El sonido de un auto acercándose hizo que apartara sus ojos de los míos.
- Ya llegaron por nosotros.- tomó mi sudadera instándome a que alzara los brazos, cuando lo hice deslizó la prenda por mi cabeza y mis extremidades apaciguando las ráfagas del frío que me hacían estremecer.
Envolvió mi cuerpo con sus fuertes brazos pegando mi temblorosa figura a su fornido pecho.
- Te llevaré al hospital, necesito saber que estas bien... ¿puedes rodear mi cuello?
- S-si... podrías darme mi bolso...- negó con un sonido nasal y le hizo señas a alguien que se encontraba fuera de mi campo de visión.
- Loui se encargara de tus cosas. Solo rodea mi cuello... ¿por favor?...- Asentí cumpliendo obedientemente su orden.
Su aroma.
Una combinación casi extraña pero agradable a la vez, penetro mi sentido del olfato. Los olores dulzones que desprende su cuerpo me recuerdan a las golosinas; una deliciosa mezcla de caramelo y chocolate, con un toque al final de vainilla, miel y frutas.
Sin mediar palabras camino hasta el auto y acomodo mi cuerpo en el elegante asiento de cuero de la parte trasera.
- Daré la vuelta y me sentaré a tu lado, espero que no te moleste mi cercanía.
Las palabras aun estaban atoradas en mi garganta, solo podía formular pequeñas respuestas o mover mi cabeza para asentir o negar.
Loui, su chofer, a simple vista era un poco mayor que el hombre a mi lado. Atractivo, rubio, con unas pequeñas arrugas en su rostro y unas cuantas pecas sobre su nariz y sus pómulos.
Recogió mis cosas y las colocó en el asiento de copiloto.
Puso el auto en marcha a través de la selva de asfalto en dirección al hospital.
Inconscientemente llevé una de mis manos hasta mi cara donde él hundió sus dedos. Con un largo suspiro miré a través del vidrio tintado, la gente iba y venia con tranquilidad como si nada en su vida los afectara.
Ser paciente es una virtud que no muchos poseen, podría decirse que yo soy una de esas personas. Mi mente y mi cuerpo estaban cansados de tantas emociones que solo hacían mi existencia un jodida mierda.
Solo deseaba ser libre y dejar el pasado encerrado bajo llave.
- No es necesario ir al hospital... Estoy bien, solo fue un encuentro con mi pasado.- pronuncié lo último casi en un susurro.
Pensé que solo yo lo había escuchado, pero me había equivocado al sentí el calor de una mano envolver la mía y dar un leve apretón. Al ser consciente que él, mi salvador de esta noche había logrado oír mis débiles palabras, sentí la necesidad de apartarme, pero también mantenerme cerca.
- No me conoces, debiste dejarme donde estaba.
- No.- su voz hizo que apartara mi vista del cristal y lo enfocara a él. - Solo intento ayudarte... no es necesario que me cuentes tu vida, permitame comprobar que esta bien y llevarla hasta su casa.
La ausencia de su piel contra la mía instaló en mi interior una profunda tristeza. Jamás había sentido tantas cosas juntas ante un simple toque de un hombre.
Quizá la costumbre de ser un cuerpo sin valor manejado al antojo por un ser oscuro y sin corazón había hecho que mi piel olvidara la sencillez de una simple caricia sin haber sexo de por medio.
Un silencio cómodo se adueño del auto aumentando mis ganas de dormir, la pesadez en mis ojos se sentía cada vez más fuerte haciendo que leves bostezos salieran de mi boca. Acomode mi cuerpo en una posición cómoda apoyando mi cabeza en el asiento llevando mis frías manos a los bolsillos de mi sudadera para calentarlas con el calor de mi cuerpo.
Poco a poco mis ojos fueron cerrándose hasta que la calma invadió mi sueño.
El crujir del cuero por el movimiento de un cuerpo se hacia presente, al poco rato dos fuertes brazos tomaron mi débil figura para acomodarme en sus piernas y resguardarme en sus cálidas cadenas de músculos y huesos.
Tal era mi cansancio que solo logre amoldarme a su cuerpo escondiendo mi cara en el hueco entre su hombro y cuello.
El olor a desinfectantes inundaba la sala de hospital, de un lado a otro las enfermeras y doctores caminaban inmersos en conversaciones mirando historias de pacientes; discutiendo diagnósticos o tratamientos.
Al recordar por que había huido de casa me puse de pie, abandonando la camilla donde esperaba mi turno para revisión.
Por más que le insistí al hombre "desconocido" de que estaba totalmente bien, prefirió traerme y comprobarlo de la voz de un especialista.
Tomé mis cosas y salí sin que nadie se fijara en mí.
