cejas mientras me levantaba de la cama.
"¡Está bien! Dejaré que te encargues de eso, ¡pero asegúrate de que no sea una de tus ex!", me advirtió.
Puse los ojos en blanco al escucharla.
"¿Qué pasa con esa chica, y por qué quieres que me case con ella? ¡Ella no tiene nada especial, mamá! Además de su hermosura, no le encuentro ningún otro atractivo, no es más que una mujer común", argumenté.
"Si le das una oportunidad, sabrás que es diferente a todas las mujeres que has conocido y conocerás. Hijo, ella sí es especial", expresó mi mamá.
Reí entre dientes ante la explicación y le respondí: "Mami, ¿desde cuándo eres poeta?".
"¡Daniel Kelley! ¡Lo digo en serio!", gritó de nuevo mi nombre completo.
"¡Okey, okey!", contesté mientras trataba de reprimir la risa que me causaba el tema. "Pero, por favor, dame un tiempo para encontrar una prometida que cumpla con los requisitos del contrato", añadí.
"Y, ¿si fallaras con eso y no encontraras a ninguna mujer apropiada?", preguntó.
"Entonces escogería a tu chica", respondí.
"Está bien, te daré una semana, ¡así que empieza a buscar ya!", anunció ella con entusiasmo.
"Pero mamá, eso es muy poco...", me quejé.
"¡No! Faltan solo dos semanas y media para la fiesta de compromiso, por lo que, si en ese tiempo todavía no has conseguido a alguien, no tendrás más remedio que casarte con Sophia", explicó.
"Está bien", le dije.
"Okey, adiós, hijo, cuídate, te amo mucho", se despidió ella.
"Gracias mamá, yo también te amo", respondí.
"¡Uff!", suspiré alto mientras me dejaba caer sobre la cama, donde cerré los ojos y me encontré reproduciendo la imagen de Sophia.
Recordé nuestro primer encuentro ayer. Dijo que tenía puesta una chaqueta morada, pero en realidad era la única persona dentro de la cafetería que vestía de ese color. He de admitir que es hermosa, y que en cuanto se acercó a mí, me envolvió con ese aroma dulce e irresistible. Aunque, lo que más me llamó la atención fueron sus labios, tan suaves y rosados, que tuve que obligarme a mirarla a los ojos para no imaginar escenarios salvajes.
"¡Oh Dios! ¿Por qué estoy pensando en esa mujer? ¡Ella es como cualquier otra, solo está detrás de mi cuenta bancaria!", me dije para sacarme de esos pensamientos.
Luego me masajeé las sienes y me levanté de nuevo, porque a pesar de ser sábado, tenía una reunión importante en la oficina.
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Perspectiva de Sophia:
"¡No! Per favore Joseph, non farlo!" (¡Por favor Joseph, no me hagas esto!), lloré y le rogué que se detuviera, pero él continuó rompiendo mi ropa.
"Fermare? Perché dovrei?", (¿Detenerme? ¿Por qué debería hacerlo?) me respondió con crueldad.
Después me dedicó una sonrisa endemoniada mientras se ponía encima mío y, me obligó a poner las manos sobre la cabeza para que no pudiera impedir que chupara la piel de mi cuello. Sentí su virilidad asomándose por mi vientre y fue tanta la impotencia que experimenté, que ni siquiera tuve fuerzas para moverme debajo de él.
"¿Puoi aspettare la prima notte di nozze?", (¿Puedes esperar a la noche de la boda?) pregunté llorando.
"Ma non posso più aspettare, amore mio. Ho bisogno di te adesso! Hai un profumo così buono!", (Pero no puedo esperar más, mi amor. ¡Te necesito ahora mismo! ¡Hueles muy bien!) contestó él.
Continuó mordisqueando mi cuello y no pude evitar gritar cuando de repente acarició mi pecho izquierdo con una mano. Luego se colocó entre mis piernas y traté de luchar con más fuerza bajo aquel apestoso y pesado cuerpo.
"¡No! Per favore non farlo! Farò tutto quello che vuoi che faccia, per favore non farlo! Questa è molestia! Questa è stupro!", (¡No! ¡Por favor, no hagas esto! Haré lo que quieras, pero ¡por favor, no hagas esto! ¡Esto es acoso! ¡Esto es una violación!) supliqué a más no poder.
