–Hola, Louis –Nathan pasó a su lado y se sentó tras el escritorio–. Pido disculpas por la tardanza, pero Norma se sentía un poco mal y tuve que llevarla al médico...
–¡Ah! ¿Sí? ¿Y qué tiene? Tengo días que no la veo. ¿Está mejor?
–Sí, la llevé a un chequeo rápido y no era nada. Algo relacionado con las hormonas, al parecer.
–Espero que no sea nada serio, primo, de verdad –entonces Louis hizo un gesto como de sorpresa, aplaudió una y vez chasqueó los dedos de la mano derecha–. ¡Ya sé! ¿No será que está embarazada? Ya es hora de que tengan hijos, primo. Ustedes están muy solos...
Nathan le miró entre sorprendido y extrañado a la vez. ¿Será que su primo sabe de sus intentos por tener hijos? ¿Cómo es posible que lo sepa si lo tienen bajo el más absoluto secreto? Prefirió pensar que no sabía nada.
–No lo creo, primo –le contestó, tratando de no mostrar nada que lo delate–. Norma y yo no estamos interesados en estos momentos en ser padres, aunque sí nos gustaría tenerlos alguna vez.
–Bueno, pero que sea pronto, primo. Necesitas un heredero a quien dejarle todo esto.
Louis miró a su alrededor por unos segundos, y luego se dio media vuelta, yendo hacia la puerta.
–Los accionistas están en la sala de juntas –le dijo–. Te esperamos. Hay algunos que están muy impacientes.
Dicho eso salió de la oficina. Nathan quedó pensativo ante las palabras de su primo por unos instantes, luego buscó en una de las gavetas de su escritorio una carpeta y la sacó, revisó los documentos, constató que eran los que necesitaba y se levantó, yendo a la puerta y saliendo de la oficina.
Las oficinas principales de Southern Hilltop Gold estaban ubicadas en un moderno edificio de seis plantas, donde cada planta representaba una sección operativa o administrativa de la misma, siendo la última planta la más importante, ya que allí estaban la presidencia y las oficinas gerenciales principales.
También estaba ubicada la sala de reuniones del Consejo Administrativo o Junta de Accionistas, teniendo reuniones periódicas para evaluar y hacer seguimiento a las actividades de la empresa y los progresos en los mercados bursátiles. Ese día precisamente Louis Randall había convocado una sesión del Consejo de Accionistas para evaluar lo que para él era una leve pero preocupante baja en la cotización de las acciones de la empresa, producto de algunos problemas con una de las concesionarias de la empresa encargadas de extraer el oro en una de las minas de la corporación ubicada en el Estado de Nevada. Esos problemas tenían que ver principalmente con la obtención de los permisos gubernamentales por parte de la concesionaria, los cuales se rumoraba que fueron cedidos sin cumplir con todos los requisitos legales necesarios y bajo presión de la Southern Hilltop Gold, la cual pudo haber llegado a sobornar a algunos empleados del gobierno.
Por supuesto, los rumores eran infundados y los permisos fueron concedidos dentro de la legalidad. Nathan sospechaba que tras esos supuestos problemas y rumores había alguien interesado en hacerle daño a la empresa, y ya estaba comenzando a hacer sus propias indagaciones, aunque ya tenía a un posible responsable: su primo Louis Randall, por más que le duela reconocerlo, quien hacía tiempo quería ocupar su lugar a la cabeza de la corporación.
Al entrar a la sala de reuniones, Nathan se disculpó con el resto de los accionistas y de inmediato ocupó su lugar a la cabeza de la gran mesa en el centro del recinto. Louis conversaba con dos de ellos en un rincón y cuando vio entrar a su primo de inmediato buscó su puesto. Los demás hicieron lo mismo.
–Señores –comenzó Nathan–, tengo entendido que esta reunión se ha convocado para aclarar los rumores sobre los proble-mas que atraviesa una de las concesionarias de la empresa. Dichos rumores...
–Disculpa, primo –le interrumpió Louis–, pero creo que no solo son rumores, ya que las acciones de la empresa han caído levemente por esa causa, lo que ha despertado cierta preocupación en mí por el futuro de esta corporación, y creo muchos aquí piensan igual que yo.
–Todos aquí sabemos que las acciones en la empresa suben y bajan siempre dependiendo de las cotizaciones en la bolsa, Louis –Nathan rápidamente salió a confrontar a su primo–, y no creo que la leve caída el día de ayer haya sido producto de otra cosa que no sean esas cotizaciones. Aquí tengo en esta carpeta copias certificadas de todos los permisos de la empresa Maxwell-Raines Incorporated, la cual está al día con los mismos y los cuales yo mismo me encargué de verificar con los entes gubernamentales. Mi secretaria les hará llegar copias de los mismos, tienen toda la libertad también de verificarlos y constatar que todos esos rumores y supuestos problemas son infundados, por lo que no hay razones para dudar que nuestra corporación se encuentre dentro de la legalidad en todos los sentidos.
