Sus manos tomaron ambos extremos de las braguitas que ocultaban mi sexo, tirando de estas hasta que la débil tela se rasgara y saliera de mi cuerpo. Con sus labios entreabiertos roso mi piel en dirección a mis caderas, y sus blancos dientes se hincaron en mi tegumentario dejando una rojiza marca .
Verdes contra negros.
Negros contra verdes.
Una batalla comenzaba en nuestros ojos.
En los suyos se reflejaba la perversión, misterio y destrucción, en cambio en los mios albergaba; pánico, ansiedad y excitación. Aunque mis gritos y gemidos eran amortiguados por la mordaza, su sonrisa me hacia ver cuanto disfrutaba de mi reacción.
Las uñas de sus largos dedos delinearon mis costados dejando una pequeña estela de dolor por su paso, deteniéndose sobre mis pronunciados montículos.
Aún con sus ojos en los míos, liberó mis senos de su prisión mostrándome una engreída sonrisa.
- Míos.. Preciosa...
Aproximó su cara a mi anatomía y acarició con la nariz mi rosada aureola en lentos círculos a su alrededor. Sacó su lengua para saborear sus labios dejando restos de su saliva en ellos. Su cavidad bucal arremetió contra mi pecho izquierdo y una de sus manos amasó el que se encontraba libre.
La humedad de su boca aumentó el volumen de mi pezón mientras que sus dientes levemente lo apretaba y tiraba de él.
La sensibilidad de mi piel ante sus caricias con su perspicaz lengua se tornaba de gallina, ondas de calor recorrían mi ser acabando en mi bajo vientre, y la contracción de las paredes de mi órgano reproductor anunciaba la llegada al clímax.
Las ganas de salir huyendo de sus manos fueron disminuyendo, no se si era masoquista o en realidad me gustaba estar en esta situación con un desconocido, pero lo que si tenia claro era que; aunque me negara a aceptarlo mi traicionero cuerpo se sacudía ante sus crueles y excitantes atenciones.
Regaló suaves caricias a mi pecho desatendido por su lengua, lentamente se separó dejando un mordisco en mi pezón, sacándole una mueca a mis facciones y un lastimero quejido de las profundidad de mi garganta. Su lengua realizó un largo camino desde el valle que dividían mis senos, tardando en mi largo cuello y acabando en la parte trasera de mi oreja.
Sopló ligeramente provocando que la mezcla del aire y la humedad de su boca estremeciera mi cuerpo. Tiro del lóbulo de mi oreja con sus labios mientras que una de sus manos se posicionaba sobre mi fruta prohibida rodeando mi clítoris para después presionar y tirar de él estremeciendo mi garganta por el gemido atrapado.
- Eso es... Solo dejate llevar ..
Se deshizo de la mordaza atacando mi boca sin moderación alguna. Sus labios se acoplaron a los mios con ritmo acelerado, sus caderas con vida propia en un vaivén arremetía contra mi sexo simulando los movimientos de la penetración. La dureza de su miembro se volvía cada vez mas lastimosa en sus acometidas.
Tiré fuertemente de mis ataduras al sentir un dolor punzante en mi lengua y mi labio inferior. Sin compasión mordió hasta que el sabor metálico se mezclara en nuestras bocas.
- Tan dulce como la miel.
Lamió los restos de la sangre en sus labios extendiendo una amplia sonrisa. Acto qué me dejo más que claro su lado enfermizo.
Descendió por mi cuerpo hasta posarse como en un principio. Arrodillándose entre mis piernas abriéndolas y dejándome expuesta ante su mirada oscurecida.
Sus manos separaron mis delicados labios dejando sin protección alguna mi botón de terminaciones nerviosas. Acercó su cara a mi entrada y aspiró fuertemente con los ojos cerrados como si estuviera memorizando el olor de mi esencia. A continuación sacó su lengua y delineó ambos pliegues de manera pausada.
Los movimientos de su lengua cada vez más se acercaban a mi clítoris tentándolo, mi cuerpo al sentir su ausencia donde más lo necesitaba protestaba en su contra.
Al posar su suave y húmedo músculo en mi pequeño interruptor del deseo, oleadas de calor y escalofríos atravesaron mi ser hasta arquear mi deseosa figura de carne y hueso hasta él. Dos de sus dedos bordearon mi entrada para después entrar de golpe en mi interior. Acopló el ritmo de sus dedos con la tortura de su boca.
En cada succión, mordisco o lametazos, sus dedos me penetraban con profundidad hasta llegar al punto adecuado.
Una y otra vez repetía sus lastimosas destrezas hasta hacerme llegar al precipicio, aventandome sin miramiento alguno a la liberación que necesitaba en mis entrañas. Aún bajo el efecto del orgasmo, liberó mis manos y mis pies.
- Ya estas lista para lo que tengo en mente... para el disfrute y placer de los dos.- tomó mi cuerpo con sus desnudos y fuertes brazos y nos llevó hasta el cuarto de baño.
La estancia estaba decorada con una inmensa tina en un costado, teniendo un espejo en el techo y la pared del frente apuntando en su dirección. La superficie del lavamanos era de mármol combinando a la perfección con los acabados dorados que tenia la habitación. Un estante de madera color burdeos mantenía apiladas las toallas de color rojo ordenadamente.
