"Mmm... No, señora. ¿En qué puedo serle de ayuda?".
"¿Tienes algún plan para esta noche? Espero que estés libre", siguió mi futura suegra.
En ese momento, se me escapó una sonrisilla y contesté: "No, estoy libre".
"¡Estupendo! ¿Puedo invitarte a cenar? Será algo pequeño porque asistirá solo la familia".
"Ehm...", me quedé dudosa y mordí mi labio inferior.
"Por favor, cariño, solo quiero presentarte a mi esposo y, por supuesto, comentar un poco sobre los preparativos del compromiso", insistió ella.
"Está bien", cedí.
"Entonces, ¿es un sí?".
Solté un suspiro y me resigné: "Sí, iré".
"¡Qué alegría! ¡Gracias! Mi chofer te recogerá a las siete".
"No debe preocuparse por eso, pues conduciré yo misma hasta allá".
"¿Estás segura?", inquirió ella.
"Sí, no habrá problema. ¿Me puede dar la dirección?".
"Claro, te la enviaré un mensaje de texto. Gracias, Sophia".
"De nada, señora Kelley".
"Te esperaré. Cuídate".
"Gracias", agregué antes de que se cortara la llamada.
Exhalé una bocanada de aire después de terminar la conversación porque aquella invitación solo significaba que tendría que volver a verlo.
"¡Ejem!", escuché detrás de mí y, al girarme, avizoré a Craig apoyado contra el marco de la entrada.
"Reunión familiar", le dije antes de que me preguntara.
"Mmm... Y, ¿piensas aparecer?".
"No tengo más remedio", contesté.
"¡Estupendo! ¡Buena suerte, chica! La necesitarás para encontrarte con tu marido de nuevo", se burló mi compañero.
"¡Aún no estamos casados, así que no es mi marido!".
"Sí, pero pronto lo será", continuó él y soltó una carcajada antes de cerrar la puerta.
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Mi estupefacción era obvia cuando estuve frente a la lujosa y sofisticada edificación de tres pisos que apareció ante mí.
'¡Guau!', pensé con asombro.
"Sophia".
A mi espalda se encontraba mi futura suegra, de pie en la puerta de cristal de la mansión. Tragué saliva y respiré hondo antes de avanzar hacia ella.
"Buenas noches, señora Kelley...".
Ella me abrazó en cuanto estuve lo bastante cerca como para que le alcanzaran los brazos.
"Eres tan hermosa, cariño, que estoy segura de que a mi hijo se le irán los ojos cuando estés frente a él", me halagó ella, con ánimos de agradar.
Hice un amago de sonrisa que resultó en una mueca.
"¿Te fue difícil llegar aquí?", intentó sacarme conversación, siendo lo más dulce posible.
"Para nada, señora Kelley. De hecho, fue muy fácil con el GPS".
"Ah, por eso es tan maravillosa la tecnología. Pero, entremos, mi esposo está ansioso por conocerte".
La señora Kelley casi me empujó para que entrara y mis órbitas oculares vagaron por la enorme sala de estar. Era un encanto de habitación, de color beige claro y el sofá, el sillón y las alfombras eran todos de un tono diferente de beige. Además, los muebles de madera hacían que el ambiente fuera acogedor.
"Mi amor, ven a conocer a tu futura nuera".
Entonces apareció un hombre de cincuenta y tantos años, el cabeza de familia, el señor Gregory Kelley.
"¡Guau! ¡Qué jovencita tan bella!", me elogió mi futuro suegro mientras caminaba hacia nosotros. "Tenías toda la razón, mi vida, es de una belleza despampanante", prosiguió él, sonriéndome.
"¿Ves? Te lo dije. Cariño, esta es Sophia y, Sophia, él es mi esposo, Greg, que pronto será tu suegro".
"Señor Kelley, encantada de conocerlo", dije y le ofrecí mi mano, pero él también me abrazó.
"Vamos, Sophie. Dejemos las formalidades. Ahora puedes llamarme suegro o por mi nombre".
"Estoy de acuerdo, así que conmigo puedes hacer lo mismo", agregó la señora Kelley.
Sonreí con torpeza y miré el semblante alegre de ambos. También a mí me trataron desde ese momento con cercanía.
"Escuché mucho sobre ti, Sophie y, no te preocupes, porque estamos dispuestos a ayudarte a encontrar al testigo en tu caso contra el tal Joseph De Luca", comentó él.
