El joven me miró e hizo un gesto de desaprobación con la boca. Luego bebió un poco de su cerveza y agregó: "En realidad no comprendo por qué esos inversionistas europeos prefieren hombres casados a jóvenes solteros, con independencia de sus talentos o habilidades. Quizás establecen alguna suerte de diferencia crucial entre estos dos prototipos, aunque de manera pragmática, un hombre soltero puede hacer exactamente las mismas cosas que uno casado, ¿no es cierto?".
"Por supuesto que sí, pero aunque yo concuerde contigo, ellos creen que la experiencia adquirida por un hombre casado lo convierte en alguien mucho más responsable y sensato que un joven soltero", le respondí con cierto desánimo.
"¿Es esa la razón por la cual estás arreglando un matrimonio falso?", preguntó Andrew.
"Claro que no es un matrimonio falso. ¡Es totalmente legal!", respondí exasperado. "Definitivamente ellos notarían si el matrimonio careciera de autenticidad, pues son hombres de negocios, y esto implica que, por lo general, son astutos y hasta engañosos".
"Sí, estoy bastante consciente de ello", replicó él con una sonrisa, para luego preguntar: "¿Y ya conociste a la chica?".
"Sí, claro", le dije.
"¿Cuándo la conociste? ¿Luce hermosa o es sexy, y camina como una modelo, igual que tu ex?", me preguntó en tono de burla.
"La pude conocer la semana pasada y verdaderamente no es nada especial", le respondí. En realidad tiene buena apariencia, aunque para mí es solo una chica normal que haría cualquier cosa por dinero", y diciendo esto, sentí un impulso casi involuntario y golpeé la botella contra el mostrador.
"¡Oye, ve con calma! ¡Tranquilo, amigo!", me dijo rápidamente él, poniendo una mano en mi hombro. "¿No crees que eres demasiado crítico con tu prometida? ¿Cómo tienes la seguridad de que ella es una chica como otra cualquiera, si ambos sabemos que tu madre siempre ha sabido elegir muy bien? Tal vez hay algo en esa joven que pudo llamar la atención y ganar el buen gusto de tu mamá", terminó diciendo mi amigo con un tono optimista.
"¡En realidad me da igual, Andrew!", no pude evitar casi gritarle. "El hecho de que sea especial o no jamás cambiará el hecho de que aceptó hacer un trato con mi madre y sean cuales fueren sus motivos para hacerlo, estoy convencido de que lo hizo únicamente por dinero".
"En verdad no puedo creer que una mujer como esa haga todo solamente por razones económicas", replicó mi asistente.
"Entonces, dime qué puedo hacer... ¿Quieres que busque a otra chica?", me preguntó.
"En serio quisiera tener más tiempo y encontrar a otra mujer para casarme, pero no es así, por lo que me siento obligado a aceptarla".
"No deberías culpar a una persona desesperada, Daniel", me dijo mi amigo mientras me miraba fijamente.
Yo no pude evitar sentirme extrañado por sus palabras.
"¿A qué te refieres?", le pregunté.
"Lo que quiero decir es que no es justo culparla por aceptar el trato sin conocer las razones", argumentó él. "¿Pensarías de la misma manera si supieras que ella necesita el dinero para la operación de su padre, que sufre de cáncer, o tal vez para su hermano, que padece de una enfermedad cardiaca? ¿Y si necesitara el dinero para costear su propia operación porque ella es la que está muy enferma y está muriendo? ¿Acaso has pensado en todo eso?".
Al escuchar toda esa serie de inesperadas y pesimistas conjeturas, reaccioné dándole un suave empujón en un hombro para interrumpirlo. "¿De qué hablas?", le dije. "¿Estás deseando que enviude tan pronto? No sé, pero aun cuando no siento nada por ella, no me gustaría atraer esos malos pensamientos, pues en realidad a nadie le gustaría escuchar algo tan lamentable.
"Solo estoy estableciendo algunas hipótesis para entender la razón por la cual podría haber aceptado el trato", justificó Andrew, aunque unos segundos después no pudo evitar seguir haciendo elucubraciones absurdas: "¿Qué tal si está embarazada?".
