Mi corazón empezó a resquebrajarse lentamente ante la mención de su nombre, mis ojos picaban por las lágrimas acumuladas que no quería dejar escapar, no quería dejar en evidencia el miedo y la angustia que invadía mi cuerpo ante su presencia.
La sola idea de perder a Nick hace que muchos recuerdos golpeen mi memoria sintiendo el gran vacío que se forma apresuradamente en mi pecho.
Sin Nick a mi lado seria como un barco a la deriva en medio de una tormenta, perder mi pilar, aquella persona que en mis momentos más oscuros y dolorosos estuvo consolándome. Que a pesar de mis malos tratos estuvo en mis caídas y levantadas, y sin esperar nada a cambio me ofreció su amor incondicional desde el primer día que cruzamos nuestro camino.
- ¿Q-que le hiciste.? - Con un nudo en mí garganta logré hablar después de digerir la noticia.
- Digamos que solo fue una simple broma.
- ¡¿Una simple broma...?! ¡Eres un maldito enfermo, no te basta con hacer mi vida miserable hasta el punto de verme muerta, sino qué también lastimas a una de las personas que más amo en mi maldita vida! ¡Te das cuentas que las cosas que haces solo logra dañarme cada vez más, que si no fuera por él en este momento sería un cuerpo frío y sin vida al cual los gusanos se estuvieran devorando! ¡Eres el peor ser humano que pueda existir, no sabes cuanto maldigo la hora que me atreví a abrir la puerta que me llevo directo al infierno!...
Grité lo que siempre deseé hacerle saber dejando que las compuertas de mis ojos por fin se abrieran y mi rostro se humedeciese a causa de mis saladas lágrimas.
Caminó observando mi habitación hasta detenerse cerca de mi escritorio y tomar una de las fotos que allí reposaba.
- ¡A mí es a la única persona que debes amar maldita sea...!
Gritó estrellando el retrato contra la pared haciendo que mis nervios aumentaran.
- ¡Así tenga que bajar hasta el mismo infierno y enfrentarme con hades me amarás solo a mí...! Mataré a quién se interponga en mi camino, tú eres solo mía y de nadie más... y sí no te quedo claro; tomaré tu cuerpo una y otra vez hasta que no te quede duda alguna a quién perteneces...
Estampó su puño en la pared haciendo que sus nudillos sangraran, su respiración se volvió irregular, y sus anchos hombros subían y bajaban con violencia.
No lo conozco lo suficiente para saber porqué su cambio de actitud, pero es evidente que esta obsesionado conmigo.
- Podrás tomarme las veces que quieras... pero jamás obtendrás mi jodido corazón. Eres un maldito monstruo que no le importa pasar por encima de cualquiera por satisfacer su amor enfermizo...- trague fuerte al ser consciente que sus ojos estaban en mí.- y si me dieran a elegir entre la vida y la muerte, no dudaría ni un segundo en preferir mil veces la muerte antes de respirar el mismo aire que tú...
Los músculos de su cuello se pusieron en tensión al terminar mis palabras, trono sus dedos mientras negaba con la cabeza y soltaba una risa sarcástica. En un abrir y cerrar de ojos lo tenía a unos centímetros de mi cuerpo, una de sus manos tomo mi barbilla haciendo presión con sus dedos en mi carne.
- Me importa una mierda lo que quieres o no.- susurró tan cerca de mi cara que pude sentir su aliento mentolado chocar con mi nariz.- Eres. Mía...
Sus labios con ferocidad chocaron con los mios, envolviéndolos, amasandolos y tirando de ellos con sus perfectos dientes.
Una de sus manos trepo por mi espalda hasta detenerse en el comienzo de mi cabello, deslizó sus largos dedos entre mis hebras haciéndolos puño e inclinando mi cabeza para profundizar su ataque en mi boca. Coloqué mis manos en su pecho y traté de separarme de él, pero fue en vano, envolvió su brazo en mi cintura acercándome hasta su cuerpo mientras su mano mantenía su agarre en mi cabellera.
- Eres mía, maldita sea...
Repitió una y otra vez aquellas palabras tras cada pausa para respirar. El agarre de su mano fue disminuyendo, y los movimientos de sus labios se volvieron frenéticos.
No podía dejar que mi cuerpo cayera en la tentación de sus peligrosos deseos, necesitaba escapar de su agarre y salir huyendo de su cercanía. Necesitaba como el aire saber de Nick y cerciorarme que estaba bien, que no le había sucedido nada y que aún estaba conmigo.
