En el nombre de Los Hicks
img img En el nombre de Los Hicks img Capítulo 9 La decisión de Louis Randall
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Capítulo 11 El ex militar img
Capítulo 12 Un bebé propio img
Capítulo 13 Felicidades, es un varón img
Capítulo 14 Adiós, amante img
Capítulo 15 El nuevo plan img
Capítulo 16 A sangre fría img
Capítulo 17 La dolorosa y triste realidad img
Capítulo 18 La promesa img
Capítulo 19 La sospecha img
Capítulo 20 Su único amigo img
Capítulo 21 Asesino y amante img
Capítulo 22 Cuenta con Nosotros img
Capítulo 23 La indignación img
Capítulo 24 La revelación img
Capítulo 25 La visita inesperada img
Capítulo 26 Enterándose de todo img
Capítulo 27 Cobrando un favor img
Capítulo 28 Eliminando otro obstáculo img
Capítulo 29 La petición de filiación img
Capítulo 30 Repartiendo el botín img
Capítulo 31 Sentimientos encontrados img
Capítulo 32 Un gran aliado img
Capítulo 33 ¿Un nuevo amor img
Capítulo 34 Comienza la cacería img
Capítulo 35 Un pasado develado img
Capítulo 36 El descubrimiento img
Capítulo 37 Una nueva oportunidad de amar img
Capítulo 38 Frente a frente img
Capítulo 39 Un gran hallazgo img
Capítulo 40 Al descubierto img
Capítulo 41 Preparando la búsqueda. Escondiéndose img
Capítulo 42 La recompensa img
Capítulo 43 Cazando al asesino img
Capítulo 44 El lado más oscuro del asesino img
Capítulo 45 Más que un psicópata img
Capítulo 46 Enfrentando a los sospechosos img
Capítulo 47 El desafío img
Capítulo 48 El enfrentamiento img
Capítulo 49 La calma después de la tormenta img
Capítulo 50 Nuevos tiempos, nuevo plan img
Capítulo 51 Sin opciones img
Capítulo 52 La decisión de Bernard img
Capítulo 53 Atendiendo los asuntos pendientes img
Capítulo 54 El reencuentro img
Capítulo 55 Te quiero, hermano img
Capítulo 56 Una triste noticia img
Capítulo 57 Un plan arriesgado e insólito img
Capítulo 58 Conociendo al objetivo img
Capítulo 59 Dubái img
Capítulo 60 Objetivo en la mira img
Capítulo 61 Tendiendo la trampa img
Capítulo 62 Despertando el interés img
Capítulo 63 Mordiendo el anzuelo img
Capítulo 64 Cazador cazado img
Capítulo 65 ¿Es una broma img
Capítulo 66 Final: Promesa cumplida img
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Capítulo 9 La decisión de Louis Randall

Esa mañana, en medio del trabajo, Nathan le pidió a Bernard que lo llevara a la exclusiva zona de la Quinta Avenida entre las calles 42 y 59, más específicamente a la tienda de su sastre cerca de la Torre Trump, ya que quería encargarle algunos trajes. Bernard lo llevó a la dirección indicada, y para su sorpresa, Nathan le pidió que entrara con él.

–Es hora de que cambies esos trajes pasados de moda –le dijo cuando entraban.

Bernard había heredado de su padre dos trajes que, aunque no eran muy viejos, se veía que pertenecían a otra época, y los usaba a diario para trabajar. Nathan se dio cuenta de ello y quiso renovar su aspecto, trayéndole al presente.

Era la primera vez que Bernard entraba en la tienda de un sastre exclusivo. Al verlos, el dueño, un hombre entrado en los sesenta y de aspecto solemne llamado Theodore, les salió al encuentro con una amplia sonrisa.

–¡Señor Hicks! Un verdadero placer tenerlo por aquí nuevamente. ¿Requiere de un nuevo traje, o tal vez un smoking?

–Hola, Theodore. Sí, quiero algunos trajes nuevos, pero no para mí. Son para mi amigo aquí.

Theodore miró de arriba a abajo a Bernard, detallándolo un poco. Bernard pensó que en algún momento pondría una expresión de asco o desprecio, pero no fue así.

–Y creo firmemente que le hacen falta –dijo finalmente sin dejar de sonreír–. Tiene buen porte, creo que el estilo italiano le vendrá bien.

–Lo dejo todo en tus sabias manos, Theodore –le dijo Nathan.

–Muy bien. Pasen por aquí, por favor.

Bernard estaba apenado y no sabía cómo comportarse ante el sastre, el cual se veía que estaba acostumbrado a tratar con gente importante y adinerada. Nathan se dio cuenta de su incomodidad y le dijo que se relajara. Theodore comenzó a tomarle las medidas y, como le había prometido, Bernard dejó que Nathan le comprara los trajes que quisiera sin protestar ni rechazarlos.

Le compró seis con sus camisas y corbatas, los cuales retirarían tres días después, además de cinco camisas y pantalones, cuatro pares de zapatos, cinco pares de medias, cuatro cinturones y tres sobretodos.

–Eso es para empezar –le dijo Nathan cuando salían de la tienda–. Luego vendremos por algunos más. Creo que con un poco de empeño terminarás pareciéndote a mí.

Bernard sentía unas ganas inmensas de protestar, pero no podía. Ya estaba comprometido hasta los tuétanos con Nathan, y no le quedaba más remedio que dejar que él cumpliera con su parte del trato a su manera.

