Un pasillo con luces intermitentes se extendía ante mis ojos, no sabia donde me encontraba, pero la sensación que sentía en cada parte de mi cuerpo me ponía en alerta.
Caminé a pasos temblorosos llevando mis manos a mi pecho tratando de abrazarme y controlar los latidos de mi corazón, me fijé en las enormes pinturas que colgaban en las paredes, deteniéndome enfrente de una que más de una vez había visto.
Los latidos de mi corazón se hicieron más desenfrenados, mis manos empezaron a sudar volviéndose resbaladizas y un escalofrío recorrió mi cuerpo a lo que mi piel reaccionó tornándose de gallina. Como era posible que estuviera en aquel lugar otra vez.
Ordené a mis pies caminar para salir de allí, pero estos desobedientes avanzaron hasta la misma puerta donde había conocido a mi peor pesadilla. Separé lentamente una de mis manos para llevarlas a la perilla de la puerta, cerré los ojos y respiré profundo antes de girarla.
Mis pies se clavaron al piso impidiendo que saliera corriendo, mis manos viajaron hasta mi boca para amortiguar el sonido de un grito, mis ojos fuera de órbita luchaban para mantenerse en su lugar, mi respiración se volvió pesada dificultando la entrada de aire a mis pulmones y empecé a boquear como un pez fuera del agua.
Ante mi la imagen de un hombre vestido de negro caminaba alrededor de la cama pasando un guante de cuero por el cuerpo de una chica, a la que no podía ver con claridad por la oscuridad de la habitación.
Abrí más la puerta con cuidado dando tres pasos al frente sin hacer mucho ruido, todo era confuso, pude detallar a la mujer en aquella cama. La realidad me golpeó haciendo que volviera a mi lugar de un principio, era extraño observarme a mi misma en aquella situación, bañada por la oscuridad suplicando una y otra vez que no me hiciera daño.
El sujeto vendo mis ojos y cubrió mi boca para amortiguar mis gritos desesperados, dio un paso atrás y empezó a deshacerse de su ropa sin quitar su mascara. Se posicionó a los pies de la cama para después trepar por mi cuerpo.
Se arrodilló cerca de mis pies, acariciándome con la punta de sus dedos, aruñandome con sus uñas. La sonrisa que albergaba su rostro era tan siniestra como la oscuridad que emanaba y envolvía su cuerpo.
Cada tramo de su anatomía estaba tenso.
Ascendió posando su boca en el comienzo de mis dedos de mi pie izquierdo, sacando su lengua y recorriéndome toda la extremidad inferior hasta la uve de unión de mis piernas dejando un rastro húmedo tras su paso.
Repitió el mismo proceso con mi otra extremidad, burlándose al alcanzar la cima de mi feminidad. Siguió subiendo a pesar de mis protestas silenciosas, acariciando el tramo de piel desde el comienzo de mis labios íntimos semi escondidos por encaje con su nariz aspirando ruidosamente.
Podía verme retorcerme bajo su cuerpo, pero el muy cabrón seguía en lo suyo.
- Dulce Saith...- susurró al tomar uno de mis pechos desnudos en su mano y retorcer mi pezón entre sus dedos.-, no sabes cuanto deseé este momento.
Su voz distorsionada mandaba una ráfaga de escalofríos por todo mi cuerpo.-, siempre serás mía..- su mano dejó mi pecho para descender y acariciar mi abdomen hasta llegar a mi pierna.
- Por más que corras, por más que te escondas jamas huirás de mi... Mi amor...
Sus palabras denotaban posesión, mientras que sus manos quitaban con fuerza mi ropa interior.
- Eres mía.
Con una fuerte estocada entró a mi cuerpo sin ser invitado, haciendo que un dolor punzante me recorriera de los pies a la cabeza y mis lagrimales se activaran mojando la suave tela sobre mis ojos. Presiono su boca sobre mi clavícula para seguidamente abrirla e hincar sus dientes de manera agresiva.
Era como estar y no estar en mi cuerpo. Ver todo lo que pasaba desde otra perspectiva.
Sus movimientos se volvieron frenéticos mientras que gruñidos de satisfacción salían de entre sus labios, sus manos recorrían cada parte de mi cuerpo, podía ver claramente como su boca atrapaba uno de mis pezones para morderlo con violencia.
Mierda, lo estaba disfrutando.
Los músculos de su espalda más sus glúteos se tensaban en cada arremetida, sin tener compasión golpeteaba sus caderas aceleradamente contra mi cuerpo, enterrándose profundamente en mi interior.