"Muchas gracias. Es de veras muy bueno tener a personas como ustedes en mi vida", contesté con una genuina expresión de agradecimiento en el rostro.
"Ni lo menciones, cariño". La señora Kelley, tomó mis manos y prosiguió: "Ya somos familia y la familia está para ayudarse".
"Mi esposa tiene razón, Sophie. Por cierto, también me contó sobre tu primer encuentro con mi hijo".
En ese instante, quise que la tierra me tragara, pero mi futuro suegro solo se rio de mí.
"¿Por qué no continuamos en el comedor? Seguro que a Sophia le encantarán todos los platos que le preparé".
"Excelente idea, cariño. ¿Ya llamaste a nuestro hijo?".
"Sí, ya viene de camino".
"Tch. Tch. Cuando se trata de negocios, Daniel siempre llega a tiempo. Sin embargo, cuando es un compromiso íntimo, es todo lo contrario", se quejó el señor Kelley mientras caminábamos hacia el impresionante comedor.
Mi estómago se revolvió con solo escuchar el nombre de su hijo.
"Señora Kelley, ¿puedo usar su baño?".
"Sí, claro", respondió y llamó a una de sus sirvientas para que me mostrara dónde era.
Mis nervios se calmaron en cuanto entré a la habitación de confort. Sí, habitación de confort, porque era el único sitio en el que había podido sentirme cómoda desde mi llegada.
Me paré frente al espejo y me consolé.
'Ya está, no hay vuelta atrás. Todo sea por justicia, por lo que pasé'. En ese segundo, me juré cumplir con mi verdadero propósito.
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Perspectiva de Daniel:
"Amigo, ¿no te sientes nervioso por ver a tu prometida?", inquirió Andrew y me guiñó un ojo mientras íbamos hacia la casa de mis padres, ya casi a la entrada.
"¿Por qué lo estaría? Es solo una cena formal y estoy seguro de que mi mamá me presentará a esa Sophia".
"Pues yo sí estoy emocionado de conocer a tu chica. Ya sabes, la intriga de cómo será ella", siguió él.
"No te preocupes, la conocerás pronto", lo calmé.
Como no encontramos a mis padres en la sala, nos dirigimos al comedor.
"Ahí está nuestro hijo", celebró mi padre, que fue el primero en notarme.
"Hola, papá, mamá", saludé y besé la mejilla de mi madre. "Estoy con Andrew porque vamos a una reunión luego", dije, dando paso a mi amigo. No obstante, no puedo negar que en realidad buscaba a alguien más.
"Hola, Sonia, Greg".
"Hola, Andrew", lo saludó papá con unas palmaditas en el hombro.
"¿Todavía te queda otra reunión?", cuestionó mi mamá, con la desaprobación escrita en la frente.
"Sí, lo siento, mamá. Te lo compensaré la próxima vez, te lo prometo", me disculpé. En cambio, ella resopló y puso los ojos en blanco.
"Esta cena no es en mi honor, Daniel, sino para tu prometida".
"Lo sé...". Intenté explicarme, pero la voz fuerte de Andrew me interrumpió.
"¡Guau!".
Seguí su mirada y me quedé estupefacto con la imagen de una hermosa mujer que se acercaba a la mesa. Tenía un rostro inmaculado y sus curvas prominentes se notaban por el largo vestido floral.
"¡Dios! ¿Estoy viendo un ángel?", profirió Andrew con exaltación y me dio un codazo.
Entonces oí la risa de mi padre y, cuando me volví hacia él, noté que había advertido mi reacción. Cuando mi madre llamó a la mujer de fisonomía candorosa, no pude evitar volver a mirarla.
"Sophia".
"¡Guau! Entonces, ¿ella es Sophia?", preguntó mi amigo, anonadado.
"Sí, ella es la prometida de Daniel". Escuché la respuesta de mi madre, pero estaba demasiado ocupado viendo a la chica avanzar con gracia hacia nosotros.
'¿Acaso estoy soñando? ¿Cómo puede una chica transformarse en ángel?', pensé sin salir de mi asombro.
"Así que, ¿ahora me ve como un ángel, señor Kelley?", dijo sonriéndome y mis cejas se fruncieron en clara señal de confusión, sobre todo cuando mis padres compartieron una mirada.