"Oh, no amore mio. Nessuno può chiamarlo stupro, perché sei la mia fidanzata e presto diventerai moglie"
(Oh, no mi amor, nadie puede llamarlo violación, porque eres mi prometida y pronto serás mi esposa), explicó Joseph.
"No, no, no...", negué repetidas veces.
"¡Noooo!", grité con todas mis fuerzas.
Me desperté de inmediato sobresaltada e intenté recuperar el aliento mientras me secaba las gotas de sudor del cuello y la frente. Después de tanto tiempo, estaba volviendo a soñar con eso, no, no era un sueño, era una pesadilla, que comencé a tener de nuevo cuando vi a Joseph hace una semana en el estacionamiento del centro comercial.
"¡Sophia! Sophia, ¿estás bien?", escuché la voz de Craig fuera de mi puerta antes de que entrara. Llevaba mi Pussy consigo... mi gata persa blanca de ojos azules, cuyo nombre era Pussy.
"Oye, escuché tu grito. ¿Estás bien?", inquirió y se sentó en el borde de mi cama.
"Sí, fue solo una pesadilla", manifesté tratando de sonreír, pero tuve que bajar la cabeza y cerrar los ojos con fuerza para evitar llorar.
"¿Las estás teniendo de nuevo?", preguntó el joven.
Asentí, sin poder articular palabra. Él lo sabía todo, porque le conté un día cuando ya no podía contener las lágrimas y estuvo allí para consolarme. Era mi asistente de instructor de baile y me acompañó cuando recién comenzaba esta carrera. Hace dos años empezamos a construir juntos el estudio de baile, Sophia's Dream y desde entonces, se convirtió en un amigo y un hermano para mí.
"¿Por qué no aceptas el acuerdo de la señora Kelley? Es una gran ventaja e incluso, ya te dio permiso de usar su nombre para encontrar a Layla y poner a Joseph en la cárcel", me aconsejó.
"¡Craig, no es fácil aceptar lo que me pide! Me refiero a todas las responsabilidades y obligaciones dentro de ese matrimonio. Me convertiré en la esposa trofeo del hijo y luego, Joseph me encontrará con más facilidad. Además, los Kelley no son personas sencillas, son una familia famosa y conocida en Los Ángeles", le expliqué.
"Sí, y eso también significa que son personas influyentes y poderosas. ¿Crees que ese bastardo de Joseph se acercará a ti si se entera de que estás casado con un Kelley? ¿Con uno de los mejores solteros de Los Ángeles? ¡Vamos, piénsalo Sophia!", comentó.
Suspiré alto mientras me tapaba la cara con las dos manos.
"No lo sé, Craig, tengo esas pesadillas de nuevo y me hacen sentir como si hubiese pasado ayer, en vez de hace seis años", admití.
"Sophia, siempre habrá excusas, pero oportunidades no, estas solo llamarán una vez a tu puerta, así que mientras estén ahí, abre y agárralas. Quizás esta sea la vía que te ayudará a obtener la justicia que tanto anhelas", añadió.
"Pero, el chico no quiere que yo sea esposa suya. ¡Y ya te dije que me insultó y juzgó!", le recordé.
"¡Oh, vamos! Ya te han juzgado muchas veces en tu vida. Y has recibido insultos hasta de tu propio padre...", aseveró.
"¡Ay! ¿Tienes alguna otra manera de agregar limón a mi herida?", pregunté dolida.
"Lo siento, no fue eso lo que quise decir, yo solo quiero que abras los ojos, Sophia. Como estaba diciendo, ya has pasado por muchas cosas en tu vida, por lo que, si el hijo de la señora Kelley te vuelve a insultar o a juzgar por aceptar el trato, ¡déjalo! ¡Deja que te juzgue porque no sabe tu historia real, solo tu nombre!", recalcó.
Me mordí los labios y me rasqué la parte trasera de mis orejas como respuesta, debido a la confusión que estaba experimentando: era uno de los gestos comunes que hacía cuando no sabía cómo comportarme a continuación.
"¿Por qué, vas a morir si vuelve a insultarte o a decirte que aceptaste la oferta de su madre por dinero?", preguntó mi amigo.
Le respondí negando con la cabeza.