Posó mi débil cuerpo sobre el lavamos sentándome, deslizó sus manos a mi espalda y desabrocho mi sostén sacando uno a uno los tirantes por mis pálidos brazos, dejo un beso en la comisuras de mis labios para encaminarse hasta la tina y llenarla. El exquisito olor a jazmín se extendía en el aire al mezclar el líquido que contenía un frasco en una de sus manos.
Salió del cuarto de baño por unos escasos minutos, y al volver traía en sus manos una de las cuerdas que me apresaba en la cama. Cerró el grifo de la tina y caminó en mi dirección. Una de sus manos rodeó mis piernas mientras que la otra rodeaba mi tronco.
Me introdujo en la tina arrodillándome, me obligó a llevar mis brazos a mi espalda. Deslizó la cuerda por mis manos atándolas y jalando de estas para asegurase que estaba ajusta lo suficiente para no provocar heridas a mis muñecas.
Ante mis ojos un cuerpo completamente definido quedo desnudo manteniendo su identidad oculta tras su mascara. Sus fuertes brazos y su marcado abdomen gritaban su arduo trabajo de gimnasio. Mis ojos viajaron hasta su erecto miembro, donde el reflejo de la luz dejaba en evidencia el líquido que bordeaba su rojizo glande.
Se posicionó tras de mi en la tina envolviendo en una de sus manos mi larga cabellera. Tiró de esta hasta que mi espalda chocó contra su pecho. Con sus dientes delineo mis hombros dejando al final una fuerte mordida en la base de mi cuello.
- Haré que olvides los tres malditos planos; tiempo, persona y espacio, otorgándote uno de los orgasmos más intensos de tu vida... Sentirás las adrenalina recorrer tu cuerpo por la ausencia de aire en tus pulmones, al estar sumergida en breves periodos de tiempo en el agua de la tina... Tus gritos serán mis gritos, tus gemidos serán los mios, y tu esencia con sabor a miel me otorgará la sensación más placentera al acabar dentro de ti...
De un empujón toda su longitud entro en mí, sus rápidos movimientos provocaba un sonido hueco al juntar su pelvis contra mis nalgas. Su agarre en mi cabello se volvió fuerte obligándome a sumergir mi cabeza en el agua. Mientras el seguía con sus acometidas dando fuertes golpes en mi interior y azotando mis nalgas, la falta de aire hacia que removiera mi cuerpo de manera desesperada empujando hasta él.
Por diez largos segundos permanecí en esa intensa tortura. Mis sentidos se agudizaron permitiendo que la excitación en mi bajo vientre prendiera en llamas incesantes mi cuerpo.
Al sacar mi cabeza del agua tiró de mi hasta pegarme a su pecho y soltar sus gruñidos varoniles en mi oreja. Su mano libre apretó uno de mis pechos hasta el punto de dejar marcas en mi piel aun manteniendo un ritmo desenfrenado con sus penetraciones y saltando maldiciones tras cada movimiento.
Tras cada sumergida sus estocadas se volvían más violentas y sus manos dejaban un escozor sobre la piel de mis glúteos después de cada golpe. No sabia si reír o llorar, pues aún bajo el efecto de la droga en mi sistema, anhelaba con ansias mi pronta liberación.
Mis brazos adormecidos aún reposaban en mi espalda, mi garganta seca suplicaba por agua para calmar mi sed, y mi débil cuerpo imploraba que este momento acabara.
Sumergiendo por última vez mi cabeza en el agua, rotó sus caderas peligrosamente buscando mas profundidad en mi interior, con el balanceo de nuestros cuerpos la tina desbordaba por los costados su contenido, humedeciendo los azulejos.
Siendo consciente que podría morir ahogada en cualquier momento, mi parte masoquista pedía una y otra a gritos que me llenara y que me diera mas fuerte.
Tirando con fuerzas de mi cabello, dio un último empujón haciendo que el aire abandonara todo mi cuerpo. Sus gruñidos y mis gemidos resonaron en la habitación mientras que su miembro se sacudía y las paredes de mi sexo en cada contracción lo volvía prisionero.
Mis ojos tras el intenso orgasmo empezaron a pesarme, mientras que mi flácido cuerpo reposaba su peso en el pecho de aquel hombre misterio.
- Descansa pequeña.. Te amo con locura..- fueron las ultimas palabras que captaron mis oídos antes de caer la profundidad de la oscuridad y reposar en los brazos de morfeo.
***
Presente...
- ¿T-tú...?.- fue lo único que pudo salir de mis labios.
Ante mi se encontraba el dueño de mis miedos y mis contantes pesadillas.
- En carne y hueso...- señaló con una de sus manos su cuerpo.
- Debes irte.. Nick llegará en cualquier momento...- sentencié retrocediendo hasta pegarme a la mesita de noche.
Sacudió su cabeza mientras que una fría risa se escapaba de su garganta y aplaudía como un desquiciado.
- Lamento ser yo quien te de esta noticia pequeña.. Pero tu perro faldero en estos momentos esta en una habitación de hospital...
Subió sus hombros restándole importancia a lo que había soltado su boca.
Sus palabras resonaron en mi cabeza, haciendo que el calor abandonara mi cuerpo y un fuerte dolor se instalara en mi pecho.
No podía parar de repetir su nombre aún cuando mis labios temblaban. La sola idea de perder a mi mejor amigo producía el peor sentimiento en mi interior.