'¿Cómo supo lo que estoy pensando?'.
Sentí un golpecito en mi hombro antes de que Andrew susurrara algo en mi oído.
"Lo dijiste en voz alta, amigo".
Después de darme cuenta de ello, enmascaré mi rostro con una expresión seria.
"Hola, Sophia, soy Andrew", se presentó mi amigo y rodeó la mesa solo para acercarse a ella y tomar sus manos.
"Hola, Andrew", ella lo saludó y le sonrió.
"¿Alguien te ha dicho alguna vez lo bella... no, lo preciosa que eres?".
Agarré el respaldo de la silla, apretándolo una vez que él tomó su mano y se la llevó a los labios. Si no llegamos a estar frente a mis padres, lo hubiera sacado a rastras de la casa.
"Gracias. También eres apuesto".
"¡Ay! No sonrías demasiado o voy a tener un ataque al corazón", continuó él e hizo como si de veras estuviera teniendo un infarto. La chica parecía disfrutar la situación y aun mis padres se rieron de ese chiste viejo y cursi.
"¡Ejem!", carraspeé y llamé la atención de todos, pero solo me enfoqué en él: "Ahora puedes volver aquí para que podamos empezar a comer. Todavía tenemos una reunión tarde esta noche, ¿recuerdas?", aclaré en tono sarcástico.
"¡Ups! Lo siento, amigo, no me di cuenta de que podrías ponerte celoso", bromeó de nuevo y todos volvieron a reír.
Lo miré con los ojos entrecerrados, deseando poder destituirlo como amigo.
"Hijo, puedes sentarte al lado de tu prometida", comentó mi padre, interrumpiendo mi mirada glacial.
"No se preocupe, señor. Tal vez pueda sentarme al lado de la señora Kelley", declaró la chica.
Levanté la ceja cuando ella se sentó al lado izquierdo de mi madre. ¡Como si yo quisiera sentarme a su lado!
"Está bien, ¿vamos a comer, niños, mi vida? Daniel, Andrew, siéntense", ordenó mi madre.
Me acomodé frente a mi progenitora y Andrew frente a Sophia.
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Perspectiva de Sophia:
Todo el tiempo pude sentir el par de ojos marrones que me miraban con fijeza, pero actué como si no me diera cuenta. Daniel examinaba mis movimientos, y la forma en que me dirigía a sus padres, y mentiría si afirmara que no me afectó tan espantosa situación.
"¿De dónde eres, Sophie?", preguntó mi futuro suegro.
Sonreí antes de responderle: "En realidad, vengo de Italia, señor".
"Por favor, llámame solo Greg, Sophie".
Entonces mis ojos se lanzaron hacia Daniel, quien dejó caer su cuchara en el plato de manera ruidosa, haciéndome sentir más incómoda.
"¿Eres cien por ciento italiana?", curioseó Andrew a continuación.
"No, soy mitad estadounidense, mitad italiana".
"Mmm... muy buena combinación de genes. Pareces un ángel caído de una nube", siguió el chico con sus flirteos.
Reí entre dientes con su remate, pero me di cuenta de cómo Daniel lo fulminó con la mirada.
"Por cierto, hablemos de la fiesta de compromiso", sugirió la señora Kelley. "Hijo, Sophia insiste en una fiesta aún más privada".
"¿Qué quieres decir con 'aún más privada'?", se extrañó Daniel, dirigiendo la vista hacia mí.
"Más privada, significa sin cobertura de los medios ni anuncios públicos. Consigamos algunos fotógrafos profesionales para cubrir el evento y también para la boda, e invitemos solo a algunos parientes y amigos cercanos de la familia".
"¿Por qué quieres tener una boda tan discreta? ¿No quieres ser famosa? Una mujer conocida por casarse con un maldito multimill...".
"¡Daniel Kelley!".
Fue curioso que sus padres lo detuvieran gritando su nombre completo al unísono. De hecho, ya sabía lo que quería decir, aunque me limité a sonreírle. Me dolió escuchar ese tipo de insinuaciones, pero no quise darle la oportunidad de insultarme más.
"¿Qué? ¡Solo preguntaba!", exclamó, encogiéndose de hombros, y sus labios se curvaron en una sonrisa malvada.
"¡Deja de hacer esos tontos cuestionamientos tuyos!", dijeron sus padres, apenados por el comportamiento de su primogénito.