"¿No eres capaz de sobrevivir un día escuchando los juicios de él? Son solo palabras que provienen de una persona, Sophia. ¡Piensa en la importancia de tu meta, de tu plan, de ti misma! Ni los insultos, ni las palabras de ese chico, te ayudarán a encontrar a Layla o a hacerle pagar a Joseph lo que te hizo. Aunque fuera una solución desesperada, ¿y qué? ¡No tiene nada de malo siempre que no sea cierto y, tú lo tengas claro!", reafirmó.
Hizo una pausa y tomó mis manos.
"La señora Kelley también sabe la verdad y estamos aquí para apoyarte. ¡Levántate y pelea! ¿Cuál era su nombre?", me preguntó de repente.
"¿El nombre de quién?", respondí confundida.
"Del que pronto será tu esposo", me contestó.
"Daniel, Daniel Kelley", comenté.
"¡Daniel Kelley! ¡Muéstrale a ese hombre quién es la verdadera Sophia Ysabelle! La mujer que lucha y no se rinde con facilidad ante las situaciones que se le presentan", expresó mi querido amigo.
Una sonrisa se dibujó en mis labios después de escuchar esas palabras y me sentí reconfortada al saber que todavía lo tenía a él, quien me trataba como a una hermana.
Suspiré y mis ojos se posaron en mi gata, que aún frotaba la cabeza en el brazo de Craig.
"Hola mi Pussy", la saludé y la cargué para ponerla sobre mi regazo.
Mi amigo rio entre dientes mientras negaba con la cabeza.
"¿Por qué, de todos los nombres que le pudiste haber puesto, escogiste ese?", inquirió con curiosidad.
"Solo por diversión", contesté encogiéndome de hombros y continué frotando el pelaje de la gata. "¿Por qué, Pussy no te parece hermoso?", añadí luego.
Ambos nos reímos a carcajadas del nombre y, cuando estaba a punto de levantarme, escuché sonar mi teléfono. Los dos nos miramos cuando vimos el nombre "Señora Kelley" en la pantalla.
"Buenos días, señora Kelley", respondí mirando a Craig a los ojos y puse el dispositivo en altavoz.
"¿Hola cariño, cómo estás?", me saludó.
"Estoy bien, señora Kelley", contesté.
"Lamento lo que te dijo mi hijo durante el encuentro que tuvieron, pero, aunque de verdad no quieras aceptar mi oferta, déjame ayudarte, por favor, Sophia", propuso la mujer.
Me mordí el labio inferior mientras tomaba aire en búsqueda de una respuesta y la encontré en mi amigo, quien asentía animándome a que aceptara el acuerdo.
"Acepto el trato, señora Kelley", anuncié con firmeza.
"Oh, cariño, qué feliz me haces. Gracias, Sophia. ¡Voy a decirle a mi esposo para fijar la fecha del compromiso!", dijo emocionada.
"¿Pero, puedo pedirle un favor?", añadí.
"Oh, claro, lo que sea, cariño. Si no estás ocupada hoy, ¿crees que podamos reunirnos y discutir el acuerdo y los favores?", sugirió.
"S-sí, claro, sólo dígame dónde, señora", respondí.
"Por eso no te preocupes, porque te voy a recoger. ¿Te parece bien a las diez?", inquirió.
"Sí, está bien para mí", comenté.
"Okey, estate lista a esa hora, cariño. Adiós", se despidió.
"Adiós, señora", dije.
Cuando terminé la llamada, miré a Craig para saber qué pensaba él al respecto.
"¡Ve! Toma una ducha y yo me encargo de preparar el desayuno", indicó.
"Gracias, eres el mejor", le hice saber sonriendo y lo abracé antes de levantarme.
"¡Por supuesto!", reafirmó también con una sonrisa y me guiñó un ojo.
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"No dudes en decirme lo que quieras, Sophia, yo te escucharé", manifestó la señora Kelley y me sonrió.
Asentí en respuesta.
Estábamos dentro del restaurante, esperando a que nos trajeran nuestros pedidos.
"Primero, hablemos de la fiesta de compromiso y luego de la boda. ¿Qué temática quieres para la fiesta?", pidió mi opinión.
"Hum... lo que usted decida, señora, estará bien para mí", dije sonriendo.
"No, es tu boda, así que tomarás todas las decisiones, escogerás la temática... ¡todo!", recalcó.
