Bernard devolvió el saludo y asintió. Fue hasta el BMW aparcado al fondo de la cochera y lo preparó para salir. El modelo de BMW que tenía Nathan era el i4, el cual, para Bernard, no era un auto para andar con chofer sino conduciéndolo uno mismo, y se extrañó con la petición de su patrón. Pero igualmente lo preparó y a los pocos minutos ya iban rumbo a la oficina.
Nathan revisaba unos documentos que sacó de su maletín, y Bernard lo observaba de vez en cuando por el espejo retrovisor. Estaba algo intrigado porque no le hubiese preguntado aún si había hablado con Margaret y tomado una decisión sobre su propuesta.
Estaba a punto de comenzar a hablar del asunto, cuando Nathan guardó los documentos de nuevo en el maletín y esbozó una amplia sonrisa.
–¡Veo que eres bastante reservado! –le dijo, palmeándole el hombro–. ¡Eso me gusta! Sabes que espero me digas si hablaste con tu esposa sobre mi propuesta, y me tienes en ascuas... ¡Dime! ¿Hablaron? ¿Qué decidieron?
Bernard estaba un poco confundido, sin embargo tomó la actitud de Nathan aún con algo de reserva, pero no pudo evitar sonreír también.
–Bueno, sí lo conversamos, y decidimos que lo haremos. Margaret tendrá a su hijo.
–¡Sí! –Nathan levantó su puño derecho en señal de victoria, estaba casi eufórico–. ¡Norma se pondrá muy contenta! ¡Y yo también lo estoy! ¡Gracias, Bernard!
–Todavía falta que tenga a su bebé en sus brazos. Hasta entonces no puede agradecernos. Aún no.
–¡Sé que todo saldrá bien, hombre! No empañes mi felicidad.
–¿Y cómo la haremos? Me imagino que como hablamos de alquilar un vientre, habrá un contrato de por medio.
–No te preocupes por eso, arreglaré todo. Aunque debo decirte que debemos mantener todo esto en el más absoluto secreto; solo nuestro médico y mi abogado sabrán de este trato, mi familia no es muy buena que digamos y no quiero que se enteren hasta que ya sea demasiado obvio que tenemos un hijo. No importa que el bebé tenga un mes o un año, se enterarán cuando ya no se pueda esconder más.
–Entiendo. Por mi parte, sabe que soy muy reservado, y mi esposa sabrá ser discreta también con el embarazo. Tenemos una ventaja que en su empresa y su familia no me conocen bien porque acabo de comenzar, y no saben si soy casado o no.
–Pues dirás que no eres casado si te preguntan. Mientras menos sepan de ti, menos sabrán de nuestro trato.
–Entendido.
–Bueno, comencemos a hablar de nuestro trato –Nathan se frotó las manos y luego volvió a palmear a Bernard en el hombro–. ¿Qué te parece este BMW?
–Me parece que es un auto para conducirlo uno mismo y no un chofer, si me permite decirlo. Hay que disfrutarlo.
–¿Pero te gusta?
–Es muy cómodo. Definitivamente es la clase de auto que compraría si tuviera dinero.
–Es tuyo. Primer beneficio de nuestro contrato.
Bernard le miró de nuevo por el espejo, y luego volteó a verlo directamente, con cara de sorpresa.
–¡Pon atención al camino! –dijo Nathan con una sonrisa–. No lo vayas a arruinar sin disfrutarlo antes. Te lo voy a dar por adelantado, necesitarán un medio para trasladarte en caso de que Margaret se sienta mal por algún motivo durante el embarazo y necesites llevarla a urgencias.
–Señor, Hicks, creo que es excesivo...
–¡Y vuelves a tomar esa actitud! Te voy a dar un consejo, Bernard, y espero que me escuches muy bien: cuando el universo conspira para darte algo no lo rechaces, ¡acéptalo! Si rechazas algo que viene para ti, estarás cerrando las puertas para el resto de lo que te toca, y no estás mostrando agradecimiento. ¡Estarás toda tu vida sin nada!
–Muy buen consejo, aunque pensaba que era Dios quien nos proveía todo...
–¿Y quién crees que creó el universo y todo lo que hay en él? Es cuestión de tenerlo presente todo el tiempo, mover las energías y andar siempre positivo para que nada nos falte.
–Bueno...
–¡Prométeme que no pensarás en rechazar todo lo que voy a darte! –lo interrumpió Nathan–. Si Dios y el universo quieren que ambos tengamos todo lo que nos estamos ofreciendo, no debemos rechazarlo. ¿De acuerdo?
Bernard guardó prudente silencio. Pensaba que para cualquiera un vientre alquilado no valdría una casa y un auto, pero para aquel hombre un hijo sí, y tal vez más. Pensó en el consejo que le dio y consideró que tenía razón hasta cierto punto. Y también pensó que no debía contradecirlo más.
Además, para aquel hombre un auto y una casa no representarían un gasto excesivo con todo el dinero que tenía.
Sí, aceptaría todo lo que le ofreciera, siempre y cuando su esposa y él pudieran cumplir con su parte del trato y darle un bebé a aquel hombre aparentemente desprendido y bondadoso.
–¿Estamos de acuerdo, Bernard? –insistió Nathan.
–Totalmente de acuerdo, señor Hicks. Gracias.
–Por ahora te permitiré que me digas señor Hicks, pero solo cuando estés trabajando y para guardar las apariencias delante de la gente. Cuando lleguemos a la empresa, espera una hora y sube hasta mi oficina. Te mostraré algo que te interesará.