Solo pensaba en el paradero de Nick, tenía que asegurarme que el demonio oscuro no le había hecho daño. Asomé mi cabeza y miré a ambos lados del pasillo, como si fuera una suricata saliendo de su escondite bajo la tierra.
A unos cuantos metros en una esquina, un grupo de personas lloraban en silencio, mientras al otro lado cerca del staff de enfermería el desconocido hablaba animadamente con un doctor de avanzada edad mientras Loui mantenía la vista fija en el ascensor.
Tras un último vistazo caminé al sentido contrario.
Algunas de las puertas de las habitaciones se encontraban abiertas y podías ver a los pacientes conectados a maquinas o simplemente durmiendo con una vía periférica en unos de sus brazos, mientras sus familiares permanecían a su lado.
Todas las habitaciones eran del mismo color que la pared del pasillo, con luz moderada y diversos aparatos colocados al costado de la cama.
Acomodé la capucha de mi sudadera sobre mi cabeza tratando de ocultar el hematoma en mi cara ante los ojos de varios curiosos en el pasillo. Aún con la incomodidad en mis pies, caminé lo mas rápido que pude hasta llegar a las escaleras.
Al llegar a planta baja en uno de los sillones una chica ocultaba su rostro entre sus manos mientras el llanto consumía su cuerpo, traté de pasar por su lado y salir sin detenerme a preguntar por su estado. Tras mover uno de sus brazos la tela de su camisa se corrió a un lado dejando ver un tatuaje que solo lo había visto en una persona.
Peggy.
La angustia invadió mi cuerpo al ser consciente del por que de su estado. Mi interior luchaba por mantener la tranquilidad antes de desatar una tormenta en un vaso de agua. Me aproximé al sillón colocando una de mis manos sobre su tenso hombro.
Peggy, al sentir mi contacto sacó su cara de su escondite subiendo sus irritados ojos sobre mi cuerpo hasta detenerse en mi cara mientras las lágrimas brotaban sin parar mojando su morena piel.
Ladió su cabeza tratando de enfocar sus cansados ojos y ver a través de la oscuridad que proporcionaba la tela sobre mi piel.
- ¿S-saith?...- fueron sus palabras antes de saltar del asiento y aventarce rodeando mi cuello.
- Sshh... ¿por qué estás aquí?... ¿Le pasó algo a Dexter?.- pregunté aun sabiendo su respuesta con anticipación.
Separó su cuerpo del mío negando levemente.
- Es Nick... Lo asaltaron cuando salía con París del trabajo.- la amargura al pronunciar aquel nombre no había pasado desapercibido. Por más que tratara de ocultar sus sentimientos bajo la piel de la chica ruda y sin corazón, mi amiga amaba en silencio al tonto de Nick. Una pena que él solo buscaba amor donde no debía.- tiene un par de costillas rotas y aun esta en observación mientras despierta.
Traté de no derrumbarme ante la mención de su estado, pero mi traicionero cuerpo fue más fuerte que yo.
Solté mi bolso en el frío suelo sintiendo las fuertes sacudidas en mi cuerpo que hacían que mis piernas empezaran a fallar, llevé las manos a mi boca tratando de contener un sollozo dando rienda suelta a mis lágrimas que empañaban mi vista.
Los suaves brazos de mi amiga rodearon mi cuerpo mientras que susurraba palabras dulces para otorgarnos calma a las dos. Una de sus manos deslizó la capucha dejando mi rostro descubierto.
- ¿P-pero que mierda te pa...?- antes de que siguiera con su interrogatorio un delgado brazo puso distancia entra ambas.
- Todo es tú culpa maldita, desde que apareciste en nuestras vidas no has hecho más que joderlo todo... Por tu culpa Nick está en una cama sin poder abrir sus ojos, ¿por qué no te largas de una maldita vez y nos dejas ser feliz.? Date cuenta de una jodida vez que el mundo no gira a tus pies. Espero por tu bien te mantengas alejada de Nick. Mi Nick o sino atente a las consecuencias...
Recalcó el nombre de mi amigo como si fuera de su propiedad. Empujó con demasía fuerza un papel contra mi pecho haciéndome retroceder unos cuantos pasos antes de caer desparramada en el suelo.
- Estás advertida...
Quizá este sea el momento que tanto estaba esperando, sus palabras aunque rompieran mi corazón en miles de pedazos tení razón.
Así como aparecí en sus vidas, así mismo debía desaparecer por un tiempo.
Me dolía en el alma ver hasta donde era capaz de llegar tanta maldad de un enfermo.
Adueñarse de un cuerpo como si fuera un objeto, humillar y romper con la poca dignidad que aun albergaba en mi. Aun bajo sus deseos más siniestros, que hacia temblar mi cuerpo debía escapar de él, hasta de mi si era necesario.
Ya hora que empezara a enfrentar mis miedos y dejar todo aquello que me atormenta en el pasado.