Capítulo 3 Cara a cara

La mañana transcurrió con normalidad. Yendo de aquí para allá, aún recordando lo sucedido con Peggy.

Mi mente no dejaba de reproducir una y otra vez la mirada de aquel hombre al pie de las escaleras.

Sus ojos llenos de deseo no hacia otra cosa que despertar la curiosidad de mi cuerpo, incendiando aquello que una vez pensé que estaba dormido. Una sensación agridulce baño por completo toda mi estructura corporal, al ser escaneada de los pies a la cabeza por sus intrigantes posos azules.

Su sola presencia trasmitía a mi alma tranquilidad. No podía entender por que mi cuerpo reaccionaba de esa manera. Pues era la primera vez que lo veía y no había echo otra cosa que comérmelo con la mirada.

Mi ritmo cardíaco parecía el de una quinceañera al conocer en persona al cantante de su banda favorita, el tacto de su ancho pecho contra mi espalda mando ondas eléctricas que recorrían mi torrente sanguíneo desde los dedos de mis manos hasta la punta de mis pies con un leve cosquilleo.

Dicen que todo se puede con una mirada. No es amor a primera vista, pero si atracción. En ese momento parecía una pequeña polilla atraída por la luz.

Aparte esos pensamientos de mi cabeza, yo no era mas que una sombra de lo que una vez fui. Una carcasa vacía, reconstruida pedazo por pedazo hasta formar una figura de carne y hueso. Muchos son los secretos que comparto con mi almohada, aun sabiendo que es una carga para mi alma, no estaba preparada para compartir lo que una vez me hizo tan frágil.

Aprendí a vivir con el dolor y la angustia de que un día mi pasado regresara a mi presente.

Son incontables los intentos de Nick por saber lo que me atormenta, en varias ocasiones las pesadillas aparecían irrumpiendo con mi tranquilidad, y él con sus suaves caricias y dulces palabras me calmaban.

Quise alejarme de todo lo que un día me recordaba mi tormentoso sufriendo, en una época donde mis padres anteponían su trabajo a la felicidad de sus propios hijos. Por mas que quisiera odiarlos y hacerlos responsables de lo sucedido no podía. Ellos todavía se mantienen bajo la ignorancia de lo que una vez destruyó mi inocencia, mi cuerpo y mi alma.

El estudio de fotografía donde Nick ejercía su pasión era sencillo, constaba de cuatro habitaciones; un camerino, un cuarto oscuro, una oficina y el set de fotografías. La decoración de todo el lugar era de colores pasteles y blanco, dándole un toque de elegancia y confort. Las paredes del recibidor eran ocupadas por grandes fotografías de hombres y mujeres en poses sensuales y eróticas con poca ropa.

Caminé observando cada detalle a mi alrededor, se me había echo costumbre admirar todo cada vez que llegaba al lugar. Abrí la puerta del camerino y deje mis cosas sobre uno de los sillones rojos a un costado de la habitación, me planté frente el espejo y solté un suspiro.

Sin demora retire las prendas que vestía para observar mi cuerpo. Ya estaba cansada de ocultar las cicatrices de mi pecho y brazo bajo tanta ropa o maquillaje, después de tantas vueltas tomaré la decisión de cubrirlas de otra manera.

Con agilidad empecé a cubrir cada una hasta que no quedara rastro alguno, peine mi cabello y lo acomode bajo una peluca de mechones naturales color rubio platinado, con un último vistazo al espejo tome la ropa y la bata de seda que estaban colocadas perfectamente en el perchero a un lado de la peinadora.

Resguarde mi desnudes tras un biombo de madera color caoba mientras me colocaba las prendas que utilizaría en las primeras fotos. Un fuerte azote a la puerta llamo mi atención. Cubrí mis pechos y asome mi cabeza por un lado del biombo.

Lo que vi me dejó anonadada y sin respiración, trate de hacer el menor ruido posible para que no me notaran. Ante mis ojos, prácticamente Nick se comía a París, una de las maquillistas de la agencia.

Las manos del fotógrafo recorrían sin censura el cuerpo de la morena. Sus jadeos y el choque de sus bocas rompieron con el silencio de la habitación. Poco a poco se fueron desprendiendo de la ropa como si estas les quemaran, quedando Nick desnudo de cintura para arriba y su acompañante sin ninguna prenda cubriendo su cuerpo.

Con un fuerte empujón Nick pegó a París de la pared posando sus manos bajos sus nalgas, rápidamente ésta rodeo su cintura con sus largas piernas y sujetó su cabello con fuerza echando su cabeza atrás repartiendo besos y después pasando su lengua por su largo cuello.

- Me estás matando preciosa.- con un gruñido levantó una de sus manos y las dejo ir dándole un fuerte azote en sus nalgas sacándole un grito de satisfacción a la morena .- dejaré tu coño tan lleno de mí que pensaras dos veces antes de dudar de mi hombría.

La sujetó con fuerza y se encaminó a uno de los sillones, la soltó dando tres pasos atrás mientras se deshacía de su pantalón y su ropa interior.

- Date la vuelta y sujetate con fuerza al espaldar del asiento...

Con movimientos casi robóticos mirando fijamente su miembro, la chica lentamente giró su cuerpo y apoyó las manos siguiendo las instrucciones sin apartar completamente sus ojos de la anatomía del fotógrafo.