–Muy bien, señor Hicks. Así lo haré.
Bernard volvió a concentrarse en el camino, mientras Nathan sacaba su teléfono celular y marcaba un número.
–Hola, amor –dijo una vez que su esposa Norma contestó del otro lado–. Te tengo una buena noticia: ¡aceptaron! Llama al doctor Holloway para que vaya preparando todo... Sí, yo también estoy muy feliz... No llores, por favor... Cuando llegue a casa saldremos a celebrar... De acuerdo, nos vemos... ¡Te amo!
Bernard pensó que aquel hombre y su esposa estaban celebrando antes de tiempo, pero no quiso arruinarles el momento con algún comentario imprudente y prefirió seguir en silencio.
Aunque no pudo por mucho tiempo, pues Nathan siguió hablando y planificando los pasos que darían a continuación para lograr el embarazo deseado en el vientre de Margaret.
Cuando llegaron a la empresa, Bernard esperó una hora como le había pedido Nathan y se dispuso a subir, pero recordó que vería de nuevo a Camila Valverde y se detuvo frente al ascensor, pensando.
¿Qué podía hacer? No quería verla, pues estaba convencido que aquella chica le había afectado poderosamente y no quería tener ni siquiera un mal pensamiento con ella; su esposa no se merecía que él pensara en otra chica. Definitivamente no. Sin embargo, se armó de valor para subir y se propuso no fraternizar mucho con ella mientras llamaba el ascensor.
Cuando subió, entró en las oficinas de la presidencia y lo primero que vio cerca de la entrada fue a ella, caminando rápidamente hacia la puerta con unas carpetas en las manos. No pudo evitar detallarla de frente y se dio cuenta que usaba una falda corta de color beige, que hacía juego con una blusa blanca; sin querer se fijó en sus piernas y notó que eran muy hermosas y torneadas, sin ser robustas. Rápidamente levantó la vista y se encontró con sus ojos, ella dibujó de nuevo su sonrisa perfecta haciéndole saber que se había dado cuenta de su mirada y cuando llegó a su lado lo saludó con un rápido ¡hola! El correspondió al saludo y siguió su camino hacia la oficina de Nathan, apenado. Al entrar, Nathan estaba conversando por el teléfono en su escritorio y le hizo una seña con el dedo pidiéndole que esperara. Bernard paseó su mirada a su alrededor y consideró que a pesar de que aquella era la oficina de un hombre muy importante y poderoso, era de lo más sencilla: con alguno que otro cuadro colgado en las paredes y plantas ornamentales reales en cada rincón de la misma; el escritorio era moderno, diseñado en acero y vidrio. Lo único ostentoso allí eran dos paredes recubiertas en mármol y el piso.
Nathan terminó su llamada y colgó el teléfono, invitando a Bernard a sentarse frente a él. Una vez que éste lo hizo, le extendió una revista. Bernard la tomó intrigado, sin atreverse a abrirla aún. Era una revista inmobiliaria.
–Ábrela y mira la página marcada –ordenó Nathan.
Bernard la abrió y ubicó la página, dándose cuenta de que eran fotos de un apartamento; leyó el encabezado: «Apartamento exclusivo de 320 m2 en venta en Nueva York.» Luego leyó la descripción:
«Esta residencia de cuatro habitaciones planificada por expertos cuenta con lujosos pisos de roble francés con acabados satinados, techos de 10'10'' y vistas impresionantes del río Hudson. La cocina ha sido equipada con lujosos gabinetes Smallbone of Devizes con mármol blanco opal contadores y salpicaduras. Una completa gama de electrodomésticos Gaggenau, que incluye una nevera para vinos y una cafetera, realmente hacen que esta cocina sea extraordinaria. El dormitorio principal cuenta con dos vestidores grandes y un lujoso baño principal envuelto en una impresionante cuarcita de iceberg, completa con deslumbrantes tocadores dobles con paneles Kinon y tina de baño de profundidad completa. Las otras tres habitaciones están todas equipadas con baños en suite. El cuarto de servicio con lavadora/secadora de lado a lado, y el hermoso polvo con revestimiento de ónix. Las habitaciones están convenientemente ubicadas en el pasillo principal. No se pasó ningún detalle en esta casa realmente exquisita.»
Bernard levantó la mirada y miró a Nathan, quien le sonreía esperando su reacción.
–¿Qué te parece? –preguntó Nathan–. Ese es el apartamento donde Margaret y tú vivirán durante todo el embarazo.
–Es como muy lujoso, señor Hicks. ¿No le parece?
–En lo absoluto. Queremos que estén lo más cómodos posible, en especial ella.
–Bueno...
–Te pedí que no rechazaras lo que te ofreciera, así que no lo hagas. ¿Y sabes qué más?
Bernard estaba apenado, por lo que solo pudo hacer un leve gesto de interrogación con su boca y sus hombros.
–Si todo sale bien –siguió Nathan–, el apartamento será de ustedes. Con papeles y todo.
Ya Bernard sentía que no podía decir nada más. Estaba, además de apenado, abrumado por todo lo que le estaba sucediendo. Nathan se dio cuenta de ello y se paró de su silla, ubicándose a su lado. Acto seguido le puso una mano en el hombro.
–No te sientas abrumado, Bernard. Por lo poco que te conozco, sé que eres un hombre bueno, al igual que tu esposa, y a la gente buena le pasan cosas buenas. Para mí lo mejor de las cosas buenas será tener a mi hijo, y para ustedes, lo que estoy por darles.