Dos días esperó Louis por noticias de parte de Duncan. No sabía cómo lo hacía, pero siempre lograba obtener la información que le solicitaba, por muy poca que fuera en contadas ocasiones. El hombre sombrío, calvo y de enigmáticos ojos azules estaba sentado en una de las bancas en el lado norte de Parque Central. Louis llegó y se sentó a su lado, mirando pero sin prestarle atención a todo lo que ocurría a su alrededor. No se molestó en quitarse las gafas de sol.

–¿Qué me tienes?

–Efectivamente, Nathan y su esposa han estado visitando regularmente la clínica de fertilidad –dijo Duncan con su voz profunda y lenta–, y ya han hecho tres intentos para que ella salga embarazada, sin éxito. Al parecer han hecho o harán un cuarto intento, que será el último. No pude averiguar más. Hay un mutismo repentino y un halo de misterio en torno al tema que me tomó por sorpresa. Pareciera que ocultan algo, y no pude saber qué.

–Supongo que dado lo delicado del tema, mi primo no quiere que nadie se entere si va a tener un bebé finalmente. Tendremos que esperar un tiempo para ver si este último intento ha sido exitoso.

–¿Y está dispuesto a esperar?

Louis sabía a qué se refería Duncan.

–Igual ya he esperado bastante, un par de meses más no harán la diferencia. Te haré saber si necesito de tus servicios nuevamente.

Louis se levantó de la banca y le dio la espalda a Duncan, comenzando a alejarse. Duncan continuó sentado por unos minutos más, y luego también se marchó de Parque Central.

A los cuatro meses Louis le encargó a Duncan que siguiera los pasos de Nathan y Norma, y le llevara pruebas del embarazo de ella, si lo estaba. Ya con cuatro meses a la mayoría de las mujeres se les nota si están embarazadas, y Louis esperaba que la esposa de su primo fuera una de esas mujeres.

Ya había decidido hacía tiempo hacer con Nathan y Norma lo mismo que hizo con su tío, pero la curiosidad por saber si iban a tener un bebé lo tenía aguantando dar la orden a Duncan de que procediera. A primera vista no se le notaba si estaba embarazada, y pensó que tal vez ese cuarto y último intento por estarlo también había fracasado. Raramente, se sintió un poco aliviado de que tal vez no lo estuviera, pues no quería ser el responsable de la muerte de un bebé nonato, siendo la primera vez que sentía algo de escrúpulos en su vida.

Pero ya estaba decidido. Necesitaba sacar de su camino a Nathan, y si su prima Rebeca se atrevía a reclamar su lugar en la empresa, cosa que él dudaba mucho, también se desharía de ella. Quería tener el camino libre para lograr consolidar su posición a la cabeza de la empresa y ser el dueño absoluto de Southern Hilltop Gold.

Llamó de nuevo a Duncan, quien a primera hora de la mañana siguiente ya estaba en su oficina, esperándolo. Cuando llegó lo invitó a pasar y una vez que estuvieron sentados frente a frente en su escritorio lo enfrentó, como siempre hacía cuando le daba la orden de matar. Le gustaba mirar a Duncan cuando le daba la orden, para que él se asegurara que iba en serio.

–Quiero muerto a Nathan Hicks.

Duncan le sostuvo la mirada, no era de los que se intimidaban ante otro, por más poderoso o fuerte que fuera.

–¿Un accidente?

–Esta vez te doy la libertad de ser creativo –dijo Louis, dejando de mirarle y cruzando las piernas mientras veía la ciudad a través del gran ventanal al fondo de su oficina y a un lado de su escritorio–. Los accidentes han sido muy efectivos todo este tiempo, pero con Nathan hay que ser más proactivo; si hubiera seguido con el viejo Thomas el accidente hubiese sido lo ideal, pero ahora me dijeron que tiene como chófer a un hombre joven, que está pendiente del mantenimiento de sus autos y que a la hora de conducir puede ser muy efectivo evitando «accidentes». Definitivamente con él hay que probar otras cosas. Las que sean necesarias.

–Muy bien. Me pondré a trabajar en ello de inmediato.

–Por la paga no te preocupes, entiendo que este encargo es mucho más importante y delicado que los anteriores, por lo que te pagaré el doble de lo que te he pagado hasta ahora.

–Se lo agradezco mucho. ¿Y qué hay de su esposa?

–Ella también debe desaparecer; con Nathan muerto ella reclamaría la herencia y tendría la potestad de nombrar, con la asesoría de la junta directiva, a un sucesor a la cabeza de la empresa, el cual no sería yo, por supuesto, dadas las referencias que debe tener de mí por parte de Nathan.

–Pero aún no sabemos si está embarazada. Usted sabe cuál es mi posición con respecto a los niños, incluso los que están aún en el vientre de su madre. No con niños.

Duncan tenía un código de trabajo muy estricto el cual contemplaba, entre otros aspectos, la regla de no asesinar ni dañar de ninguna forma a niños o personas de muy avanzada edad, ya que no podían defenderse por sí solos ni tenían maldad en su corazón.

–No creo que esté embarazada, ya que aún no se le nota el vientre abultado. De todas formas, antes de proceder asegúrate de que no lo esté. Ese ya sería un asunto tuyo y de tu regla de trabajo.

–De acuerdo. ¿Y si lo está? ¿Estaría dispuesto a dejar vivir a un heredero de su primo?

–Tendría que pensarlo. De todas formas hay muchas madres que mueren después del parto, y niños que desaparecen y crecen con otras familias.

Duncan asintió con un leve gesto. Ya tenía la respuesta a sus interrogantes.

            
            

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