Suspiré cuando escuché la palabra "decisiones".
"Hum... podemos... ¿Podemos hacer la fiesta hum... íntima, señora Kelley?", propuse.
"¿Íntima? ¿Qué quieres decir? ¿No quieres una gran fiesta? ¿No quieres celebrar tu boda por todo lo alto?", preguntó ella con asombro.
"Es solo que no me siento cómoda con grandes fiestas y eventos, además, quisiera que fuera algo privado, sin el conocimiento del público, sobre todo el de Joseph. No quiero que sepa nada de mí, ni dónde estoy, ni dónde vivo y, su hijo no es una persona común, señora Kelley. Los periodistas y otros medios lo rodearán todos los días, y no quiero que me sigan a todas partes", expliqué.
Ella tomó mis manos y sonrió.
"Te entiendo, Sophia, y haremos algo íntimo, si eso es lo que quieres. No habrá paparazzi, ni otros medios de comunicación en tu fiesta de compromiso, ni en tu boda. Solo contrataremos algunos fotógrafos y camarógrafos profesionales para cubrir los dos eventos", comentó.
"Gracias, señora Kelley", agradecí y le devolví la sonrisa.
"Hablemos del acuerdo. ¡Te vas a casar con mi hijo, así que mi esposo y yo, te ayudaremos a encontrar a Layla y a hacer que ese tipo, Joseph se pudra en la cárcel! ¡Te lo prometo!", exclamó.
"Gracias y, una cosa más, señora", añadí.
"Claro, ¿qué es?", preguntó.
"¿Podemos mantener también este trato en privado? Es decir, ¿podemos ocultar la razón por la que me casaré con su hijo?", destaqué.
"¿Qué hay de tu esposo?", enfatizó ella.
Tragué saliva y aclaré: "Futuro esposo, señora Kelley".
"Okey, lo siento", se disculpó.
"Tampoco quiero que él sepa mis razones, además, solo será un matrimonio contractual. Después de un año, o una vez que obtengan la inversión y yo obtenga justicia por lo que Joseph me hizo, volveremos a separar nuestros caminos y nos divorciaremos", argumenté.
"Bueno, es tu decisión y la comprendo", dijo.
"Hum... ¿qué tendré que hacer como esposa de su hijo?", indagué.
"Bueno, tendrás que fingir que eres la amada cónyuge en todos los eventos de negocios o fiestas que necesiten de tu presencia, pero no te preocupes, que no tendrás que actuar como tal en la casa y, podrás seguir con tu vida privada, a pesar del matrimonio. Pero durante ese tiempo, ninguno de los dos podrá salir con otras personas", expuso.
Solo asentí, mientras asimilaba toda la información.
"¿Qué hay de, hum... usted sabe... después de nuestra boda?
¿Hacer el amor?", especifiqué.
Me mordí el labio inferior.
"Bueno, en ese caso, ya que ambos son adultos, dependerá de ustedes si consumarán el matrimonio o no", manifestó.
Abrí un poco los ojos ante la respuesta, pero ella me sonrió.
"¿Sabes qué? Me agradas, Sophia y, siendo honesta contigo, me gustas para mi hijo", confesó la mujer.
"Señora Kelley...", comenté asombrada.
"Es verdad y, espero que algún día este matrimonio de conveniencia, se convierta en algo real y para siempre", añadió encogiéndose de hombros y yo, no pude evitar reírme con las últimas palabra que dijo.
'¿Para siempre?' ...
"Eso es imposible, señora, porque Daniel es un poco grosero y arrogante", no dudé en decirle mi opinión real sobre él.
Ella pareció sorprenderse al principio, pero luego se rio.
"Olvidaste que también es frío, cariño", agregó y carcajeó de nuevo. "Por eso me caes bien, Sophia, porque eres una persona sencilla y si algo te gusta, lo dices de inmediato, pero si no, no dudas en señalarlo", argumentó.
"Porque para mí la mejor política, es la honestidad, señora Kelley", expliqué.
"Me ganaste por ahí, querida, pero quiero que sepas que Daniel, a pesar de ser frío y un poco arrogante, también es un verdadero caballero y no te lo digo porque sea mi hijo. Solo ten un poco de paciencia", aconsejó.
Como respuesta solo sonreí y solté un suspiro de alivio.