"¿Qué te pasa, hombre? ¿Podrías dejar de decir esas tonterías?", le pregunté ya casi bastante enojado. "Si lo estuviere, estoy seguro de que mi madre me lo haría saber y, por supuesto, ¡no la hubiese elegido para mí!".
"¡De acuerdo! Por favor, no te enojes. Cálmate, ¿sí?", me suplicó intentando aplacar mi exaltación y dibujó una expresión bastante burlona en su rostro. "De todas maneras, creo que sería mejor si te casas con esa chica y fin del asunto, pues, como ambos sabemos, ¡mamá nunca se equivoca!".
No contesté absolutamente nada y continué bebiendo mi cerveza.
"Entonces...", volvió a interrogarme. "¿Cuáles son tus planes después de la celebración de la boda?".
"¿Qué quieres decir con 'mis planes'?", pregunté yo con extrañeza.
"Bueno, quiero decir... la cuestión íntima...el ritual de apareamiento", respondió él fingiendo inocencia en sus palabras y encogiéndose de hombros.
Definitivamente aquella afirmación me sacó una sonrisa. "Amigo, ella no es tan atractiva ante mis ojos, por lo que no creo que pueda sentirme atraído o excitado al verla".
"¡Hey, no vayas tan rápido!", me interrumpió en medio de una risa maliciosa. "Daniel, jamás puedes dar las cosas por sentado, pues, ¿qué sucedería si es ella la que se enamora de ti mientras cumple con su parte del trato en ese matrimonio falso?
"Te dije que no era falso", respondí.
"¡De acuerdo! Está bien, pero lo quieras o no, es lo mismo. Ustedes no tendrán una relación de verdad, sino que solo fingirán tener una. Aun así, respóndeme, ¿y si ella se enamora de ti?", insistió Andrew una vez más.
"En realidad, ella no debería hacerlo. La próxima vez que la vuelva a ver se lo dejaré bien claro y una vez que los inversores suscriban el contrato en KIC, inmediatamente presentaré el divorcio", respondí de inmediato.
"Ya veo... ¿Cómo se llama?", inquirió él.
"Sophia", le dije.
"¡Qué bien! Es un hermoso nombre".
"¿Qué hay de hermoso en ese nombre?", tuve que preguntar escéptico.
Mi asistente me dirigió una mirada de desaprobación al escuchar la pregunta. "Amigo, ese nombre proviene del griego antiguo, y significa sabiduría, habilidad, por lo que tu futura esposa debe tener cualidades de mujer pura, femenina y bastante inteligente", explicó él tratando de animar la conversación.
"¿Dónde supiste todo eso?", le pregunté.
"Siempre podemos contar con Google", respondió con una sonrisa burlona.
No pude evitar contagiarme con su sonrisa y ante tales ocurrencias, por lo que solo hice un gesto de negación con la cabeza y le di un último sorbo a mi cerveza.
Ya dentro del auto, el recuerdo de mi hermana vino de pronto a mi cabeza, pues me pareció gracioso pensar en cómo ahora me sucedía lo mismo que a ella y estaba inmerso en una situación similar a la que ella debió atravesar una vez.
"¡Hola, Dani!", respondió mi hermana desde el otro lado, tras recibir mi llamada. Su voz sonaba muy emocionada, por lo que no pude evitar suspirar y darme cuenta de cuánto extrañaba a mi hermanita menor.
"Hola, hermanita", respondí con cariño.
"Estás borracho, ¿verdad?", me dijo de pronto.
Aquella conjetura casi exacta me sacó una sonrisa. Sin saber cómo lo había podido detectar con tanta facilidad, le respondí: "Bebí un par de cervezas con un amigo, pero no estoy borracho".
"¡Oh, Dios! Sí... me doy cuenta de que no estás borracho. ¡Puedo escucharlo claramente en tu voz!", respondió ella con ironía y luego hizo una pausa por algunos segundos. "¿Hay algún problema? ¿Estás bien?", se apresuró a preguntarme, dejando notar un tono de preocupación en su voz.
"¿Por qué haces esa pregunta tan tonta? ¡No sucede nada extraño! ¡Por supuesto que estoy bien!", repliqué de inmediato, como si fuera un niño pequeño.
"Hago la pregunta porque te conozco bien, Dani, y jamás me llamarías a estas horas de la noche si todo estuviese bien. ¿Te sucedió algo... o a mamá y papá?", insistió ella.