Dicho aquello, Nathan miró a su primo, quien sonreía levemente y le miraba a su vez con cara de «me has ganado de nuevo». Sin embargo, no disimuló sus intenciones:
–Esperemos que sea cierto, primo, que la concesionaria está dentro de la ley como lo has asegurado. No quiero pensar que tras estar tantos años a la cabeza de esta empresa te comiences a confiar de tal manera que pudieras descuidar algunos aspectos de importancia, y cometas errores que nos afecten a todos.
–La experiencia da seguridad, Louis –replicó Nathan–, y cuando tienes tanta como yo es difícil que te equivoques. Te lo aseguro.
–Eso espero, primo, eso espero.
El resto de los accionistas solo los veían a cada uno cuando hablaban y sin decir nada; todos sabían sobre las intenciones de Louis de quitarle el liderazgo a su primo en la empresa, pero preferían mantenerse al margen de dicha pugna, apoyando cuando es necesario a Nathan, ya que Louis no les caía nada bien a la mayoría de ellos.
–Y yo también espero que con este informe que les estoy entregando se acaben los rumores y los comentarios sobre las concesionarias de esta corporación. No es saludable tratar de confundir a la opinión pública con chismes y comentarios malsanos, tomando un leve descenso en las acciones como una consecuencia de algo que para nada es cierto. Las acciones el día de hoy ya van en ascenso y seguirán estando estables como siempre.
–Muy bien –dijo uno de los otros accionistas, un hombre entrado en los sesenta y de aspecto enérgico llamado Robert Ickovitch–, creo que todo ha sido aclarado, y espero que en lo sucesivo no se nos haga perder el tiempo en asuntos como éste, solo por motivos fútiles y sobre la base de chimes y comentarios infundados.
El comentario iba dirigido a Louis, pues Robert, entrañable amigo del padre de Nathan, sabía las intenciones de éste por obtener el control de la empresa.
–No tienes por qué hacer tal comentario, Robert –dijo Louis, tratando de asumir una postura de ataque frente al mismo–, solo es una preocupación que ha surgido en algunos de nosotros y que...
–Todos somos personas muy ocupadas –le interrumpió bruscamente Robert, levantándose de su asiento–, y yo, particularmente, no toleraré otro llamado a reunión como este, sin cumplir con los requisitos establecidos para convocarla. ¡Buenos días, señores!
Robert se dirigió a la salida y abandonó la sala de reuniones, los demás hicieron lo mismo, despidiéndose todos de los dos primos, sentados aún en sus lugares.
–Cuando nuestros padres fundaron esta empresa nunca hicieron distinciones entre ellos –dijo Nathan–, y no hubieran querido que las hubiera entre nosotros ahora, Louis.
Louis Randall tardó unos minutos en hablar, jugueteando con sus dedos y haciendo círculos en la mesa con su índice derecho.
–Lo dices porque siempre fue tu padre el que estuvo por encima del mío en todo –dijo finalmente, sin quitar la vista de los círculos imaginarios que dibujaba en la mesa–, y él se acostumbró a eso. Nunca tuvo las agallas de reclamar su lugar a la cabeza de la empresa.
–Él siempre estuvo al lado de mi padre y le ayudó a levantar todo esto que ves, Louis. Ambos hicieron de esta empresa lo que es hoy en día. Es cierto que mi padre, por ser el graduado universitario, siempre estuvo a la cabeza, pero sin tu padre no hubieran llegado tan lejos como lo hicieron. ¡Fue un esfuerzo de ambos!
Louis seguía dibujando círculos, hasta que de repente se detuvo y levantó la mirada, enfrentando la de Nathan.
–Tu padre nunca le dio oportunidad al mío de dirigir todo esto, ni siquiera cuando tu padre murió, cediéndote el control de todo a ti, que acababas de graduarte de la universidad. Mi padre murió triste siendo siempre la sombra del hombre importante, primero de tu padre, y luego la tuya.
–¡Mi tío estuvo de acuerdo con que yo asumiera al mando, Louis! ¡Él mismo me propuso ante la junta de accionistas! ¿Lo olvidaste? Siempre estuvo aconsejándome hasta el último día de su vida, ¿y sabes cuál fue su último consejo? Que no desperdiciara tu talento... Sí, Louis, que no dejara de tenerte a mi lado, como siempre lo he hecho, ¿y ahora me vienes con todo ese cuento de quién fue mejor que quien? ¿De dónde sacas esas ideas? Desde que también te graduaste he procurado tenerte a mi lado y he tomado en cuenta siempre tus opiniones sobre el manejo de la empresa, y todo ha resultado como lo hemos planeado, ¡juntos! Pero últimamente te he notado muy distante, primo, y ya no sé qué es lo quieres para la empresa.
Louis se levantó lentamente de su silla y caminó hasta él, sosteniéndole la mirada, se detuvo a su lado, y sin decir nada, le palmeó el hombro dos veces. Luego salió de la sala.
A Nathan le hubiese gustado que su primo le hablara más de todo aquello que le afectaba, y que lo tenía ahora en constante enfrentamiento con él.