- Te marcaré para que cada día que te veas al espejo me recuerdes.- deslizó su mano hasta la mesita de noche y tomó un cuchillo.
Recorrió mi piel causando que me estremeciera por el frío del metal.
- ¡No!
Desperté asustada, con los latidos de mi corazón a mil y la respiración tan acelerada que si estuviera conectada a un ventilador mecánico las alarmas de seguridad habrían saltado restringiendo el paso de oxigeno. Mi cuerpo estaba completamente húmedo por el sudor, podía sentir como las sabanas se pegaban a mi piel.
Di una patada para quitarlas de mi cuerpo y ponerme rápidamente de pie.
Las pesadillas habían vuelto otra vez.
¡Mierda!
Había sido tan real que aun podía sentir sus manos pasar todavía por mi cuerpo.
Consumida por el miedo, pegué un brinco retrocediendo cuando la puerta de mi habitación se abrió precipitadamente, siendo golpeada la madera contra la pared. Parpadee un par de veces para fijarme en la figura que se adentraba sigilosamente semi desnuda.
Un adormilado Nick con la mirada llena de preocupación caminaba dando zancadas para rodearme entre sus brazos. No lo culpo, el mismo suceso había hecho una mierda nuestras horas de descansos las ultimas tres semanas.
- ¿Te encuentras bien, nena?.- deslizó sus manos por mi espalda, tratando de consolarme.
Algo húmedo descendió por mis mejillas hasta caer en su hombro, estaba llorando y no era consciente de cuando había empezado a hacerlo. Maldita sea.
- Muñeca, sabes que me duele verte así. ¿Dime que es lo que pasa contigo, Saith?
No podía controlar los temblores de mi cuerpo, era una gelatina. Negué con mi cabeza tragandome los sollozos que empezaron a fluir de mi pecho a mi garganta. Limpió mis lágrimas cuando puso un poco de distancia entre los dos, esperando que soltara alguna palabra. Y no lo hice.
Sencillamente, guarde mis temores, miedos y trague todo aquello que quería encontrar salida de mi mente a por mis labios. Y lo dejé allí, rompiendo el abrazo y encaminándome al baño sin siquiera mirarlo debido a sus protestas.
Quería ser fuerte, ya había superado todo esto.
¿Porqué decide volver justo ahora?
Hay tantas cosas en mi vida que nadie necesita saber. He pasado por tanta mierda que a veces quisiera desaparecer de una vez por todas, pero claro, la vida era tan injusta conmigo. Por más que intentase todo atrás, él volvía a mi vida, volvía a aparecer sin ser invitado.
¿Por cuanto tiempo más tendría que soportar toda esta mierda?
No tengo la menor puta idea, coño.
Doy un suspiro cuando me contemplo en el espejo, estoy hecha un desastre; mi pelo color rojo esta revuelto en tantas direcciones que no se por donde comienza una hebra y termina la otra. Mis ojos lucen irritados, rojos y sin vida inyectados de sangre.
Inhale y exhale hasta que mi respiración volvió a tornarse tranquila a pesar del tic nervioso que apresaba mi cuerpo. Abrí el grifo y mojé mis manos, ahuecándolas para tomar un poco de agua y dejarla correr por mi cara. Me refresqué todo lo que pude borrando el rastro de sudor.
Había cambiado de país y ciudad varias veces, manteniéndome constantemente en movimiento. Pero él me encontraba siempre.
Su modun operandi era el mismo de siempre: dejar una nota con su estúpida firma "Sr.S" y una orquídea. Enserio, no sé que carajos había hecho mal para merecer tantas cosas juntas.
Confirmado, la vida es una perra.
Tomé una toalla para secar mi rostro, mi cuello y manos, permaneciendo unos minutos después de acabar contemplándome en el espejo nuevamente, odiando hasta la mierda lo que ese demonio me había convertido. Todo era su maldita culpa, pero también mía por no dar marcha atrás y contener mi estúpida boca.
Di una larga respiración para volver a la habitación y enfrentarme a mi presente.
Nick estaba sentado al borde de mi cama, con su cuerpo un poco encorvado ya que sus codos descansaban sobre su rodillas para sostener su cabeza. Su mirada estaba clavada en el suelo, pero en cuanto sintió mi presencia se puso de pie, dejándome ver todo su cuerpo bien trabajado con solo unos bóxer negros de calvin klein cubriendo su masculinidad.