"¡Si no quieres dar tu opinión, no lo hagas! ¡Vamos a hablar de ello, te guste o no!". Me mordí los labios cuando la señora Kelley usó su tono materno con él.
Me miró él con rabia, pero yo solo le levanté la ceja y noté a Andrew reprimiendo una carcajada.
"Sophia, ¿qué tema quieres para tu boda?".
La señora Kelley de repente se volvió hacia mí. No tenía ni idea. Sin embargo, la molestia de su hijo en mi contra me dio coraje.
"En realidad, me encantan el blanco y el violeta, señora Kelley".
"Oh, por favor, llámame Sonia, corazón".
Sonreí. 'Bien, si lo quiere, lo haré', pensé.
"Sonia, me encanta la combinación de blanco y violeta", rectifiqué.
"Gracias. Y sí, esa es una muy buena elección. Conozco a un gran planificador de eventos. Él se encargó de los preparativos para el casamiento de mi hija".
"¿Tienes una hija?", le pregunté sorprendida, puesto que ella no lo había mencionado antes.
"Ah, sí. Lo siento, olvidé contártelo. De hecho, tenemos también otra hija, Rian, que es la menor. Mi hija se casó hace cuatro años".
'Rian... Me suena conocido. Tenía una amiga que se llamaba así en la universidad', divagué.
Durante el resto de la cena, solo charlamos sobre el compromiso y la sencilla ceremonia de boda. Daniel estuvo callado hasta que terminamos de comer.
"Muchas gracias por venir", me dijo la señora Kelley mientras me abrazaba con fuerza. Estábamos en la sala de estar y me despedí de todos.
"Deja que mi hijo te lleve a casa, Sophie", pidió el señor Kelley.
"No es necesario, suegro, gracias. Vengo en mi auto, así que puedo conducir yo misma. Además, Daniel aún tiene una reunión, así que no podrá acompañarme".
Sabía que el chico estaba detrás de mí, así que hice mi voz alta y clara.
"Ella tiene razón, papá. De hecho, Andrew y yo tenemos que irnos ahora. Estoy seguro de la señorita Sophia no se perderá, ¿verdad?", recalcó mi posición.
"¡Por supuesto! Conduje sola hasta aquí, así que estoy segura de poder regresar a mi apartamento".
Noté que él todavía tenía algo que decir, pero fue interrumpido por su madre.
"Está bien, solo cuídate, mi niña. Llamaré al organizador mañana, para que puedas comenzar a elegir los detalles que desees para la fiesta".
"Gracias, Sonia". Entonces besé su mejilla y me marché.
Cuando llegué a mi auto, vi esa figura, ahora conocida, apoyada contra la puerta de mi auto.
'¿Cuándo llegó aquí? ¡Es tan rápido!', me extrañé.
"Señor Daniel Kelley, ¿también quiere un beso de despedida?", me burlé, con la mayor dulzura del mundo.
No pronunció una palabra, en cambio, dio un paso hacia mí y tragué saliva cuando se detuvo a unos centímetros.
"¿Cuál fue la verdadera razón por la que aceptaste este trato?". Lo miré directo a los ojos para descubrirlos vacíos y serios.
"Ah, ahora estás interesado en saber. Creía que mi única razón para casarme contigo era tu dinero".
"Sí, pero quiero escucharlo de ti", prosiguió.
"Ya sacaste tus conclusiones. ¿Por qué sigues insistiendo? ¿Por qué necesitas escucharlo de mí? ¿Cuál es la diferencia si lo digo o no? A ti te dará igual, ¿verdad?".
Quedó en absoluto silencio y metió las manos en los bolsillos. Después de su larga pausa, volvió a abrir la boca.
"Solo quiero aclararte algunas cosas, señorita Sophia. Cuando nos casemos, no esperes intimidad, ni que sea el marido de tus sueños porque, te advierto, es lo último que haré. Tan pronto como obtengamos el contrato de nuestros inversores europeos, presentaré el divorcio".
Aquel fue un discurso prolongado, así que, resumiendo, el chico me odia y no me quiere de esposa. Admito que duele ser juzgada por alguien que ni siquiera conoce mi historia, pero yo no tenía de otra. Lo necesitaba, a su apellido, y estaba dispuesta a tragarme sus palabras con tal de obtener justicia por lo que Joseph me hizo.