Las intrigas y estratagemas policías habían ayudado a Hunyadi a mantener su dominio sobre el territorio transilvano durante bastante tiempo, el haber descubierto la manera perfecta de frenar al joven príncipe Valaquio y forzarle a una alianza había sido un golpe enorme de suerte.
Para nadie era desconocida la gran rivalidad existente entre ambos y el odio abierto que profesaba el joven Dragulia contra Hunyadi.
- Te he hecho venir porque tengo una propuesta que hacerte.
- Lo único que me interesa adquirir proveniente de ti, es la información que te niegas a darme. Confiesa el nombre del asesino de mi padre y mi hermano, entonces habrá paz entre nosotros.- masculla el príncipe entre dientes.
Hunyadi observa a su rival a través de sus tupidas y emblanquecidas pestañas.
- Hay otro asunto en el que estás involucrado y que me afecta directamente Dracùl, no pretenderás que cierre los ojos ante lo que le has hecho a mi hija.
- No le he puesto un dedo encima a tu preciada Danna, Hunyadi, si la muchacha se encuentra encinta busca al padre del bastardo más meticulosamente, pero no permitiré que me inculpes de ello.
- La preñez de mi hija mayor y el responsable de la misma son asuntos míos, Dracùl, sin embargo...tu aventura con Elenah y tu irrespeto hacia la muchacha son inadmisibles.
El joven Dracùl mira a su anfitrión con expresión de perplejidad en su rostro.
- ¿Qué importancia tiene para ti mis amoríos con una simple sirvienta, Hunyadi? ¿Desde cuándo te importa si me cuelo en la cama de las campesinas?
Juan sonríe mostrando todos sus dientes. Es la sonrisa que le da un lobo a un cordero justo antes de la dentellada mortal.
- Esa... simple criada, esa... campesina, como tú la llamas, es también mi hija.
Las cejas del príncipe se elevan de asombro.
- Es cierto que es mi hija... ilegítima, pero aún así lleva mi sangre y por lo tanto demando que se le trate como a tal.
- ¿Luego de dieciséis años trabajando como si fuera una esclava en tu casa? Tu Amor paternal ha demorado demasiados años en florecer, ¿no crees, viejo zorro?
Hunyadi golpea la madera de la mesa tras la que se sienta con un puño, colérico y se pone en pie de un salto.
- ¡Exijo una reparación! ¡Demando que te cases con la muchacha! La has deshonrado y ningún otro hombre la tomará por esposa ahora, al menos no un noble.- grita enfurecido.
- Eso debiste pensarlo antes, Hunyadi. Antes de rebajarla al puesto de criada en tu propia casa. Debiste reconocerla como tuya antes de que...
- ¿Me estas retando, Dracùl?
El príncipe contrae sus labios casi imperceptiblemente.
- Cómo desee, vaivoda. Seleccione la dote y la fecha que estime convenientes, hágame saber ambas mediante cartas. - gira sobre sus talones y se acerca a la puerta. Le da un último vistazo a su futuro suegro y frunce el ceño. - me aseguraré de regresar dos días antes de la boda.
Grecia Marzo de 2021:
Vlad:
Nuestro Mégas me ha convocado. Desea discutir conmigo un asunto importante. Debe estar relacionado con los planes que lleva años desarrollando en aras de conseguir su libertad. Niego con la cabeza. Nunca comprenderé como el más poderoso de los nuestros, el más antiguo y supuestamente el más sabio puede desear su propia muerte tan desesperadamente.
Yo mismo he enfrentado ésa enfermiza sensación de vacío que se apodera de nosotros cuando hemos vivido demasiado, pero en mi caso, recurro a fuerte sesiones de sexo grupal, bebo de un par de vírgenes, descuartizo a un asesino en serie o dos...y todo en orden.
Espero que Alexandros no me obligue a quedarme demasiado tiempo aquí, en su cede en Atenas. Dejé a Olenka encargada de los asuntos, mi asistente es eficiente y me conoce lo suficiente como para saber el orden que deben llevar las cosas. No. El manejo del hotel y de mis otros intereses financieros no me preocupa, mi intranquilidad se centra en que llevo dos semanas sin sexo.
Por supuesto que nuestro Megas desaprobaría el que seleccione a una chica random en un bar y me la folle amarrada de los postes de la amplia cama en el cuarto de huéspedes y no habría forma de mantener a la humana oculta, nuestra inmortalidad nos confiere un poderosísimo oído. Bufo exasperado. Tendré que alquilarme un cuarto en un hotel cercano. Será solo por un par de horas. Ninguna simple humana puede seguirle el paso a mis perversiones por mayor tiempo que ese. Aunque...¿y si me llevo al hotel a una chica y a su amiga o aún mejor...a su hermana? Sonrío. Finalmente la noche ha tomado un giro interesante.
Quiera la suerte, que ésta entrevista con Alexandros no se extienda demasiado.
Venía tan concentrado en mis propios pensamientos, que no noté la muchacha que se acercaba por el pasillo en dirección contraria hasta que mi codo chocó con la bandeja que portaba y esta cayó estrepitosamente al suelo.
La muchacha se agacha a recogerla y entonces la huelo. Rosas, huele a rosas frescas, rosas jóvenes. Rosas recién bañadas por el rocío del amanecer y que no han abierto aún.
Mi cuerpo se petrifica, todos mis músculos se contraen en un único espasmo de agonía. Cierro las palmas de las manos en puños y observo como la chica se pone en pie nuevamente, aparta sus rojísimos mechones de su rostro y me mira.
Por un segundo la tengo nuevamente frente a mí, en su níveo traje de bodas, sonriéndome radiante, sus grandes ojos grises brillando de felicidad.
Dos deseos enormes e irracionales se apoderan de mí. Quiero colocar mis manos alrededor del largo y hermoso cuello de la jovencita y apretarlo fuertemente hasta ver que la luz abandone sus ojos, por otro lado quiero besarla hasta quedarme sin aliento y follármela hasta que caiga desmayada.
Cierro los ojos y gruño de dolor.
- ¿Le lastimé, Kyrios? Perdóneme no fue mi intención.- suplica entrecortadamente acercando una de sus manos para tocarme.
Abro los ojos y doy un paso atrás, mirándole enfurecido. Ni siquiera le respondo. La rodeo y continúo mi trayecto en busca del despacho donde me espera nuestro Rey. Por un instante lamento profundamente no haberla estrangulado. Sé que me hará sufrir lo indecible. La he visto y mi universo se ha encogido al mísero espacio que ocupa una chiquilla de un metro sesenta. Debo encontrar a Alexandros rápidamente y exigirle que me la entregue.
Después de esperar tantos siglos, Elennah finalmente ha regresado.