Él era guapo. No sé en que momento me gané la lotería, pero Nick era lo mejor que me había pasado en la vida.
- Nena, me quedaré a dormir contigo... Estaré más tranquilo y creo que tu también.- extendió una de sus manos bostezando mientras que con la otra palmeaba la cama.- aun tenemos tiempo para descansar, nos espera un largo camino con la sesión fotográfica de ropa interior.
Lo veo con mala cara, ya lo había olvidado. Siempre termino sucumbiendo a sus ojitos de cachorro.
- En cuanto a tus pesadillas, sabes que tarde o temprano tendrás que volver a casa, Saith. No sé por qué lo estás retrasando tanto.
No dije nada, solo me atreví a negar con la cabeza. No quería hablar sobre ello y él tomó la indirecta. Me aventuré a caminar hasta él, sintiendo sus ojos por todo mi cuerpo, dejé que mi mano buscara la suya, dándole un leve apretón para después con su ayuda adentrarme en la cama seguida por el al poco rato.
- Esa ya no es mi casa y tú lo sabes perfectamente. Y en cuanto a la sesión, es tú culpa no la mía, a la próxima, manten tu rebelde pene fuera de la escena.
Tiró de mi cuerpo rápida y repentinamente que terminé a horcajadas sobre el suyo, me dió un leve besos en los labios para después acomodarnos en una nueva posición en la cama.
- ¡Oye! - exclamé cuando su mano apretujó una de mis nalgas. Golpeé su brazo escuchando su risa ronca resonando a través del silencio que inundaba la oscuridad mientras su cuerpo vibraba junto al mio.- aun estas a tiempo de dormir con Apolo.
Gruñó pegando aun más su pecho contra mi espalda sin dejar un mínimo espacio entre nuestros cuerpos, pasando seguidamente uno de sus brazos por mi cintura hasta posicionarnos en modo "cucharitas".
- Eres un tonto, pero igual te quiero.
Besó mi pelo escindiendo su rostro en la curvatura de mi cuello y hombro haciéndome cosquillas con su espiración.
- Yo también te quiero, pequeña. Ahora, duérmete, necesitas descansar.
Sus palabras fueron musica para mis oídos. Mi cuerpo empezó a relajarse escuchando su respiración pausada y sintiendo el golpeteo de su corazón contra su pecho. De mis labios salio un bostezo y poco a poco mis párpados fueron cayendo, mi respiración llegó a un punto muerto y un sueño profundo llamó a mi puerta, trasportándose a los brazos de morfeo.
Gruñí removiéndome en la cama cuando un sonido repetitivo algo traumante se escuchaba a lo lejos, no era mas que la alarma de mi móvil.
Lentamente fui abriendo mis ojos, acostumbrado mis retinas a la luz que se filtraba a la habitación, por un largo rato observe las fotografías que se encontraban colgadas en la pared, jamás pensé que huir de mi propia casa me daría la oportunidad de conocer a personas tan maravillosas que se volvieron importantes para mi; mis mejores amigos: Nick y Peggy.
Con cuidado, quité los brazos que rodeaban como cadenas mi cintura, salí de la cama sin hacer el más mínimo sonido o movimiento que despertara a mi acompañante. Aun era temprano, por lo que lo deje descansar un rato más. Nick empezaba su jornada laboral a media mañana.
Caminé de puntilla al cuarto de baño cono si fuera un ladrón, acto que saco una sonrisa en mis labios. Me despojé de mi ropa y me planté frente al espejo tomando una respiración profunda al ver las huellas del pasado.
Como cada mañana, mis ojos se posaban en las cicatrices que me había dejado en la piel el segundo hombre que más odiaba en mi vida. Mi único pensamiento coherente o no, era una única escapatoria guiada de la mano de la muerte, o, que el estuviera en una habitación tres por tres de concreto con unos barrotes de hierro rodeándolo para que me dejara vivir en paz.
Después de ducharme, opté por vestirme como siempre: jeans gastados, una sudadera y mis tenis blancos. Me maquille solo lo justo, tomé mis cosas y me fui de casa rumbo a la universidad, no sin antes dejar una nota a Nick sobre el mesón de la cocina.
Si, universidad.
Gracias al cielo, era el ultimo año para Peggy y para mi. Ambas estudiábamos diseño, pero por los negocios familiares yo tenia administración de empresas ya culminada de hace un año al igual que Nick.