Una de sus manos se coló por mi ropa arrastrando sus uñas por mi piel, delineó uno de mis pechos antes de tomar entre sus dedos mi pezón. Estrujó y tiró de él sacando de mis labios pequeños gemidos. A regañadientes, soltó mis labios y posó su boca en mi oreja, provocando que su exhalación me erizara la piel y pequeñas descargas eléctricas recorrieran mi cuerpo acabando entre mis piernas.
Cerré los ojos fuertemente y dejé que mis manos viajaran por su cuerpo deteniéndome sobre su abultado pantalón. Empecé a trazar pequeños círculos sobre la tela logrando que se estremeciera soltando gruñidos ante mi atrevimiento.
Dio unos cuantos pasos haciéndome retroceder y pegarme hasta la mesita de noche. Seguí con mi peligroso juego de seducción y distracción, alzando mi cara y juntando mis labios con los suyos. Con una de sus piernas separó las mías para colarse entre ellas mientras que sus manos apresaban mis caderas.
Por largos minutos devoré sus labios hasta cerciorarme qué estaba completamente rendido ante mí.
Contando mentalmente hasta diez, levanté mi pierna impactando fuertemente contra sus genitales, tomándolo por sorpresa, haciéndolo caer de rodilla llevando sus manos a sus partes nobles.
Retorciéndose de dolor en el piso soltaba maldiciones y futuros castigos ante mi rebeldía. Sin tiempo que perder tomé la lámpara y la estrellé en su cabeza dejándolo inconsciente.
Sentí la curiosidad de quitar su mascara y descubrir su misterioso rostro, pero no podía aguardar un minuto más allí, tenia que salir antes que despertara.
Corrí hasta mi guardarropas, alcancé una sudadera y mis tenis. De regreso a la habitación comprobé si él seguía donde lo había dejado, recogí mi mochila y mi móvil antes de salir.
Con el corazón en la boca, la respiración agitada y los nervios carcomiendo mi cuerpo salí de casa. Mis pies descalzos no se lograban ver por la velocidad con la que corría sintiendo en cada pisada pequeños pinchazos.
La fría brisa calaba mis huesos haciéndome temblar por la poca ropa que llevaba puesta, detuve mi andar respirando profundamente mirando hacia atrás para comprobar que no me seguían. Había corrido lo suficiente lejos de casa para ocultarme de él, sé que si me encuentra las cosas se saldrán de control.
Escondida tras unos arbustos miré mis pies sucios con pequeñas manchas de sangre. Como pude, retiré algunas piedras que se mantenían en mi piel y enfundé mis pies en el calzado sintiendo incomodidad por mis pequeñas lesiones. Sentada en la fría grama abracé con fuerza mi bolso mientras sollozos se hacían presente. Llevé mis rodillas a mi pecho escondiendo mi cara entre ellas.
El ruido de la noche se mezclaba con los sonidos de mi llanto. Mi respiración se quedó atascada en mi pecho al escuchar pisadas en mi dirección. Traté de ser el menor ruido posible, pero no lo logré.
Juntando con fuerza mis párpados murmuré una plegaria al cielo. Sabía que era mi final y no había logrado ver a Nick.
El calor de una mano envolvió uno de mis brazos haciendo que soltara un grito y retrocediera en mi lugar. Estaba más que jodida, él me había encontrado, él estaba aquí ante mí.
- ¿Se encuentra bien señorita?.
Aquellas palabras devolvieron mi alma al cuerpo.
Aquella era una voz desconocida, pero algo en mi cabeza me decía que la había escuchado antes, y aunque no estaba a salvo por lo menos me daba tranquilidad de que no fuera él sino alguien más él que había dado conmigo.
- N-no... por favor a-ayudeme...- levanté mi rostro de mi escondite encontrándome con un hombre vestido con ropa de deporte. La expresión de su cara cambió radicalmente al enfocar su mirada en mí mentón.
- ¿Trataron de... trataron de abusar de ti?...- la angustia en su voz era notable. Llevó una de sus manos hasta unos centímetros de mi cara.- ¿puedo tocarte?
Asentí ante su pregunta.
La calidez de su mano menguó parte del frío que sentía mi cuerpo, su suave toque proporciono una extraña sensación en mi piel enviando cosquilleos por todo mi ser, mientras las finas aletas de pequeñas mariposas revoloteaban en mi interior.
- Abre tus ojos.. no te haré daño...- susurró tan cerca que mi alocado corazón aumentó su frecuencia.-, sostendré sus piernas con uno de mis brazos mientras rodeo su cintura con el otro y la sacaré de este lugar... si en algún momento quiere contarme lo que realmente le sucedió la escucharé atentamente.
De su bolsillo trasero secó su móvil y dio unas cuantas ordenes a través de una fugaz llamada. Al terminar volvió su atención hacia mi regalándome una tímida sonrisa.