Nick, con maestría rompió un envoltorio dorado y enfundó su ancho pene, una de sus manos la agarro de su cintura mientras que con la otra con suaves toques descendía por su espalda erguida hasta llegar a su pierna alzándola y apoyándola en el sillón.

Su mano traviesa jugueteaba entre los pliegues de sus labios vaginales esparciendo sobre éstos la humedad producida por su excitación.

Arrodillándose tras París, acomodo su cabeza entre sus piernas empezando una dulce tortura con su boca en su zona intima.

Los jadeos de la chica cada vez se hacían mas fuertes, sus manos se aferraron con fuerza al sillón hasta volver blancos sus nudillos, sus intentos de huir de los ataques de las boca de Nick fueron inútiles, ya que las grandes manos del lobo hambriento sostuvo con fuerza sus caderas impidiéndole sus movimientos.

Un grito desesperado anunció la llegada al clímax.

No sé en que momento mi respiración se volvió pesada, mientas mis manos con vida propia tomaba entre los dedos unos de mis pezones dando un leve masaje terminando con un tirón.

Aún escondida tras el biombo observe sin perder detalle como Nick sostenía con una de sus manos su miembro y lo guiaba hasta la entrada de aquella mujer penetrándola de una sola estocada.

Los gruñidos y jadeos subieron de decibelios en la habitación, entretanto los movimientos de cadera del fotógrafo seguían un ritmo perturbador deslizándose a través de la delicada piel de la chica profundizando sus acometidas.

Envolvió con una de sus manos su larga cabellera obligándola a girar su rostro para atrapar sus labios entre sus dientes y profundizar un beso tan ardiente que afecto mi bajo vientre. Con unos últimos movimientos de su pelvis ambos se corrieron soltando maldiciones.

Por más que tratara de quitar mis ojos de aquella escena, el morbo del momento que invadía mi cuerpo no dejaba que lo hiciera. Es de locos observar a tu mejor amigo teniendo sexo a unos cuantos pasos de ti, sin saber que era observado desde algún lugar de la habitación.

Expulsé el aire que retenía en mis pulmones después de ver que ambos se vestían y salían del camerino.

Con nerviosismo salí de mi escondite, busqué un cambio de ropa y lo remplace rápidamente por el anterior. Tomé una larga respiración y salí de aquel lugar, bajo el calentón del momento sentía que las paredes se reducían a mi alrededor, como si en cualquier momento terminara por asfixiarme.

El set de fotografías era totalmente iluminado; con un panel blanco al fondo, un equipamiento de luz continua conformado por lámpara fluorescente, una lámpara de tungsteno, un reflector led o un foco halógeno. Por otra parte contaba con pantallas reflectoras, trípodes, sombrillas para el rebote de la luz con flash, entre otros accesorios que desconocía sus nombres.

Traté de ser lo más profesional posible, me costaba mirar a la cara a Nick después de ser testigo de su encuentro furtivo.

Como siempre, el trato de las personas que laboraban junto a él era reconfortante.

Un cambio de ropa tras otro, pose tras pose buscando el ángulo ideal, y hasta un desnudo fueron parte de la sesión. Capturando la personalidad en cada una de las fotos y mis facciones desprendiendo sensualidad e inocencia.

Tras un largo día, entre maquillajes, pelucas, flash y un montón de cosas más finalmente llegue a casa. Solo quería darme un baño y descansar en la comodidad de mi cama.

Saqué de mi bolso las llaves y las introduje en la ranura de la puerta dando un giro. La estancia estaba bañada en un silencio conciliador a pesar de que estaba sumergida en total oscuridad, la tranquilidad que se respiraba le daba paz a mi yo interno.

Sin encender las luces camine hasta mi habitación, sin tiempo que perder me despoje de mi ropa y me di una ducha. Tras salir del cuarto de baño ya vestida con un sencillo pijama y una toalla envolviendo mi cabeza mi andar se freno de golpe.

Encima de mi cama un gigantesco ramo de rosas blancas reposaba sobre mis almohadas. Quizá lo había dejado Nick en la mañana antes de irse a trabajar.

La finas hebras de la alfombran producía un cosquilleo a mis pies descalzos cuando me desplace hasta la cama. Tome las flores con ambas manos y aspire su exquisita fragancia. Una sonrisa se extendió en mis labios que al instante se congeló al escuchar aquella voz.

- Una vez leí que las rosas blancas son el símbolo de la pureza y de la inocencia, y significan amor puro, feliz y para siempre...

Una intensa sensación desagradable recorrió mi cuerpo provocando que las alarmas en mi cabeza comenzaran a sonar atropelladamente por el peligro que corría mi integridad física y mental ante su presencia.

- Así es mi amor por ti... Saith...

Levanté la mira y lo busqué, encontrando su cuerpo envuelto por lo oscuridad, recostando su espalda en la pared cercana a la puerta, como para impedir mi intento de huida. Sus brazos cruzados reposaban en su firme pecho demostrando seguridad.

Mis manos dejaron caer las flores y empezaron a temblar, mientras mi respiración era agitada, mi corazón palpitaba fuertemente golpeando contra mi tórax, y la estabilidad de mis piernas comenzaba a fallar.

- Tú...- fue lo único que pudo salir de mis labios.

Ante mí, se encontraba el dueño de mis miedos y mis contantes pesadillas.

            
            

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