Llegué a enfermar muchas veces tratando de exigirle a mi cuerpo mas de lo que podía dar. Mientras estudiaba en el día y parte de la tarde, en la noche trabajaba sirviendo copas o posando para Nick en una que otra fotografía. Según él, debería ser modelo, pero no es lo mio, y mi cuerpo esta estropeado. Agradecía mucho que me tomara en cuenta.
Al salir de mi casa, decidí ganarme las cosas por mi propio esfuerzo y no porque me lo dieran mis padres con solo abrir la boca.
Tres años que no veía a mis padres y hermano...
Tres años donde al cerrar los ojos, volvía a verlo una y otra vez...
Tres años que dejé todo atrás tratando de empezar de cero...
Pero lo bueno no dura para siempre, hace dos semanas al llegar al departamento encontré una caja blanca grande con un listón dorado. En un principio pensé que era de mi mejor amigo por haberse ido de viaje sin despedirse y no festejar conmigo mi cumpleaños.
Pero no, no eran de él.
Al abrir la caja me encontré tres docenas de rosas blancas con una nota. Inmediatamente mi cuerpo se puso en alerta cuando la leí:
Treinta y seis rosas para mi pequeña, cada rosa por los meses que llevo sin tenerte entre mis brazos y saborear tu dulce piel. Estoy contando los segundos, los minutos, las horas y los días para tenerte a mi lado otra vez. Feliz cumpleaños, pequeña.
Con amor.
Sr. S
Sacudí mi cabeza para dejar esos pensamientos a un lado, estaba cansada de vivir con temor a lo desconocido, pero, hoy por hoy me sentía mas fuerte que hace tres malditos años.
Ya no eran la triste niña a la que todos engañaban, ya no era la ingenua que se creía las mentiras de sus padres, ya no era la misma que rogaba por un poco de atención cuando importaba más el trabajo que tus propios hijos.
Ya no.
Con un largo suspiro lleno de tristeza y melancolía bajé del taxi y pague lo que debía dando las gracias al conductor. Al girar empecé a caminar en la misma dirección que otros días, deteniéndole al principio de las escaleras y hacer lo de costumbre: esperar a Peggy y entrar juntas a clases.
- ¡Hey, tu, preciosa!... - rápidamente giré mi rostro en su búsqueda, encontrándomela de frente.- ¡ya llegó por quién llorabas!
Sin darme tiempo a responder y girar del todo mi cuerpo, ella se lanzó contra el mio sin medir su fuerza y velocidad, provocando que ambas cayéramos contra un cuerpo fornido.
Me quejé por el impacto, pero ella simplemente se recompuso quedándose más blanca que un papel aún sobre mi.
- ¡Ups!. Lo siento.- río por lo bajo colocándose de pie y tendiéndome una mana para ayudarme. Con un leve tirón me puso a su altura mientras permanecía observando a la persona a la que habíamos tirado junto con nosotras.
Todo el humor abandonó su cara, mirando con pena y seriedad a la persona que aun se encontraba tras de mi y que yo no había hecho el intento de ver.
- Lo siento, señor. No lo vimos.- se disculpó de manera apresurada con un ápice de nerviosismo, retorciendo sus manos.
- No se preocupe, señoritas.- una voz profunda, varonil y con un matiz oscuro caló por mis oídos provocando que los receptores de mi cuerpo se activaran y enviaran ondas electrizantes por todo mi sistema,
Inconscientemente, mis manos tomaron con fuerza mi mochila, mi respiración se quedó atascada en mi garganta y mis piernas se cerraron de golpe al mirar sin vergüenza al dios griego ante mis ojos.
Si, me había girado para verlo quedando impactada al instante.
- Si me disculpan...- su mirada no se apartaba de la mía, era como si tratara de ver algo a través de mis ojos, sus grandes manos peinaban su cabello con sensualidad antes de estirar su traje estropeado por nuestra culpa. Él me devolvió el gesto escaneando mi cuerpo de pie a cabeza antes de marcharse.
- Demonios, eso si que espera un macho alfa.- ambas lo seguimos con la mirada hasta que abordo un auto negro y se marchó.- Saith en tres, dos, uno. ¿sigues en el espacio?
Eso fue... ¡Uff!
Parpadeo un par de veces antes de ver a mi amiga.
- Ni una sola palabra, ahora es tiempo de poner nuestros culos en marcha. Ya es tarde.
Dije rápidamente cortando sus palabras. Dsconfiada como siempre, entre cerró sus ojos alzando su mano derecha en puño con sus dedos índice y medio señalándose sus globos oculares y después a mi. De manera infantil, cada una sacó la lengua a la otra.