"¡No! ¡Claro que no! ¡Deja de tener ideas horribles en tu cabeza, por favor!".
"Entonces, ¿por qué me llamas a esta hora?".
"Bueno... ¿Será que no puedo llamar a mi hermana favorita cuando tenga deseos de saber de ella? Te extraño mucho, y lo sabes".
"¡Oh Dios, Dani! ¿Me llamas a esta maldita hora para decirme que me extrañas? Y por si no lo recuerdas, soy tu única hermana, así que lo de "favorita" ya es casi obligatorio. ¡Dime ahora mismo qué te sucede!", ordenó ella, casi regañándome.
Suspiré e hice una pausa por unos segundos, mientras pensaba: 'No sé cómo le voy a decir esto'.
"Me voy a casar", le dije al fin.
"Está bien. No entiendo por qué entonces... Espera... ¿Qué dijiste?", gritó de repente al reaccionar.
"Es una larga historia", le respondí y no pude evitar reírme.
"¡Entonces trata de resumirla!", ordenó ella.
Podía imaginar la expresión del rostro de mi hermana, por lo que sonreí, además de hacer un gesto de desaprobación con la boca. La única hermana que tengo... y siempre tan firme en sus exigencias, incluso con su hermano mayor.
"Prometo que te lo voy a contar todo, pero no ahora que ya es muy tarde", le respondí. "Yo simplemente te extrañaba y mi instinto fue llamarte, aunque en realidad no esperaba que contestaras mi llamada a esta hora".
Ella guardó silencio por unos segundos y eso me desesperó un poco.
"¡Oye! ¿Estás ahí? ¡Aún estoy hablando contigo!".
"Eh... Dani, te llamaré luego... ¡aayy!", profirió un grito de pronto, interrumpiendo lo que me decía.
"Rian, ¿qué pasó? ¿Qué está sucediendo allí?", pregunté desesperado.
El pánico me invadió de repente cuando la escuché gritar de esa manera y notar la voz de un hombre junto a ella.
"¡Rian, por favor, respóndeme! ¿Qué está sucediendo ahí? ¿Dónde estás?", le pregunté nervioso mientras miles de cosas pasaban por mi cabeza.
No obstante, la llamada de repente se cortó, haciendo que mi angustia fuera en aumento.
"¿Qué demonios está sucediendo ahí?", maldije mientras guardaba el teléfono. Activé los auriculares bluetooth y encendí el motor para dirigirme al apartamento de mi hermana lo antes posible.
Veinte minutos más tarde, mi teléfono sonó y pude ver el número de Alex en la pantalla.
"¡Mierda, Alex!", contesté. "¡No sé qué le sucedió a Rian y estoy bastante asustado, maldita sea! Estaba hablando con ella cuando..."
"Oye... ¡Hola, Dani! ¡Soy yo!", de pronto me había interrumpido la voz de mi hermana.
"¿Rian? ¿Eres tú? ¿Estás bien?", pregunté alarmado, aunque sentía que el alivio instantáneamente se apoderaba de mí.
"Sí, hermanito, soy yo, Dani... estoy bien", respondió ella.
"¿Qué sucedió hace un rato? Te escuché gritar, ¡maldita sea! ¿Qué demonios pasó, Rian? Dime, ¿estás bien?", no pude evitar seguir preguntando nervioso.
"Ya no tienes que venir hasta aquí, Dani. Estoy bien y no tienes por qué preocuparte, pues no sucedió nada".
"¿Qué quieres decir con que no sucedió nada, Arriana Angela?".
"¡Ay! ¿Por qué tienes que llamarme de esa manera?", replicó ella enojada.
Sabía que se enojaba cuando mencionaba su nombre completo.
"Ya te dije, estoy bien y te llamé para hacerte saber que no sucedió nada, por lo que no tienes por qué preocuparte, ¿de acuerdo? Prometo contarte qué sucedió, pero no ahora", intentó calmarme ella.
"¡Más te vale hacerlo, Rian!", le dije en tono autoritario.
"Sí, te juro que lo voy a hacer", respondió.
De pronto recordé el número del cual me estaba haciendo esa llamada.
"¡Espera un minuto!", le dije al reaccionar. "¿Por qué estás usando el teléfono de Alex? ¿Dónde está tu teléfono? ¿Dónde estás ahora mismo? ¿Estás con él en ese lugar?".
De repente no recibí más respuestas de ella.
"¡Rian! ¿Me escuchas? ¡Estoy esperando que contestes! ¿Dónde están tú y Alex ahora mismo?", volví a preguntar exaltado.
"Hola", escuché la voz de Alex de pronto, y mis cejas se arrugaron.
"¿Alex? ¿Dónde estás y por qué mi hermana está usando tu teléfono?".
"¿Es que acaso hay algo malo en ello? Soy su marido", respondió él en tono natural.
"¡Sabes que no fue eso lo que quise decir! ¡Te juro, Alex, que te mataré si le sucede algo a mi hermana!", lo amenacé, pues ya me estaba irritando.
"Hey, relájate Daniel", me contestó rápidamente y soltó una risa disimulada. "Ella está bien ahora y no tienes que preocuparte. Estoy aquí para ella".
"¡Espera!", lo interrumpí. "¿A qué te refieres con que ahora está bien? ¿Qué fue lo que sucedió exactamente hace un rato?".
"Eh... No sucedió nada. Sencillamente, tropezó con una piedra mientras caminaba y cayó al piso de manera accidental, dejando caer su teléfono", justificó él.
"Está bien, pero ¿por qué puedo escuchar el sonido de las sirenas de la policía?", insistí.
"Eso que escuchas es en la otra calle. Al parecer están llevando a cabo alguna clase de operación a estas horas. Sabes cómo son...".
"Mmm...", me quedé pensando en todo aquello y continué insistiendo, pues no estaba convencido del todo. "Entonces, ¿cuál es la situación actual de ustedes dos en este momento? De repente la llamaste como tu esposa", le dije y sonreí con ironía.
"¿Qué quieres decir? ¿Acaso ella no es realmente mi esposa?".
"En principio sí, Alex. Lo es solo de palabras, pero sabes que a los efectos prácticos, no lo es".
El hombre hizo una pausa por unos segundos y luego lo escuché decir suspirando: "Lo siento mucho".
"¿A qué te refieres con que lo sientes?", pregunté de inmediato. "No me pidas perdón a mí, pues no soy tu esposa, así que mejor se lo pides a ella".
"Estoy consciente de ello y prometo que lo haré.", me respondió él con un tono culpable en su voz.
"Y Alex... ¡cuídala! Sé cuánto amabas a mi hermana, así que no esperes a que sea demasiado tarde para recuperarla".
"No te preocupes. Haré las cosas bien esta vez", me dijo con determinación, lo cual me hizo sonreír con tranquilidad.
"Está bien, contaré con eso y confiaré en ti. ¡Gracias por estar ahí! Solo dale las buenas noches a mi hermana por mí, o mejor, las buenas noches-días", me despedí en tono de broma.
"Está bien, cuídate".
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Perspectiva de Sophia:
"Muy bien chicos, ensayaremos todo por última vez y luego ya estarán listos", dije a mis estudiantes de la frecuencia vespertina, mientras presionaba el botón de reproducción de nuestra bocina.
"¡Está bien! Gracias, señora Sophia!", contestaron todos casi al unísono mientras intercambiaban juveniles choques de mano.
Solo pude sonreír, y volví a preguntar: "¿Están listos para la competencia de la próxima semana?".
"Sí, señora Sophia, de hecho, estamos muy entusiasmados con el evento. ¡Realmente ya queremos que suceda!".
"También estoy muy entusiasmada", dije yo para secundar sus ánimos. "Está bien, buena suerte entonces, chicos".
Aquellos eran mis últimos estudiantes del día y estaban practicando de manera exhaustiva para la competencia de danza moderna que tendría lugar la próxima semana y quizás el mes próximo, después de la boda, Craig y yo estaríamos bastante ocupados con los preparativos para nuestra competencia internacional.
Ya estaba en medio de la pista de baile, lista para comenzar una rutina, cuando de repente escuché la voz de Craig:
"Sophia, tienes una llamada telefónica".
Me di la vuelta para verlo y pude notar que estaba agitando mi teléfono celular, esperándome en la puerta.
"¿Quién me llama?", le pregunté casi gritando debido a la música estridente que venía de la bocina.
"La señora Kelley", vociferó.